Tenemos energía y hay que cambiarla. Una transición posible.

El escenario global requiere de planificación. ¿Cómo fueron las transformaciones energéticas pasadas?

¡Hola! ¿Cómo estás?

Yo disfrutando de este fresquito y la temporada de té, sopa y bufanda que inaugura.

Tenemos mucho de qué hablar así que empecemos sin más preámbulo.

El rol de la energía en nuestra vida

El news de hoy es el primero de una serie sobre una cuestión que -a mi gusto- está subtratada en los medios y la discusión pública: la energía. Siempre que empiezo a hablar de este tema cito a David Foster Wallace, pero es que me parece que funciona a la perfección.

“Van nadando dos peces y de repente se encuentran con que les pregunta ‘buenas, chicos, ¿cómo está el agua?’. Nuestros peces protagonistas siguen nadando un poco, pero después frenan, se miran y preguntan: “¿qué es el agua?”

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Me parece que describe bastante bien nuestro vínculo con la energía: somos incapaces de sobrevivir sin ella pero casi no la registramos. ¿Cuántas de las veces que prendés la luz en el baño, cargás el celu, hervís agua o encendés la hornalla pensás en Yacyretá, la red de transporte, Vaca Muerta o un panel solar? Es lógico, nos acostumbramos tanto a tocar una tecla y tener energía que la damos por sentado. Solo cuando se corta su provisión nos damos cuenta de su importancia. Y, si ponemos más atención a de dónde proviene, pensamos principalmente en las empresas distribuidoras como Edenor, Edesur, EPEC, EDELAR, etc. (Claro que dependiendo de dónde uno viva las circunstancias cambian. Por ejemplo, allí donde no llega el gas la compra y conexión de la garrafa es un tema).

Esta suerte de ignorancia da cuenta de algo bueno: no gastamos tiempo en ocuparnos del tema, por ejemplo, talando leña para encender una salamandra, porque tenemos los servicios básicos -mal que mal- resueltos.

Sin embargo, primero el cambio climático y la consecuente transición energética, y luego las disrupciones causadas por la pandemia y por la guerra en Ucrania obligaron a gobiernos y sociedades a volver a poner el foco en este tema.

Los esclavos energéticos

En vistas de volver a poner la energía sobre la mesa, lo primero es reconocer no sólo de dónde viene y cuánto cuesta, sino también el rol tan fundamental que cumple en el funcionamiento de las sociedades modernas. Para entender esto me parece útil el concepto de “esclavos energéticos”.

Históricamente los humanos hacíamos todo -desde la producción de herramientas, pasando por el arado y hasta la construcción de pirámides- simplemente con nuestras manos y nuestra fuerza corporal.

El desarrollo tecnológico ha logrado que la mayoría de las actividades ya no tenga que ser realizada por la fuerza bruta humana sino que fue reemplazada por otras fuentes de energía. El concepto de “esclavo energético” se refiere entonces a la cantidad de energía que se requiere para realizar una tarea específica y cómo esa energía reemplaza el trabajo humano. La idea es que, en lugar de contar con una cantidad de personas trabajando, la energía proveniente de combustibles fósiles, energía nuclear, energía renovable, etc., se utiliza para realizar el trabajo que de otro modo tendrían que hacer los seres humanos.

Por ejemplo, un automóvil que utiliza combustible para funcionar puede ser considerado como un “esclavo energético” porque la energía contenida en el combustible reemplaza el esfuerzo humano que se requeriría para mover el automóvil. Del mismo modo, una máquina industrial que utiliza electricidad para funcionar también es un ejemplo de un esclavo energético.

Y para dimensionarlo, si un ser humano promedio puede generar alrededor de 100 unidades de energía por ejemplo al pedalear en una bicicleta para producir electricidad, pero en su vida diaria utiliza 10,000 unidades de energía (para encender electrodomésticos, iluminación, calefacción, etc.), entonces estaría utilizando el equivalente a 100 esclavos energéticos.

“Bueno, bárbaro”, me dirás. Nos ahorramos un montón de tiempo y trabajo y encima este esquema es mucho mejor en términos de derechos humanos. Y te voy a responder que sí, pero… tenemos un problema. El cambio climático ya no permite que vayamos por la vida usando energía como si nada, sabemos que eso tiene un impacto ambiental que amenaza la supervivencia de nuestra especie. Por eso estamos encarando una transición energética para dejar atrás las fuentes fósiles (que además estamos extrayendo de lugares cada vez menos accesibles) y reemplazarlas por fuentes limpias.

¿O sea que hay una solución sencilla? ¿Simplemente reemplazamos una fuente por otra y ya? Genial.

Pero no.

Por un lado, las energías limpias, si bien no aportan a empeorar el cambio climático, tienen otros problemas ambientales como la extracción de recursos, generación de residuos y el uso de espacio. Así que incluso si sólo usáramos energía limpia tendríamos que trabajar fuerte sobre la eficiencia de su utilización.

Y, por el otro, los combustibles fósiles son una fuente de energía difícil de reemplazar porque:

  • tienen una alta densidad energética (pueden proporcionar una gran cantidad de energía por unidad de masa o volumen) lo cual los hace muy eficientes en materia de transporte y almacenamiento.
  • son estables, a diferencia de la energía solar o eólica que dependen de las condiciones climáticas y por eso son intermitentes, los combustibles fósiles son una fuente constante.
  • son versátiles, se usan para muchísimas cosas que van desde combustible líquido para el transporte, gas para generar electricidad, o como insumo para las industrias del acero y el cemento.
  • han sido fácilmente accesibles y extraíbles, lo que permitió un suministro constante de energía.

En general las fuentes limpias tienen dificultades para alcanzar esa vara -pensemos que estamos comparando energía “generada en el momento” con una fuente que fue acumulando energía durante millones de años-, por lo cual en el futuro la provisión de energía va a ser más desafiante de lo que fue hasta ahora.

Y esto va a configurar un enorme reto para nuestras sociedades acostumbradas a la energía tan disponible y tan barata. (En el fondo, tenemos muchos esclavos energéticos pero terminamos también nosotros siendo ultra dependientes de la disponibilidad energética).

Ahora bien, pongamos un poco de perspectiva para no desesperar.

Una historia de transiciones energéticas

La primera fuente: biomasa

La primera fuente de energía utilizada por la humanidad fue la biomasa (las plantas transforman la radiación solar en energía a través de la fotosíntesis y parte de esa energía puede usarse al quemar la materia orgánica), principalmente en forma de leña. Durante milenios fue el principal recurso energético para cocinar, calentarse y proporcionar luz. Si bien, mirándolo con los lentes actuales, obviamente las emisiones de gases de efecto invernadero de este tipo de energía eran limitadas tenía otro problema ambiental muy importante que era la deforestación acelerada.

El carbón como palanca para la revolución industrial

El gran propulsor de la revolución industrial del siglo XVIII fue el carbón como principal fuente de energía para alimentar máquinas y motores. La mayor eficiencia de este combustible -respecto a la biomasa- permitió un aumento sin precedentes en la producción y el comercio, lo cual generó un mayor crecimiento económico y una mejora más acelerada de las condiciones de vida de la población. Con dos asteriscos: las condiciones laborales en las minas de carbón y la contaminación del aire en las ciudades.

Sin embargo, este también fue el puntapié inicial a dos de los mayores problemas que enfrentamos hoy: la desigualdad entre el Norte y el Sur Global y el cambio climático.

Oro líquido: la transición al petróleo

A medida que la Revolución Industrial avanzaba y la demanda de energía aumentaba, el petróleo comenzó a emerger como un recurso energético superador al carbón. El petróleo también permitió el desarrollo de motores de combustión interna y revolucionó la industria del transporte, impulsando la creación de automóviles, aviones y barcos de motor. A lo largo del siglo XX, la dependencia global del petróleo siguió creciendo, impulsando el crecimiento económico, pero también profundizando las preocupaciones sobre la contaminación, el cambio climático, la seguridad energética y el agotamiento de los recursos.

Gas natural: ¿el combustible de transición?

A mediados del siglo XX, el gas natural apareció como alternativa más limpia -emite menos gases de efecto invernadero al ser quemado- y eficiente que el carbón y el petróleo. El gas natural también se ha utilizado en la generación de energía eléctrica, calefacción residencial e industrial, y como combustible para vehículos. Actualmente muchos gobiernos plantean que el gas puede ser el combustible de transición a la carbono neutralidad. Hay que tomarlo con pinzas. Por un lado, es cierto que el gas emite menos y en ese sentido ya funciona como combustible de transición hasta que terminen de desarrollarse e implementarse todas las alternativas tecnológicas. Ahora, no deja de ser un combustible fósil con emisiones asociadas y que -dependiendo del método de extracción- pueden ser muy relevantes. Con lo cual: sí, pero que no sirva como excusa para no avanzar en la transición de verdad.

Hidroelectricidad

A finales del siglo XIX y principios del XX apareció otra fuente de energía a gran escala: la hidroeléctrica. La verdad que merece un newsletter aparte pero por ahora nos vamos a contentar con decir que es una fuente de energía limpia y -en la medida que no haya demasiadas fluctuaciones en los regímenes de lluvia- mucho más estable que otras fuentes renovables como solar y eólica. Igual no está exenta de impactos ambientales y sociales como el desplazamiento de comunidades locales, la alteración de ecosistemas acuáticos y la pérdida de biodiversidad.

La salvación que no fue

Merece una breve mención a la energía nuclear que surgió en la segunda mitad del siglo XX como una posible solución al doble problema de la creciente demanda de energía y las preocupaciones ambientales. La energía nuclear es una fuente de energía limpia y estable, pero no libre de controversias ligadas a los accidentes, las armas y los residuos nucleares. Por esos motivos nunca llegó a alcanzar una porción mayoritaria de la matriz energética. (Si te interesa particularmente el tema, el año pasado hicimos una mega entrega al respecto).

Hasta aquí entonces tenemos el escenario más o menos hasta el cambio de milenio. El siguiente gráfico de Our World in Data nos muestra cómo fue la evolución de la participación de las diferentes fuentes de energía a lo largo de los siglos. Más detalle acá.

Así llegamos al nuevo milenio con una matriz energética global compuesta de la siguiente manera: biomasa tradicional 10%, carbón 22%, petróleo 35%, gas 20%, nuclear 6%, hidro 6%. Estos datos son del 2000.

Si bien ya había algo de renovables, ninguna tecnología alcanzaba el 1%. Pero eso pronto iba a cambiar. En 1995 se realizó la primera cumbre internacional específica de cambio climático y el proceso de transición energética empezó a acelerarse.

Pero la forma en la que eso comenzó a suceder y los desafíos que plantea a nuestras sociedades -construidas sobre la abundancia energética-, y que ya no contemos con la infinidad de esclavos energéticos que nos brindaban los combustibles fósiles quedarán para la próxima entrega.

En los news que vienen vamos a seguir profundizando sobre la cuestión energética y la transición, si tenés dudas, sugerencias o recomendaciones de material para incorporar en los newsletters, ¡más que bienvenido!

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Te mando un abrazo enorme, nos leemos la próxima.

Eli

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.