El Colo Barco no sonríe

Hoy a las 18 debuta la selección en el Mundial Sub 20 de Argentina 2023. Y jugará Valentín Barco, el lateral izquierdo de 18 años que enamora a los hinchas de Boca.

Hola, ¿cómo estamos?

El 17 de junio de 2001, la selección Sub 20 debutó en el Mundial de Argentina en la cancha de Vélez, ante Finlandia. Viajamos, desde Morón hasta Liniers, con dos amigos en la cabina de una camioneta de fiambres. Era del padre de Ale. Mi viejo iba adelante con él. Era domingo, Día del Padre en el país. Con un poco de esfuerzo, aún huelo la baranda de las hormas de queso. Tenía 12 años. La selección que dirigía José Pekerman ganó 2–0. El primer gol fue de Maxi Rodríguez. El segundo, de Andrés D’Alessandro, a los 67 minutos, seis después de que entrase. En el ataque de Finlandia había intimidado Mikael Forssell. Era el único que sabía quién era, porque Forssell jugaba en el Chelsea (y yo al PC Fútbol 2001). Todavía conservo la entrada, pegada entre giladas en un corcho.

El plantel ganador del Mundial Sub 20 en Argentina.

El fin de semana pasado vimos a un abuelo abrazado a su nieto, llorando después del gol agónico de Martín Cauteruccio, el 2–1 de Independiente ante Tigre. A Quique y a Mateo. “El fútbol es infinito porque en el imperio del fútbol nunca se pone el sol, se juega en cualquier lugar -me dijo una vez Jorge Valdano-. Y porque abarca a todas las generaciones, al hijo, al padre y al abuelo”. En el Mundial Sub 20 de 2001, seis meses antes del estallido social, las canchas se llenaron de chicos con guardapolvos blancos. Y de chicas. Juan Diego Britos, amigo y periodista -en ese orden-, me contó que armó una nueva rutina después de la muerte de su madre: ir con Olivia y Guadalupe, sus hijas más chicas, a ver al Rojo. “Es construir el vínculo paterno -dijo-. Ahí en el tablón nos estamos resignificando”.

El festejo de Martín Cauteruccio tras su agónico gol contra Tigre.

En un rato, a las 15, se larga el Mundial Sub 20 de Argentina 2023, con Guatemala-Nueva Zelanda (por el grupo A, el de la selección) y Estados Unidos-Ecuador. Y a las 18, además de Fiji-Eslovaquia, el partido que más nos importa: Argentina debuta con Uzbekistán en el estadio Madre de Ciudades de Santiago del Estero. Es una buena oportunidad para volver a la cancha. Y para conocer a algún juvenil.

A propósito, acompañame…

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A jugar con el Colo Barco

“¡Jugadoores, la concha de su madre/ a ver si ponen huevos/ que no juegan con naadie!”. La Bombonera estalla como pocas veces. Está clarísimo: no es contra la dirigencia ni contra el flamante entrenador. Hay un consenso en apuntar hacia abajo: ahí, Boca pierde 1–0 con Deportivo Pereira en el segundo partido del grupo de la Copa Libertadores, minuto 89. Cuando más fuerte resuena el canto, Valentín Barco agarra la pelota, encara, elude a un marcador y tira un buscapié que cruza el área. En el hervidero de la Bombonera, el Colo Barco -18 años, lateral izquierdo, cara de niño travieso de la película ¡Prohibido pasar! Hércules vigila– se atreve. Y, después del empate de Luis Advíncula, mete el centro-asistencia en el minuto 99 para el 2–1 de Alan Varela. La picardía no termina: cuando faltan segundos, Barco se deja caer, simulando un dolor, ay, como (no) se habían cansado de hacer los futbolistas de Pereira. Entonces la Bombonera lo ovaciona: “¡Olé, olé, olé/ Coolo, Coolo!”.

Flashback: Valentín Barco tiene nueve años y viaja en el asiento de atrás de un Renault 12 gris. Walter y Patricia, padre y madre, adelante. Van desde 25 de Mayo, centro-norte de la provincia de Buenos Aires, hasta La Candela, San Justo. Los 232 kilómetros de ida y los 232 de vuelta se repiten cuatro veces por semana. Seis horas de viaje. Barco juega en las infantiles de Boca después de haberse lucido en Sportivo 25 de Mayo y, luego, en Norberto de la Riestra, donde Edgardo “El Negro” Sánchez, su técnico, lo enlazó con Ramón Maddoni, “cazatalentos” histórico de Boca. Es 2014. Barco se encanuta sánguches, barritas de cereal y jugos de naranja después de cada práctica. Se los da a sus padres en el Renault 12. “Alguna vez -dirá- pasamos hambre”. Hasta que Boca, tres años más tarde, le cede un lugar en la pensión y Walter y Patricia se mudan a la Capital Federal. “Es otro entrenamiento -dice Barco en su primera entrevista televisiva, diez años, durante un torneo de baby fútbol en Chivilcoy, cuando le preguntan por Boca, porque es el niño sensación no sólo en 25 de Mayo, sino en los pueblos vecinos-. Te hacen trabajar mucho físico, y después fútbol en cancha de once”.

El chico que tenía como ídolos a Cristiano Ronaldo y Lionel Messi se convirtió en lateral izquierdo en la Novena de Boca, cuando Luis “El Topo” Lúquez, lateral en sus tiempos de futbolista, lo sacó de la mitad, tirado como N° 11. “Siempre tuvo una gran personalidad. Y siempre dijo que iba a jugar en la Primera de Boca -dice el Negro Sánchez, el DT que lo conectó con Boca-. Nunca lo van a ver sonreír. Tiene un carácter muy fuerte, siempre fue así. Lo expulsaban, era bravo. Agarraba la pelota, pateaba tiros libres, lo que viniera”. Maddoni, el DT que lo recibió en Boca, le dijo al periodista Emiliano Nunia en Super Deportivo Radio: “Si me lo encuentro mañana le diría: ‘Mirá que vas a estar en el próximo Mundial con la selección mayor, eh’. Es un puesto que hay pocos. Tiene cosas de Sorín, Barquito es lo más parecido. Va bien al ataque, es zurdo, maneja bien las dos piernas, tiene carácter, ritmo, agresividad, buen pie”.

Barco integra las selecciones argentinas desde la Sub 13. El lunes, en un amistoso con Japón en el predio de la AFA en Ezeiza, anotó el gol del 2–1 de la Sub 20. El año pasado, en el torneo de La Alcudia que ganó la selección que dirige Javier Mascherano, fue elegido el mejor jugador. El cuarto futbolista más joven en debutar en Primera en la historia de Boca (16 años, 11 meses y 23 días) es una batería de pisadas, de pases-gol, de tirar paredes, rabonas y hasta no look, como en el gol que le marcó a River en el clásico de visitante de Reserva en 2021 (River, cuentan, lo tentó antes de que fichase con Boca). Barco es inteligencia con creatividad. Y pierna fuerte, la que le valió expulsiones y hasta salir del equipo para bajar los humos.

Si a Barco lo comparan con Sorín, vale escuchar a aquellos que alguna vez fueron comparados. A Patricio Rodríguez, a los 17 años, le dijeron que era “el nuevo Kun Agüero”, su sucesor en Independiente. A los 33, Patito juega en el Bolívar de Bolivia, y advierte: “Veo que todos hablan maravillas de Barco. Yo digo: ‘Esta gente lo está matando, no se dan cuenta de la enfermedad que le están generando’. Déjenlo ver lo que él sienta cuando erre dos pases en un partido o cuando el equipo pierda por tres goles y lo pasen dos veces, déjenlo que madure. Sé que es imposible, hay una desesperación porque la gente lo necesita ya”. Barco no había sido citado por Mascherano al Sudaméricano Sub 20 de Colombia (en enero, cuando la selección quedó afuera del Mundial que sería en Indonesia). Tres meses sin jugar por una lesión. Y Adrián Ruocco, su representante -amigo íntimo de Daniel Angelici-, no cerraba su contrato y negociaba con el Getafe de España para que se fuese libre. En febrero, al final, renovó con Boca pero hasta diciembre de 2024 y con una cláusula de rescisión “baja”: 10 millones de dólares.

Ahora, Barco jugará el Mundial de Argentina. Junto a Agustín Giay, el lateral derecho de San Lorenzo, son los más jodones del plantel de la Sub 20. Compartieron habitación en la concentración de Ezeiza. Barco se referencia con el brasileño Marcelo, lateral izquierdo hoy en el Fluminense. Y algún día, dijo, le gustaría jugar en el Real Madrid. Cuando Ezzequiel le hizo El reto de los 90 segundos, Barco respondió: “Virtud: ataque. Defecto: cabezazo. Descripción de tu juego: técnico”. En 25 de Mayo, su pueblo, aseguran que Valentín Barco era un distinto desde chiquito, cuando la pelota era más grande que él. Tal vez, mucho no ha cambiado.

Pizza post cancha (con dos tragos amargos)

-En una edición reciente de PPP, consignamos el escándalo de las apuestas en el Brasileirão, con 13 partidos investigados y 16 detenidos, entre ellos, Kevin Lomónaco, defensor argentino, apartado de Red Bull Bragantino. Ante el Ministério Público de Goiás, Lomónaco confesó haber aceptado dinero de las apuestas para hacerse amonestar. Moraes, ex delantero de Juventude, otro de los que aceptaron el delito, dijo: “Necesitaba el dinero y terminé accediendo. Mi esposa estaba enojada conmigo”. El futbolista suele ser el último y el más débil eslabón de una larga cadena de corrupción con peces gordos. Declan Hill, el mayor investigador sobre arreglos de partidos vinculados a las apuestas, calificó de “mierda total” a lo que ocurre en el Ascenso de Argentina. “En Argentina –me dijo Hill en marzo– vemos tantas señales de peligro, banderas rojas en tantos partidos… Es un cáncer que destruirá la credibilidad si no es eliminado”. Y explicó el modus operandi.

Kevin Lomónaco

-El empresario argentino Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos, no irá a la cárcel ya que cooperó con la justicia de Nueva York en el FIFA Gate, que estalló en 2015 y que acabó con el mandato de Joseph Blatter como presidente de la FIFA tras 17 años. Condenado por pagar sobornos a dirigentes latinoamericanos por los derechos de TV, el arrepentido y testigo protegido -hermano de Eugenio Burzaco, ministro de Justicia y Seguridad de CABA- nunca fue preso durante estos ocho años pese a admitir el delito. Es hombre libre. “Su cooperación fue impresionante -dijo la jueza Pamela Chen-. Es un ejemplo no sólo para su familia, sino para el mundo, de hacer lo correcto”. Les dejo aquí FIFA Gate, por el bien del fútbol, serie premiada de la TV Pública. “El bueno de la película se llama FBI, pero no todo es lo que parece”, nos remarca, de entrada, Ezequiel Fernández Moores, el conductor de la serie que ofrece una mirada alternativa, no la de la justicia de Estados Unidos.

Alejandro Burzaco.

Marcelo Bielsa es el nuevo entrenador de la selección de Uruguay. El Mundial de Estados Unidos-México-Canadá 2026 lo espera. En la conferencia de presentación, en una carpa montada en el estadio Centenario (Juan Lagares estuvo adentro y acá cuenta perlitas), Bielsa dio una verdadera masterclass que duró poco más de una hora, desbordante de pasión por el juego y por sus contextos socioculturales (acá se puede apreciar, tranquilos). Si existe aquello de que Dios los cría y ellos se juntan, Bielsa y “el” Uruguay se tenían que juntar. Me quedo con ésta: “Si uno ve el fútbol en highlights, ¿cómo no te va a gustar el fútbol? Pero eso es ser espectador, ser hincha es otra cosa. Y al fútbol lo mantienen los hinchas”. ¿Y vos?

Hasta acá.

Si todavía no sos parte de Cenital, este puede ser un buen momento.

A vivir otro Mundial en casa. ¡A vivir que son dos días!

Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Soy periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supe antes de frustrarme como futbolista. Trabajé en diarios, revistas y webs, colaboré en libros y participé en documentales y series. Debuté en la redacción de El Gráfico y aún aprendo como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribo. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.