Diario de campaña Nº 13 | Poder latino: el cambio de voto que puede definir todo
Mayoritariamente demócrata, en los últimos años se ha inclinado más a la derecha empujado por las nuevas generaciones. Cómo fue el giro y por qué es tan determinante en esta elección.

Faltan dos días para las elecciones y el panorama no es nada claro: el resultado sigue abierto y va a depender de la cantidad de gente que salga a votar el martes. Tampoco se sabe cuándo se va a certificar un ganador, ni cómo se va a procesar la noticia. Ayer hubo mucho revuelo en las redes sociales gringas porque una encuestadora muy respetada publicó que Harris estaba liderando en Iowa, un estado que Trump ganó por más de 10 puntos en 2020. Para algunos analistas, esto es un indicador de que se está subestimando el apoyo a la candidata demócrata en todo el país, y sobre todo entre mujeres. Que al final va a terminar arrasando. Otros no le dieron crédito.
El New York Times publicó su encuesta final ayer, con algunas sorpresas. Harris mejoraría su performance en estados del corredor del sol, donde estaba midiendo peor (Nevada y Carolina del Norte), mientras que Pensilvania sigue empatado (ahí vamos para allá) y en Michigan pasó a liderar Trump. Si el sondeo se confirma en la realidad Harris ganaría las elecciones, pero otra vez son números dentro del margen de error. Insisto con lo que te vengo diciendo hace dos semanas, que es no darle tanta bola a estos giros.
Nate Cohn, el supervisor de la encuesta y de todo el departamento de análisis político del Times, lo sintetiza bien: “Normalmente, las encuestas finales apuntan hacia un favorito relativamente claro, aunque ese candidato no llegue a ganar. No será el caso en estas elecciones”. Así estamos.
Aprovechando que es domingo y tenés tiempo y ganas de leer, te aliento a que te pongas al día con las últimas dos entregas, parte de una serie de relatos escritos desde el corazón de Pensilvania. Ambas cuentan una historia más grande.
- La parte 1 es sobre los resabios de la era industrial en Bethlehem, donde se alojaba una de las fábricas de acero más importantes del mundo, y los cambios recientes en la economía del lugar.
- En la parte 2 me meto en la versión original del trumpismo a partir de su llegada a Allentown para un acto de campaña.
Hoy voy a hacer una suerte de spin off con algunos apuntes que tomé, pero para hablar de una historia que es nacional y también va a influir mucho en el resultado. Es sobre el voto latino, en cómo está creciendo y cambiando.
La importancia del voto latino
Volvamos a Allentown, la ciudad industrial de la que hablé ayer, inmortalizada en la canción de Billy Joel acerca de un pueblo que pierde fábricas y gente, su lugar en la carrera hacia el sueño americano. A juzgar por las descripciones del lugar y por las voces que aparecen también en la entrega desde Bethlehem –que queda a 10 minutos y es parte de la misma zona– uno pensaría en una ciudad habitada mayoritariamente por blancos de clase trabajadora. Pero en Allentown más de la mitad de los residentes son latinos. Es un porcentaje más alto que el de Los Ángeles.
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SumateLa historia se repite en otras ciudades de Pensilvania. En Lancaster y York, que son terrenos electorales competitivos, la cifra de latinos alcanza el 40%. En Reading ese número llega al 69%, casi como Miami. Que esto suceda en un estado que tiene mucha más población blanca que otros como Nevada, California, Texas o la propia Florida nos habla de una tendencia más amplia, que es fácil de captar si pasas un tiempo acá. Hay cada vez más estados que tienen importantes comunidades latinas en las ciudades. En Alabama, uno de los míticos estados del sur dominado por blancos, y donde pasé una semana, logré encontrar siempre un restaurante mexicano para cenar o desayunar (amigos argentinos: algún día vamos a tener que conversar acerca del poder de los chilaquiles). Deben quedar pocos lugares de Estados Unidos donde no haya gente hablando español.
Esto se vincula en parte con la historia que conté acerca de Lehigh Valley y el boom de los depósitos, donde casi un tercio de los trabajadores del área son latinos. La tendencia es todavía más clara en el sector de servicios. Los cambios en la economía estadounidense favorecen la llegada de esa población a estas ciudades. Esto no solo tiene que ver con posibilidades de empleo. Muchos con los que conversé en Alabama, por ejemplo, me decían que se habían mudado buscando precios más accesibles de vivienda y alimentos, comparados con otras ciudades como Nueva York, Chicago o Miami.

Cosas que hay que saber: hay más de 60 millones de latinos en Estados Unidos, es de las poblaciones que más está creciendo y muy pronto va a representar al 20% del país. La gran mayoría (60%) es de origen mexicano, aunque las fuentes son cada vez más diversas (por eso esta historia también involucra a toda América Latina) y varía según estados. La población de Florida, por ejemplo, tiene muchos más cubanos y venezolanos que Arizona o Texas, donde la mayoría sigue viniendo del país vecino. Esta es una historia que lleva tiempo, por lo que en el caso de la migración mexicana ya estamos hablando de la tercera o cuarta generación, entre ellos jóvenes que se identifican como estadounidenses a secas. Por estas cosas es que no se puede hablar de la población latina como un bloque monolítico. Es un grupo bien heterogéneo que tiene distintas capas.
En términos electorales, los latinos representan el 15% del padrón. Parece poco, pero es bastante, sobre todo si tenemos en cuenta los márgenes de victoria de Biden en estados competitivos en 2020, que fueron mínimos. Más de un millón se mudaron a estados competitivos desde la última elección. Y en todos ellos la cantidad de latinos supera el caudal de votos por los que se definió el resultado, lo que significa que cualquier cambio en el patrón de voto este año puede influir en el desenlace de la elección.
Esto es todavía más cierto cuando tenemos en cuenta que en su mayoría son jóvenes, y que alrededor del 20% va a votar en esta elección por primera vez. Bueno, eso en el caso de que salgan a hacerlo, porque hay una gran parte de este grupo se suele quedar en su casa. En las últimas elecciones de medio término, en 2022, solo el 14% de los latinos menores de 30 años salió a votar. La participación de este año es una incógnita.
Entre la economía y la identidad
Detrás de este tsunami de datos pesados (perdón) hay una historia política y social bien interesante. Como te conté en esta nota, los demócratas vienen teniendo problemas con votantes afroamericanos y latinos que los siguen eligiendo en grandes números, pero menos que antes. Este problema es especialmente pronunciado con varones jóvenes. Para ganar, Harris necesita mejorar con estos grupos. La última encuesta del Times sugiere que lo está haciendo, por lo menos en Nevada y Carolina del Norte, pero solo vamos a saber el cuadro el martes. Por otro lado, Trump todavía tiene que traducir la mejora que logró entre esos grupos en participación electoral: debe sacarlos a votar.
En el caso de los latinos hay una diferencia importante, y es que hace tiempo que los demócratas vienen perdiendo su apoyo, que se reduce elección tras elección. En la primera entrega de este newsletter, desde la Convención Republicana en Milwaukee, hablamos un poco sobre la apuesta de la derecha y la transición generacional: son los más jóvenes los que menos se sienten convocados por la apelación identitaria que hace la izquierda, y al mismo tiempo los que más adhesión manifiestan con Trump (especialmente los varones). De hecho, el posible viraje del voto latino en esta elección no se explica tanto por personas que votaban a los demócratas y ahora van por los republicanos, sino más bien por la incorporación de jóvenes –muchos de ellos de tercera y cuarta generación, es decir, mucho más asimilados– que votan más en función de la coyuntura.

El 5 de noviembre puede significar un punto de inflexión en cómo se está realineando el electorado estadounidense, donde la brecha de clase y de educación pesan más que la identidad racial (pero no la de género, que va a ser determinante). Incluso si Harris gana va a ser en buena medida por la incorporación de mujeres con estudios universitarios repelidas por Trump. El Partido Demócrata se está volviendo, paradójicamente, menos diverso. Mike Madrid, autor de El siglo latino: cómo la mayor minoría de Estados Unidos está transformando la democracia, lo explica así:
Los votantes de las minorías votan mucho más en función de la clase económica que en función de la raza y la etnia. El partido que sea capaz de captar los corazones y las mentes de una clase trabajadora multiétnica será el partido dominante de la próxima generación. Los demócratas han tenido un verdadero problema con la clase trabajadora, ya que la brecha educativa ha consolidado en sus filas a los votantes con estudios universitarios. Y lo que ha ocurrido a medida que la gente con estudios universitarios se ha ido alineando más con el Partido Demócrata es que se han convertido en un partido menos diverso.
Este año también puede consolidar el nuevo mapa de prioridades de votantes latinos, que de manera abrumadora citan la economía y la inflación como el primer factor a tener en cuenta, y donde el acceso a la ciudadanía ya no es una demanda popular. En algunos casos son los propios migrantes los que apoyan la retórica manodurista de Trump y su propuesta de deportaciones masivas. La religión también aparece como factor.
“A mí los dos me parecen malos, pero yo voy a votar por la persona que se incline más a defender los preceptos del Señor, los preceptos cristianos. Y esa persona es Trump”, me dijo Nina, una cocinera dominicana que llegó a Estados Unidos en 2008, mientras conversábamos hace unos días en Allentown. En Pensilvania más de la mitad de los latinos son de origen puertoriqueño, y en el restaurante donde estábamos había varios. “Esto es un caos”, continuó Nina. “Ahora con la migración han venido muchas personas que están haciendo daño, afectando a las personas que ya tienen muchos años aquí, que trabajan tranquilo, legal”. Habló de robos y matanzas, y luego se quejó por los precios de la renta. “En 2008 tú pagabas una casa 600, 800 dólares. Ahora nada sale menos que 1500 dólares. Y hablamos de la misma casa”.
Le pregunté por los dichos del comediante que en el rally de Trump del domingo pasado dijo que Puerto Rico era una “isla flotante de basura en el mar”. Nina me dijo que la persona no representaba ni a Trump ni a su campaña, y que “muchos puertorriqueños no le hacían caso”. Yo me encontré con gente de Puerto Rico que sí le hacía caso a eso, mientras que otros igual lo iban a votar.
Tal vez estos dichos sobre Puerto Rico terminen desmovilizando votantes en Pensilvania, costándole a Trump la elección. Tal vez no. Pero algo más grande parece estar moviéndose por debajo.