El sueño de la razón produce monstruos

Un Hilo Conductor dedicado a las criaturas perturbadoras que pueblan nuestra imaginación. Le damos espacio a lo monstruoso a través de libros, películas y cómics, de Max Ernst y Leonora Carrington a Borges y Wilcock, entre varios otros.

Hola, ¿qué tal? Espero que lo mejor posible en este presente tan lleno de pandemia. Yo bien, esperando con ansiedad el turno para vacunarme y un poco aburrida de la rutina. El otoño es bellísimo, eso es cierto, pero no soy muy amiga del frío, y el hecho de que los días sean cortos y las noches largas pero sin salidas posibles me embola y a eso de las siete de la tarde –la llamada “hora de las brujas”– empiezo a comerme los codos. 

Antes de abordar lo que nos toca, quería contarles que ya está disponible el episodio 2 del podcast de El Hilo Conductor. Es una adaptación sonora del newsletter y el tema elegido para esta edición es el de los parentescos y vínculos en el siglo XXI. Dura 18 minutos y tiene como invitades de lujo al escritor chileno Alejandro Zambra y a la periodista y dibujante argentina Maia Debowicz. Pueden escucharlo en Spotify por acá y contarme qué les parece, si tienen ganas.

Ahora sí: hablando de brujas, y de noches silenciosas y desapacibles, este Hilo va a ocuparse de criaturas parecidas pero diferentes a nosotras que suelen relacionarse con la oscuridad: los monstruos. Vamos a acercarnos a ellos con la intención de darle lugar a esas bestias y, de alguna manera, exorcizarnos. Dejemos de lado el miedo para arrimarnos a la extrañeza y así diseccionar sus sentidos culturales. (No tengo intenciones de asustarlos ni de revivir ciertas pesadillas, pero sí de examinar qué tienen de fascinantes.)

El título de este newsletter –“El sueño de la razón produce monstruos”– lo saqué de un famoso grabado de Goya, más específicamente de una obra de la serie de Caprichos que pintó allá por 1799. En esta estampa se ve a un hombre durmiendo sentado, y detrás de su espalda asoman una serie de bichos negros: búhos, murciélagos y otros animales nocturnos no parecen presagiar nada demasiado bueno. Hay también un gato observando la escena, como acechando. Este grabado tuvo, como se imaginarán, distintas interpretaciones a lo largo de los siglos. A mí me gusta pensar que ese choque entre “razón” y “sueño”, en su acepción pesadillesca, es el que permite que estos seres estrambóticos vean la luz y se desdibujen en las sombras. Al fin y al cabo, los monstruos son posibles porque nuestra imaginación –la imaginación humana– así lo decide. Acompáñenme a diseccionar algunas de sus manifestaciones.

Fauna de la imaginación

Este Hilo estará ilustrado con los fascinantes collages de Max Ernst, un artista fundamental del surrealismo que publicó en 1933 una novela experimental a la que llamó Una semana de bondad o los siete elementos capitales. Lejos de las paredes de los museos, esta obra fue concebida como un libro de imágenes ordenado según los días de la semana. Ernst lo armó a partir de varias novelas románticas de folletín del siglo XIX a las que recortó y recompuso hasta condensar la forma que quería darle a sus criaturas. Al asociar y superponer las ilustraciones valiéndose de tijeras y pegamento, creó con mucha libertad imágenes nuevas en las que la atmósfera es ambigua, por momentos onírica. Tienen una mezcla de humor, crueldad y erotismo. Muchas de las figuras representan una metamorfosis detenida entre lo animal y lo humano, con hombres con cabezas de pájaro o de león que someten a bellas doncellas o gozan con ellas. Esos monstruos de algún modo nos hablan de la peligrosa animalidad de la especie humana. Podemos ser poseídos por bestias atroces o violentas de manera literal o metafórica, y el arte estará ahí para abrir el juego de las interpretaciones y encontrar capas y más capas de sentido. (Estos collages corresponden al día miércoles, y están protagonizados por hombres y mujeres pájaros.)

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Y ya que hablamos de artistas que crean universos fascinantes, no está de más contar que Max Ernst fue pareja de la extraordinaria Leonora Carrington, artista y escritora inglesa que se nacionalizó mexicana. Se conocieron cuando ella tenía 19 años y él, 46: juntos eran un fuego. Pero el romance no tuvo un buen final por las persecuciones del nazismo: Ernst fue arrestado en Francia por ser un supuesto “artista degenerado” y Leonora logró escapar pero quedó muy abatida psicológicamente. Su familia no la contuvo, sino que la encerró en un manicomio, del que fue rescatada ¡en submarino! por una prima buena. La obra de Carrington, tanto pictórica como literaria, expande las fronteras de la imaginación a través de situaciones derivadas de los sueños y plagadas de seres no demasiado terrenales y se acerca mucho en estética a la obra de su amiga Remedios Varo. De Carrington acaban de publicarse sus Cuentos completos en una edición del Fondo de Cultura, libro que les recomiendo muchísimo para salir por un rato de esta encorsetada realidad. 

Bestiarios nacionales

Hay muchísima literatura sobre monstruos, para adultos y niñes. Así que hoy voy a acotar todo ese universo para referirme solamente a dos bestiarios argentinos. El primero es El libro de los seres imaginarios, escrito por Borges en colaboración con Margarita Guerrero, que se llamó originalmente Manual de zoología fantástica y vio la luz en México en 1957: “Hemos compilado un manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres”, dicen en el prólogo y aclaran que se puede leer de forma salteada y que es potencialmente inagotable. Como ven, omiten la palabra “monstruos”, ¿quizás porque la sienten peyorativa? Con gran erudición condensada, las entradas de este libro mezclan la religión con la mitología para hablar de distintas tradiciones orientales y occidentales: los trolls, los elfos, el golem, el urobobo, el basilisco, los sátiros y las sirenas, entre muchísimos otros seres, pueblan estas páginas que sorprenden por su variación. Les dejo como ejemplo uno de los textos:

Los demonios de Swedenborg

Los Demonios de Emmanuel Swedenborg (1688-1772) no constituyen una especie; proceden del género humano. Son individuos que, después de la muerte, eligen el infierno. No están felices en esa región de pantanos, de desierto, de selvas, de aldeas arrasadas por el fuego, de lupanares, y de oscuras guaridas, pero en el cielo serían más desdichados. A veces un rayo de luz celestial les llega desde lo alto; los demonios lo sienten como una quemadura y como un hedor fétido. Se creen hermosos, pero muchos tienen caras bestiales o caras que son meros trozos de carne o no tienen caras. Viven en el odio recíproco y en la armada violencia; si se juntan lo hacen para destruirse o para destruir a alguien. Dios prohíbe a los hombres y a los ángeles trazar un mapa del infierno, pero sabemos que su forma general es la de un demonio. Los infiernos más sórdidos y atroces están en el Oeste.

Por otra parte, Juan Rodolfo Wilcock, uno de los autores más especiales que dio la literatura argentina, escribió el interesantísimo Libro de los monstruos en italiano –lengua que adoptó cuando se mudó definitivamente allá–, que fue publicado de manera póstuma, en 1978, y reeditado en 2019 por La Bestia Equilátera con traducción del wilcockólogo Ernesto Montequin. A diferencia del libro de Borges, que seguramente leyó porque eran “conocidos”, acá no hay seres tan reconocibles, sino criaturas mucho más inverosímiles, desplegadas con un virtuosismo literario notable. Los personajes fantásticos que inventa son grotescos, excéntricos, y con gran ironía y ocurrencia Wilcock nos va pintando sus rasgos. Les dejo este ejemplo encantador:

Erbo Meglio

Todos en el pueblo llaman a Erbo Meglio “el Leñoso” porque, en efecto, es como si estuviera hecho de madera, de raíces retorcidas aferradas a las rocas, de ramas mutiladas y nudosas, y sus movimientos son tan duros que con cada paso cruje como un viejo armario por la noche. Trabajar le cuesta mucho esfuerzo; pasa la mayor parte del tiempo en su casa mirando televisión, rígido como un tronco. Pero cuando la tempestad arrecia, sale bajo la lluvia y respira con gusto el aire en movimiento, el viento que llega desde lo alto del monte como treinta tanques que descienden desenfrenados por el valle. A su paso todo se doblega, excepto el Leñoso, que por el contrario se mantiene bien derecho y cruje alegremente a diestra y siniestra, mostrando sus muñones a los relámpagos que la bóveda oscura libera dentro del cerco del horizonte, agitando sus harapos como si fuesen hojas, buscando el rayo que lo convertirá en piedra chamuscada como a tantos de sus antepasados, hoy erguidos en el bosque y sin vida. Sabe, porque se lo enseñaron en la escuela, que los árboles mueren de pie, y el deseo de una muerte semejante, heroica y ornamental, no Io ha abandonado nunca; desde siempre busca las tormentas y el relámpago sanador. Quien lo ha visto, de noche bajo la lluvia, erigirse sobrehumano bajo los azotes del viento, envuelto en el resonante y festivo estrépito de los truenos, lo cuenta como si fuese algo perturbador y terrorífico; pero todos saben que los vientos se calman, que la lluvia cesa que la tormenta se aleja, y que Erbo Meglio regresará aún crujiente a su casa, a seguir mirando televisión. Que también esta es una forma, aunque inmóvil, de tormenta y de lluvia.

Si quieren leer más del autor, pueden intentar con los cuentos de El caos, o conseguir el recién salido Wilcock de Bioy Casares, publicado por Planeta, que compila las entradas del diario de Bioy en las que habla de él, que fue íntimo amigo de Silvina Ocampo y una persona bastante frecuentada por la pareja. Todavía no lo leí, pero me muero de ganas de acceder a todos esos chismes. Acá se puede espiar un fragmento.   

Monstruosidades en escena

¡Qué difícil debe ser filmar monstruos! Siempre me pareció una empresa imposible. No solo porque se corre el riesgo de que no parezcan muy creíbles ni den miedo, sino porque además pueden desactualizarse muy rápido a medida que avanzan las técnicas de los efectos especiales. ¿Probaron volver a ver La historia sin fin, por ejemplo? Lo que me parecía un prodigio de niña –ver volar a Atreyu arriba de Falkor, ese dragón blanco bueno y acolchonado– hoy me parece una aberración de montaje a la que se le ven los hilos. Pero así y todo el cine insiste en ayudar a nuestra imaginación a volver reales los escenarios más fantásticos. 

De los miles de ejemplos que podría dar, voy a detenerme en la remake de Suspiria, una película de terror sobrenatural de culto filmada originalmente por Dario Argento en 1977 y reversionada por Luca Guadagnino -el mismo de Call me by your name– en 2018. Es una de las películas más macabras que vi, y así y todo vale mucho la pena (pueden encontrarla en Amazon Prime). Está protagonizada por Dakota Johnson y por la magnánima y camaleónica Tilda Swinton, que interpreta varios personajes (cosa que me di cuenta al final de la película, cuando vi los créditos). Situada en las tensiones de una Alemania dividida por el Muro, el argumento sigue a una joven aspirante a bailarina cuando ingresa a una prestigiosa y exigente academia de danza dirigida por Madame Blanc (Tildaaa). El terror comienza cuando esta chica, supuestamente inocente, empieza a sospechar de los modus operandi de la escuela. Se mete, casi literalmente, en la boca de un lobo peligroso, en la que no faltan rituales, pasadizos secretos, mucha oscuridad y metamorfosis monstruosas que no puedo adelantar, pero que impresionan mucho. Rodeada de misterios, el film tiene varias escenas de danza memorables, como esta (no apta para impresionables) y esta (con una gran coreografía) y música de Thom Yorke de Radiohead. Un último dato: la película está íntegramente actuada por mujeres.  

Y si nos trasladamos a nuestro país, es muy interesante el trabajo que hace el cineasta mendocino Alejandro Fadel en su segunda y última película, llamada Muere monstruo muere, de 2018, teniendo en cuenta que la Argentina no tiene demasiada tradición en el género del terror. Aunque pensándolo bien no solo es una película de terror: también es un policial que sigue la pista de un asesino de mujeres en la zona de la Cordillera de los Andes. Todas las víctimas aparecen decapitadas brutalmente y el principal sospechoso es el personaje interpretado por Esteban Bigliardi. Su contrafigura es el policía Cruz, que protagoniza escenas con reminiscencias lyncheanas y música de Sergio Denis (qepd). No les puedo contar demasiado sobre el monstruo del título, pero sí decirles que la película es muy valiente a la hora de decidir mostrar a la bestia. También a la hora de generar un clima muy perturbador; una atmósfera violenta y romántica, trágica y bella. 

Monstruos y prodigios

Antes de despedirme, me voy a dar el gusto de hacer este punteo de recomendaciones de distinta índole, para que cada quien pueda seguir derivando en un tema tan fascinante y vasto como lo monstruoso.

  • Lo que más me gusta son los monstruos es el nombre de la impactante novela gráfica de Emil Ferris, elogiada tanto por Art Spiegelman como por Chris Ware y ganadora de más de quince premios. Está ambientada en Chicago a mediados de los sesenta y es el diario gráfico de una niña que vive con su madre y su hermano que se obsesiona con el asesinato de su vecina, una misteriosa sobreviviente del holocausto. Pero en verdad es mucho más: narrativamente es increíble, y también lo es el hecho de que esté toda dibujada con birome. La iconografía de las revistas pulp y el cine de terror clase B de los que su autora es fanática arman la estética de un cómic genial y apabullante (ya está en marcha la segunda parte). Para entender un poco el universo que recrea, pueden espiar acá algunas de sus 416 páginas. Un viaje de ida.
  • El disco Scary Monsters, de David Bowie, lanzado en 1980. No es de mis favoritos del Duque Blanco, pero incluye el temazo “Ashes to ashes” que me encanta, así que lo dejo por acá para musicalizar. 
  • “Reivindico mi derecho a ser un monstruo”, el incendiario texto de la artista y activista sudaca trans Susy Shock. Es un poema empoderadísimo que se volvió un clásico de las disidencias con sus versos tan directos y metafóricos a la vez: “No quiero más títulos que encajar / No quiero más cargos ni casilleros, ni el nombre justo que me reserve ninguna ciencia / Yo, mariposa ajena a la modernidad, a la posmodernidad, a la normalidad / Oblicua, Silvestre, bizca, artesanal, / Poeta de la barbarie con el humus de mi cantar con el arcoiris de mi cantar y con mi aleteo / Reivindico mi derecho a ser un monstruo y que otros sean lo normal”, dice. Si no la conocen a Susy, les dejo esta entrevista de Emilse Pizarro que la pinta de lleno. 
  • Bonus track para niñes: El mágico libro álbum Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, ideal para exorcizar los miedos (acá dejo una versión narrada); el divertidísimo libro Monstruos fritos, de Nicolás Schuff, con cuentos que mezclan criaturas extravagantes y comidas; y la infalible cumbia “El monstruo de la laguna” de Canticuénticos, para bailar haciendo un poco el ridículo, claro que sí.  

Bueno, hasta acá hemos llegado. Nos volvemos a encontrar dentro de quince días en tu bandeja de entrada.

Espero que este Hilo te haya hecho reparar en tu costado monstruoso, ese que todas tenemos, como las dos caras de Jeckyll y Hyde.

Gracias por leer. Y por favor cuidate mucho,

Malena

Soy licenciada en Letras por la UBA y trabajo hace muchos años en la industria editorial. Fui editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Formo parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tengo un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumulo en mi biblioteca. Lo que más me gusta es viajar.