Lo que arde

En este Hilo invernal nos ocupamos de la supremacía del fuego y de su capacidad para encendernos o quemarnos. Un punteo por las obras de Tarkovski, Mariana Enriquez, Jesse Ball, Judd Apatow, David Lynch e Intoxicados que tuvieron al fuego como ardiente protagonista.

Hola, ¿qué tal? Espero que lo mejor posible. Yo bien, ¡ya vacunada! Me tocó la Sinopharm y sus efectos secundarios fueron muy leves, casi inexistentes. Lo que sí, mi humor mejoró notablemente. Es una experiencia muy emocionante la de la vacuna. Estoy muy agradecida por la presencia del Estado garantizando la salud pública en cada vacunatorio, y por sentir que de a poco nos vamos acercando al fin de esta locura pandémica colectivamente. 

Dos cosas breves antes de empezar con el tema que nos convoca:

La primera es que este news está siendo escrito horas antes de la final de la Copa América, pero cuando lo leas ya va a haber un equipo ganador. Como no tengo la bola de cristal, solo dejo por escrito mi expectativa y ansiedad sobre el tema. Que se nos dé, por favorrrrr. (Y si no se nos da, no sé qué decirte. Lloremos un rato y sigamos adelante con la frente en alto.)

La segunda es que ya están en Spotify los cuatro episodios del podcast de El Hilo Conductor. Son adaptaciones sonoras de este newsletter a las que les pusimos mucho trabajo y amor. En el episodio #3 me ocupé de la naturaleza con Osvaldo Baigorria como invitado, y en el episodio #4 del mar, con las voces de Leila Guerriero y Mariano Blatt leyendo textos. Un lujazo. Por ahora, esto es todo. Si hay una segunda temporada, les avisaremos. Y pueden escuchar también el resto de los podcast de Cenital, claro.

Fuego camina conmigo

Esta quincena de pleno invierno en el hemisferio sur quiero ocuparme de la potencia del fuego. De su supremacía como elemento de la naturaleza a la hora de darnos calor, cobijo, de ayudarnos a cocinar nuestros alimentos. Pasé unos días en el campo la semana pasada y el fuego fue el mejor compañero. Estuve largas horas delante de la salamandra encendiéndola y alimentándola. Avivando el fuego, haciéndolo crecer. Viendo cómo se consumía todo lo que le tiraba hasta volverse brasa y después ceniza y después polvo. Es tan hipnótico el fuego. Tan visualmente impactante. Sus colores destellantes, su movimiento: esa danza de llama, esa chispa. Así que hoy le dedicaremos el Hilo a su presencia transversal en la literatura, en el cine, en las canciones. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Sé que es un tema tan amplio como inabarcable. Porque el fuego es usado para la combustión, para la deforestación, para la amenaza. Para hacer asado. Para cantar alrededor en un campamento. Es un compañero de las revueltas populares, de las barricadas. Es la carne de los volcanes cuando se hace lava. Es un arma que puede dar muerte y destruir todo lo que toca. O una llamita inocente que pedimos para que nos tiendan un encendedor y quizás iniciar una conversación. 

Y también está el fuego como acepción del estado pasional o amoroso. “Estoy prendida fuego”, “está en llamas”, son metáforas muy cotidianas del poder del calor en el lenguaje. Y ni hablar de su representación convertido en emoji o en reacción de Instagram: “Me puso un fuego en una story”, me cuenta alguien infiriendo de eso segundas intenciones. ¿En qué nos hemos convertido como especie, mandando calor a través de un dibujito en las pantallas? Examinemos entonces algunos usos y abusos culturales del fuego. Encendamos esas llamas.

En cuanto a cómo ilustrar, le di varias vueltas al asunto y me decidí por compartir una serie de fotos, tomas, afiches y fotogramas de la última escena de la última película del director ruso Andréi Tarkovski, Sacrificio. Si no la vieron, les cuento que se filmó en 1986 en Suecia y que cuenta la historia de un hombre llamado Alexander que vive en una isla junto con sus hijos. A lo largo de la película, Alexander filosofa sobre el sentido de la existencia varias veces, con esa profundidad tan típicamente tarkovskiana, y aparece la amenaza de una guerra inminente, lo que hace que este hombre haga una promesa que implica el sacrificio del título: debe quemar su casa para que las cosas vuelvan a su supuesta normalidad como gesto de amor y cuidado hacia su familia. Me genera mucha intriga saber cómo se hace para producir escenas como estas y filmarlas sin posibilidad de volver atrás y repetir la toma. Lo mismo las escenas de explosiones en películas de acción. Ahora existen los efectos especiales y los retoques digitales, pero en los ochenta incendiar una casa de dos plantas y un auto requería de una ingeniería complicadísima para ubicar los rieles sobre los que se desplazaba la cámara, para tener la mejor luz y realzar ese fuego diurno, incluso ensayar milimétricamente los movimientos de los personajes. 

Más abajo pueden ver una foto de Tarkovski con una maqueta de la casa que se ve atrás, estudiando todos estos aspectos antes de dar mecha y gritar “¡Acción!”. Cuenta la leyenda que, efectivamente, la primera vez que lo filmaron algo salió mal. Dejaron pasar algunos días y reconstruyeron la casa para poder volver a rodar. Acá les dejo acá la secuencia entera de la película, de unos seis minutos, en la que se ve el incendio total y la coreografía casi danzada de los personajes: Alexander quema todo y su familia justo vuelve del bosque y encuentra la devastación misma. En sus cuerpos está la desesperación de ver que todo arde y no poder hacer nada filmada con distancia, como si fuéramos espectadores de la tragedia de otros. En esta última escena, en vez de los bomberos, aparece una ambulancia y se lleva a Alexander a un manicomio. El sacrificio se consumó y la casa se derrumba por completo ante nuestros ojos. No se me ocurre un final más contundente para una carrera cinematográfica como la de Tarkovski, que ganó varios premios en Cannes por esta película y no pudo ir a retirarlos porque estaba con un cáncer avanzado que lo consumió por completo, como este fuego que ensayó muchas veces.

Leña al fuego

De los miles de libros con escenas de fuego y de fogatas dejo de lado dos deliberadamente –Gracias por el fuego, de Mario Benedetti, leído en mi adolescencia y del cual no recuerdo nada, y Todos los fuegos el fuego, de Julio Cortázar, porque ya hablamos aquí varias veces de él–, y paso a ocuparme de otros personajes pirómanos. Bueno, “pirómanos” suena un poco fuerte. Más bien se trata de mujeres que por distintos motivos encienden fuegos y queman buscando una serie de consecuencias a partir de esos actos.

Pasemos primero por la obra de Mariana Enriquez (de quien ya hablamos también pero para este tema me parece insoslayable). Es que en Las cosas que perdimos en el fuego ella imaginó un cuento –el último del libro– en el que, hartas de femicidios causados por parejas que les rociaban alcohol y las quemaban, chicas y señoras de distintas edades deciden organizarse y empezar a quemarse ellas mismas. Construyen grandes hogueras en las que algunas se zambullen y luego son asistidas en hospitales clandestinos. Se hacen llamar Mujeres Ardientes y cada vez van ganando más visibilidad, aunque también comienzan a ser perseguidas. El cuento es truculento sin ser desagradable, e impactante sin ser violento o agresivo, en ese ejercicio tan fino que logra Enriquez para equilibrar las descripciones y las acciones de sus personajes. Les dejo acá un fragmento en el que Silvina, la protagonista, filma por primera vez una de estas hogueras voluntarias. Pero les sugiero, si quieren, que lean el cuento completo acá (tiene 9 páginas).

La ceremonia fue al atardecer. Silvina usó la función video de una cámara de fotos: los teléfonos estaban prohibidos y ella no tenía una cámara mejor, y tampoco quería comprar una por si la rastreaban. Filmó todo: las mujeres preparando la pira, con enormes ramas secas de los árboles del campo, el fuego alimentado con diarios y nafta hasta que alcanzó más de un metro de altura. Estaban campo adentro –una arboleda y la casa ocultaban la ceremonia de la ruta–. El otro camino, a la derecha, quedaba demasiado lejos. No había vecinos ni peones. Ya no, a esa hora. Cuando cayó el sol, la mujer elegida caminó hacia el 

fuego. Lentamente. Silvina pensó que la chica iba a arrepentirse, porque lloraba. Había elegido una canción para su ceremonia, que las demás –unas diez, pocas– cantaban: «Ahí va tu cuerpo al fuego, ahí va. / Lo consume pronto, lo acaba sin tocarlo.» Pero no se arrepintió. La mujer entró en el fuego como en una pileta de natación, se zambulló, dispuesta a sumergirse: no había duda de que lo hacía por su propia voluntad; una voluntad supersticiosa o incitada, pero propia. Ardió apenas veinte segundos. Cumplido ese plazo, dos mujeres protegidas por amianto la sacaron de entre las llamas y la llevaron corriendo al hospital clandestino. Silvina detuvo la filmación antes de que pudiera verse el edificio.

Esa noche subió el video a internet. Al día siguiente, millones de personas lo habían visto.

(La canción que se menciona es esta, de Gabo Ferro.) Hace pocos días, la misma Enriquez difundió en su cuenta de Twitter que está en marcha la adaptación cinematográfica de este cuento, que será dirigida por la galesa Prano Bailey-Bond y producida por Rodrigo Teixeira. Muchas ganas de verla.

Y hay que decir que el fuego también aparece reiteradamente en Nuestra parte de noche, una novela magistral de Enriquez en la que uno de sus protagonistas, Juan, es un médium que tiene la capacidad de conectarse con la Oscuridad. No vamos a explayarnos demasiado sobre el tema (no-spoilers), pero sí recordar la escena del cementerio, en la primera parte del libro, en la que Gaspar, el hijo de Juan, debe ocuparse de clavar y encender velas en medio de la noche para armar la escena del ritual. 

Pasemos a otra novela pirómana: Cómo provocar un incendio y por qué (de la que hablé brevemente en El Hilo #10 sobre la juventud). Este libro del prominente escritor norteamericano Jesse Ball cuenta en primera persona la historia de Lucia Stanton, una jovencita inteligentísima que vive con una tía porque su madre está internada en un manicomio. Como toda adolescente, Lucia está disconforme con su existencia, y entra a un nuevo colegio donde toma contacto con la Sociedad del Fuego, una organización bastante misteriosa que se propone generar incendios para denunciar las desigualdades y los privilegios. Para lograr entrar, tiene un mes para provocar un incendio. Y cuenta con la ayuda de su encendedor Zippo, que era de su padre. Me gusta la forma en la que está escrita: capítulos breves y por momentos metaliterarios en los que la protagonista va consignando predicciones y después cuenta lo que efectivamente sucedió. En el medio del libro, incluye un panfleto de su autoría del que les comparto este fragmento:

La dicha de los fuegos

¡La dicha de los fuegos! Si alguna vez encendiste una vela, entonces sabes el placer exquisito que produce el fuego. Es una manifestación visible del ingenio y la astucia del hombre. El dominio más pequeño y a la vez más completo. Hacer arder una cosa y transformar sin esfuerzo lo que es, y producir luz, y producir calor, y producir humo.

Me interno en el bosque hasta llegar a un claro, un sitio que solía frecuentar de niña. Allí amontono algunas ramas. Construyo una estructura de leña, una especie de edificio diminuto, prendo fuego el pequeño edificio que construí y, al quemarse, las llamas prenden fuego las ramas superiores. Ya ves, encender una fogata en un campamento es una especie de acto incendiario.

(…)

Nos engañamos creyendo que la vida es larga, pero el fuego nos lo recuerda: es el parpadeo de una llama. La vida es un parpadeo, y luego desaparece. Por eso debemos aprovecharla al máximo. 

Todos los fuegos el fuego

Mientras revisaba películas posibles para hablar del fuego acá, me topé con algo extrañísimo en Netflix. Resulta que si una pone en el buscador “Fuego”, aparece Fireplace for your home, una especie de ¿película? de una hora de duración que consiste solamente en la filmación de un fuego ardiendo. Sí, eso, una fogata con varios leños quemándose en tiempo real con ese crepitar tan característico. El calor del fuego por supuesto no se llega a transmitir, pero supongo que está ahí para que lo pongamos de fondo en la pantalla en alguna noche fogosa, o para que emulemos en invierno una fuente de calor. Raro, como encendido.

Pasemos ahora a un punteo de películas con los fuegos en papeles protagónicos (pero no románticas ni pasionales), de la más actual a la más antigua.

  • The King of Staten Island es una comedia agridulce de 2020 dirigida por Judd Apatow (el mismo de Bienvenido a los 40 y creador de la serie Girls). La película se centra en el personaje border de Scott, un chico de 25 años que vive con su madre y que no encuentra el rumbo de su vida. Interpretado por Pete Davidson (que también la coescribió, inspirada en su historia), este young adult empieza a frecuentar a los compañeros bomberos de su padre, que murió en un incendio cuando él era un niño. Con Steve Buscemi como guía y otros personajes secundarios muy agradables, va de a poco torciendo un rumbo bastante oscuro. Es un film que no busca hacernos reír ni agradar, sino conectarnos afectivamente con los problemas de los personajes. (Se consigue para ver online por Internet)
  • Lo que Arde de 2019, dirigida por Oliver Laxe, es una película muy interesante que de hecho ganó el Astor de Oro en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Fue filmada en una zona rural de Galicia y está protagonizada por no actores. Empieza con una escena muy potente en la que vemos cómo una serie de eucaliptus, en plena noche, empiezan a caer desesperadamente. Al rato nos damos cuenta de que la culpa la tienen unos camiones que están deforestando el bosque de forma brutal. Como una metáfora dislocada sobre la extinción de ciertas formas de vida, el film retrata la vida de Amador, un hombre que regresa al pueblo después de haber cumplido una condena en la cárcel por pirómano. Seguimos su día a día en el monte junto a su madre Benedicta. Hay ecos tarkovskianos acá en la forma de captar los sonidos y los gestos de la naturaleza, y también mucha más insinuación que palabras y diálogos.
  • Wild Life (traducida como Incendios o Lo que arde con el fuego) es una película dramática de 2018 dirigida por Paul Dano, basada en una novela de Richard Ford (disponible en Amazon Prime). Está protagonizada por Jake Gyllenhaal y contada desde el punto de vista del hijo preadolescente de una pareja quebrada en Montana, un pequeño pueblo del interior profundo de los Estados Unidos, en plena década del sesenta. La premisa es bastante simple: el padre se queda sin trabajo y decide abandonar la casa familiar para probarse como bombero forestal y desaparecer. La madre se cansa de esperar y busca trabajo y trata de rearmar su vida. ¿Cuáles son las consecuencias de abandonar a la familia? El agobio en los pueblos pequeños, la crisis económica al interior de las familias nucleares, el egoísmo de los adultos, y la liberación femenina son algunos de los temas con los que se enfrenta este drama intimista.
  • Fire Walk With Me: no puedo dejar de mencionar la película filmada por David Lynch dos años después que la serie Twin Peaks, que ofrece nada más y nada menos que la información necesaria para reconstruir la previa del asesinato de Laura Palmer. Confieso que la vi antes que la serie y no entendí mucho. Pero después de terminar la primera y la segunda temporada volvía a ella y me cerró todo muchísimo. Están acá algunos de los típicos ingredientes y protagonistas lyncheanos: un mono tití, el enano que habla raro, el fuego y la oscuridad, una serie de asesinatos y misterios perturbadores y música del gran Angelo Badalamenti. ¡Hasta aparece David Bowie! Magistral y pesadillesca.

Flaman las llamas

Antes de despedirme, como ya es costumbre, les dejo algunas canciones para escuchar sobre el tema del fuego. Hoy serán todas nacionales, cosa de entender bien las letras. Hay clásicos de ayer, de hoy y de siempre.

  • “Dame fuego” – Sandro y los del fuego: Redundante el nombre de la canción y la banda del Gitano. No hace falta decir mucho de un hit inoxidable que se planta del lado del muchacho que le grita a una muchacha “Dame fuego, dame, dame fuego, dame el fuego de tu amor”. Hay metáforas de gemidos, cenizas y vientos para entender lo que le sucede en la noche larga en la que pide ayuda. Y un bailecito característico en este video bizarro con un montaje un poco forzado. 
  • “Fuego” – Intoxicados: “Esta vez es en serio, no estoy mintiendo, algo se prende fuego”, dice el Pity y el que avisa no es traidor. Una canción emblemática de 2005 cantada a dúo con Calamaro en la que afirman que sienten como ese fuego les quema por dentro y terminan diciendo algo que da escalofríos con el diario del lunes: “Estamos enfermos, perdónennos”. 
  • En dos discos distintos de El Mató a un Policía Motorizado se le canta al fuego. Por un lado, en La Dinastía Scorpio, está la bellísima “El fuego que hemos construido” (les dejo una versión en vivo de tocada en el ex programa de radio La Hora Pulenta de Nacional Rock allá por 2015). “Cuántas veces me despierto y pienso en el tiempo perdido / Quiero mirarte, mirarte y que me mires”, dice Santiago directo al corazón. Y también está “Fuego”, en La Síntesis O’Konor, con una letra bellísima en la que grita “Perdoname / Ahora soy mejor / Te juro soy mejor”. Es difícil escuchar estas canciones y no posesionarse. 
  • “Veo en tu mirada el amanecer / Absorbo todo el fuego que me das”, dice en “Fuego”  Montarosa, una cantautora jovencísima de Tandil que viene haciéndose un lugar en el indie local con su primer disco de estudio llamado Fuega camina conmigo, en un homenaje lesbiano a David Lynch. Son canciones pegadizas con un corazón bien popular y amoroso con títulos como “La difunta de Perón” y “Novia del conurbano”. Si les gusta, estén atentes porque suele tocar en vivo bastante seguido.

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días.

Espero que este Hilo te haya hecho sentir un poco de calor en tu corazón. Perdón por la cursilería, pero me parece fundamental para pasar estos tiempos tan difíciles.

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Gracias por leer. Y por favor cuídense mucho.

Malena

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.