El comercio y el cambio climático: ¿producimos lo que el mundo quiere comprar?

El vínculo entre lo que exportamos y el ambiente es cada vez más complejo. ¿Cómo estamos parados frente al desafío de un planeta más verde? Las oportunidades para insertarnos en una dinámica global más exigente.

¡Hola! ¿Cómo estás?

Yo estoy de vacaciones, tratando de descansar, así que antes de irme te dejé este news escrito con mucho amor, espero que lo disfrutes.

Como te prometí la vez anterior, cuando profundizamos en la composición de nuestra estructura económica, el empleo y lo que hay que considerar a la hora de pensar una transición, hoy vamos a hablar de las exportaciones argentinas. ¿Qué le exportamos al mundo? ¿Qué riesgos y qué oportunidades brinda la transición global hacia la economía verde a nuestras exportaciones? 

¿Por qué miramos el comercio?

El comercio y el cambio climático se interrelacionan de diversas formas. 

  1. El comercio exacerba el cambio climático contribuyendo a una porción relevante de las emisiones globales: la producción y el transporte de bienes y servicios importados y exportados representan entre el 20 y 30% de las emisiones globales.
  2. El comercio es parte de la solución porque permite que los  bienes y servicios “verdes” (energía, tecnología energética, biotecnologías tolerantes a climas extremos) estén disponibles en todo el mundo.
  3. El comercio se ve afectado por el cambio climático porque transforma las ventajas comparativas:
    • La transición energética reconfigura ganadores y perdedores del actual escenario (por ejemplo, los países con mucho petróleo, tendrán que ver cómo se reconvierten para reemplazar esos ingresos). 
    • Los cambios en los patrones climáticos obligan a transformar las formas, los productos y hasta las regiones de producción agrícola; 
    • Los fenómenos meteorológicos extremos pueden destruir o degradar la infraestructura (rutas, puertos, industrias) y así aumentar los costos de la producción.
  4. El comercio genera un mercado global que homogeneiza los estándares para todo el mundo.

Cada una de estas dimensiones presenta oportunidades y desafíos diferentes para cada país. Veamos nuestro caso.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

¿Qué exportamos hoy?

En el año 2021 Argentina exportó bienes y servicios por algo más de 87.000 millones de dólares. Esa cifra equivale al 18% de nuestro PBI. 

Pero, ¿cómo se componen esas exportaciones? Las manufacturas de origen agropecuario (es decir, productos provenientes del agro con agregado de valor, como harinas y pellets de soja, aceites, carne bovina, vinos, lácteos, etc.) representaron el 33,5% de las exportaciones. En segundo lugar, encontramos los productos primarios de origen agrícola (maíz, trigo, porotos de soja, crustáceos, etc.) con un 26,8%. Sumados, estos dos rubros explican el 60% de las exportaciones y muestran el gran protagonismo que tienen los complejos agroindustriales (con mayor o menor valor agregado) en la generación de divisas del país.

Luego, las manufacturas de origen industrial (automotriz, petroquímica, siderurgia, aluminio, etc.) aportan el 20%. El 11% proviene de los servicios (empresariales, informática, transporte, viajes, etc.). Es importante considerar que el turismo representó menos del 1% por la pandemia del COVID-19, pero en los años previos alcanzaba un 8%.

Por último, la energía (principalmente petróleo) explica el 5% y la minería (mayoritariamente oro y plata) el 3,6%. 

Acá en el siguiente cuadro podés ver todo junto y con más detalle.

Elaboración propia en base a INDEC.

En este punto es relevante recordar el news anterior y ver que las actividades exportadoras en muchos casos son diferentes a las que generan más puestos de trabajo y también a las que más contribuyen al PBI. Sin embargo, brindan otro elemento fundamental: divisas, sin las cuales el resto de los sectores de la economía no podría crecer y generar empleos. A la hora de pensar la transición es de suma importancia considerar qué actividades mantendrán o aumentarán las exportaciones divisas en nuestro modelo de sostenibilidad.

Un comercio más verde

Para seguir pensando en los términos que planteamos la vez pasada, volvamos a los dos procesos concurrentes que necesitamos que sucedan y cómo se ven reflejados en el comercio internacional. Por el lado de la reducción de los impactos ambientales actuales, ya están aumentando y apareciendo cada vez más mecanismos de exigencia de estándares y certificaciones. Así como pasa eso, también poco a poco va cambiando la demanda global de bienes y servicios intensivos en carbono –o en impacto ambiental– a un esquema donde todo es más reducido.

Hoy vamos a enfocarnos en lo primero.

Solo quiero cosas verdes: exigencias ambientales a la producción argentina

Lo primero que es importante saber es que en las negociaciones internacionales se charló mucho sobre este tema de regular el impacto ambiental del comercio y hubo algunos acuerdos: el más básico es que las medidas que se adopten no deben ser discriminatorias o ser restricciones encubiertas al comercio, deben atender a las necesidades de los países, en especial aquellos en desarrollo.

Están buenos estos principios que acordaron, pero los países también tienen otros: los que resguardan sus intereses propios. Tanto es así, que imposibilitaron que al día de hoy existan acuerdos multilaterales sobre comercio y cambio climático dadas las capacidades, los abordajes, intereses y coyunturas diversas de los diferentes países.

Ante la ausencia, aparecen iniciativas y abordajes parciales, veamos algunos. 

  1. El marco de la OMC

Entre las excepciones a las reglas comerciales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) figuran algunas medidas vinculadas a la protección del ambiente, como aquellas: 1) necesarias para proteger la salud y la vida de las personas y de los animales o para preservar los vegetales, y 2) relativas a la conservación de los recursos naturales agotables, a condición de que tales medidas se apliquen juntamente con restricciones a la producción o al consumo nacional. 

Esto habilita a que los países tomen decisiones unilaterales respecto de las cosas que importan, siempre y cuando no constituya un medio de discriminación arbitrario o injustificable entre los países o una restricción encubierta al comercio internacional. Por ejemplo, en la década de 1970, Estados Unidos impuso una prohibición de importar determinados camarones y productos derivados porque la forma de pescarlos afectaba a una especie de tortugas marinas. Para protegerlas, exigió a los productores nacionales e internacionales que quisieran venderle a EEUU la aplicación de una tecnología especial. 

  1. Medidas empresariales

Ante la presión de los consumidores y la opinión pública, algunas empresas también comienzan a imponer condiciones o restricciones a sus proveedores.

Por ejemplo, en 2021 varios supermercados europeos decidieron eliminar de sus góndolas los productos de carne relacionados a la deforestación del Amazonas. O también, empiezan a exigir que los proveedores puedan reportar -y luego reducir- el impacto ambiental de su cadena de suministro.

  1. Certificaciones

Hay una gran cantidad de certificaciones ambientales en el mundo vinculadas a los temas más diversos como el comercio justo, la deforestación, libre de organismos genéticamente modificados, producción orgánica, carbono neutralidad, eficiencia energética, vegano, etc. Algunas respaldadas por gobiernos nacionales, otras por organizaciones de la sociedad civil, y unas más por asociaciones conjuntas entre el tercer sector y el privado.

Un subgrupo particular dentro de las certificaciones ambientales son las normas ISO 14000. Son desarrolladas por el Comité Técnico de ISO y certifican cuestiones como contar con sistemas de gestión ambiental, procesos de eficiencia energética y análisis de ciclo de vida.

  1. Medidas regionales

Un apartado especial merece el mecanismo de ajuste de carbono en frontera. En julio del año 2021, la Comisión Europea propuso este mecanismo con la idea de que, si en la UE se van empezar a cobrar las emisiones, eso va a encarecer los productos. Entonces para no perder competitividad, quieren igualar los precios entre lo producido en la UE y lo importado para evitar la fuga de carbono (que los productores se vayan a otro país) y efectivamente reducir las emisiones mundiales.

En su fase inicial, el mecanismo abarcaría a cinco sectores: siderurgia, cemento, fertilizantes, aluminio y generación de electricidad. A partir del año 2023 quienes importen productos de estos sectores deberían notificar las emisiones incorporadas dentro de sus productos. Luego, desde 2026, los importadores tendrán que obtener una autorización y adquirir los certificados de carbono correspondientes al precio del carbono que se habría pagado para producir los bienes en la Unión.

¿Cómo nos afecta todo esto?

Vemos que prácticamente todas las cosas que exportamos –tal vez por ahora exceptuando a los servicios– son pasibles de crecientes exigencias ambientales, tanto en materia de producto, como de proceso. Es decir, mejorar los procesos productivos en el uso de energía y materiales, la gestión del ciclo de vida (si se puede reparar, reciclar, reusar, etc) y la gobernanza socioambiental, entre otros. Y también el desarrollo de productos diferentes con menor impacto ambiental, por ejemplo, electrodomésticos más eficientes, materiales con mayor reciclabilidad, vehículos híbridos y eléctricos, productos reutilizables (una copita menstrual en vez de tampones, por ejemplo), etc.

De manera más específica, el mecanismo de ajuste de carbono en frontera impactará desde el principio sobre la siderurgia y el aluminio exigiendo una descarbonización acelerada a través de la incorporación de renovables, la captura de carbono y eventualmente el hidrógeno verde. Asimismo, la preocupación por la deforestación, el uso intensivo de energía y agroquímicos exigirá mejores manejos y certificados de trazabilidad a todas las actividades agrícolas. Y la transición a la electromovilidad presionará fuertemente sobre las capacidades de adaptación del sector automotriz y la descarbonización energética sobre nuestras exportaciones del sector de los combustibles fósiles.

¿Y cómo estamos parados frente a este desafío?

Las empresas:

Respecto de las empresas, hay una gran heterogeneidad entre las internacionalizadas que responden a regulaciones de sus casas matrices y las pequeñas PyMES con mayores dificultades aún para enfrentar el día a día. En ese sentido, a grandes rasgos, mientras que las multinacionales cuentan con metas de carbono neutralidad, se abastecen con energías renovables y reportan el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, muchas PyMES precisan capacitación y financiamiento para incorporar sistemas de gestión ambiental básicos.

Las políticas:

Son varias las iniciativas que se desplegaron en los últimos años para comenzar a abordar algunos de estos temas. Entre ellas, la Ley de Bosques que busca ordenar el uso del territorio y evitar la deforestación, las leyes y los programas de promoción de las renovables, el Plan PyMES Verdes con el objetivo de promover y acompañar a las empresas a mejorar sus procesos productivos en materia de eficiencia en el uso de los materiales y la energía, la iniciativa de la Ruta Natural de turismo y el Plan de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático que pretende ordenar, dar coherencia y continuidad a todas las medidas de gobierno referentes al cambio climático. Es decir, hay mucho avanzado y también tenemos varias oportunidades para insertarnos comercialmente en un mundo con más exigencias verdes.

Las oportunidades:

Empecemos por los recursos naturales. Por un lado, tenemos condiciones excelentes para generación de energía eólica y solar tanto para la descarbonización de nuestros hogares e industrias como para eventualmente transformar en hidrógeno verde y exportar. Queda por ver qué porción de la tecnología necesaria para este proceso podremos fabricar nacionalmente y en qué plazos importar el resto.

Después los minerales -particularmente litio y cobre- clave para la transición energética tienen cada vez más la lupa puesta por el uso de energía y la conflictividad socio-ambiental, será clave trabajar en ambas dimensiones para que puedan aportar en la reducción de la dependencia de las exportaciones agrícolas y disminuyendo la vulnerabilidad de la economía argentina frente a los cambios en los patrones climáticos y los límites a la expansión de la frontera agropecuaria.

Específicamente el agro, además de adaptarse al cambio climático, reducir el uso de agroquímicos, controlar el avance de la frontera agropecuaria, incorporar una visión ecosistémica para fortalecerse frente a eventos de sequía e incorporar mecanismos de trazabilidad del impacto ambiental, es interesante que pueda disminuir la porción de productos primarios y aumentar aquellos que tienen valor agregado (más aceite, menos poroto, por ponerlo simple). 

Por su parte, los servicios basados en el conocimiento son una gran fuente de exportaciones bajas en emisiones. El turismo -si bien aporta su impacto a través de los viajes y la presión sobre la naturaleza- cuando es hecho de manera sostenible es un sector de relevancia para el desarrollo territorial y el ingreso de divisas asociado a la protección de la naturaleza.

Por último, la industria. El sector del acero y el aluminio deberán encarar una descarbonización acelerada para seguir siendo competitivos. La industria automotriz tendrá que definir de qué manera va a insertarse en el mundo de la electromovilidad, acompañando en el proceso también a las PyMES proveedoras en la mejora de su rendimiento ambiental. Esto suena más fácil de lo que es. Actualmente estamos asistiendo a una discusión interesantísima entre Estados Unidos y la Unión Europea a raíz de una ley que impulsó el presidente norteamericano Joe Biden para acelerar el fondeo de proyectos verdes y en función de la cual Europa teme que, por ejemplo su industria automotriz, deje de ser competitiva. Si nosotros queremos, por ejemplo, desarrollar tecnología eólica o solar a precios que sean competitivos como para que el costo de la energía en Argentina no sea impagable -y ni hablar si quisiéramos salir a exportarla- necesitamos un plan muy inteligente, consistente y a largo plazo, si no va a ser imposible.

A modo de ejemplo de estos desafíos, una noticia de los últimos días. Hay intenciones de reactivar la obra de construcción de la represa Chihuido I en Neuquén, para la cual las turbinas las va a proveer una empresa alemana. IMPSA, la firma mendocina también tiene capacidad de producción de las mismas pero no fue elegida como proveedora. La decisión no es de ahora, la negociación se viene dando hace varios años y en parte se explica porque para las empresas extranjeras es más fácil acceder al financiamiento indispensable para este tipo de proyectos.

Lo que falta:

Es necesario que todas las iniciativas y avances desperdigados entre el sector público, el privado y las organizaciones de la sociedad civil se ordenen, encaucen y puedan mantenerse en el tiempo para acelerar este proceso de transición. Es así como se podrá no solo no perder mercados globales, si no aumentarlos y diversificar. Debemos pensar qué y a quién le vendemos, a la vez que reducimos la presión sobre la naturaleza. 

Si te interesa leer más sobre este tema, el año pasado junto a la Fundación ICBC publicamos un trabajo sobre esto, al cual se puede acceder aquí.

Todavía no estoy segura si la próxima entrega vamos a hablar sobre el fundamento que por un lado hace posible todo este esquema económico que venimos analizando y por el otro explica gran parte del descalabro ambiental – la energía-; o bajar este diagnóstico socioambiental productivo a las provincias. No está abierto a votación, pero sí a recepción de cualquier insumo o pregunta al respecto. Las cosas que me fueron mandando están buenísimas, gracias, los quiero mucho :). También sigue abierta la posibilidad de sumarte a la comunidad de Cenital para apoyar este proyecto y que podamos seguir existiendo y escribiendo sobre estas cosas.

Te mando un abrazo, nos leemos la próxima. Que disfrutes del fin del verano.

Eli

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.