Por qué es importante la COP26

Claves para seguir la cumbre climática como Greta manda.

¡Buen día!

Ya lo dijo Tolstoi: todos los inicios de newsletter se parecen. Hace unos meses era Messi, más adelante fue Wanda, luego Charly y así. Esta semana es el calor. Somos esclavos de la conversación pública y habitamos los mismos lugares comunes, aunque creemos que tenemos algo distinto para decir. Es una cuestión de grado. Algunos son más decididos, otros más cancheros, unos pocos ocurrentes. Así somos. Un newsletter, sin importar el tema, es un diario de temperatura social. El año pasado, cuando estábamos encerrados, lo que más me interesaba escribir eran los inicios. Hace poco, mientras me preparaba para volver a tomar el news, volví a leerlos y quedé sorprendido por el nivel de verborragia, el estado de confusión y alteración que traslucían esos pequeños guiños al comienzo del correo. 

Este año estoy más calmado, seguramente más cínico, pero igual de previsible. No se puede trabajar con el calor hobbesiano de la semana pasada. Elijo a la “banda” del verano porque creo en la birra a las siete de la tarde como un derecho humano. Faltan ocho semanas para la navidad.

Empecemos.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA COP26?

Ayer comenzó la COP26 en Glasgow, un evento al cual venimos aludiendo en el último tiempo pero en el que no nos habíamos detenido. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

En esta edición vamos a resumir algunas claves de la cumbre que tenés que saber para poder seguirla. Para eso conté con la ayuda de Tais Gadea Lara, una periodista especializada en cambio climático que está cubriendo la cumbre para RedAcción. Es su séptima COP. 

¿Qué es la COP26?

Lo que conocemos como la COP es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se hace todos los años desde 1995. En este sentido, es un evento. Pero en término estricto, la COP, cuyas siglas refieren a la Conferencia de las Partes, es el órgano supremo donde se toman las decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En la Conferencia se analizan y revisan los tratados que adoptan los estados. Hay dos normativas centrales: el protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005, y el más reciente Acuerdo de París, firmado en 2015. 

Esta ambivalencia retrata la naturaleza de la COP: es un evento político pero a la vez muy técnico, donde rosquean líderes de estados pero también organizaciones, activistas y empresas sobre reglas, recursos, mecanismos de aplicación y otras burocracidades de letra chica. 

¿Por qué es importante?

Primero por el contexto. Esta COP, me señala Tais, es la primera cumbre presencial luego de dos años. La última fue en 2019 en Madrid, aunque organizada por Chile, que en ese momento estaba con algunos problemitas en casa. Aquella COP terminó en un fiasco, porque se esperaba avanzar con la implementación del Acuerdo de París, algo que no ocurrió. El objetivo principal de esta cumbre es, entonces, consolidar la implementación y los mecanismos para fiscalizarla, mientras se empuja a los países a mejorar sus compromisos en materia de reducción de emisiones. 

La ventana para hacerlo es cada vez menor, como alerta el último informe de la IPCC publicado hace unos meses (y que explicaron mis compañeras Eli y Agos). El objetivo sigue siendo limitar el calentamiento global a 1.5°C hasta final de siglo. El informe advierte sobre la posibilidad de que esa temperatura se alcance en los próximos veinte años. Tais agrega que aun si se cumplieran los compromisos anunciados al momento por los países no va a alcanzar: se necesita más.

¿Qué hay que seguir?

Hay dos temas claves para seguir en esta cumbre, dice Tais. 

El primero es la implementación del artículo 6 del Acuerdo de París, que regula el mercado de carbono, donde se compran y venden créditos que representan la captura o emisión evitada de dióxido de carbono (CO2). Un bono de carbono equivale a una tonelada de CO2 que fue removida de la atmósfera. Por ejemplo, si una empresa planta árboles puede vender esa reducción de emisiones a otra empresa para que compense sus emisiones. Lo mismo pueden hacer los países. El artículo 6 se ocupa de regular este mercado global. 

La definición de estas reglas implica un desafío técnico enorme, en parte porque se debe evitar que queden ambigüedades o vacíos. Un temor recurrente de la sociedad civil, me explica Tais, es que se dé lugar al doble conteo, es decir, que las dos partes que intercambian en el mercado contabilicen la reducción de emisiones como propias. “Una reglamentación débil puede hacer que los países hagan trampa”, dice Tais, que señala el caso de Brasil como un ejemplo de los obstáculos para alcanzar un acuerdo.

El segundo gran tema es el financiamiento. En el 2009, durante la COP de Copenhague (si la ONU eligió la ciudad por el juego de palabras, vayan mis felicitaciones; ¡después se quejan de que no hace nada!), los países ricos se comprometieron a desembolsar 100.000 millones de dólares anuales para el 2020 con el objetivo de que los países pobres alcancen la transición energética. La demanda es sencilla: si ustedes, ricos, que se desarrollaron quemando carbón, son los máximos responsables de que estemos donde estamos y nos piden a nosotros ayuda en el abandono de combustibles fósiles, lo mínimo que tienen que hacer es sacar la chequera. 

Es cierto que el año pasado no hubo COP, pero por ahora ese compromiso no está cumplido: la OCDE consigna 80.000 millones anuales. Los países del G20 ya se comprometieron este fin de semana a dicho financiamiento y es posible que la meta se alcance durante esta COP (aunque países como Sudáfrica piden nuevos compromisos, siete veces más altos). Pero la discusión no es solo sobre el monto sino sobre los criterios para repartirlo. No solo quienes reciben sino qué hacen con eso que reciben. 

Tais me explica que la mayor parte de esos fondos hoy están destinados al objetivo de mitigación (reducir emisiones), pero los países pobres demandan que haya más guita para la adaptación, que define cómo se preparan las regiones, los países y ciudades para lidiar con las consecuencias físicas del cambio climático, como una inundación. Como los países de menores recursos son además los que están más expuestos a estas consecuencias –sobre todo los africanos–, la recepción de esta demanda es central. “El financiamiento sigue siendo muy desigual. Solo el 21% de los fondos hoy va a adaptación”, apunta Tais. 

¿Cómo se va a evaluar el resultado de la cumbre?

Si venís leyendo Mundo Propio, Infinito Punto Verde, Primera Mañana o Que la Ciencia te Acompañe sabes al menos dos cosas. Lo primero es que Cenital tiene una política de nombres bastante laxa. Lo segundo es que las expectativas para que la COP26 sea un “éxito” son elevadas, y en las últimas semanas creció el fantasma de que la cumbre termine en un “fracaso”. Por eso esta pregunta es importante.

“Muchas veces se le pide algo a la COP sin entender su proceso. Los titulares dicen ‘fracasó el acuerdo’, cuando en realidad ya tenemos un acuerdo. La discusión ahora es por la implementación, es mucho más técnica que antes. Si están buscando que se diga ‘desde mañana ponemos fin a los combustibles fósiles’ o ‘mañana dejamos todos de comer carne’,  eso no va a pasar”, dice Tais. 

Ella prefiere hablar de avances o retrocesos para medir el éxito. “Si se logra una cumbre inclusiva, donde todas las voces sean escuchadas, se destraba el tema del financiamiento y se consigue una buena reglamentación del artículo 6, ahí vamos a poder hablar de una cumbre donde se avanzó”, sintetiza. Y viceversa.

¿Cómo llega América Latina?

Dispersa. Algo que en general remarcan los asistentes a la cumbre es que la región, a diferencia de otras como África, no se comporta como un bloque. Los países de América Latina no integran un mismo grupo de alianzas y muchas veces sus intereses –en parte también por los diferentes perfiles de los gobiernos– entran en tensión. Los dos principales líderes regionales, Bolsonaro y López Obrador, ni siquiera van a asistir al evento. El problema no es gestual: ambos están llevando a cabo políticas en una dirección opuesta a la que se demanda, como apuntó el Financial Times hace unos días.

Esta incapacidad de América Latina de funcionar como un bloque es especialmente relevante cuando se discute sobre financiamiento a las regiones más afectadas. “África busca siempre ese estatus de que es más vulnerable frente al cambio climático como una estrategia para captar fondos. Funciona muy bien como bloque regional, con intereses comunes en negociaciones, algo que América Latina no hace”, me explica Tais, y describe cómo los países de la región muchas veces chocan entre sí en la cuestión de recepción de fondos. 

¿Tengo que saber algo más?

Sí. La cumbre dura dos semanas y puede extenderse más. Es al final donde la rosca alcanza plena forma. A diferencia de otras ediciones, esta vez los líderes políticos estarán presentes los primeros días para imprimirle un mandato más robusto.

Otra diferencia con eventos anteriores es la cantidad de gente. Las calles de Glasgow van a estar tomadas por activistas, así que vale tener un foco ahí. Tais me cuenta que conseguir alojamiento fue una odisea, y que esto tiene que ver también con el momentum que se generó alrededor de la crisis climática, con una mayor presión de la sociedad civil. El fenómeno Greta.

“En 2018 ibas a tomar un café y te la encontrabas a Greta sentada en el pasillo, sola. Para 2019 Greta tenía más policías encima que el Secretario de Naciones Unidas”.

Podés seguir a Tais Gadea Lara en Twitter. Su newsletter se llama Planeta


Dos claves geopolíticas sobre la COP26

Vamos a sumarle dos apuntes a la previa que seguro retomemos más adelante.

La batalla por el relato. El desenlace de la cumbre va a poner otra vez a prueba la narrativa de Biden sobre el multilateralismo y el lugar de Estados Unidos en el mundo, después de cuatro años de agonía trumpista. Si la cita no logra cumplir las expectativas, el “América is Back” de Biden va a volver a chocarse con algo que en este espacio hemos planteado: que Trump fue más síntoma que enfermedad y que la crisis del sistema multilateral es estructural. 

El cuadro tiene otra figura conocida: los problemas en casa. Biden sigue luchando con el ala moderada de su partido para aprobar la parte más ambiciosa de su plan de acción climática. 

El único frente de cooperación con China. La cumbre también enfocará el liderazgo de las dos principales potencias en la crisis climática, y la creencia de Biden de que es posible pedir la colaboración de Beijing en materia climática mientras se le declara la guerra abierta en todos los otros frentes. La política de compartimiento, a cargo de John Kerry, una suerte de canciller del clima, parece mostrar sus límites. Xi, que no sale de China desde que comenzó la pandemia, no está destinado a cumplir un rol de protagonista en la cumbre, aunque va a mandar un video. El gigante asiatico sigue su propia hoja de ruta. Hace unos meses anunció en la ONU que va a dejar de financiar centrales de carbón en el extranjero.

Si triunfa el relato sobre el “fracaso” de la cumbre, es posible que crezcan los cuestionamientos a la política hacia China, a la que la Administración Biden le pide que mejore sus compromisos. Esto, según reporta el Washington Post, ya es un tema de fricción en Washington. Pero no es tiempo de moderados: los funcionarios del área de seguridad argumentan que no tiene sentido bajar el tono porque China no cambiaría su política climática por presión extranjera. Los republicanos directamente quieren echar a Kerry para ir full anti-China. 


Qué estoy siguiendo

Sudán: el día después del golpe de Estado. Hoy se cumple una semana del levantamiento militar en Sudán. Desde ese entonces se sucedieron protestas todos los días, con manifestantes proclamando una “contrarrevolución”. El sábado, la represión de fuerzas militares y paramilitares dejó tres muertos; ya hay más de doce en total. 

Las calles fueron clave en el derrocamiento de Omar Hassan al-Bashir en 2019, el grado cero del episodio de la semana pasada. Tras el derrocamiento del dictador, sellado por las Fuerzas Armadas, militares y civiles compartieron el gobierno, aunque eran los primeros quienes tomaban las decisiones. La disputa de poder se aceleró cuando se acercaba el deadline para rotar los puestos ejecutivos y que fuera un civil quien asuma. Manifestantes que pedían respetar la transición democrática y el mandato emergido durante el levantamiento del 2019 estaban en las calles, y el país ya había visto intentos de golpe recientes. Se respiraba incertidumbre. Finalmente, el lunes los militares disolvieron el gobierno y encarcelaron al Primer Ministro, un civil. La mayoría de los generales que tomaron el poder eran hombres de confianza de al-Bashir, hoy encarcelado.

Luego de una tenue presión internacional, que incluyó el congelamiento de ayuda humanitaria por parte de Estados Unidos, la junta dijo que va a anunciar un Primer Ministro tecnocrático en los próximos días y se compromete a cumplir el calendario electoral, con elecciones para 2023. También liberaron al Primer Ministro. De consolidarse, el golpe amenaza con cerrar la ventana que abrió en 2019 con el levantamiento popular. Las calles no son lo único a mirar: según algunos analistas, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto dieron el visto bueno al golpe y apoyan al general que quedó a cargo, Abdel Fattah al-Burhan. Se trata de un respaldo clave. 


PICADITO

  1. El G20 aspira a contener el calentamiento a 1,5 grados pero evita compromisos ambiciosos.
  2. Francia y Reino Unido chocan otra vez por el conflicto pesquero.
  3. Irán acuerda reiniciar las conversaciones sobre el Acuerdo Nuclear antes de finales de noviembre.
  4. Japón: pese a las dudas, el oficialismo mantiene la mayoría parlamentaria en las elecciones.
  5. La CIDH denuncia que no hay garantías para las elecciones del 7 de noviembre en Nicaragua.

Lo importante

Estamos pasados de palabras así que voy a apelar a la bodega de memes, con dos de mis favoritos sobre crisis climática.

​​Dije bodega pero en realidad es la bodega de Agos Mileo, que gentilmente los cedió a Mundo Propio. Cuando le pregunté si no le molestaba, respondió: “Obviamente no. Los memes son de la humanidad”. 

Acá dejamos por hoy. 

Gracias por leer.

Hasta el lunes.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.