Pablo Fazio: “No hay industria del cannabis sin empresas”

Pablo Fazio es el presidente de Argencann, la Cámara Argentina del Cannabis que reúne productores, laboratorios y servicios profesionales para la industria. Plantea los desafíos en la creación de una industria en la que el Estado contribuyó con las primeras regulaciones, pero, según él, se metió “de más” como un productor y competidor de la iniciativa privada.

Cenital: Empezamos este especial con la pregunta sobre por qué o cómo nace un mercado, buscando experiencias de otros países, viendo que surge muy atravesado por la política en el sentido de que está asociado a un derecho, a una disputa por las libertades individuales, ¿no? Y en ese sentido con el Estado Nacional muy involucrado. 

Pablo Fazio: Bueno, eso es una particularidad de Argentina, ¿no?

¿Uruguay no tuvo algo en ese sentido?

Uruguay lo tuvo en función de la producción de cannabis con fines recreativos, para la venta en el sistema de farmacias. Pero en forma paralela habilitó la producción privada a través de los clubes que, si bien no es una producción de comercialización, es un sistema donde los usuarios se podían acercar y, con un fee, sostener un club y abastecerse. Pero metiéndonos en el tema de la nota, Argentina de alguna manera es presa de su historia. 

¿En qué sentido?

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

La particularidad que tiene este desafío enorme de construir una industria nueva en Argentina tiene la complejidad adicional de que es un mercado regulado. Porque tampoco existía el mercado de las puntocom en los 90. Pero al no ser un mercado regulado eran las fuerzas del mercado las que lo hacían. Cualquiera que se quería meter ingresaba a riesgo, invertía, perdía o ganaba plata. No había un Estado ahí interviniendo más que desde la prestación de los servicios de telecomunicaciones, que sí era un mercado regulado. Creo que lo que hay que hacer es separar la discusión de la agenda de derechos, de libertades civiles, de la agenda de desarrollo económico. Separar los debates porque sino terminás debatiendo nada. Si cuando estamos por poner en marcha una industria en Argentina empezamos a hablar de “basta de presos por plantar” es difícil mantener una conversación ordenada sobre desarrollo regional. Es una ensalada en la que cada uno habla de lo que le interesa y no llegamos nunca a un acuerdo. 

¿Y en la agenda del desarrollo productivo cuál debería ser el debate? 

La paradoja que tenemos es que cuando se tomó la decisión de poner la agenda de desarrollo económico de cannabis como un tema, como un eje de desarrollo potencial para Argentina, los objetivos eran generar una agenda de inversión, producción, generación de empleo, desarrollo regional y diversificación de la matriz productiva de muchas provincias. ¿Y cómo se expresa eso? A través de una multiplicidad de empresas públicas en un Estado que está totalmente devastado, desfinanciado, con una agenda interminable de deudas y de cuestiones pendientes en seguridad, infraestructura, educación y demás. Y el Estado está poniendo plata para meterse en la industria del cannabis. Es un disparate total, a mi juicio. Porque además colisiona con los objetivos que estabas persiguiendo. 

¿Por qué?

Si vos querés invitar al capital privado a invertir en Argentina, ¿qué garantía le estás dando si los primeros actores son todos estatales? Los privados no van a competir con el Estado porque está de los dos lados del mostrador en esta industria: es regulado y regulador. Yo soy un empresario y voy a trabajar en las condiciones que haya, creo en esta industria, pero no voy a dejar de señalar estas cosas que, desde mi punto de vista, son incoherentes. Estamos en un momento dificilísimo de la coyuntura financiera argentina, acabamos de congelar el ingreso al  empleo público y no hay municipio en el país que no quiera armar una empresa del Estado para producir cannabis. Es un poco delirante. 

¿A qué le adjudicás ese interés por tener empresas públicas?

A que los límites entre la política y los negocios son muy ligeros en Argentina. No me lo explico de otra manera. Si vos fueras gestor de políticas públicas, ¿realmente es la prioridad desarrollar un cultivo de cannabis en cada municipio del país? ¿Cuál es el impacto que va a tener en términos de generar inversión privada, empleo privado?

Probablemente sea negativo, ahora, ¿también hay una especie de corriente que por ahí exagera la potencialidad y habla de “una nueva soja” o “un nuevo petróleo”? Y nadie quiere quedarse afuera, por las dudas. 

Pero eso es un disparate también. Todas las empresas de cannabis del mundo están perdiendo plata. Todas. Las más grandes, las fondeadas por las corporaciones internacionales más poderosas están perdiendo miles de millones de dólares al año. Quemando stocks de flor. Porque es un mercado regulado, porque el mercado informal compite con el formal en desventaja. Creo que hay un enorme desconocimiento. Hay mucho voluntarismo, hay mucho discurso tribunero y pocos números. A mí me gustaría ver cuáles son los planes de negocio concretos que tienen esas empresas. ¿Cómo se piensan desarrollar? ¿Cómo van a ser sostenibles a cinco años? ¿Cómo se van a expandir regionalmente? Porque si el objetivo es tener flores para hacer aceite y regalarlo no hace falta tener cultivos. Para atender la demanda legítima de acceder a tratamientos de cannabis para la población no hace falta hacer todo eso. El Estado perfectamente podría articular con el sector privado, hacer una licitación, acceder a productos de calidad y a través de sus sistemas de asistencia – el PAMI, la Asociación Nacional de Laboratorios públicos, el sistema público de salud – podría ofrecer en forma gratuita esos medicamentos. Sin necesidad de entrar en inversiones que no tienen ningún sentido desde el punto de vista productivo. Me parece que detrás de ese discurso de favorecer el acceso se ocultan otras intenciones. 

Vos además de productor sos el presidente de ArgenCann, que funciona como cámara de empresarios de cannabis, ¿por qué decidieron agruparse en una cámara?

Armamos esa cámara cuando éramos muy poquitos, éramos cinco locos que no teníamos ni siquiera marco regulatorio, ni ley, para poner en marcha una industria. Y nos juntamos con el objetivo de impulsar eso y trabajamos mucho para que salga una ley como la que se aprobó este año. Ese era nuestro objetivo cuando éramos cinco y hoy ya somos cerca de doscientos. 

¿Y qué perfiles hay? 

Hay de todo. Tenemos laboratorios privados. Laboratorios como Natufarma, una pyme de Esperanza, Santa Fe, que es uno de los laboratorios de extracciones vegetales más importantes de Argentina. Está Farmacity, el laboratorio Géminis, laboratorios de control de calidad. Hay gente que se dedica a la producción de luces leds para cultivos, sustratos para las plantas, gente que hace y construye invernaderos, gente que presta servicios profesionales para la industria: marketing, publicidad, servicios legales, contables. Hay cultivadores también, gente que viene del mundo de los grow shops. Es una cosa muy heterogénea, es como la Biblia y el calefón, está el cultivador al lado de Farmacity. Pero sí, es lo que somos, esta industria es un poco así.

¿Es un poco la cadena de valor que está funcionando hoy en la industria?

Es la cadena de valor que esta industria supuestamente viene a despertar. Hay actores que son preexistentes, como los cultivadores, gente que venía trabajando con temas de semillas, o quienes tenían invernaderos, hacían sustrato para las plantas. Y hay actores nuevos que ingresan a la industria. Porque, obviamente, hasta que la industria no existe formalmente, con estatus legal, ningún jugador formal como un laboratorio de 50 años de actividad se va a exponer a participar de una industria que es ilegal porque tiene mucho para perder.

¿Y cómo es esa convivencia entre “los viejos” y “los nuevos” actores? 

Genera muchas tensiones porque hay gente que viene de la militancia del cannabis, de hace 20 años y cree que esa tarea le da legitimidad para decir que este es su momento. Y que los actores de la industria son ellos. Y está la gente que viene de otros lugares, como yo, que soy un empresario que viene de otra actividad, que nunca cultivé cannabis en la ilegalidad, pero vi en esto una oportunidad de negocios. Me interesó, me desafió, me generó la posibilidad de aprender y bueno, me entusiasmé y me volqué a esto. Pero como estoy yo hay un montón de otra gente. No estamos viviendo una experiencia muy diferente de la que pasó en todo el mundo. Yo valoro mucho toda la trayectoria, la militancia y la necesidad de avanzar en la despenalización del consumo adulto. Si no hubiera existido esa militancia difícilmente se hubiera podido llegar al punto que estamos hoy. Pero eso no significa que ahora no reconozcamos que las reglas de juego cambiaron. Si no reconocemos que tenemos la posibilidad de armar una industria formal, legal, nos vamos a arrinconar, vamos a estar debatiendo cosas diferentes. Cuando mezclamos derecho, acceso, autocultivo con poner en marcha una industria en Argentina para mi la pifiamos. No digo que una agenda suplante a la otra pero no estamos hablando de lo mismo. 

¿En qué momento está hoy la industria del cannabis en la Argentina? 

En un estado recontra germinal. Tenemos una ley que todavía no está ni siquiera reglamentada. Eso supone la complejidad de no saber cómo va a hacer la gente para poder producir legalmente. No hay condiciones de acceso todavía. Si yo soy un empresario y quiero dedicarme a cannabis, ¿cómo hago para aplicar para una licencia? ¿Qué me van a pedir? ¿Cuánto me van a cobrar de tasas? ¿Voy a tener que pagar tasas municipales, provinciales, nacionales? No se sabe. 

¿Y la ley?

Es un marco, unas reglas de juego generales pero después las reglas particulares se desconocen. Lo único que se sabe es que los proyectos que ya están autorizados, en el marco de la 27.350, van a tener un sistema de acceso especial porque de alguna manera ya tienen un derecho adquirido. Porque si no todas las empresas del Estado, Cannava, Misiofarm, Agrogenética Riojana, los proyectos que ya están autorizados, que son 35 o 40, tendrían que hacer todo de nuevo. Esos actores ya van a estar en la cancha jugando porque parten de un lugar distinto. Pero el resto de la gente que quiera participar de este mercado todavía está esperando saber cuáles van a ser esas condiciones. Es una tarea bastante compleja hacia adelante porque, a diferencia de las puntocom o de cualquier otra actividad no regulada, todo lo que puedas comercializar va a depender de lo que el Estado determine. Qué se puede hacer, que no, qué uso, qué destino le vas a poder dar a la materia prima: alimentos, bebidas, veterinarios, suplementos dietarios. Cada uno de esos nichos de mercado verticales genera una demanda agregada. Entonces, en la medida en que vos digas: no, la única demanda agregada real que tiene Argentina es el uso medicinal para humanos, que es lo que dispone la ley de cannabis medicinal, eso es un universo bastante estrecho de posibilidad de uso. Y eso supone una demanda agregada relativamente pequeña. Con lo cual, si vos generas la posibilidad de que la demanda agregada real sea limitada, ¿con qué criterio el regulador o la agencia va a otorgar dos mil licencias de cultivo? Esos dos mil tipos que van a producir, ¿a quién le van a vender la materia prima si en Argentina solamente se permite hacer especialidades medicinales? Terminan todos fundidos. Hay que terminar con la falsa ilusión de que cualquier producción de flores, de materia prima, sin agregarle ningún valor en Argentina la van a poder exportar al mundo como si fuera soja. Eso no va a suceder. 

¿Por qué?

Uruguay exportó en todo concepto el año pasado siete millones de dólares de flor. Un número irrisorio. Colombia, desde el 2013 hasta la fecha, recién el año pasado empezó a poder exportar flor y muy poquito. Y no es porque Uruguay o Colombia hicieron mal las cosas. Es porque el mercado en el mundo es un mercado regulado. Y todavía hoy, en el mundo, la venta de cannabis es como la venta de estupefacientes. 

Si la exportación de flor no es algo para pensar, ¿dónde ves el potencial de Argentina en esta industria? 

Creo que Argentina tiene posibilidad de meterse en el mercado de los edibles (comestibles), sobre todo lo todo lo que son los productos infusionados. Hay un mercado ahí que ha venido creciendo en Estados Unidos. Con sus complejidades, porque también Estados Unidos es un mercado regulado que todavía no tiene regulación federal. Creo que el uso de cannabinoides en alimentos, bebidas, veterinarios y demás representan una oportunidad de negocio. Obviamente hay que hacer una cosa de investigación y desarrollo, sobre todo para lo que son productos, construir una marca, hacer productos de calidad. Argentina es un país agroalimentario, perfectamente lo puede hacer. Para eso hay que incorporar los cannabinoides en el Código Alimentario, dejar que esos productos se empiecen a comercializar y se pongan a prueba en el mercado interno para después poder exportar. Pero hay una oportunidad importante. En todo lo que son productos farmacéuticos también. Argentina tiene una industria farmacéutica muy prestigiosa y hay una oportunidad de vender productos farmacéuticos al mundo, tanto especialidades medicinales como esta nueva categoría que sacó el Ministerio de Salud ahora que es el producto vegetal. Falta la reglamentación de ANMAT, pero probablemente si ese producto sale, con el sello de que es un producto autorizado por el organismo, nos da a nosotros una oportunidad de participar. ANMAT es institucionalmente muy importante desde el punto de vista regulatorio en el mundo. 

¿Y hay potencial para industrias en paralelo al desarrollo del cannabis? 

Absolutamente, todo lo que es desarrollo de insumos para la cadena de valor del cannabis. El desarrollo de IOT que son placas para automatización de invernaderos en Argentina, que además tiene toda una cuestión de utilización de la industria del conocimiento para el tema de cultivos. También tenemos alguna trayectoria en eso en cultivos tradicionales que podríamos aplicar a cannabis y tener una oferta de esos productos. Es una apuesta. Va a depender mucho de lo que hagamos nosotros, de generar condiciones de manera exitosa en Argentina. Yo pongo en valor mucho el rol del Estado pero en donde le toca estar. Siendo inteligente, siendo regulador, acompañando a la industria con programas de financiamiento, de fomento. Si el Estado hace eso inteligentemente y apuesta no al cultivo y la exportación de la flor sino a incentivar los encadenamientos productivos, la generación de valor agregado en torno a la industria, tenemos una oportunidad. Va a depender mucho de lo que pase en materia de regulaciones. En todo el mundo, no solo acá. Mientras más Estados se sumen a la posibilidad de tener al cannabis como una actividad legal en sus países e incorporen al cannabis en alimentos, bebidas, veterinarios y Argentina venga desarrollando eso, todos esos son mercados en los que Argentina va a poder potencialmente introducir sus productos. Creo que la apuesta en todo momento, cuando se empezó a trabajar la ley, que se trabajó con el equipo de Kulfas en el Ministerio de Desarrollo Productivo, la discusión fue en torno a esto. Siempre lo que se pretendía era avanzar en esta mirada. Pero bueno, esta mirada en algunos casos se contrapone después con la realidad. 

¿En qué sentido se contrapone?

Cuando ves cuáles son los actores que empezaron a ser autorizados y cuál es la preponderancia que tiene el Estado en la agenda del cannabis. En Argentina me parece que son realidades que colisionan. Sobre todo en términos de inversión. A mí me ha tocado hablar con infinidad de gente de Estados Unidos. Y, más allá de los quilombos que puede tener Argentina con su macroeconomía, desde afuera les resulta difícil de comprender. Cuando a todo eso le agregás que quieren invertir en cannabis y el hijo del gobernador tiene una empresa, el otro gobernador quiere tener su empresa, se preguntan dónde se están metiendo. El mundo está pidiendo a gritos inversión, sobre todo después de la guerra. No hay inversión de riesgo en el mundo, se congeló. Argentina está necesitando inversión en forma desesperada. Todos los países de la región se están posicionando para tratar de jugar en este mismo mercado. ¿Cuál es el incentivo que le da Argentina a ese capital para que venga? Capital que necesitamos, divisas, inversión extranjera directa en Argentina. No es dando estos mensajes. Esa es mi perspectiva personal, con honestidad intelectual. 

Decías al principio que las empresas grandes de esta industria están perdiendo plata. ¿A qué se debe, es por el contexto mundial?

Si están perdiendo plata es porque tomaron malas decisiones. A veces los fracasos se explican por cuestiones de contexto y muchas veces porque uno toma malas decisiones empresariales. Si vos hiciste previsiones de que ibas a vender un millón, de manera voluntarista, sin tomar datos de la realidad, de cuánto es la tasa de conversión del mercado legal e ilegal, y te stockeaste durante cinco años, no le podés echar la culpa a la regulación. Hay una parte que se explica por malas decisiones y una parte porque se generó la expectativa de que, en materia regulatoria, las cosas iban a avanzar mucho más rápido de lo que avanzaron. Sin ir más lejos, en Estados Unidos durante toda su campaña electoral, Joe Biden prometió la legalización del cannabis para consumo adulto y todavía estamos esperando. Cuando ganó Biden volaron todas las acciones de estas empresas porque dijeron ahora se legaliza el mercado y explota. No pasó nada de eso. Las empresas muchas veces para posicionarse anticipan inversiones, contratan, arman depósitos, sistema de cultivo y producen con una expectativa. Y si la expectativa después no se cumple perdés plata y el precio de las acciones se ve castigado. Los números de la industria hoy están en rojo en todo el mundo. 

¿Hay lugar para la innovación en esta industria? 

Yo creo que sí. Está todo por hacer. Desde el punto de vista de desarrollo de genéticas. Registrar semillas, como la posibilidad que abrió Argentina, es un hecho inédito. Es súper de vanguardia a nivel mundial, hay muy pocos países que permiten eso. Nosotros tenemos genetistas. Hay un proyecto muy lindo de unos chicos que están haciendo edición CRISPR para sacarle el THC a las semillas. Eso es una experiencia inédita en Argentina. En genéticas de cáñamo, en generación de maquinaria agrícola orientada al procesamiento de cáñamo, el cáñamo como alimento en sí mismo, hay lugar para la innovación. La semilla de cáñamo se prensa y de ahí sale un aceite que se usa mucho en gastronomía y está muy de moda en el mundo. Podríamos producir eso y exportar, no nos falta nada para hacer esa conversión y generar valor. La utilización de la biomasa de cannabis o el desecho de la planta para transformarla en un alimento balanceado para forraje. Hay un montón de cosas para hacer. Depende de la creatividad de cada emprendedor. Hay que generar condiciones para empujar eso. Ahora, estar en esta instancia y arruinarlo por ejecutarlo mal sería muy penoso. No hay industria sin empresas. Busquemos alguna experiencia exitosa en el mundo donde se haya puesto una industria de la mano del Estado. No la hay. Yo entiendo, el Estado se metió porque al principio quizás no había otra forma de hacerlo, pero ahora cambió. No podemos seguir apostando a eso. 

¿Los privados podrían suplantar eso que está haciendo hoy el Estado?

El Estado para mí tendría que estar garantizando el acceso a un producto de calidad y accesible. A través de los sistemas de asistencia que el Estado ya tiene. Tener 20 empresas de cannabis, una en cada provincia, y una multiplicidad de empresas municipales, en lo personal, me parece que no es el camino. No es el camino si lo que queremos es que venga el mundo a invertir en Argentina para poner esta industria en marcha.

Decías que hay que mirar los ejemplos de otros países, ¿qué experiencias destacás? 

Uruguay fue un país pionero y hay que poner en valor ese pionerismo. Pero así y todo sufrió una interminable cantidad de tropiezos. Ha sido un camino de espinas, el de poner esta actividad en marcha. Colombia el año pasado hizo una revisión regulatoria muy valiosa. Porque se habilitaron muchos de estos usos que hablamos antes y la exportación de flor seca está dando sus primeros pasos. Portugal es un país que a mí personalmente me gusta mucho. Y después hay algunas de México que son interesantes. Hay un fallo de la Corte Suprema de Justicia respecto del tema de la despenalización que está bueno y puede llegar a crear el mercado legal más grande del mundo, sacando a EEUU que no tiene regulación federal.

Soy politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Soy co editor del sitio Artepolítica. Nací en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vi muchas veces Gladiador.

Estudié sociología en la UBA y ahora estoy trabajando con datos. Soy parte del Centro de Estudios de Cultura Cannábica (CECCa) y dirigí la Primera Encuesta de Personas que Usan Cannabis en Argentina.