Taiwán: ¿puede haber una guerra?

La posibilidad de un conflicto entre Estados Unidos y China está cada vez más cerca. Qué está pasando en la isla.

¡Buen día!

Espero que te encuentres bien. Hace mucho que no nos detenemos un rato antes de arrancar. No sé bien qué pasó. Una vez dije que los inicios eran lo que más me gustaba escribir y tiempo después desaparecieron; supongo que me aburrí y quise probar otra cosa, quizás fue pura vagancia, no sé. Pero ya le perdí el pulso a esto, me olvidé los recursos (como un presidente que conozco). Lo que sí recuerdo es que siempre garpaban los inicios fatalistas, del orden todo se va a la mierda pero nos tenemos, algo así. Así que ahí va.

Hoy vamos a hablar de la posibilidad de una guerra entre Estados Unidos y China por Taiwán. Igual nos tenemos.

¿Cuán grave es lo que está pasando en Taiwán?

La semana pasada, China puso fin a los ejercicios militares alrededor de Taiwán, luego de la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes (diputados) de Estados Unidos. Estos ejercicios se realizaron en varios puntos cercanos a la isla e incluyeron el despliegue de aviones, buques y misiles. Fue el movimiento militar más significativo de China en la zona hasta el momento, mayor que el de 1995–1996, años de la última gran crisis en el estrecho.

China avisó que seguirá patrullando la zona y publicó el miércoles un libro blanco acerca de la cuestión de Taiwán, una suerte de actualización de doctrina. Allí enfatiza “la determinación y el compromiso del Partido Comunista y del pueblo chino” con la reunificación de la China continental con la isla, a la que rotula como “una parte inalienable de China”. A diferencia de informes anteriores, señala de manera más clara su oposición a la “interferencia externa y cualquier actividad separatista”, ante las que amenaza con tomar “cualquier medida necesaria”. Después de la publicación, el Ejército chino anunció que, si bien el ejercicio a gran escala terminó, continuaría “la preparación para la guerra y las operaciones de control”.

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Esta es la hipótesis del correo de hoy: no estamos (todavía) al borde de una guerra, pero las últimas dos semanas nos demostraron que ese escenario no solo es probable sino que, en cierto modo, está más cerca de lo que pensamos.

Si leés #MundoPropio, esto no te debería sonar como algo nuevo: tal vez lo recuerdes (leer con voz de Troy McClure) de correos cómo La geopolítica de los mares: cómo el control del agua puede definir el siglo XXI o Todos miran al Pacífico menos vos, entre otros. Pero esto no es (solo) autobombo sino una punta para preguntarnos qué cambió en este último tiempo. Y hay dos cosas importantes que no hemos cubierto: la decisión de la dirigencia estadounidense de dejar en claro su rol en una eventual invasión de China a Taiwán, por un lado, y el mensaje de China de que tiene cada vez más medios para lograrla, por el otro.

La semana pasada hablé con Juan Battaleme, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires y una fuente de consulta habitual en temas militares. La última vez que habíamos hablado, a raíz de la guerra en Ucrania, Juan me dijo que proyectaba una guerra entre Estados Unidos y China en torno a Taiwán para después del 2030, pero no mucho después. Cuando le pregunté hace unos días, se mantuvo firme en su pronóstico.

“China no está en condiciones de tomar Taiwán. Necesita controlar de manera activa el estrecho y establecer un cordón naval suficientemente amplio para bloquear a los norteamericanos. Hoy puede hacer un bloqueo efectivo en corto, pero no tiene una fuerza naval y de asalto significativa. Todavía está construyendo islas (artificiales y militarizadas en el Pacífico, para mejorar su posición) y los norteamericanos tienen pie de fuerza. No veo que estén dadas las condiciones para un conflicto armado en un tiempo cercano”.

¿Pero cambió algo en estas semanas? Juan dice que sí: China demostró el desarrollo de su músculo militar, mucho mayor al que tenía en el último despliegue. “China demostró una capacidad antiacceso que antes no tenía, tanto para buques como para aviones. A los norteamericanos ahora se les complicó mucho más”. También señaló una diferencia importante con respecto al despliegue chino en la última crisis de 95–96, cuando Washington envió buques y portaaviones a patrullar el área, y se metió en el estrecho. Esta vez se quedó lejos. “Estados Unidos tenía en el 96 una capacidad automática para desplegar armamento, mientras los chinos se tenían que bancar ese tipo de intromisión. Hoy los chinos no solo desplegaron más fuerza sino que, para evitar una escalada, Estados Unidos tuvo que dejar los portaaviones lejos”.

Algunos apuntes sobre esto. Es posible que EEUU refuerce su presencia militar en la zona como respuesta a los ejercicios: la pregunta es de qué manera y con qué infraestructura. Lo segundo es que el despliegue militar de China, al igual que la redacción del nuevo libro blanco, difícilmente haya sido improvisado. Más plausible parece el hecho de que estuviera en carpeta y se haya activado con la visita de Pelosi, por lo demás una gran excusa. En tercer lugar, es llamativo el hecho de que no todos en Estados Unidos están confiados acerca del desenlace de la guerra. Algunas voces, a propósito de los ejercicios, hicieron en hincapié en que la disputa sobre Taiwán está más abierta que antes, y podría inclinarse del lado chino; Foreign Affairs, la publicación de política exterior más gravitante en el establishment demócrata, publicó un ensayo que afirma que el país debe hacer más en materia militar si quiere asegurarse una victoria.

Para Mariana Altieri, profesora de la Universidad de la Defensa y directora de la Fundación Meridiano, “China va a intentar recuperar Taiwán cuando esté segura de que tiene capacidad para hacerlo. No está necesariamente apurada”, me dijo. El desafío no es solo tomar el control de la isla sino protegerla. “Pero esa evaluación acerca de cuándo hacerlo y qué capacidades necesita también parte de un análisis respecto a cuánto cree que va a intervenir Estados Unidos y los países de la región en el asunto. Porque ahí cambia la ecuación”, agregó.

Lo que nos lleva al otro protagonista. ¿Es posible leer la visita de Pelosi como otra cosa que no sea una provocación? Veamos. Seguramente el aterrizaje de la dirigente demócrata en Taiwán, en el marco de su gira por Asia, responda a factores domésticos. Pelosi, cuya mirada negativa sobre China ha sido una constante en su larga carrera política (tiene 82 años), está buscando su reelección como congresista y una nueva dirección, dado que existen buenas chances de que sea desplazada como presidenta de la Cámara ante una victoria de los republicanos en las elecciones de medio término, en noviembre. Pero el viaje, aunque desaconsejado por Biden y la Casa Blanca, refleja un movimiento mayor: la decisión de la dirigencia norteamericana de dejar clara su eventual posición en una invasión de Taiwán.

Biden ya dijo en tres oportunidades que Estados Unidos defendería de manera directa a Taiwán en el caso de una invasión. Es cada vez más difícil pensar estas intervenciones como gaffes, que es básicamente lo que salen a decir después sus funcionarios. Esto pone en jaque a la vigente posición de Washington en el conflicto de Beijing con Taiwán, conocida como ambigüedad estratégica. Implica que Estados Unidos adhiere formalmente a la política de Una sola China pero envía armas y apoyo constante a Taiwán, mientras deja abierta la posibilidad de un involucramiento directo en un conflicto. Hace tiempo que distintas voces con llegada al establishment demócrata argumentan que Washington debe romper con esa política y reemplazarla por una de claridad estratégica. Aunque lo niegue, en los hechos la Administración Biden está cada vez más cerca de esta posición.

Esta subida de apuesta en Taiwán es, por cierto, una de las pocas agendas que comparten los demócratas y republicanos hoy. Las dirigencias coinciden en que el control de la isla va a definir el balance militar en la región. No es una idea descabellada: Taiwán, además de ser un territorio al que China aspira por cuestiones simbólicas y de interés nacional, tiene una ubicación estratégica en el Asia Pacifico. Desplazar a Estados Unidos de la isla le daría una posición privilegiada para asentarse como el poder dominante en la zona.

La dirigencia norteamericana defiende la postura dura como la única posible para lidiar con China, pero es importante recordar que esto es una decisión antes que un destino manifiesto. Estados Unidos podría optar por una estrategia de contención diferente, en la que China tenga su propio espacio de influencia y de seguridad en su región, que incluye a Taiwán (recomiendo leer esta entrevista de la bodega de Mundo Propio). Esto implicaría un esquema de poder global compartido, donde Estados Unidos se asegure influencia en otras zonas. Pero no parece ser una alternativa viable para las élites actuales, donde la guerra emerge como un escenario inevitable. China, por otro lado, parece actuar bajo la misma lógica.

Tres apuntes random sobre lo que viene

Algunas cositas antes de despedirnos. Las proyecciones sobre la guerra tienen un punto ciego: el error de cálculo. Difícilmente la presencia militar china en el estrecho vuelva al punto anterior a la visita, y Taiwán y Estados Unidos no se quedarán de brazos cruzados.

La creciente tensión aumenta las posibilidades de un conflicto derivado de un error de cálculo, de roces que se transforman en movimientos más grandes y desembocan en un enfrentamiento abierto. La historia está repleta de casos así. A ese cuadro se le agrega el hecho de que hoy Washington y Beijing tienen menos canales para evitar una escalada, luego de que China decidiera suspender la cooperación en seguridad marítima y de altos mandos militares como represalia por la visita de Pelosi. Y también está la cuestión doméstica, que puede llevar a uno de los liderazgos a acelerar el conflicto. En Estados Unidos especulan con que Xi Jinping, que se encamina a un tercer mandato, podría estar tentado a resolver la cuestión Taiwán dentro de su periodo como presidente; del otro lado tampoco ven a los norteamericanos como moderados.

Lo segundo es que este escenario próximo de mayor tensión en la zona va a tener impacto en la economía global por dos motivos. Como el estrecho es una de las rutas comerciales del este de Asia, si hay interferencia en la circulación habrá consecuencias en las cadenas de suministro –que ya vienen golpeadas desde hace un par de años– y por ende en la inflación. En segundo lugar, el rol central que ocupa Taiwán y su principal empresa –TSMC– en la producción global de semiconductores, vitales para celulares, autos, computadores, drones y todo tipo de electrodomésticos, va a ser un dolor de cabeza mayúsculo. Según la consultora TrendForce, la isla produce el 64% de los chips globales, una cifra que es superior en algunos modelos de alta capacidad tecnológica.

Es posible que ahora empieces a escuchar más sobre cómo reemplazar o trasladar esa producción a Occidente (el Congreso yanqui aprobó una ley de inversión al sector la semana pasada). Pero ese traslado va a llevar tiempo y va a ser costoso, en parte por la alta capacidad tecnológica y know-how que tiene Taiwán. La paradoja de esto es que el primer país que empezó a invertir fuerte en su propia industria para no depender de la isla fue precisamente China, a la que se le bloqueó el acceso a la empresa taiwanesa con la guerra tecnológica sobre Huawei, en tiempos de Trump. Involuntariamente, Beijing se anticipó.

Por último, para seguir el desenlace de esta disputa hay que mirar más a los costados: Japón, Corea del Sur y Australia, pero también India, Rusia, Francia y Reino Unido. Las señales de estos países respecto a un posible conflicto en Taiwán son más importantes que antes. Pelosi, por ejemplo, fue mucho mejor recibida en Tokio que en Seúl, que no comparte el viraje belicista que sí respalda Japón. Por otro lado, ¿asumirá Rusia un mayor compromiso con la causa de la reunificación a cambio del apoyo que le viene prestando China en Ucrania? ¿Cómo se va a materializar?

El caso más relevante quizás sea el de India, pieza clave de la estrategia norteamericana en el Indo-Pacífico que ha chocado bastante con China en los últimos años. Pero India es también un aliado militar de Rusia, y no se acopló al coro de sanciones por la guerra.

A propósito de la guerra en Ucrania, Mariana se pregunta si no se trata del primer conflicto en un nuevo tablero pos-occidental. Lo dice así: “Rusia no se hubiera movido sin tener el aval de China. Y mientras Occidente clausura a Rusia, los grandes estados euroasiáticos, que concentran la mayor parte de la población mundial –Rusia, China e India– están haciendo una lectura de esta situación muy diferente. El movimiento de Rusia, ¿no tendrá que ver con sentar una posición en la reorganización del mapa que se viene?”

Como sea que quede el mapa, necesitamos de tu colaboración para seguir haciendo Cenital.

Este correo se toma un breve respiro; nos volvemos a leer en un mes.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.