El malestar en la cultura (del trabajo)

Un panorama inicial acerca de la relación entre el contexto laboral y cómo nos sentimos.

“No existe la epidemiología en la Argentina. Sospechamos pero no deducimos. Tenemos reportes informales de guardias y un solo estudio”, nos dice el médico psiquiatra Santiago Levin. Especialistas en salud mental a quienes consultamos para este dossier coinciden que existe un único estudio epidemiológico sobre salud mental en la Argentina. Hasta que se realizó el “Estudio epidemiológico de salud mental en población general de la República Argentina” no se sabía si la realidad de los trastornos mentales en nuestro país era similar o no a la de otros de América Latina de los cuales existe información disponible. Por lo tanto, es la única investigación de la cual se pueden extraer conclusiones fiables sobre la salud mental de la población argentina en general, y en particular sobre las juventudes. Según el estudio encabezado por el médico psiquiatra Juan Carlos Stagnaro, la clase más común de trastornos fueron los trastornos de ansiedad (16,4%), seguidos por los trastornos del estado de ánimo (12,3%), los trastornos por uso de sustancias (10,4%) y, menos frecuentes, los trastornos del control de impulsos (2,5%) (Stagnaro, 2018).¹ En los individuos más jóvenes (18–34 años), la prevalencia a lo largo de la vida para cualquier trastorno mental fue mayor (35,4%) comparada con los grupos de mayor edad (35–49: 27,9%; 50–64: 27%; más de 65 años: 17,3%) (Stagnaro y otres, 2018). Los jóvenes padecen, consultan o se tratan más que los adultos.²

A falta de más estudios, aún no es posible correlacionar cuánto y cuáles son los padecimientos mentales de las juventudes con el lugar que ocupan en la escala de ingresos o según el tipo de trabajo que realizan, y menos aún con las condiciones de acceso a los servicios de atención de la salud. Cuando en el año 2012 la catalana Montserrat Nebrera acuñó la categoría generación de cristal para referirse a los frágiles hijos nacidos después del 2000 por su apego a la queja, a la aceleración digital y por su propensión a la ofensa fácil, no sabía que algunas corrientes de la sociología utilizarían el término para describir a la juventud trabajadora de la pospandemia. Quienes habían nacido en el 2000 están comenzando su carrera laboral y sobre ellos pesa la culpa de ser los frágiles carentes de la cultura del trabajo. Sin embargo, al ver las condiciones laborales y de vida a las que había sido arrojada esta generación, la propia Nebrera debió aclarar hacia el año 2021 que lo de cristal no era tanto por lo frágil sino más bien por lo auténtico y por lo sensible. Por lo transparente. ¿Acaso la generación de cristal sería más bien de hierro transparente?

¿Dónde se ubican las juventudes -esta vez en sentido más amplio- si separamos a la población en tres grupos de edad y por género? Empecemos por la población que trabaja asalariada y con derechos garantizados. La brecha de género es tan intensa como la brecha por edad.

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En el caso de la población asalariada pero con sus derechos laborales vulnerados, las brechas por género y edad son igual de profundas, pero con ingresos más chatos. Además, las juventudes se concentran en actividades más exigentes, con jornadas más extensas y con los ingresos más bajos del mercado de trabajo en comparación a los adultos.

  • La venta al por menor en comercios concentra el 10,6% de las mujeres de 16 a 24 años y el 4,7% de las mujeres de mayor edad. (SRT 2021)
  • El 9,3% de las mujeres de entre 16 y 24 años se ocupa en servicios de expendio de comidas y bebidas, valor que se reduce al 1,1% entre las mujeres de 25 años y más. (SRT 2021)
  • El 5,0% de los varones de 16 a 24 años se desempeña en construcción de edificios y sus partes, valor que desciende al 2,9% en el resto de las edades. (SRT 2021).


Aunque algunos segmentos de las juventudes estén sufriendo la intensificación del trabajo y consultoras como Deloitte afirmen que la adecuación de los entornos laborales y el cuidado de la salud mental de las personas trabajadoras puede sextuplicar el retorno de las inversiones de las empresas como resultado de un mejor rendimiento laboral, todavía prevalecen las soluciones mágicas. Abundan los podcast que enseñan a cada individuo joven a manejar sus tiempos para rendir al máximo, el uso de técnicas Pomodoro para combinar concentración con interrupciones, tips de terapias alternativas para combatir el insomnio, hasta entornos laborales mejorados con máquinas de café, pufs, gimnasios y videojuegos. El abordaje de los riesgos psicosociales del trabajo pierde la carrera con el new ageismo. En esa carrera, algunas consultoras de empleo podrían estar confundiendo la reducción de riesgos con sistemas de alertas que tienen por objetivo identificar cuándo y cómo un trabajador va a colapsar. Se entrena a las personas para abordar el estrés. Significa formar trabajadores inmunes a la ansiedad en vez de atacar las condiciones socioambientales que la disparan. Que soporten, imploten o corran sus propios límites y, si no lo logran, den aviso. Pero, ¿quieren soportarlo?

Santiago Levin responde con un franco y apesadumbrado no lo sé cuando le consultamos por las causas de la brecha de padecimientos mentales entre adultos y jóvenes. “Sin estudios epidemiológicos es aventurado responder, pero las juventudes no son invitadas a una vida con sentido o una dimensión de futuro”. Entonces, sigue Levin, “prevalece la abulia y la desesperanza más que la incertidumbre, que forma parte de la condición humana”. “Un mundo de mierda donde escasea la esperanza y las opciones para la juventud son el éxito total o la depresión y el suicidio”. Levin retoma la cuestión de la culpa y habla duramente de las técnicas para afrontar los padecimientos. “Es el último rulo del cinismo. No solo le hicimos mierda el mundo a los jóvenes sino que los estamos culpando de su falta de horizonte, de voluntad y de su desorientación”. Y remata: “Los adultos tenemos la responsabilidad de desculpabilizar a la juventud”.

Ofelia Fernández respondió con la modestia epistemológica de los profesionales de la salud a la pregunta por las causas de la ansiedad en la juventud: “No sé, y ése es el problema, que no lo sabemos”. “Las juventudes están atravesadas por los estímulos de éxito y de los cuerpos hegemónicos -afirma-, pero eso no alcanza para explicar la ansiedad”. Busca un sentido entre las voces de su generación y de las siguientes y encuentra intuición generacional. “Es arbitrario pensar que hay una juventud a la que le falta hacer concesiones y hacerse amiga del rigor, y no pensar que hay empleadores que deberían pagar mejor o bajar la carga laboral”. Y sigue con una mirada que reconoce todas las formas de trabajo, sin echar culpas. “Mientras la juventud vea que hay margen para inventar trabajo en otros sectores como los emprendimientos, ¿por qué harían una concesión a costa de su propia vida en un trabajo precario?”

Para Santiago Levin, aquello que aqueja a las juventudes es el sin sentido.

Fernández sugiere una pauta para encontrarlo. “Si la alternativa del trabajo no demuestra que puede generar calidad de vida para una generación, habrá que soportarla”, dice con cierta resignación y vuelve: “Pero mientras crear otras alternativas. No es heroico tener un trabajo precario en un bar. Aún en el emprendimiento, prefiero darle más herramientas para que la intuición generacional tenga un sentido”.

La cultura del buen trabajo

Algo de lo que intuye Ofelia Fernández se encuentra en el primer estudio sobre precariedad y salud mental impulsado por un estado. La vicepresidenta segunda de España, Yolanda Díaz, creó junto a Íñigo Errejón la Comisión de Personas Expertas sobre el Impacto de la Precariedad Laboral en la Salud Mental en España, hasta alcanzar un primer informe. En un país donde la tendencia es a la hipermedicalización (España es uno de los países con mayor consumo de ansiolíticos por habitante del mundo) se hizo indispensable realizar este estudio. Entre sus principales hallazgos hay un dato que debería llamar la atención en la Argentina, donde el dato es que no hay datos.

El informe evidencia que cuanto mayor es el nivel de precariedad laboral, también es mayor la prevalencia de padecer en la salud mental. En concreto, se calculó el riesgo de depresión según el nivel de estabilidad en el empleo, la precariedad, el desempleo y la clase social. Pero sólo un estudio epidemiológico completo que trate la precariedad laboral podría arrojar pistas sobre las soluciones, o cuanto menos de los bienestares. Mientras, persiste el malestar. Que las juventudes tengan un (mal) trabajo y adquieran una cultura de la precariedad que, si no es soportada, pesará sobre ellas la culpa de la vagancia o de la insolencia.

No todo es malestar en la cultura del trabajo, y eso es porque hay otra cultura, una que aplaca el malestar, y está en la intuición de las juventudes. Una cultura que intuye el sentido del trabajo. Quienes veían una generación frágil y caprichosa que debía ser culturizada en la disciplina, empiezan a detectar que las grandes renuncias y las ganas de cambiar de empleo son consecuencia de las ganas de progresar, de moverse socialmente. Que el rechazo a los trabajos mal pagos de jornadas continuas es consecuencia de la aspiración de tomar decisiones, de seguir estudiando o de planificar la vida. Algo de este orden se trasluce en la reciente campaña publicitaria del portal de empleo Bumeran. Quienes endilgaban a la juventud “expectativas fantasiosas” y le exigían una mayor adaptación a la cultura del trabajo, hoy colocan las mismas expectativas de las juventudes en las marquesinas, para atraerlas a empleos que, más temprano que tarde, deberían adaptarse a la cultura del buen trabajo y del bienestar.

Los jóvenes trabajan y trabajan mucho. ¿En qué condiciones? Esa es otra historia, que podemos ver aquí.

Procesamiento y análisis de EPH (INDEC): Laura Perelman

Composición: Sofía Maschio y Iara Carbotti

¹  La depresión y los trastornos de ansiedad se encuentran entre las diez causas principales de YLD (Carga Global de Enfermedad) a nivel global, y en Argentina, en particular, los DALYS (Años de vida ajustados por discapacidad o años perdidos debido a la enfermedad, discapacidad o muerte prematura), con motivo de trastornos mentales y trastornos por el uso de sustancias, han aumentado 9,7% globalmente entre los años 2005 y 2013 (que es el período estudiado), y la autolesión es la causa número diez de YLL (Muerte) en Argentina. (GBD 2013 Mortality and Causes of Death Collaborators. (2015). Global, regional, and national age-sex specific allcause and cause-specific mortality for 240 causes of death, 1990-2013: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2013. The Lancet. 2015; 385:117-171.) (Stagnaro, 2018).
²  El 7,8% de las personas entre 18-34 años de edad padecieron tres o más trastornos, mientras que solo el 5,6% de las personas entre 35-49 años de edad, el 4,9% de las personas entre 50-64 años de edad y el 1,4% de los mayores de 65 años reunieron los criterios para tres o más trastornos.³ 

Abogado laboralista especializado en Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social por la UBA. Actualmente es investigador del CETyD, de IDAES-UNSAM y de Fundar. Es asesor sindical, divulgador y especialista en temas de trabajo y cambio tecnológico.