Nueva York establece protecciones a los trabajadores de delivery

La ciudad estadounidense sacó una ley que busca resguardar a quienes se desempeñan en plataformas como UberEats, Doordash y GrubHub.

Hola, ¿cómo estás? 

Se terminó septiembre que a mí se me pasó lentísimo, sobre todo en términos de días y salario: o el mes fue muy largo o mi salario es muy bajo, pero algo pasó. Estoy preocupada por la plata, los gastos y los escasos ahorros, así que para salir de mi burbuja voy a hablar de unos que la tienen difícil en serio: los trabajadores de delivery. 

Hace algunas semanas vi la película Sorry We Missed You, de Ken Loach. Hace años había visto I, Daniel Blake, sobre un hombre que no puede trabajar por un accidente y correspondiente problema de salud y su periplo intentando cobrar el seguro de desempleo y lidiando con un sistema de bienestar (el inglés) que no te considera un ser humano. La película era un puñal directo al corazón. Dado que hace un tiempo que vivo en Londres pensé en hacer una retrospectiva de Ken Loach, pero después de ver Sorry We Missed You un domingo a la noche cambié rápidamente de idea. Honestamente, Loach te destruye y me hizo acordar a este chiste acidísimo de Quino. 

Sorry We Missed You no cuenta nada nuevo, pero verlo todo junto es realmente muy duro. Trata de un hombre que se queda sin trabajo y luego de buscar y no conseguir nada empieza a trabajar de repartidor de delivery. Para eso vende el auto de su mujer y se compra una van. Su mujer usaba ese vehículo para ir a casas de personas mayores a las que cuidaba y acompañaba -un trabajo particularmente importante en el contexto inglés, en el que 2 millones de personas de más de 75 años viven solas-. Su trabajo también es por horas o símil, sin un empleador real y corriendo de un lado a otro. Sin auto, tiene que tomarse el colectivo y correr aún más entre lugares. El protagonista empieza su trabajo, trabaja cada vez más y no le alcanza la plata. Su no-empleador tiene un control total sobre su agenda, su tiempo y su vehículo -esto es clave porque es uno de los criterios para definir si alguien es autónomo o empleado y se ve en casos judiciales reales sobre estas relaciones laborales escondidas-. Su agotamiento físico y mental empieza a afectar su vida familiar -para mal, obviamente-. Algo interesante es que muestra los problemas de la masculinidad tradicional en jaque: el padre no logra ser proveedor material y eso lo frustra, sumado a que su hijo adolescente desafía su autoridad todo el tiempo y él responde con cada vez más violencia, con la madre ocupando el rol típico de mediadora y calmando los ánimos. La vida familiar se deteriora, mientras que la vida de pareja es nula -no hay tiempo ni ganas para el amor en un contexto de angustia material y cansancio físico permanente-. La película va mostrando todo esto y generando una angustia que es creciente y al tiempo estable. Esto es, no hay grandes shocks ni vueltas de tuerca, no pasan cosas tremendamente malas, sino que la situación es de una desgracia constante y eso es lo más angustiante de todo. No hay salida. 

Todo esto como introducción a una relativa buena noticia: la ciudad de Nueva York estableció protecciones a sus trabajadores de delivery. Veamos. 

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Trabajar como repartidor

Nueva York es un mercado enorme para el delivery de comida. La pandemia solamente lo exacerbó. El COVID multiplicó la demanda vía estas apps y las ganancias de las empresas (UberEats creció casi un 200% en 2020), al tiempo que aumentó la cantidad de gente dedicada a repartir comida (se calcula que ahora son 80.000, la mayoría inmigrantes) y extremó para mal sus condiciones de trabajo. No solo porque ponían en riesgo su salud cada vez que salían a la calle, sino porque, por ejemplo, eliminó la posibilidad de usar baños públicos o de restaurantes (estaba todo cerrado).  

Una encuesta a 500 trabajadores de delivery realizada por el Instituto de Relaciones Laborales de Cornell y el Workers Justice Project mostró cosas que no sorprenden a nadie. Un salario medio por hora inferior al salario mínimo local: 12.21 (contando las propinas) contra 15 (acá podés ver el estudio que dio estos datos), que solo se logra trabajando seis días a la semana (es el caso de ⅔ de los trabajadores) y para varias apps. El 85% de los trabajadores además tienen a este como su trabajo principal (o sea, lo del part-time y adicional que les gusta decir a los CEOs de estas apps no coincide con la realidad de la mayoría) y sufren el acoso permanente del algoritmo y sus ratings: no pueden rechazar trabajos y están a merced de la satisfacción de los consumidores (de ánimo cambiante). El 42% reportó que durante la pandemia o no les pagaron, o les pagaron tarde, o les robaron las propinas. Que las empresas les roben las propinas a los repartidores me resulta un hecho imposible de juzgar con palabras. Capitalismo 2021, sos todo lo que prometiste ser. 

La legislación

En un paquete de seis leyes, el gobierno de la ciudad de Nueva York estableció protecciones básicas a los trabajadores de delivery de empresas como UberEats, Doordash y GrubHub. Entre otras medidas, se establece un pago mínimo, prohíbe a las empresas cobrarles a los trabajadores para acceder a su dinero (?!), las obliga a hacer públicas sus políticas con respecto a las propinas, no les deja cobrarle los materiales a los trabajadores (ejemplo, las bolsas para llevar comida) y limita la distancia de viaje de los repartidores -es decir, ahora los trabajadores pueden rechazar viajes sin temor a ser castigados-. También obliga a los restaurantes a ceder el baño a los repartidores (un problema permanente para los trabajadores de delivery que es retratado también en Sorry We Missed You cuando el protagonista hace pis en una botella de plástico). 

Nueva York es la primera ciudad de Estados Unidos en sacar una ley así, aunque no es la primera en hacer algo por las condiciones de los trabajadores. Uno de los legisladores, Corey Johnson, dijo de modo grandilocuente: “Nueva York será ahora la primera ciudad del país en asegurar que los trabajadores de reparto no sean explotados, asegurar que las personas sean tratadas con dignidad y respeto, que reciban su salario y que no sean explotadas por estas corporaciones multimillonarias». Sabemos que la vara está baja, pero legislar que no te pueden robar las propinas y salir a cantar victoria revolucionaria. En fin. Las empresas también se mostraron conformes con la ley, diciendo que dar estos derechos era correcto y de “sentido común”. La pregunta que sigue es por qué no lo hicieron originalmente y por iniciativa propia, pero bueno. Lo cierto es que la ley, si bien no terminó de ningún modo con la explotación -lo siento, Corey Johnson- es un gran paso. 

El sindicato 

Algo interesante es que la ley fue escrita junto con el sindicato Los Deliveristas Unidos, un gremio de trabajadores en su mayoría inmigrantes. En su página se puede saber más sobre ellos, pero algo que me interesó particularmente es leer cómo ellos atribuyen la explotación que sufren diariamente a dos cosas. Uno, que la mayoría de los repartidores son inmigrantes, con poco conocimiento de inglés y posiblemente poco capital cultural. Lo dicen directo: las empresas se aprovechan de esto para confundirnos y robarnos. Dos, el status de autónomos en vez de empleados, que les impide el acceso a beneficios, además del derecho a formar un sindicato, tener días de licencia por enfermedad y varias cosas. Es decir, LDU la tiene clara. 

El otro día mientras leía sobre esta nueva ley pensé que las mayores victorias sindicales están sucediendo en la economía de plataformas, y eso no es poco. O sea está todo mal, pero los trabajadores se están organizando. 

El del estribo 

  • Acá podés leer el reporte completo de la encuesta a los 500 trabajadores de delivery de comida en Nueva York. 
  • Ya compartí este episodio del podcast de Ezra Klein en el que entrevista a Jamila Michener, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Cornell, pero vuelvo a hacerlo porque viene muy al tema. La Dra. Michener explica cómo nuestro confort (ejemplo, pedir comida desde nuestro celular y que llegue en menos de una hora) está basado en la pobreza de muchos y estamos totalmente acostumbrados a que sea así. 
  • Acá un especial de The Verge sobre las condiciones de trabajo de los repartidores. 

Gracias por llegar hasta acá.

Un abrazo,

Jimena

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Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.