Intentando ver razones que ya no están

El rol de la ciencia en la distinción entre forma y contenido.

Holis, ¿cómo andás? Yo acá, en otro acá. No te estoy escribiendo mirando una calle del Abasto por la ventana ni con mis gatos en los pies. Ahora, y por un tiempo, mi centro de operaciones está en una terraza de Colegiales y quienes me acompañan son Chita, una galga, Miau, una gatita gris atigrada y Tili, una amiga fabulosa. De fondo hay ruido de obra. Te diría que me cuesta concentrarme con los percutores operando a toda velocidad, pero somos pocos y nos conocemos mucho y bien sabés que la concentración no es mi fuerte. Menos en el caos que implica una mudanza improvisada. Menos en el cuerpo que habita una urgencia. Mientras tanto, salió el sol.

A esta altura es bastante obvio por qué no te escribí la semana pasada, pero viste que no me gustan las explicaciones totales y unifactoriales. También me está costando salir del trance ricotero, reencontrar cómo hacer lo que hago sin mezclarlo con epifanías cada 2 párrafos. Me pasa que medio que me olvidé que soy comunicadora y la parte más fundamental de mi trabajo es que se me entienda y no andar emulando pobremente la prosa de cierto pelado enigmático. 

Supongo que el curso que empecé la semana pasada tiene algo de emprender la búsqueda para recuperar la habilidad de decir cosas comprensibles. Se llama “Aportes de la crítica de la economía política a preguntas del feminismo” y me está poniendo a leer a Marx por primera vez. Soy activista hace más de 20 años y pongo en uso mucho de lo propuesto por él y otros marxistas, pero nunca sistematicé la cuestión. O sea que estoy haciendo comprensibles para mí misma algunas cosas que ya había entendido viendo cómo se explican en vez de cómo se aplican. Me encanta. 

* El meme dice: ¿Están esos tales “marxistas” en la habitación con nosotros en este momento?

Entonces, en este limbo de desorden material y extravío mental, creo que lo más sabio es apelar al recurso conocido. Si el mes pasado el curso de los Redondos me ayudó a articular este news, tal vez hoy tenga que armarlo con algún aporte del curso nuevo. Miro los apuntes. Dicen: MARX ————> Si forma y contenido coincidieran, ¿para qué serviría la ciencia?

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¿Siento el cielo transpirar o es mi dios?

Entre mis personas más queridas, hay una que siempre repite una frase que me encanta: “Yo no entiendo por qué mandan a la gente a estudiar como si eso implicara saber algo, a mí en la escuela me enseñaron que el agua era un recurso renovable”. En términos de forma y contenido, las láminas del ciclo del agua que decoraban nuestras aulas son como un bebé con un juego de encastre tratando de meter una estrella dentro de un corazón.

De la misma manera, la mini Barbie, que trataba de enroscar unos brazos que crecieron antes que el resto del cuerpo en un pupitre hostil para la pubertad, escuchó una y otra vez que la revolución industrial fue el motor (literal) del progreso. La ciencia no se me aparecía en ese entonces como una mediadora en la discrepancia de forma y contenido, sino como la escultora que del contenido hacía la forma. En este caso, el mundo tenía un contenido, carbón, y la ciencia lo esculpía para darle forma de energía. La forma y el contenido siempre fueron algo separado y así lo hubiéramos comprendido, si no fuera porque en la potencia de esculpir amalgamamos ambas cosas bajo la premisa del progreso.

Por eso, la ruptura no está entre lo que la energía es y sus subproductos, sino en lo que creíamos que esa posibilidad representaba, es decir, en lo que creíamos que la ciencia facilitaba, que no era la posibilidad de obtener energía a partir del carbón para hacer máquinas que produjeran más en menos tiempo, sino la de mejorar nuestra calidad de vida.

Y acá, si todavía me estás siguiendo, te voy a pedir por favor que tomes esto que estoy diciendo como de quién viene. No estoy diciendo que la revolución industrial haya sido un proceso histórico en desmedro de la humanidad, ya sabés que las lecturas simplistas no me gustan y, además, imaginate que si estoy leyendo a Marx por primera vez después de 20 años de militancia, sobre revolución industrial lo último que leí fue en el curso de ingreso a la escuela secundaria. Soy solo una chica pidiéndole a un ejemplo que pueda ser forzado lo suficiente como para dar una idea de una interpretación súper compleja sobre el rol de las ciencias en dos párrafos.

Dicho esto, vamos al punto de este apartado. Esta nota de Nature tiene un título que no deja lugar a la imaginación (y menos mal porque imaginate que si la señora que te escribe se enrosca así con una intro que nadie le pidió, llega a encontrar un titular críptico y estamos acá hasta mañana): “La mayoría de las reservas de combustibles fósiles deben permanecer tal como están si se quiere alcanzar la meta de 1.5°C de calentamiento global”.

Según un modelo actualizado que midió los límites para la extracción de combustibles fósiles: “Para tener un 50% de posibilidades de permanecer por debajo de 1,5 °C de calentamiento global -el objetivo más ambicioso del acuerdo de París de 2015-, el mundo no debe emitir más de 580 gigatoneladas de dióxido de carbono antes de 2100, informan los autores. En este escenario, los investigadores dirigidos por el economista medioambiental y energético Dan Welsby, del University College de Londres, calculan que el 89% de las reservas de carbón, el 58% de las de petróleo y el 59% de las de gas deben permanecer sin extraer”.

La actualización del modelo se basó en una proyección de 2015 que evaluó qué cantidad de combustibles fósiles debía permanecer sin usar para limitar el aumento global de la temperatura a 2°C, límite descartado por la última evidencia disponible como aceptable. La nueva estimación tiene en cuenta fuentes primarias de energía, como combustibles fósiles, biomasa, energía nuclear y energías renovables así como la demanda y la distribución geográfica de recursos y emisiones. También calcula remoción, captura y almacenamiento de dióxido de carbono, ya que, sin estas acciones, la meta de 1.5°C de calentamiento es inalcanzable por mucho que dejemos quietitas las reservas.

Esto requiere otra superación de la diferencia entre forma y contenido que hemos asimilado. En los debates más mentados, la crisis climática es el contenido indeseado y el modelo industrial extractivista la forma del desarrollo, entendiendo ambos como la realidad material de la actualidad y la realidad futura evidenciada por la ciencia, y el problema es cómo hacerlos coincidir. Sin embargo, este tipo de noticias nos hacen pensar que las ciencias no estarían teniendo un problema de coherencia entre forma y contenido, porque nos han esculpido unas perfectas máscaras de teatro. Y si bien han reconocido el error de caracterización, lo que incorporamos es una dicotomía que nos imaginamos que se resolvería con algo así como una máscara única que no sonría ni llore cuando el problema no es cómo hacer realidad lo imaginario sino la falta de imaginación.

Todo el cuarto y su razón estaban a oscuras

En la frase de mi apunte, las diferencias entre forma y contenido aparecen como un contenido mismo, algo dado, asumir que lo que las cosas son y lo que interpretamos que son no es igual y que hace falta un elemento que, aunque no nos dé la verdad sobre lo que la cosa es, medie entre eso que es y lo que vemos de ella. 

Las ciencias, entonces, funcionan como una resolución de esa diferencia entre forma y contenido con el objetivo de poder actuar comúnmente sobre las cosas del mundo. Por eso, las fallas y correcciones están contempladas como parte de la actividad científica.

Esta nota habla de un caso particular en el que la comunidad científica dio marcha atrás respecto a la relación que había establecido entre un contenido y su forma. Y si bien las discrepancias son parte del juego, retractarse es una práctica científica poco común. Más bien lo que se hace es refutar hasta que las publicaciones anteriores queden desacreditadas porque hay una propuesta mejor.

¿Qué pasó entonces señora por qué da tantas vueltas? Dos revistas muy prestigiosas bajaron artículos que usaron muestras de ADN obtenidas en circunstancias de dudoso consentimiento.

En las investigaciones, el ADN de cientos de muestras de individuos pertenecientes al pueblo chino Uyghur se procesó a través de una técnica llamada DNA phenotyping, que intenta recrear el aspecto de una persona, incluyendo los rasgos faciales y la altura, usando solamente su material genético.

La cuestión es que los Uyghur, una minoría mayoritariamente musulmana que habita en la región de Xinjiang, son un pueblo que ha sido sometido a encarcelaciones masivas y hoy vive bajo condiciones de estricta vigilancia. En este contexto, muchos investigadores han afirmado que es imposible verificar que las muestras de sangre hayan sido cedidas voluntariamente, en especial dado que la policía estuvo involucrada en el proceso de obtención. Algunos Uyghurs declararon inclusive que hubo una convocatoria del gobierno que anunciaba chequeos de salud gratuitos en los que se extraían muestras de sangre.

Al solicitar documentación adicional a los autores de los papers, incluyendo el formulario enviado al comité de ética para hacer los estudios y un certificado de su aprobación, las revistas hallaron que «los documentos suministrados por los autores no contenían suficiente información relativa al alcance del estudio para que pudiésemos seguir confiando en que los protocolos cumplían con nuestras políticas editoriales o se ajustaban a las normas éticas internacionales».

Las dos investigaciones que dieron origen a la polémica contaban, entre muchos autores, con la firma de Li Caixia, jefe del Departamento de Ciencias Forenses del Ministerio de Seguridad Pública, quien en 2020 entró en una lista negra del gobierno estadounidense que restringe el acceso a tecnología norteamericana por “complicidad con violaciones y abusos a los derechos humanos”.

Según Yves Moreau, un profesor de ingeniería de la Universidad Católica de Leuven, esto es solamente el impulso que se necesitaba para destapar la olla. En un análisis que efectuó sobre 529 investigaciones chinas, encontró que alrededor de la mitad de los artículos publicados entre 2011 y 2018 contaban con un coautor que era miembro de la policía, la milicia o el poder judicial, lo que indicaría connivencia gubernamental. 

Esta historia que da para serie documental (o al menos para un crossover con #MundoPropio) puede servir de ejemplo para ver cómo lidia la ciencia con la discrepancia entre forma y contenido más popular, que es esa que se pregunta sobre si el fin justifica los medios.

¿Hace rato que nací o hace un instante?

Si hablamos de cuán diferentes pueden ser forma y contenido, no quiero dejar de hablar de algo muy personal (cuándo no, señora, yo vine por la información científica y de lo único que habla es de sus sentimientos). Voy a dejar las metáforas y las categorías intrincadas de lado para, simplemente, decir: ¿Viste qué decepción cuando agarrás un tomate hermoso, lo cortás y es puro jugo y frescor y después te lo llevás a la boca y terminás googleando el lugar más cercano para hisoparte porque flasheás que perdiste el gusto? Bueno, las ciencias también tienen algo que decir para este abismo entre forma y contenido llamado expectativa/realidad.

Si recordás esta edición sabrás que el tema del sabor del tomate es algo que me preocupa profundamente, por eso me encantó este hilo de Biotecno Blog que retoma el tema y explica que la pérdida de gusto no estaría asociada al uso de herbicidas, como afirman algunas ONG, sino a una mutación natural.

Resulta que alrededor de 1950, una variación en el gen SIGLK2 hizo que los tomates maduraran de forma uniforme, lo que permitía que pudieran ser cosechados todos al mismo tiempo. Esto facilitaba la producción y causó que los productores prefirieran la variedad mutada sin saber que también tenía menos azúcares y carotenoides, compuestos fundamentales para el sabor y el olor.

El SIGLK2 está asociado a la producción de cloroplastos, una estructura celular con pigmento verde que le da color a las plantas. La versión mutada da frutos con menos cloroplastos, por lo tanto menos verdes y de color más parejo. También, como los cloroplastos son fundamentales en la fotosíntesis, al disminuir lo que sucede es que la planta fabrica menos de los nutrientes que le dan aroma y gusto.

Conversando del amor, con una orquídea

Termino de escribirte esta carta un poco muerta de risa de mi propia diferencia entre forma y contenido. En la terraza atardece sobre un jazmín florecido y trato de decidir si ponerme un buzo o no para ir a tomar una birra con una amiga y contarle que estoy enamorada. En las 500 pestañas que tengo abiertas, todo es rosca, chequeo de noticias sobre renuncias de ministros, preguntas sobre qué está pasando, ansiedad y confusión. Digo en el chat de Cenital que esta carta se basa en el rol de la ciencia en la distinción entre forma y contenido que me inspiró a profundizar mi curso marxista y Tomi me manda este meme:

Mientras tanto, me alivia que ya sepas que acá no se viene a buscar conclusiones y te digo algo que seguro ya te dije alguna vez y que digo siempre cuando todo es un bardo pero me divierto igual: la vida no tiene sentido pero a veces tiene gracia. 

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las referencias de este news son de esta canción preciosa que da nombre a uno de los discos que más conmueve a mi persona favorita para almorzar.

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.