Rafael Correa desde Bruselas: “Los libertarios no tienen la más mínima idea de cómo funciona la sociedad”

El expresidente de Ecuador describe la situación de su país en medio de los apagones y la inseguridad. Noboa, Milei, el narcotráfico y su rol desde un largo exilio en Bélgica. ¿Cómo está su movimiento para la elección presidencial 2025? ¿Qué opina de la decisión del Departamento de Estado de negarle la entrada a EE.UU?

Rafael Correa Delgado fue presidente de Ecuador entre enero de 2007 y mayo de 2017. En 2022, Bélgica le otorgó asilo luego de ser condenado en 2020, en plena pandemia y a distancia, por presunto cohecho. Correa siempre desmereció la sentencia alegando persecución política sobre él y su movimiento político. Es innegable la vigencia que todavía tiene su armado electoral, que llegó a tres ballotages de forma consecutiva: con Lenin Moreno, quien se divorció del correísmo tras llegar al Palacio de Carondelet; y con Andrés Arauz y Luisa González, quienes perdieron en manos de Guillermo Lasso y Daniel Noboa, respectivamente. Si el correísmo es una fuerza viva, pujante ―incluso con su máximo líder exiliado― también lo es el anticorreísmo, que en segundas vueltas lo ha vencido en las últimas dos oportunidades.

“Logramos dejar al país como el segundo más seguro de América Latina. Más que Argentina y solo superado por Chile, que tiene el doble de ingreso per cápita que nosotros”, le dice a #MundoPropio en un conversatorio virtual en el que Cenital es el único medio no ecuatoriano. “Yo no he visto destrucción tan rápida en un país en épocas de paz, en democracia, sin bloqueo, sin guerra”, enfatiza sobre el momento actual, destacando el desmantelamiento del sistema de seguridad integral. “No hay voluntad de combatir el crimen. Si no, díganme, ¿qué gran capo de la droga está preso? La fiscal está involucrada en el narcotráfico y la aplauden porque persigue a los correístas. Entonces, tenemos en este momento un narcoestado”, dice.

Correa es una máquina de tirar títulos periodísticos, incluso a riesgo de sonar repetitivo. Lo aprendió conduciendo todos los sábados un programa llamado Enlace Ciudadano, en el que comunicaba las obras de su gobierno durante cuatro horas ininterrumpidas. Aquellas sabatinas, como le decían en Ecuador, se convirtieron en un clásico: duraron más de quinientos episodios. De la misma época fue el recordado Aló Presidente, de Hugo Chávez, con quien tuvo un vínculo cercano. Fue un momento de ebullición política en el continente: la emancipación parecía ahí, a la vuelta de la esquina, y los nubarrones que no tardarían en llegar todavía no se veían en el horizonte.

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Las marcas del exilio aparecen durante toda la charla. Cuando lo consulto sobre su rol concreto en un momento latinoamericano donde Lula da Silva volvió a la presidencia de Brasil; Cristina Fernández de Kirchner busca la conducción del Partido Justicialista de Argentina para desde ahí intentar conformar una alternativa más amplia frente a Milei; y Michelle Bachelet reaparece en los sondeos en Chile, Correa responde con algo de fastidio: “No me pidan más de lo que puedo dar. Estoy al otro lado del mundo, llevo siete años de persecución. Hago lo que puedo, pero ya también tienen que hacer los demás dirigentes allá en Ecuador. Yo sé que esto no es lo políticamente correcto, pero esperen de mí la verdad”.

Después de eso se muestra abierto al diálogo con otras fuerzas cuando agrega: “buscaremos siempre la mayor unidad”, aunque advierte que sectores de la izquierda ecuatoriana están infiltrados por la CIA ―pagados, dice― o son corruptos. “Si nuestro objetivo es el bien común, sacrificar principios y valores por ganar una elección es absurdo”, resume.

El clan Noboa y los apagones

“¿Qué es lo que ha pasado? Que está destrozado el parque termoeléctrico porque no le dieron ningún mantenimiento en los últimos siete años. Ustedes pueden tener un Mercedes-Benz nuevo, último modelo, pero si lo van a manejar alcohólicos, no le van a poner aceite, no le van a dar ningún mantenimiento, va a ir por los peores caminos, después de dos o tres años va a estar destrozado”, resume su perspectiva Correa sobre la actual crisis que, hace meses, impacta en la dinámica cotidiana de los ecuatorianos, como contamos en #MundoPropio tras el plebiscito de abril.

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“Esto no es solo culpa de Noboa, pero también culpa de Noboa. Porque si hubiera sabido qué hacer, si no hubiera engañado a la gente, desde el primer día hubiese intervenido el parque termoeléctrico y no tendríamos crisis. Hay suficiente capacidad térmica para respaldar al parque hidroeléctrico en época de estiajes fuertes”, cuenta en relación al nivel bajo de agua respecto de la sequía.

Mientras se extendían los apagones de las últimas semanas, Daniel Noboa hizo una aparición peculiar: se vistió de traje blanco para condecorar a su propio padre, el empresario bananero y múltiple candidato presidencial Álvaro Noboa. El hombre de 73 años recibió de su hijo la condecoración de la Orden Nacional Al Mérito, en el grado de Gran Cruz, una de las más altas distinciones del Ecuador. “Mi padre es un hombre digno, trabajador, que no solo dejó huella como empresario, filántropo y político, sino que también fue un padre entregado. Su legado es un compromiso con el servicio a nuestro país, un legado que siempre llevo conmigo. Me enseñó que es posible enfrentar tormentas con el puño en alto”, fueron las palabras que eligió el joven Daniel, de 36 años, para describir su vínculo con Alvarito, como lo llaman a pesar de ya ser un hombre de avanzada edad. La imagen daba cuenta de una desconexión entre la figura presidencial, su entorno, y la ciudadanía. El consultor Decio Machado afirma que la gestión de Daniel Noboa se basa en la estrategia de la campaña permanente, que significa una sustitución de la comunicación gubernamental ―modelo enfocado en la generación de consensos e informar a la ciudadanía― por una prolongación de la campaña electoral.

“No puedo verlo, a esa hora me cortan la luz”, es un comentario de un usuario en el chat del canal de YouTube de la influyente comunicadora Alondra Santiago, hoy exiliada en la Ciudad de México. Santiago, nacida en Cuba pero con casi dos décadas en suelo ecuatoriano ―donde trabajó en varios medios nacionales― recibió meses atrás un comunicado de la cancillería ecuatoriana en el que se anunciaba la revocatoria de su visa. No es la única que se ha ido durante el gobierno de Noboa: el socio fundador del medio digital La Posta, Andersson Boscán, y la periodista Mónica Velázquez solicitaron asilo en Canadá, denunciando la persecución del crimen organizado y del propio Estado, particularmente la Fiscalía General y los cuerpos de inteligencia. “En Ecuador el periodismo se desenvuelve en un clima de creciente autocensura, hostilidad e inseguridad por el auge de las bandas criminales y cárteles de narcotraficantes, así como por la multiplicación de agresiones, amenazas, atentados y hasta asesinatos”, enumera el informe de Reporteros sin Fronteras 2024 sobre el grado de libertad de prensa a nivel global. El país sube treinta puestos en el ranking en apenas un año: de 80 a 110 sobre un total de 180 países, alarmante crecimiento que, por cuestiones temporales, no llegó a documentar la salida de Ecuador de Santiago, Boscán y Velázquez.

Para combatir la inseguridad, Correa dice que no alcanza solo con mayor institucionalidad, presupuesto para la fuerza pública, inteligencia y tecnología: ese combo tiene que venir acompañado de desarrollo humano, reactivación económica, empleo, acceso a la educación y a la universidad. “Oportunidades para todos, sobre todo para nuestros más jóvenes”, es una demanda que resalta. Incluso destaca que es en ese segmento etario donde, a contrapelo de una tendencia regional, su fuerza política tiene buenas perspectivas: “entre los jóvenes tenemos un porcentaje más alto que el promedio de aceptación global. Es un mito que ellos no están con nosotros”, remarca.

Visas, virreyes y libertarios

“Los apagones lo están apagando”, me dice un colega ecuatoriano cuando lo consulto sobre el posible impacto de la actual crisis en la aceptación de Noboa. Correa intuye lo mismo en relación a la reciente decisión del Departamento de Estado de USA que le prohíbe al fundador del Movimiento Revolución Ciudadana pisar suelo estadounidense. “Yo no he pedido visa y de repente me sacan como no elegible. ¿Por qué será? Porque ven que su muñeco de cartón se desploma”, responde. La alusión muñeco de cartón refiere a la iconografía con la cual Noboa llegó al Palacio de Carondelet: repartió miles a escala en todo el país luego de hacerse conocido en el primer debate presidencial, cuando apenas orillaba el 3% de intención de voto. “Pero meten a toda mi familia, con nombre y apellido. Saca otra declaración el sinvergüenza del embajador, Arthur Brown, en español, dando nombre y apellido a mi familia”, se envalentona. “Volvieron a ser los virreyes en nuestros países”, dice.

El Correa antiimperialista es una marca registrada: retiró la base militar de Manta con un discurso enfocado en la soberanía nacional. Eran momentos latinoamericanos en los que el presidente colombiano Álvaro Uribe negociaba con su par Barack Obama el acceso norteamericano a siete bases militares en suelo colombiano. Más cercano al paradigma uribista, Noboa acaba de enviar a la Asamblea Nacional un proyecto de reforma constitucional para poder reestablecer bases militares en territorio ecuatoriano, algo que prohíbe la Constitución sancionada en 2008 en Montecristi durante el auge del correísmo. De aprobarse el proyecto de Noboa, cuya argumentación destaca que fortalecerá la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia, deberá ser aprobado o rechazado a través de un referéndum que podría coincidir con la elección presidencial.

“Si creyera que la política de derecha, el neoliberalismo, nos diera desarrollo, sería neoliberal. No busco satisfacer mitigaciones mentales, busco el bienestar. Pero hablar de neoliberalismo, de competencia, de individualismo, en la región más desigual del planeta es poco menos que demencia”, dice en crítica al credo libertario que se instaló en el Cono Sur tras el triunfo de Javier Milei. “No tienen la más mínima idea de cómo funciona la sociedad humana”, afirma, crítico de la idea de que no se requiere maquinaria estatal. “Si nadie paga impuestos, todo estará peor: no habrá defensa, no habrá Policía, no habrá control, no habrá nada. Es una locura esa tontería”, sigue, para luego defender las ideas de la acción colectiva y la búsqueda de la igualdad de oportunidades en materia de educación y salud.

Entre el optimismo y el pesimismo

En el dirigente que más tiempo gobernó Ecuador de forma ininterrumpida ―diez años, cuatro meses y nueve días― conviven diversos mundos: el militante enfático más optimista y voluntarista, confiado en la posibilidad de rehacer Ecuador; y el economista-académico estructuralista más pesimista, consciente del gran poderío mediático-empresarial que enfrenta (los poderes fácticos, los llamará una y otra vez). Así se explican las oscilaciones de ánimo en las respuestas. El expresidente de Ecuador discute la idea de que el electorado nunca se equivoca. “Si eso fuera cierto, el crucificado hubiese sido Barrabás, no Jesucristo. Pero el pueblo fue manipulado por los sumos sacerdotes”, dice haciendo una analogía con los medios de comunicación masivos, centrales en toda su estrategia discursiva. “Si hay gente que prefiere votar por un chico de cartón, ¿qué podemos hacer al respecto? No podemos ponernos en esas payasadas nosotros”, desliza contra la espectacularización de la política.

El paso del tiempo también influye: Correa ya no es aquel de 2010, que enfrentaba una intentona golpista y en simultáneo se abría la camisa como macho-alfa de Guayaquil. “Todo el mundo envejece, porque han pasado muchos años. Yo nomás veía un video de Barack Obama, a quien conocí personalmente, tratando de apoyar a Harris. Y lo vi envejecido, supongo que yo he envejecido lo mismo”, asume el paso de los años abrazando las canas de otro cuando un colega ecuatoriano lo consulta en relación a una hipotética vuelta al país con pelo más blanco y algunas libras de más.

Correa bromea: “la televisión engorda, tengan cuidado”.

Vaya al gimnasio. Gimnasio, caminata — le dice el colega.

No, bicicleta. Lo que pasa es que acá (en Bruselas) todo depende del clima. Y ya cambió: hace frío, llueve. Es durísimo para mí eso. Soy flojísimo para el frío. Pero en verano sí, porque además se come menos por el calor. Y se come fresco, ensalada. Ahorita estamos en otoño, hace frío y es más difícil hacer ejercicio al aire libre. Porque en un gimnasio, eso me aburre.

Hace unos días, el periodista Xavier Lasso ―hermano del banquero expresidente― lo consultó sobre el exilio de Juan Domingo Perón, que recién tras largos dieciocho años pudo regresar a Argentina. Sus colaboradores le recomendaron leer la bibliografía de Perón en el exilio. “Gracias por animarme, no me animes tanto”, le contestó jocoso en esa nota Correa al Lasso comunicador. Este hizo la cuenta y expuso que todavía le faltarían once años lejos de su país.

Uno de los orgullos de su presidencia es la reversión del flujo migratorio: ante la mejora de los indicadores económicos y de seguridad, los ecuatorianos comenzaron a volver. Hoy sucede lo contrario. Ante las múltiples crisis, la gente deja el país. Pero Correa no deja de pensar en un hipotético retorno: «Sentiría emoción, alegría obviamente infinita de estar en mi tierra», dice ante la pregunta. Para eso deberá apostar primero a una victoria de Luisa González, su candidata por segunda elección consecutiva. No la tendrá fácil en las elecciones de febrero de 2025: además de Noboa emerge la candidatura de Jean Topic, el ultra ecuatoriano que casi ingresa al balotaje pasado. Es decir, dos derechas, como pasó en Argentina con el macrismo y Milei, o en la primera vuelta de San Pablo con Nunes y Marçal.

“La nube de esta tragedia es grande, es pesada, pero no es eterna”, concluye la nota. La versión militante se impone a la académica en el tramo final de la conversación. ¿Qué pasará en febrero en Ecuador?

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Se dedica al periodismo político internacional desde hace más de una década. Es politólogo y magíster en Estudios Sociales Latinoamericanos (UBA). Escribió el libro "Lula, de la cárcel a la presidencia". Es hincha y socio de San Lorenzo.