No es que sea mi trabajo es que es mi idioma

Comenzarán las pruebas de la vacuna contra el coronavirus en el país, lo que desconocemos sobre la carga viral, la situación del CONICET y más.

Holis, ¿cómo va? Debo confesarte que cada vez me siento más cómoda con nuestras cartas. Me costó bastante entender de qué iba la cosa, seguramente te hayas dado cuenta de algún que otro ensayo-prueba-y-error a lo largo de las entregas.

Cuando recién empezaba a adentrarme en este oficio que es la comunicación científica leí algo que me quedó para siempre y que se convirtió en un axioma de mi práctica profesional. Las palabras eran de Leonardo Moledo, uno de los mejores –sino el mejor– periodista científico que haya albergado nuestra nación y decían algo así como “los comunicadores científicos no hablamos de ciencia, hablamos sobre ciencia”. ¿Viste que yo te insisto un montón con que esto no es una explicación sino un intercambio? Bueno, algo así.

Un poco mi búsqueda del tono y de la identidad (¿es un mail sobre mí en el que cuento las noticias que me gustaron? ¿es una curaduría de artículos? ¿es una columna de opinión con énfasis en las fuentes?) y un poco las circunstancias (¿estamos esperando la cura para el virus? ¿estamos atravesando una crisis sistémica?) derivaron en que hoy, en nuestra entrega 16, ese principio rector que me acercó Moledo pueda cristalizar una definición de estilo. Hablamos de pandemia hablando sobre ciencia.

Solo vives por él

Aunque en la edición anterior establecimos que hablar de pandemia es hablar de todo, vamos a comenzar esta charla sobre ciencia hablando acerca de coronavirus porque tampoco la pavada con la abstracción, ¿no?

Él no te ha visto temblar esperando

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Pero yo sí, sobre todo dándole F5 al monitor de vacunas del que hablamos la semana pasada. Hoy traigo grandes noticias para la manija. Ya está abierta la convocatoria para postularse como voluntario para las pruebas de la vacuna que va a testearse en Argentina. Para ser elegible, es necesario tener entre 18 y 65 años, vivir en CABA o a menos de 60 km y no estar embarazada o en periodo de lactancia. Solo hay que anotarse en este formulario y esperar a ver si te seleccionan (yo ya me anoté, obvio, imaginate si me voy a perder la oportunidad de escribirte ese newsletter).

El grupo de voluntarios va a incluir a trabajadores de la salud y personas de varias edades. El 50% va a recibir la vacuna y la otra mitad un placebo inyectable (2 dosis con 21 días de separación) y se podrá abandonar el ensayo en cualquier momento si así se quisiera.

Las administraciones comenzarán entre el 3 y el 4 de agosto en el Hospital Militar de CABA y la prioridad en esta instancia es monitorear posibles efectos adversos que hayan pasado desapercibidos en las fases anteriores por el tamaño reducido de la muestra. En esta nota de Pablo Esteban podés encontrar más info.

Llenarte los bolsillos de guerras ganadas

¿Te acordás que en este news revisamos los argumentos de aquellos que dicen que el ensayo nos convierte en conejillos de indias? Bueno, como siempre, la realidad supera a la ficción y la conspiración es real, pero está en otro lado. ¿Dónde? Pues donde siempre joven padawan, en el mercado de capitales.

Según esta investigación del New York Times, desde marzo hasta ahora, ejecutivos y directivos de al menos 11 farmacéuticas vendieron alrededor de 1.000 millones de dólares en acciones. El procedimiento es simple, esta gente se entera de primera mano que su compañía va a anunciar algún avance respecto a la producción de una vacuna, compran acciones, se disparan, las venden. Puede que tu niño libertario interior se esté preguntando cuál es el problema y hay varios, pero considerando que la mayoría de los beneficiarios de estas movidas pertenecen a empresas pequeñas cuyo éxito o bancarrota depende de ese único desarrollo ¿no te parece esto un incentivo para exagerar logros y producir información engañosa?

Por ejemplo, hubo una empresa, Vaxart, que lanzó un comunicado titulado “Nuestra vacuna fue seleccionada para la Operación Warp Speed del Gobierno de los Estados Unidos” (una iniciativa federal con muchísimo financiamiento que busca desarrollar drogas contra la COVID-19 de manera veloz).

Para que se entienda, Warp Speed es un proyecto gigante con mucha mucha guita que puede dar apoyo de distintas formas. A algunos les van a poner lo necesario para producir millones de vacunas, a otros les van a dar microscopios. La vacuna de Vaxart quedó entre las elegidas para formar parte de un estudio preliminar que todavía está en marcha y que se va a ocupar de evaluar si es conveniente algún tipo de asociación con Warp Speed, cosa bastante diferente a lo que sugiere ese título, ¿no?

¿Qué pasa entonces cuando el vínculo con una línea de financiamiento gubernamental para encontrar una cura a un virus que produce miles de muertes por día tiene el potencial de ser una estrategia de marketing? Y, en segundo lugar, ¿qué pasa con seguir sosteniendo un sistema de organización social en el que nada es inmune a la especulación financiera?

Tan solo pretendo que cuentes conmigo

Lo bueno de ser mujer es que podés dedicarte a sostener la carrera de un varón para que, si no especula en la bolsa, al menos pueda especular con un futuro esperanzador en su profesión.

En un estudio que revisó datos de 60.000 hogares estadounidenses durante marzo y abril se encontró que las madres redujeron sus horas laborales en un 5% –o 2 horas semanales– mientras que los padres en general trabajan la misma cantidad de horas que antes del brote. El impacto fue mayor entre aquellas que tienen hijos chiquitos o en la escuela primaria y la tendencia se mantuvo al analizar hogares de parejas heterosexuales con hijos en las que ambos miembros estaban empleados en ocupaciones que permiten el teletrabajo.

Esto, por supuesto, también afecta a las trabajadoras de la ciencia. En varias ocasiones señalamos que la merma en el tiempo que se puede dedicar al trabajo repercute en la cantidad de publicaciones y, consecuentemente, en las posibilidades de ascensos y financiamiento.

Este artículo de Nature compila algunas propuestas de editoras de revistas científicas, financistas y lideresas académicas para que la brecha no se acentúe post-pandemia. Algunas: colocar un campo en los formularios de solicitud de financiamiento para que los postulantes expliciten cuál fue el impacto del coronavirus en su carrera, becas adicionales para que aquellas investigadoras que tengan tareas de cuidado a su cargo puedan contratar técnicos o coordinadores de laboratorio y aligerar su carga laboral, tener en cuenta que los programas que se suelen eliminar primero al abaratar costos por una crisis son, en general, los que más mujeres tienen y protegerlos, generar políticas de cupo en los puestos jerárquicos, que los papers presentados por mujeres y personas al comienzo de sus carreras sean los primeros en ser evaluados, dar asesoramiento virtual gratuito sobre estrategias de desarrollo de carrera y, por supuesto, mejorar la recolección de datos sobre las personas en el sistema científico.

Con este panorama, uno pensaría que a las mujeres trabajadoras no les queda tiempo para nada, pero no, aún así nos las arreglamos para ser el 70% de las que llaman para donar plasma en la Provincia de Buenos Aires a pesar de que los hombres son mayoría entre los infectados por coronavirus. El dato es interesante para pensar en cómo el rol de cuidadoras privadas del que hablamos antes se extiende hacia el cuidado social, dado que si mirásemos la cantidad de donantes y no el interés por donar esta dimensión podría perderse, ya que las personas que han cursado más de tres embarazos no pueden hacerlo y debe contarse con cierta cantidad de anticuerpos efectivos. Otro aspecto llamativo en la información sobre los llamados que tampoco guarda correlación con los datos generales es que el 80% de quienes se comunican son pacientes que se atendieron en el sector público, aunque la mayoría de quienes se enfermaron tienen obra social o prepaga.

No sé qué decir ni qué hacer

Creo que gran parte de esta sensación de pandemia como paradigma que todo lo contiene es debido a la incertidumbre, a lo desconocido. La necesidad de entender requiere la necesidad de compartir y aquí estamos, tratando de lidiar con nuestras dudas a través de las dudas de los otros y la conversación permanente. Ya en otras ediciones hemos dedicado algunas líneas a mencionar cosas que no sabemos sobre el virus. Aquí van otras.

Por un lado, la gran incógnita sigue siendo la carga viral, o sea cuánto virus por unidad de volumen es necesario para producir una infección. Por otro lado, si a mayor carga viral se corresponden cuadros más graves o no (¿te acordás de la teoría de los superpropagadores?).

En esta nota de Nora Bär se recopilan varios trabajos sobre el tema que manifiestan no solo haber hallado individuos asintomáticos con altísimas cargas virales sino que las complicaciones más severas parecen manifestarse cuando la carga baja. El artículo cuenta con el testimonio de Federico Remes Lenikov, investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA, quien declara: “Los primeros trabajos eran más bien anecdóticos. Pero ahora se van sumando estudios en los que no se ve una correlación significativa entre carga viral y gravedad de los síntomas. Lo que sí está claro es que ésta va descendiendo con el correr de los días y el cuadro grave aparece con la reacción inflamatoria, que es la que provocaría las complicaciones. Eso es algo muy típico de las infecciones virales: el daño indirecto por el propio sistema inmune. Cuando uno analiza los casos severos son aquellos en los que la respuesta de linfocitos T se mantiene en el tiempo, mientras en los más limitados esa respuesta cede».

Otra gran pregunta sigue siendo qué pasa con los asintomáticos. Este hilo de Jen Heemstra, directora del Heemstra Lab, un laboratorio de la Universidad de Emory que investiga sobre aplicaciones de material genético a la producción de bioimágenes, tiene una propuesta interesante. En la hipótesis que expone, la asintomaticidad (?) se debería a la exposición previa a virus similares al de la pandemia actual, como el SARS, el MERS o inclusive algunos resfríos comunes de la familia de los coronavirus. En ciertos individuos, estas infecciones pasadas podrían haberle “enseñado” al cuerpo cómo activar una respuesta inmune, por lo que generarían los anticuerpos sin manifestar síntomas.

Por supuesto, todo está por verse, pero si así fuera esto podría ofrecer varias pistas sobre estrategias para lidiar con el virus. Mientras tanto, recordar que la vacuna de la gripe protege contra otros tipos de virus, que no todo resfrío viene de un virus similar al que produce la COVID-19 y que mientras no sepamos más tenemos que seguir acatando las medidas de prevención indicadas.

Otro tema con las incertidumbres, además de la ansiedad, es el viejo y querido fin que justifica los medios. ¿Cualquier cosa que nos acerque a una respuesta es conveniente o recomendable? En ese sentido, esta noticia sobre un grupo de científicos alemanes que va a organizar recitales para 4.000 personas para ver cómo se mueve el virus en grandes grupos da en la tecla. Su idea es ver cómo se podría llevar a cabo un gran evento minimizando el riesgo de generar brotes, y para eso los asistentes –que deberán usar barbijo– transmitirán datos sobre su localización en el estadio cada 5 segundos mediante dispositivos portátiles. También van a usar alcohol en gel fluorescente que pueda ser detectado con luz ultravioleta y permita saber qué superficies fueron tocadas.

El experimento, que busca ver si hay posibilidad de reactivar la economía de sectores que dependen de la asistencia de público, se llevará a cabo en tres instancias: una sin distancia social, una más enfocada en la higiene y otra en la que la gente se va a sentar lejos entre sí. La pregunta entonces es, aunque el riesgo sea bajo y las personas se ofrezcan voluntariamente, ¿es ético exponer intencionalmente a un grupo de gente a contraer la infección aunque esto implique tener mejores herramientas para prevenir más infecciones?

De sueños e ilusiones renovadas

En un panorama plagado de incertezas, hay un hecho que se impone a ciencia cierta: las personas necesitan sostener sus ingresos. Este mes, la comunidad científica argentina atravesó discusiones, reclamos y negociaciones ante el anuncio de la finalización de 1.600 becas de investigación (1.450 pertenecientes al CONICET).

¿Cuál fue la polémica? Algunas organizaciones, como Jóvenes Científicxs Precarizadxs (JCP), calificaron la decisión como un recorte y no dudaron en llamar despidos a los ceses de becas, aduciendo que la pandemia cambió completamente las condiciones de trabajo, no permitiéndole a algunos becarios poder presentarse a convocatoria para otras becas y reduciendo las oportunidades de conseguir otras fuentes de sustento. Otras, como Becarixs Empoderadxs, destacaron las nuevas políticas en ciencia y tecnología de esta gestión, manifestando que la situación general es contraria a un recorte y que, si bien la finalización de becas era motivo de preocupación, no podían considerarse despidos dado que estas becas ya se habían prorrogado por 6 meses y se habían ampliado los cupos en la convocatoria futura.

¿Cuál fue el reclamo? El 27 de julio JCP convocó a movilizarse al Polo Científico Tecnológico con las siguientes consignas: prórroga de todas las becas por un año como mínimo, licencias por cuidado y enfermedad, recomposición salarial, cobertura médica adecuada y la exigencia de una reunión con las autoridades.

¿Cuál fue la negociación? El 30 de julio, el Gobierno Nacional anunció el otorgamiento de un subsidio extraordinario para becarios doctorales y posdoctorales que finalizaron sus becas en 2020. El mismo comprende el 70% del estipendio y se otorgará por 3 meses. Además, el plan contempla la extensión hasta fin de año de la cobertura médica.

¿Y después? Si bien la iniciativa fue celebrada ampliamente, la polémica continúa. JCP manifestó algunos problemas con la aplicación de la medida: el plazo de 3 meses cuando aún no se conoce la duración del aislamiento, que los estipendios ya rozaban la línea de pobreza, por lo que el 70% no cubre las necesidades básicas, que quienes van a gozar de licencia por maternidad al final de sus becas no podrán aplicar.

Este ciclo de polémicas, reclamos y negociaciones es el árbol que tapa el bosque ante un problema estructural. Esta nota de Erica Hynes, ex Ministra de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Santa Fe y actual diputada provincial lo dice muy claro: “El eterno problema del CONICET es que presenta un cuello de botella porque hay más personas que se forman para ser científicas que las que pueden entrar al organismo. El tema no solo es una cuestión de números sino la falta de una estrategia de ciencia y tecnología en nuestro país que escape a la centralidad del CONICET. Es tal su peso que se cae una y otra vez en un eterno retorno negativo: no podemos hacer política científica con los números de un solo organismo, no podemos definir los temas estratégicos en base a cuántas becas o científicos entran cada año a CONICET en ese tema específico y no podemos hacer programas estratégicos para resolver los déficits estructurales si pensamos solamente en base a los ingresos al CONICET”.

Princesa de un cuento infinito

Mucho de lo abrumador de este panorama de vacilaciones viene de la mano de una seguridad mucho más abrumadora: la de la propia muerte. En un mundo en el que nuestra finitud y la de los que queremos se presenta en forma de atosigo cotidiano, tal vez la clave sea pensar en aquellas cosas que nos remiten a la inmortalidad.

El planeta

Desde que lo vi en mi más tierna juventud, este fragmento de stand up de George Carlin me dejó una idea tatuada en el cerebro: pensar en salvar el planeta es ridículo, en todo caso nos podemos salvar nosotros. La discusión ambiental es una discusión por la calidad de vida humana, está claro que la Tierra va a seguir girando por un tiempo tan largo que a nuestra imaginación le resulta inabarcable.

En este plan el filósofo Toby Ord escribió El precipicio. Riesgo existencial y el futuro de la humanidad un libro que básicamente dice que la pandemia podría ser el menor de nuestros problemas. La idea es simple, según Ord estamos en un momento único e irrepetible en el que las decisiones que tomemos nos pueden dirigir en dos sentidos: la extinción o la subsistencia. En un recorrido que brinda un robusto análisis de la producción científica sobre riesgos naturales y antropogénicos, el libro trae preguntas muy interesantes y pertinentes, como por ejemplo ¿cuánta gente tiene que morir para que no haya esperanza alguna de reconstrucción y continuidad de la civilización?


Si bien El precipicio no habla sobre el coronavirus (probablemente el autor entregó el manuscrito antes del brote), dedica bastante espacio a las pandemias y su relación con la estructura productiva. Nosotros vivimos en un país muy dispar frente a estas cuestiones. Mientras se investiga la posibilidad de implementar sistemas de vigilancia epidemiológica a través del ambiente, en particular analizando aguas residuales para detectar zonas de circulación silenciosa del coronavirus, desde hace años conocemos que los niveles de glifosato en agua en algunas zonas del país están muy por arriba de los niveles máximos permitidos. La conclusión que se impone es sencilla, en ambos casos se reconocen las consecuencias de la actividad humana en el ambiente mediante investigación local, pero que solo el primero busque ser insumo de medidas aplicadas nos sigue hablando de una noción de pandemia acotada a la emergencia sanitaria.

Los microorganismos

El Giro del Pacífico Sur es considerado un desierto acuático. Su lejanía respecto a cualquier línea costera hace que entre sus aguas sea muy difícil encontrar cualquier tipo de nutriente, incluso polvo continental. Sin embargo, a 600 metros de profundidad, enterrados bajo sedimentos acumulados por varios millones de años, un equipo encontró una colonia de microbios inactivos que, al ser cultivados en laboratorio, comenzaron a reproducirse. Aún falta determinar más certeramente su edad, que podría rondar los 100 millones de años. Si esta suposición fuera confirmada, estarían entre los organismos vivos más viejos jamás encontrados.

Los lobos

Hace casi 30 años, luego de 60 en ausencia, los lobos grises fueron reintroducidos al Parque Nacional Yellowstone en Estados Unidos. A pesar de las imágenes elocuentes de aullidos a la luna o de recuerdos cándidos de infancia como Colmillo Blanco, no todo el mundo se entusiasmó con la llegada de los caninos. Siete de los 41 especímenes reintroducidos fueron víctimas de la caza furtiva en cuestión de meses.

Para alimentar el entusiasmo por estos animales, Jim Halfpenny, un naturalista, les creó una sección en la página Ancestry en la que se puede ver la genealogía de la manada que habita el Parque Nacional junto con fotos y anécdotas de cada uno. Ahora, los lobos del presente y el pasado viven a través de la historia de sus relaciones.

Los árboles

En nuestro imaginario sobre sabiduría y testimonio del paso del tiempo, los árboles ocupan un gran lugar. Desde el árbol oráculo de Pocahontas hasta los videos que muestran el roce de las sequoias con las nubes, desde que nos muestran cómo los anillos en los troncos representan el paso del tiempo, asociamos a los árboles con lo perenne. Sin embargo, aunque sabemos que pueden vivir miles de años, aún no resolvimos la pregunta de si pueden vivir para siempre.

El debate fue reavivado a partir de un estudio que mostró que hay árboles de Ginkgo de 600 años que son tan metabólicamente activos como otros de 20. Este tipo de árboles desarrolla estrategias para tener una larga vida, como el desarrollo modular por partes no necesariamente conectadas entre sí, lo que permite reemplazar las secciones que se pierden. También tienen la capacidad de crecer alrededor de su propio tejido muerto, lo que les provee soporte y volumen con poco gasto de energía. El tronco de un árbol muy viejo de este tipo puede estar un 95% muerto, por eso es mucho más probable que muera de una causa externa, como que lo parta un rayo. Para algunos, esto tiene un límite. Por ejemplo, el tejido vascular de los Ginkgos se va afinando cada año, por lo que aunque sea un proceso muy lento, se puede suponer que llega un punto en el que ya no funciona más y el árbol se muere. Para otros, si no hubiera ninguna causa externa, estos mecanismos podrían mantener el árbol vivo para siempre.

Lo que seguro es inmortal es la duda, ya que no hay forma de responder esto de manera experimental, puesto que nuestras vidas son muy cortas en comparación y aunque dedicáramos toda nuestra carrera a la observación de un árbol muy viejo esto sería solo una pequeñísima parte de su ciclo vital. Inclusive, si hiciéramos un estudio multigeneracional, este podría ver la obsolescencia de sus métodos de análisis y jamás poder compilar los resultados obtenidos a través del tiempo.

La pandemia nos trae varias representaciones de la infinitud: una cuarentena que no se termina más, dudas irresolubles, conflictos gremiales que son como una serpiente que se muerde la cola, una nueva conciencia acerca de cómo nuestras actividades impactan en absolutamente todo lo que está a nuestro alrededor y un intercambio epistolar que se sucede semana a semana.

Hasta la próxima entrega, cuando pienses en este newsletter, quiero que te acuerdes que en este intento mostrarte que hablar sobre ciencia es la elección de un lenguaje y no de un tema. Yo quiero regalarte una poesía, tú piensas que estoy dando las noticias.

Te mando un beso enorme,

Agostina

P.D1: Si te gusta lo que hacemos en Cenital, recordá que podés colaborar con el proyecto para que podamos seguir haciéndolo.

P.D2: Si llegaste hasta acá sin ponerla a todo volumen, te regalo este video de un minuto en el que lo podés ver jovencísimo contando la historia de la canción y explicando por qué es, también, sobre una pandemia. Si sos escandalosamente joven y no entendiste ninguna de las referencias de los subtítulos te invito a ver esta gran obra de la música hispanoparlante.

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.