Por qué ni Milei (ni nadie) podrá implementar los vouchers educativos: 11 puntos para entenderlo

Las razones por las cuales no es posible ejecutar la medida que propone el candidato a presidente de La Libertad Avanza.

El tema de los vouchers educativos o “sistema de libre elección de escuelas” es tan complejo que lleva tres clases en el curso de posgrado sobre sistemas educativos comparados. Por eso, van 11 puntos esquemáticos para entender de qué se trata y por qué Javier Milei no los podrá implementar (ni nadie) en la Argentina bajo su (posible) presidencia.

  1. El sistema de vouchers educativos se basa en que los fondos de educación del Estado no van a la oferta educativa (salarios, edificios, becas, útiles) sino a la demanda: cada familia recibe un vale (voucher) que equivale al dinero de la escolarización de cada uno de sus niños.
    Con ese voucher, cada familia elige la escuela que quiera para sus hijos (pública o privada; cerca o lejos; religiosa o laica; progre o conservadora; con disciplina férrea o con inteligencia emocional; rosista o sarmientista, tecno o anti-tecno, etc.) de acuerdo a sus preferencias, por eso el sistema también se llama de “libre elección de escuela”. Si es una escuela pública, entrega el voucher y nada más; si es privada, deberá pagar un “copago”. Dato interesante: con el voucher se acabarían en la Argentina los subsidios a las escuelas privadas.
  2. Ese dinero sigue al alumno por lo que si una familia está disconforme puede llevarse el hijo y su voucher a otra escuela. Las escuelas, por tanto, dependen de la elección de las familias. Si una escuela (pública o privada) pierde alumnos al punto de no sostener sus costos, cierra.
    Según la teoría, se genera competencia entre escuelas para captar alumnos y por eso también se denomina “cuasi-mercado educativo”: las escuelas compiten como si fuera un mercado pero con financiamiento estatal. La idea es que la competencia genera incentivos a mejorar la calidad de la educación y a una inversión en la escuela más eficiente.
  3. El referente original del sistema de vouchers educativos fue el economista liberal Milton Friedman en unos pocos párrafos de un libro que publicó junto a su esposa pero sus propuestas de política pública fueron muy generales y poco prácticas. Hacia 1988 dos autores norteamericanos, John Chubb y Terry Moe, publican el trabajo icónico más serio, con fundamentos estadísticos y políticos: habían sido los asesores estrella de la reforma pro mercado de Margaret Thatcher.
    Pero no todo es neoliberalismo y derecha: también hay propuestas de vouchers por izquierda: en 1993 el economista post marxista Herbert Gintis propuso un voucher “igualitarista” que aseguraba incorporar lo mejor del mercado y lo mejor del Estado.
  4. Hay muy pocos países con sistema de vouchers educativos y la mayoría se implementaron entre los 80 y principios de los 90: Chile, Nueva Zelanda, Suecia y poco más. Holanda es la excepción porque tiene un sistema muy parecido al de vouchers desde 1919. Nótese que se trata de países con perfiles sociales y políticos muy diferentes entre sí: en Chile fueron implementados en 1981 por Pinochet; Suecia y Holanda son países con estado social fuerte (Suecia, el país más justo del mundo ¡tiene vouchers!) y Nueva Zelanda que tiene un modelo clásicamente ortodoxo (“neoliberal”). No parece haber un patrón ideológico muy marcado.
    Si bien es cierto que estos países son relativamente exitosos en términos de evaluaciones internacionales de los aprendizajes (Chile está por encima de la media latinoamericana) a muchos otros países les va muy bien sin vouchers. O sea, la evidencia es controversial y no está claro si les va bien a causa de los vouchers. Algunas investigaciones han sostenido que la libre elección de escuelas genera mayor segregación socioeconómica, pero hay países sin vouchers que tienen igual o mayor segregación socioeconómica en sus escuelas. En fin… nada es concluyente ni determinante.
  5. En Estados Unidos no hay sistema de vouchers aunque hay fundaciones y estados que sortean becas para que las familias puedan pagar la escuela privada que elijan. Los llaman “vouchers” pero no cumplen con los requisitos de un cuasi mercado: el nombre es una forma de promocionarlos, pero nunca fueron implementados. Donald Trump lo había prometido en su campaña presidencial y para eso nombró a cargo de la educación de su gobierno a Betsy de Voss, una referente de la movida pro mercados en educación, pero durante su gobierno no avanzó absolutamente nada. Veremos por qué.
  6. Hoy no hay ningún país del mundo que avance hacia un sistema de vouchers. Fue una corriente de los 80 y principios de los 90 que se agotó. Incluso el Banco Mundial y la OCDE, basados en los datos de las pruebas PISA, se posicionan en contra de estimular vouchers. La vida te da sorpresas.

¿Por qué un presidente argentino no puede implementar vouchers?

A diferencia de la propuesta de dolarización de la economía, la dificultad para aplicar un sistema de vouchers en la Argentina no radica en problemas técnicos o en las consecuencias sino en su imposibilidad fáctica, que se remonta 180 años atrás.

  1. Hoy un Presidente no puede establecer un sistema de vouchers educativos porque según la Constitución de 1853 (con sus reformas de 1860 y 1994) la educación depende de cada una las provincias, no del gobierno nacional. Es decir, para instalar un sistema de libre elección de escuelas se debería modificar el artículo quinto de la Constitución Nacional, desempoderar a las provincias, nacionalizar la educación y cambiar el esquema de coparticipación federal de impuestos. Este fue el mismo motivo que inhibió a Trump: el carácter federal del sistema educativo.

Pero si aún así quieren hacerlo, hay algunas opciones algo menos lisérgicas:

  1. Opción A: Dinamitar el Ministerio de Educación de la Nación y todo ese gasto transferirlo a las familias de la Argentina. Técnicamente no sería un voucher sino una“beca”, pero nos sacamos el gusto. La dificultad es que todo el dinero nacional hoy disponible para repartir entre alrededor de 10 millones de estudiantes serían unos irrelevantes $3.000 por mes… y su única utilidad como voucher sería ayudar muy poquito a pagar la escuela privada.
  2. Opción B: Semi dinamitar el Ministerio de Educación y con ese dinero establecer acuerdos pro vouchers con provincias incentivadas por mayor financiamiento nacional vía vouchers. La dificultad es que dada la exigua cantidad de dinero de la Nación destinada a la educación (y suponiendo la obviedad de que los que proponen voucher no quieren aumentar el gasto público) solo unas pocas provincias con pocos estudiantes podrán postularse voluntariamente a la aventura. Además, faltaría una burocracia nacional muy grosa para coordinar el desbole, así que cuidado con lo que semi-dinamiten.
  3. Opción C: Des-dinamitar el Ministerio de Educación e inyectarle muchos más recursos para volver a crear y gestionar escuelas nacionales en cada provincia como lo dispuso la Ley Lainez en 1905. Una dificultad adicional de este escenario absurdo es que en la Argentina de 2023 (a diferencia de la de 1905) la educación ya no está en expansión acelerada por lo que este sobre financiado al sector nacional sería muy chico hasta que la gente lo prefiera más y se aumente el gasto o se baje el valor del voucher.
  4. Rezar para que semejante desbole salga bien en sus términos, sea bien implementado de acuerdo a su esencia y además tenga efecto positivo en la inclusión y la calidad educativa: la evidencia es controversial porque no está claro si el virtual éxito relativo de los países con vouchers se debe a los ellos o a otra cosa.

En resumen, constitucionalmente hoy es imposible y las opciones subóptimas son tan complicadas legal, política y sobre todo financieramente que resultan cuasi lisérgicas. Sólo una buena presentación en power point las puede hacer parecer sensatas.

Pero claro, esto es Argentina.

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Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella. Académico Asociado de Argentinos por la Educación.