El PRO y la «nueva» derecha

La última marcha anticuarentena estuvo cruzada por reclamos que parecen inconexos, pero que aparecen como articuladores de las protestas que convocan estos sectores en todo el mundo.

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Hace una semana, la última protesta en contra del Gobierno mostró una colorida variedad de motivos y argumentos para salir a la calle. Manifestantes distintos entre sí, jóvenes, viejos, mujeres, varones, de clase media o más pudientes llevaron a la marcha carteles con reclamos en apariencia inconexos. Pero sólo en apariencia. Esos discursos, que podrían parecer una ensalada conceptual para el observador desatento, son el hilo invisible que articula a un movimiento muy amplio, global y diverso que busca desde hace años constituirse en una alternativa electoral en la Argentina y que se encontró en los últimos meses con una auspiciosa novedad: la presidenta del principal partido opositor quiere representarlo.

“Nos tenemos que poner a la cabeza. Los que no quieran poner la cabeza, los van a pasar por arriba. La gente va a dejar en el camino a aquellos tibios que no son capaces de entender la necesidad de la representación”, dijo, dos días después de la marcha, Patricia Bullrich, presidenta del PRO, en una entrevista con Alfredo Leuco en TN. Su mensaje evidencia a la vez la intención de un sector del PRO de darles voz a (o al menos quedarse con el voto de) esta “nueva” derecha que en la elección del año pasado dividió su voto entre Juntos por el Cambio y opciones más radicalizadas, como el economista José Luis Espert o el ex carapintada Juan José Gómez Centurión.

Esta “nueva” derecha que quiere representar Bullrich adopta en otras partes del mundo síntesis cancheras como “alt right” o derecha alternativa. Aquí algunos se llaman libertarios. Conviven con expresiones desdemocratizadoras y antisistema que posiciona al discurso anticiencia como una actitud transgresora y rebelde en medio de una pandemia. 

A comienzos de junio, votantes y ex funcionarios de Juntos por el Cambio denunciaron una “infectadura”. Expresiones y carteles en la misma línea resaltaron en la marcha del 17A. “Plandemia”, “falsa epidemia” y “usan al Covid para abuso de poder” son algunas de las leyendas que mostró la manifestación. Mensajes casi idénticos aparecieron en marchas anticuarentena en Estados Unidos, Alemania (donde reclamaron en contra de la “dictadura de la salud”) y España (con el partido Vox), entre otros. 

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Así como la pandemia de Covid-19 desnudó realidades que saltaron a la vista y se volvieron ineludibles, como la desigualdad y sus consecuencias, también aceleró el acercamiento entre grupos desarticulados que lograron articularse principalmente en los discursos anticiencia. Y si bien no todos los participantes de la marcha anticuarentena pueden ser caracterizados como adherentes a estos movimientos, fueron las consignas y los mensajes de estos sectores los que dominaron en la cobertura mediática de la manifestación porque sus difusores son a la vez lo más enfervorizados y los más atractivos para el periodismo. (Esto último es materia de discusión: ¿está bien difundir en medios masivos discursos anticiencia? ¿no es demasiado naif hacer de cuenta que no existen? Un debate que también tiene lugar en otros lugares el mundo, como contó Juan Elman esta semana en Mundo Propio.)

Esa articulación discursiva emparenta los mensajes anticiencia con la militancia antigénero. Algunos de los carteles del 17A definían al derecho al aborto como “eutanasia de género”. Una bandera en la manifestación en la ciudad de Córdoba festejaba al Patriarcado Unido Argentino, promovido por la agrupación Acción Celeste Argentina. La ilustración no dejaba lugar a dudas: una mujer desnuda inmovilizada por el abrazo de un varón vestido con un uniforme militar que en su brazalete tenía la palabra “guía”. Carteles similares se pueden ver en las manifestaciones estadounidenses pro Trump y “pro life”.

Estos grupos tienen sus propios comunicadores. La periodista Viviana Canosa, la ex vedette Gisela Barreto y el youtuber Agustín Laje son algunos de sus difusores más visibles, aunque apuntan a públicos distintos y no expresan las mismas opiniones. Antes de beber dióxido de cloro en cámara, Canosa había transmitido una ecografía en vivo desde la Plaza del Congreso durante el debate por la legalización del aborto.

La especificidad argentina le agrega a la ecuación el infaltable y amalgamante antiperonismo, que marida muy bien con algunos de los otros discursos que articulan a estos sectores, como el del orden y la mano dura. Tanto Bullrich –que recibió la venia de un policía porteño mientras llegaba a la manifestación del 17A– como Miguel Pichetto intentan cada vez más apelar a esos sectores, que ven a Horacio Rodríguez Larreta como un tibio.

La discusión interna de Juntos por el Cambio -que cada vez se parece más al juego de policía bueno y policía malo que a un enfrentamiento entre halcones y palomas- dirá si la alianza opositora le concede a Bullrich el deseo de representar a la “nueva” derecha en la Argentina. El peligro, como les pasó a la mayoría de los participantes del 17A, es que las voces más radicalizadas y los discursos más antidemócráticos terminen dominando y liderando a la principal fuerza opositora del país.

Es periodista, licenciada en Comunicación Social. Conduce el noticiero central del canal IP. Es docente titular de la cátedra Televisión en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ. Es autora de El Otro Yo, la biografía de Nicolás Caputo (Planeta, 2017).