No vuelven más

La despedida que no puede ser, en una edición sobre el tiempo.

Holis, ¿cómo andás? Yo, todavía abatida por la derrota del martes. Y confundida respecto a cómo me siento con lo que te tengo que contar hoy: esta es la última edición de Que la ciencia te acompañe. En general pienso un poco las cartas, tengo notas en una libreta y un par de citas a mano, pero hoy te estoy escribiendo así, como me sale, y mientras lo hago me doy cuenta de que en mi vida no hay despedidas. Las ausencias son así, intempestivas. De a poco, entonces,dejo de lamentarme por la imposibilidad de esa idea que tenía de que íbamos a tener tiempo para conversarlo, para prepararnos, y me reconforta ver que esto sucede también porque nunca disimulé que la que te escribe soy yo, Agostina, del Abasto, fanática de los animales y de los conceptos. Nunca quise ser una voz en off que narra las noticias, “la periodista de ciencia”. Y espero nunca haberlo sido. Así que casi me alegra lo que en general me entristece, que son las cosas que están fuera de mi control. Y me encarno en mis circunstancias y sonrío porque estas cartas se parecen a mí misma más de lo que puedo dominar, aunque se parezcan a mi tristeza, porque me hacen pensar que el tiempo que pasamos juntos en estos casi tres años fue la vida tal como transcurre, que entre nosotros circuló más saber que información.

No pienses más sentate a un lado

Hay una única razón para esta decisión: siento que ya está, que mi creatividad para este formato está agotada. Y bueno, también llegó fin de año y es como si nada se pudiera continuar, ni siquiera las sensaciones. Hay que cerrar todo. Y en vez de terminar de hacer lo que estamos haciendo lo damos por terminado. No hay lugar para este mes, el año que viene ya está ocurriendo al justificar la desidia del ahora y los fines son finales y no propósitos. No sé qué voy a hacer, no es que dejo el newsletter por otros proyectos. Tal vez lo dejo justamente por eso, porque sé que quiero hacer otras cosas y si sigo haciendo esto no hay lugar, no se hace el tiempo, no se crea. Así que voy y vengo entre un presente en el que no puedo estar y un futuro en el que no sé si voy a seguir.

Hace poco festejamos las 100 ediciones recordando nuestros mejores momentos. Hoy, vamos a festejar que este haya sido nuestro tiempo.

Igual que en la vidriera irrespetuosa se ha mezclado la vida

Mucho hemos hablado sobre la cuestión de si las ciencias inventan y como con todo el tiempo bien usado para charlar, no llegamos a ninguna conclusión. Pero lo más interesante de esa conversación es que no por falta de conclusiones fue sobre nada. Sin saber si son inventos, charlamos mucho sobre lo que la ciencia crea, arma, recrea, sobre cómo hace realidad de lo real.

Durante estas semanas estuve leyendo Jamás tan cerca, un libro de Agustín Valle que habla sobre el tema que me tiene en trance filosófico este año: las subjetividades digitales. Entre las muchas cosas que me gustan del libro, hay una que hoy nos convoca especialmente: la idea de que el tiempo de las ciencias ya no es más la cuarta dimensión, sino una extraña proyección del ahora. La Actualidad, una temporalidad que las ciencias han logrado introducir en el continuo del espacio. Un tiempo inventado por el capitalismo y creado por la técnica.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

* El meme dice: ¿o creés en la astrología pero creés en que son “las 3 de la tarde”?

En algún lugar de estos intersticios que podemos observar durante esos ratos en que tenemos el ojo afilado, Agustín se tomó el tiempo de responderme unas preguntas para explicarnos mejor qué es esto de que habitamos un tiempo que no transcurre con las horas.

-En Jamás tan cerca decís que los celulares introdujeron una nueva temporalidad: la Actualidad, ¿nos explicás de qué se trata?

-Esta especie de ansia de que todo el tiempo esté pasando algo, de que constantemente advenga otra cosa, y algo más y otra cosa; este terror difuso a quedarse atrás, a caerse… Pienso que la Actualidad es un dispositivo temporal de dominación. Que la sujeción — que nos agarra, que reproduce la vida en un espectro controlado — opera sobre todo así, con un patrón temporal, cronopolítico. ¿A qué ambiente existencial sentimos pertenencia, de qué entorno nos concebimos habitantes? ¿De los lazos concretos que tenemos, de la ciudad de cuya materialidad participamos?

Paul Virilio dice que, a mediados del siglo XIX, cuando a la imprenta se suma el efecto del telégrafo (con la revolucionaria domesticación de la electricidad), la prensa moderna, los periódicos, comienzan a llegar en simultáneo con una misma palabra, tanto a las nacientes grandes metrópolis como a un pueblo rural o incluso a uno alpino; y que, entonces, la gente, que hasta entonces se identificaba sin fisuras como habitante de su sitio, comienza, al recibir cada día o semana esa nueva palabra sagrada — y fechada — , a sentirse cada vez más habitantes de su tiempo que de su espacio. Creo que los celulares, más que introducir, catalizan una temporalidad, que se venía gestando. El continuo 24/7. Un tiempo externo, que no surge de nuestra experiencia, sino que hay que perseguir, alcanzar, no quedarse atrás…Pero lo peor es que la Actualidad, que tracciona la atención produciendo una verdadera pandemia de ansiedad, corroe nuestra percepción sensible del presente. El presente es el tiempo definido por nuestra presencia. El tiempo que tiene nuestra presencia en el centro, y desde ahí — desde acá — se mapea el mundo. La Actualidad convierte al presente, espacio temporal donde por naturaleza reside nuestra potencia de intervención y creación, en una instancia donde todo se nos aparece como ya en acto, ya hecho y dado, y hay que desesperadamente adaptarse a ese imperio de la realidad.

-Por otro lado, sostenés que los celulares modificaron radicalmente nuestro uso del tiempo, la cantidad que dedicamos a cada cosa y las cosas a las que lo asignamos, ¿cómo es esto?

-Cuando una cosa sirve para todo, todo puede convertirse en una misma cosa. Hace mucho se observa desde la crítica que el capitalismo descualifica la experiencia, es decir, fomenta la variedad y la intensidad, pero sin que las cualidades diversas y singulares sean el centro de sentido de la experiencia, porque todas están regidas por el patrón de la ley del valor (de la ganancia, digamos, de la lógica mercantil). Todo tiende a sentirse igual. De modo análogo, la diversidad de cosas que se hacen con el celular ingresan en una misma frecuencia. En un mismo ritmo, en un mismo patrón sensible. Puede haber tareas y actividades múltiples, pero con la sensibilidad homogeneizada por el patrón conectivo. Muchas cosas distintas y un mismo nervio, una misma ansiedad, un mismo embotamiento, una misma fatiga visual, mismo padecimiento cervical.

Y hay otro problema, que es cómo los artefactos del continuo conectivo, que nos ofrecen cosas constantemente (o, mejor dicho, pseudo cosas) pero, en rigor, nos demandan todo el tiempo, pujan por llenar todo hueco, todo intersticio, todo entre. Ya no más tiempos muertos o espacios de flotación entre las cosas — en los trayectos urbanos, por ejemplo — , que puedan servir de nada, de contemplación, sustrato donde broten cosas: sentimientos, recuerdos, señales del estado de ánimo, ensueños, ocurrencias. El capitalismo, que en el siglo XX ya había colonizado los bloques principales del tiempo libre, con los celulares alcanzó una colonización exhaustiva del tiempo. Avanzando incluso sobre el sueño, sobre el descanso — cada vez más difícil — . ¿Qué rol juega, en nuestra soberanía sobre nuestra propia vida, todo ese tiempo de a puchos ocupado en “boludear” o en “nada concreto”, digamos, con el celular?

-Finalmente, esbozás algunas propuestas para usar el tiempo que pasamos con el celular a nuestro favor. ¿Por qué estas acciones serían favorecedoras y cuáles son?

-La verdad no sé. Creo que hay argucias, como elegir solo una cantidad de veces al día para abrir el celular y chequear mensajes y demás, para cuidar zonas de tiempo sin filtraciones, o elegir a qué hora se apaga y a qué hora se enciende (en vez de que sea lo último y lo primero puesto ante los ojos cada día); pero no sé si hay alguna receta operativa contra la alienación. Porque, además, el efecto de alienación temporal, el despojo del tiempo (¿o es acaso nuestro, el tiempo?), tiene este dispositivo clave, pero a la vez no puede separarse del modo de producción general del capitalismo contemporáneo, tan tendiente a la precariedad, es decir, a la contingencia de los lazos y los emplazamientos, al cortoplacismo y, por tanto, a la autoexplotación y al vuelco general de la vida hacia el rendimiento. Creo que lo que es más complejo y polivalente es que los movimientos de emancipación — en la escala que sean — , por supuesto usan los aparatos claves de la época. Creo que cuando pasa algo, cuando se está armando algo, con existencia concreta, presente, que precede y excede a las redes conectivas, las redes y sus terminales pueden ser recurso de eso, de ese algo. Y es finísimo el borde, porque la alienación conectiva opera con una consagración de los canales, los medios, fijados como algo permanente.

* El meme dice: ¿podemos arreglarlo?/No, Bob, la insurrección es el único camino.

Que allá en el horno nos vamos a encontrar

Esto que dice Agustín, que la Actualidad se separa del ahora a través de su preparación en el pasado, a veces me hace sentir que todo siempre fue igual. Miro a Calabria y a Romeo, iguales hace horas, tirados. Pienso que no saben que esta es la última vez que me acompañan mientras escribo el news. Amplío un poco la mirada. Están en el sillón de lectura que me mandó a hacer mi papá cuando tenía 10, 11 o 12 años, no me acuerdo exactamente, son distintos momentos en un mismo tiempo. Es gigante el sillón. Individual. De esos de un cuerpo con un taburete para los pies. Está retapizado y tiene dos rascadores verticales de esquina en la parte de atrás para demorar lo más posible la próxima retapización. Lo miro y me acuerdo de que no todo fue siempre así.

Primero me acuerdo en el cuerpo o el cuerpo me lo recuerda. Ahora mis pies llegan al taburete cuando me siento, aunque no crecí mucho (supongo que he hecho alusiones a mi escasa altura a lo largo de estas muchas ediciones. No sé si te divierte imaginar cómo soy cuando me leés, pero si ése es el caso te regalo el dato: mido 1.57). Mi piel vuelve a sentir el tapizado original, más rugoso que éste. Y mis ojos parecen saber que en algún momento no necesitaban el apoyo de cristales, que iban como rayos sobre las palabras para terminar un capítulo en los pocos minutos que faltaban para — mis tímpanos se estremecen ahora — escuchar el temido: ¡A COMEEEEEEEER!

Un sillón, mi tiempo, mi cuerpo. Ahoralos pensamientos, ¿qué leía? La respuesta es todo. Aprendí a una edad muy temprana y hasta mi pubertad fue mi actividad principal. Después perdí el hábito durante muchos, muchos años y ahora lo forjo a fuerza de cruzar la General Paz que delimita el Imperio de la Actualidad aunque haya un tránsito imposible, aunque sea hora pico. Pero cuando era chica no, leía sin querer hacer nada con los libros, con la única intención de leer. Y ahí aprendí otro tiempo, el de la actualización, que difiere de la Actualidad porque hay que esperar que se reinicie el sistema, mientras que la Actualidad se trata, justamente, de no esperar nada ni a nada.

Como en muchas otras bibliotecas, a principios de los 90 había en la de mi casa un ejemplar de Breve historia del tiempo, de Stephen Hawking. Es un libro que se supone de divulgación. Y en efecto lo es si sos físico. Si no, es bastante imposible. En algún momento lo agarré y me senté en algún lugar del kilómetro que hay entre los dos apoyabrazos del sillón de lectura. Hoy, creo que si lo agarrara de nuevo y entendiera tan poco como en ese entonces lo largaría a la mierda. Pero en ese momento lo terminé. Con muchos libros hacía lo mismo, los leía sin entender. Pero no era un ejercicio mecánico, una prueba de resistencia. Pensaba: “algo está pasando igual”, que aunque no entendiera las palabras no iba a ser lo mismo haber leído que no. Y, sin entender, asimilaba. Le daba al libro su tiempo, tocaba sus hojas, recorría sus palabras, permanecía en el sillón lo que llevaba leerlo. Construía una relación con el libro que no era una relación con sus conceptos, sino la inversión amorosa de compartir las horas.

*El meme (que es un fragmento real de una entrevista a Hawking) dice: Has afirmado que podría haber una cantidad infinita de universos paralelos. ¿Eso quiere decir que hay uno en el que soy más inteligente que vos?/Sí/ Y también uno en el que sos gracioso.

Hoy, en homenaje a nuestra brevísima y extensa historia del tiempo que nos dimos, va un resumen de lo que recuerdo. Eso que hizo que leer este clásico de clásicos no sea lo mismo que no haberlo leído, un atemporal del oficio (el link es a un documental que también vi de chica que cuenta bastante la historia de él y es muy lindo):

  • El libro explica fenómenos como el tiempo, los planetas, las estrellas, el tiempo y la gravedad a través de cómo se fueron pensando y construyendo durante la historia de la física. Lo que más llamó la atención en su momento fue el tema de los agujeros negros. El tiempo, entonces, no es solo esa dimensión misteriosa en su esencia e inevitable en su materialidad, sino también el del conocimiento.
  • Una frase: “La inteligencia es la habilidad de adaptarse al cambio”. La usé mucho para tratar de estúpidos a los profesores y directivos de las instituciones que se rehusaban a escuchar nuestros reclamos. Me creía muy sutil.
  • Una máxima epistemológica: las teorías nunca pueden probarse, son modelos que explican correctamente algunas observaciones, incluso muchas, lo que hace que se pueden hacer buenas predicciones sobre el futuro y también que siempre puedan ser refutadas si se hacen otras observaciones que contradigan las explicaciones anteriores.
  • Algunos hechos sobre el tiempo: no es fijo, depende de la velocidad de la luz. Al ser una constante y viajar siempre a aproximadamente 300.000 metros por segundo, se supone que la luz tarda lo mismo en alcanzarte sin importar dónde estés. El tiempo, en cambio, es el resultado de dividir distancia y velocidad, el tan conocido kilómetros por hora. Supongo que no hace falta que te lo explique pero básicamente es cuánto vas a tardar al recorrer un kilómetro a cierta velocidad. Sin embargo, si alguien viaja 300.000 metros hacia un rayo de luz y otra persona viaja la misma distancia alejándose de él, aunque la velocidad de la luz siga siendo constante, la luz va a llegar a la primera persona dos segundos antes que a la segunda, o sea, en un momento distinto. Y si después de leer esto la frase que se te viene a la cabeza es “el tiempo es relativo” es porque sí, lo descubrió Einstein en su teoría de la relatividad.
  • Hay tres razones por las que es muy improbable poder viajar en el tiempo hacia el pasado: primero, la termodinámica. Habrás escuchado eso de que “el universo tiende al caos”. Bueno, no es una metáfora sobre Argentina, sino sobre la entropía, que es la tendencia de las cosas del universo a “desordenarse”. Las cosas suelen conservar cierta forma mientras haya fuerzas que las contengan. Si esas fuerzas desaparecen, es muy poco probable que esas cosas vuelvan espontáneamente a la forma anterior. Lo mismo el tiempo. Segundo, el tiempo solo va hacia adelante en nuestra estructura psicológica. No se puede recordar el futuro. Siguiendo con el ejemplo anterior, puedo recordar cómo se veía una cosa antes de romperse, pero es casi imposible que me acuerde el lugar exacto que ocupaban los pedazos antes de que la cosa se rompiera. Tercero, el tiempo solo va hacia adelante también en sentido cosmológico. El universo se expande constantemente y eso hace que aumente su entropía, así que va hacia adelante en el sentido termodinámico del primer punto. Sin embargo, existe la posibilidad de que se empiece a contraer una vez que alcance su máxima extensión, revirtiendo la entropía y, con ella, el tiempo. Sin embargo, habría que ver si estaríamos en capacidad de enterarnos de que esto sucedió, ya que nuestros cuerpos dependen de la entropía para descomponer los alimentos que consumimos y transformarlos en energía. Si el tiempo alguna vez empezara a ir para atrás, tendríamos que morirnos antes de nacer.

Problemático y febril

Llegamos al final del final de esta forma de pasar tiempo juntos que fue Que la ciencia te acompañe. Te agradezco infinita e inmensamente esta forma de compartir la vida, de dejarme contarte que eso que creemos extraordinario es, en realidad, la intensidad de la cotidianeidad. Me emociona profundamente tu confianza y me siento muy honrada por haber recibido la oportunidad de, en estos tiempos, confiar en que la información es un derecho y no un producto y que un medio es un servicio público y no un negocio. Como leí hace poco en un libro de Pedro Lemebel: “Fue hermoso conocerte. Te juro por mis ideales que nunca te voy a olvidar”.

Este tiempo que nos dimos es un tesoro para mí y no quiero dejar de invitarte a que lo conserves en otras formas, a que te sientes en tu propio sillón imaginario a esperar que pase algo desconocido e indescifrable. Buenas compañías para eso serán otros newsletters, porque nuestro tiempo juntos ha sido también el tiempo de un equipo. Mis favoritos, sin orden de preferencia, son: El hilo conductor, de Malena Rey, sobre cultura; La gente vota, de Facundo Cruz, sobre elecciones y Mundo Propio, de Juan Elman, sobre política internacional.

Una vez más, le agradezco infinitamente a Iván Schargrodsky por el respeto, la estima, el reconocimiento y esta oportunidad, que, sobre todas las cosas, fue la de recibir muchísimo amor. A Juan Elman. No sé si alguno de ustedes tuvo un mentor 11 años menor, pero a mí Juan me enseñó a escribir newsletters. Y, sobre todo, algo más útil, que la mesura en las palabras no la implica en las posiciones. No es la edad, es la habilidad. A Facundo Alé, que si no tuviéramos honestidad intelectual podría perfectamente seguir escribiendo este newsletter firmándolo por mí. A esta altura es casi una co-escritura, pero no me refiero a eso, sino al rol más importante que tiene un editor: la contención. Esto lo ejerce con el cariño, la constancia y la dulzura necesaria como para poder escribir mi identidad.

Gracias a quienes hicieron los otros newsletters de Cenital a lo largo de estos años, por escribir. Me voy sintiendo que ya no soy una comunicadora que escribe, sino una escritora que comunica. Esto no podría haber sucedido si no hubiera experimentado la escritura como lo que es; algo que sucede en simultáneo con otros. A todo el equipo de Cenital, quienes armaron los posteos en redes, quienes editaron, quienes me dieron consejos para que el news sea más legible. A Ine, Agus y Joaquín, que lo hicieron más lindo con su afecto. A quienes me dieron entrevistas, por enriquecer mis muchas veces pobres perspectivas. Gracias por su trabajo, eso que nos deshonra ante los tiranos y nos honra ante nosotros.

Gracias a mi mamá por disfrutar tanto de serlo. A mi hermana por la complicidad. A Calabria y Romeo por la entrega. A mis amigxs por leer estas palabras en mi alma. A Federico por la incondicionalidad. A mis colegas de Latencia, por compartir conmigo este hermoso oficio. Y, ahora que hay un fin y Que la ciencia te acompañe podría ser considerada una obra con su propio sentido de la totalidad, me gustaría dedicarla a la memoria de mi papá, a quien le agradezco haberme empujado a la libertad sin soltarme.

El tiempo que pasamos juntos es ahora un lugar, como la ciencia, ese espacio donde vamos a estar juntos con lo que no entendemos, no para entenderlo, sino para pasarla bien, que, después de estos años de hablarte tanto de incertidumbres, creo que estoy en condiciones de afirmar que es la única verdad.

Espero que te hayas divertido. Yo, mucho.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d1: Sandro decía que todxs lxs argentinos tenemos un tango. Las refes de la edición de hoy son sobre el tango que creo que Que la ciencia te acompañe diría que es el suyo si le preguntaran, aferrado a la modernidad, cantado por el Abasto. El mío, el de Agostina, es Pasional, ¿el tuyo?

p/d2: Si extrañás las cartas, me podés escribir a [email protected], escuchar la playlist con las canciones que ilustraron este news o mirar el libro con las fotos de mascotas que me fuiste mandando en 2020.

p/d3: Lo prometido es deuda, van mis memes favoritos de los Redondos (una selección MUY reducida)

Estos dos no son tan favoritos, pero bueno, mundialistas

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.