Milton Romani y la experiencia uruguaya: “Además de reducir daños y proteger derechos, tiene una ventaja económica indudable”

Uruguay sigue siendo referencia en materia de política de drogas. La legalización del cannabis para todo consumo planteó desafíos y se encontró con obstáculos que conversamos con Milton Romani, exsecretario general de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay.

Hace casi diez años, el Congreso de Uruguay tomó una decisión revolucionaria en materia de política de drogas: legalizó el consumo de cannabis para todo tipo de uso, incluyendo el recreativo. La noticia tuvo un impacto mundial. Milton Romani fue secretario general de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay y ex representante permanente ante la OEA y uno de los impulsores de la legalización de la marihuana. Ahora es asesor del equipo de política de drogas del presidente colombiano Gustavo Petro. Diez años después, conversó con Cenital sobre los avances, los retrocesos y los desafíos para los países del mundo en la implementación de un nuevo enfoque sobre la política de drogas. 

Cenital: El año que viene se cumplen diez años de la legalización de la marihuana en Uruguay para consumo recreativo. ¿Qué balance hacés? 

Milton Romani: Hago un poco de historia porque tiene que ver con los fundamentos de la ley y la marcha del mercado regulado. En el 2008, Uruguay ingresó como miembro pleno a la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas y ya llevamos 6 períodos consecutivos. La primera batalla diplomática y política que dimos ahí no fue por la regulación, no fue por el derecho de Uruguay a regular el mercado o a variar la forma de controlar las sustancias, sino que promovimos una declaración que fue muy resistida, copatrocinada por Argentina, Bolivia y la Unión Europea pero con gran resistencia de otros países donde el prohibicionismo es fuerte.

¿En qué consistía esa declaración?

La intención de Uruguay era promover la debida integración de los organismos y los instrumentos de Derechos Humanos a la política de fiscalización de drogas. Cito esto como antecedente porque en el 2013 el presidente Pepe Mujica lanza la idea de legalizar o regular la marihuana, pero en Uruguay ya había una corriente, una movilización de la sociedad civil y una estrategia respecto a la política de drogas. Que se sintetiza en esta batalla política que dimos y que, para mí, es una es un eje fundamental sobre el que reposa la idea de los mercados regulados de drogas. Y le añadiría algo que se terminó de sintetizar en la Asamblea General Extraordinaria de Naciones Unidas de 2016: que las políticas de drogas tienen que estar abordadas desde una óptica de Derechos Humanos, de género, de salud pública y desarrollo humano sustentable. 

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¿Ese es el abordaje actual?

No es el abordaje hegemónico en el mundo, pero poco a poco avanza. Y creo que el debate que se dio en el 2013 en el parlamento uruguayo ayudó.

¿Por qué?

Uruguay tiene algunas tradiciones liberales, de los buenos liberales no de los liberales de pacotilla que son muy liberales para la economía pero para la política no tanto. El debate de la ley que envió el Poder Ejecutivo fue muy bueno y la ley es muy buena. Muchos diputados opositores, el actual Secretario de Drogas del presidente Lacalle Pou, fundamentaron a favor. Algunos incluso votaron en contra por disciplina partidaria pero legisladores del partido blanco, del partido colorado, fundamentaron a favor. El hecho de que se haya decidido continuar con esta política de regulación de drogas, en el actual gobierno, habla mucho de la continuidad de las políticas públicas y de cómo se pueden asentar bien los bloques ideológicos. Porque esto es ideología también. 

¿Y la sociedad acompañó?

Las encuestas de opinión siempre son muy discutibles pero cuando se aprobó la ley, los niveles de apoyo en la opinión pública eran muy bajos, no llegaban al 25%. El mes pasado (por junio), la consultora Cifra publicó que el apoyo a la ley y al mercado regulado es del 48%. Eso es un primer dato. Sobre todo en medio de una corriente prohibicionista, de rigidez ideológica y de apoyo a una tesis represiva tan grande como lo hay en el terreno de la seguridad ciudadana y una intención de parte de muchos sectores de la Policía de volver a los viejos hábitos. Es muy significativo que la opinión pública se haya convencido que esta ley ha sido buena. También fueron importantes algunos gestos de la política en ese momento. Con Julio Calzada, que era el anterior secretario de Drogas, fuimos los primeros que nos fuimos a registrar en el Instituto de Regulación y Control de Cannabis (IRCCA, creado por la ley de 2013). Yo no consumo cannabis, pero fue una señal de confianza en la ley. 

¿Cómo funciona el mercado regulado de cannabis?

Hay tres vías para el acceso: autocultivo, clubes cannábicos o compra en farmacia. El usuario de cualquiera de las tres vías tiene que hacer un registro previo. Esa información tiene todas las garantías del habeas data pero es un tema muy discutido aún hoy y con razón. ¿Por qué tengo que registrarme aún cuando el Estado me garantice la privacidad de mis datos? El actual secretario de Drogas dijo que eso hay que revisarlo. De la misma manera que se va a revisar la posibilidad de que el mercado se amplíe a aquellos turistas que vienen al país y tienen que tener los mismos derechos que tenemos los habitantes y residentes.

¿Cuántos registrados hay hasta la fecha? 

Actualmente, hay más de 70.000 usuarios registrados entre las tres modalidades. En la página del IRCCA se actualiza de manera constante esa información. Piensen que este es un país de tres millones y medio de habitantes, es un porcentaje muy alto de inscriptos. Ese registro demuestra, en primer lugar, la confianza de los usuarios de cannabis en la ley y en el sistema de registro. Seguramente esos no son todos los usuarios y habrá quienes no se registren pero la proporción de registrados es muy alta. Y, por otro lado, demuestra también que son 70.000 usuarios que no concurren al mercado ilícito, que consumen lo que yo llamo el “cannabis charrúa». Porque es un cannabis controlado, mucho menos dañino que el prensado porque está producido con garantías agropecuarias y en una óptica de reducción de daños. Nosotros empezamos sacando variedades muy bajas de THC, ahora ya está en 9% de CBD, siempre sacamos con CBD. Y es probable que salgan otras variedades con mayor variedades de THC.

¿Qué dificultades tuvieron para implementar la ley? 

De distribución. Nosotros elegimos las farmacias como centro de distribución. Fue el centro de farmacias el que nos vino a plantear la idea porque les interesaba como producto de venta, como negocio. Pero se retiraron muchas al principio.

¿Por qué? 

Porque tuvimos el bloqueo de algunos bancos que, obviamente, respondían a las reglas de la banca norteamericana. Y lo tuvimos que resolver, como decía mi tío, “tirando con la panza para adelante”. Se resolvió, primero, cobrando en efectivo en las farmacias, en vez de a través de los bancos. Después los bancos bajaron la presión un poco. Entre otras cosas, porque hay un lobby de bancos en EEUU que está promoviendo la legalización de la marihuana a nivel federal, porque se dieron cuenta de que el negocio solamente de la recreativa, en el estado de Washington, arrojó siete mil millones de dólares. Y los bancos no quieren perderse ese negocio, entonces empezaron a trabajar para captar esa renta. Con una aclaración: los bancos igual captan renta de venta de drogas actualmente, por mecanismos de lavado de dinero. Ustedes habrán visto que cada tanto aparecen multas. Los bancos no se pierden nada y no huelen el billete a ver si tiene olor a cocaína. Si es billete es billete. 

¿Entonces por qué harían lobby a favor de la legalización?

Porque se han incrementado los controles, fundamentalmente después de la crisis de 2008, de parte de la GAFI y de la OCDE, que no permiten seguir con tanta tranquilidad en la cuestión del lavado de dinero, la huida fiscal. En eso Argentina tiene una historia, nosotros en Uruguay también. Los centros del capitalismo mundial dijeron: esto puede ser atractivo en el corto plazo pero en el largo nos puede generar una crisis sistémica. 

¿Ese bloqueo de los bancos fue desde el principio?

Fue a partir de que empezamos a vender en farmacias. Mientras habíamos habilitado los autocultivadores y los clubes no pasaba gran cosa. Pero el tema se volvió noticia mundial cuando abrimos la venta en farmacias. Ahí los bancos se pusieron más duros. Hubo algunas farmacias a las que les cerraron las cuentas. Pero bueno, después se calmaron un poco. Se cobra de otras maneras, aumentó la cantidad de farmacias. 

¿Y de ese obstáculo qué enseñanza sacaron?

Me animo a decirlo como recomendación: se pueden elegir otros puntos de venta, incluso algunos dispositivos que vendan solamente marihuana o como en algunos lados que venden tabaco y marihuana. A mi la farmacia me parecía un excelente lugar porque era una señal de reducción de daños, de política de salud y además se podía hacer prevención. La ley uruguaya no permite competencia de precios, ni de THC ni puede estar a la vista el producto y obviamente no se puede vender a menores. La segunda enseñanza es que estuvimos lerdos, como dice Pepe Mujica, con la producción del cannabis medicinal. Unos nabos de primera porque nosotros largamos en punta y después tuvimos una cantidad de problemas a nivel fundamentalmente del Ministerio de Salud Pública. 

¿Por qué?

Porque estas cosas están atravesadas por reglamentaciones internacionales pero además rigidez de mentes que atraviesan el Estado y llegás a tener verdaderos bloqueos para aceptar el cannabis medicinal. Ni hablar del cáñamo industrial: no se necesitaría ninguna ley en ningún país para la producción de cáñamo industrial, si no tiene psicoactividad como para estar prohibido. Sin embargo, en muchos países no se hace nada por el prejuicio, el mito o el miedo de que te incauten las semillas en la aduana y tengas que ir a explicar que no es psicoactivo. 

¿Uruguay está produciendo cáñamo industrial? 

Sí, actualmente se está produciendo, vendiendo, exportando. Se han generado puestos de trabajo. Pero hubo un momento donde deberíamos haber potenciado más. Porque ahora seguimos exportando flor, o sea, seguimos la ruta de los países que venden materia prima en vez de vender productos industrializados. De todas maneras, es bueno para Uruguay haber abierto un nuevo rubro de exportación donde antes no lo había. Este es uno de los atributos que tiene cualquier iniciativa de mercado regulado. Si queremos convencer a la opinión pública tenemos que explicar que, además de reducir daños y proteger derechos de las personas, tiene una ventaja económica indudable. 

¿Cómo es el proceso para invertir y empezar a producir?

En el proceso uruguayo todo pasa por la aprobación del Estado: licitaciones y concesión de licencias. Esto yo lo considero una ventaja. Lacalle Pou dijo en una entrevista con la BBC una burrada: que él no estaba de acuerdo porque era un liberal y el Estado no tenía por qué producir. El Estado uruguayo no produce: otorga licencias para quien quiera producir. Es increíble que el presidente no lo sepa. Él tiene que hacer un equilibrio en este tema con las partes liberales y las partes ultraconservadoras de su espacio político. Pero esto es muy importante: la ley no prevé que el Estado uruguayo produzca. En determinado momento el Estado uruguayo otorgó un lugar y las primeras semillas, pero después licitó tanto licencias de investigación como de producción del cáñamo. Todo está licitado te diría con un sistema bastante engorroso.

¿Y por qué decías que hay una virtud ahí? 

Yo estoy de acuerdo en regular los mercados. Porque el mercado quizás sea una de las sustancias más adictivas y peligrosas. El Estado tiene que regular el mercado de marihuana porque es una mercancía a la cual tienen derecho los ciudadanos y ciudadanas pero que tiene sus riesgos. Por lo tanto, tiene que haber un equilibrio entre otorgamiento de derechos, reducción de daños y lo que una autora mexicana, Rebeca Calzada, llama “gestión del placer”. La gente tiene derecho al placer y es algo que en general no se habla cuando se toca el tema drogas. 

¿Ves algún riesgo de retroceso en este tema con el gobierno de Uruguay? 

No. Cada tanto recibimos una embestida, el otro día hubo un parlamentario de Cabildo Abierto que planteó que había que derogar la ley. Pero la ley tiene soportes sociales y políticos grandes incluso dentro de los bloques conservadores. El hecho, además, de que haya empresas privadas, de que sea una oportunidad de desarrollo económico, que brinde ganancias, genere puestos de trabajo paraliza cualquier iniciativa conservadora. Actualmente hay más de 30 empresas privadas registradas. Pero además otra cuestión: cuando vinieron los medios internacionales a filmar las colas en las farmacias, porque teníamos pocas y todo era novedad, se dieron cuenta que en las filas no había todos zombies o rastafaris, sino una diversidad de usuarios. Y eso rompió el prejuicio. El temor que se había generado era el del aumento del consumo. La Universidad Católica, junto con la Universidad de Nueva York, hicieron un estudio acerca de cómo se había incrementado el uso y encontraron que aumentó en la misma proporción que el promedio del resto de los países donde no es legal. Así que se cayó ese mito de que el mercado regulado genera una mayor consumo porque cae la percepción de riesgo.

En algún momento había estadísticas de que quienes estaban más involucrados con el uso de cannabis iban más por el lado de los clubes y la venta en farmacias iba más para adultos mayores, para gente con alguna patología específica. ¿Es así?

Algo de eso hay. Dedicarte al autocultivo lleva su tiempo, su esfuerzo. Pertenece más a una especie de militancia cannábica que está muy bien. Los clubes ya son otra cosa, la exquisitez de la producción, donde se nuclea la militancia cannábica fuerte. Para mucha gente es más fácil ir a la farmacia. Incluso para el que es usuario habitual es mucho más práctico. Por eso creo que ha sido buena esta cuestión de abrir tres vías de acceso en la misma ley. Yo recomiendo que esté el acceso al cannabis de uso adulto, el medicinal y el cáñamo industrial. Creo que tiene una integralidad que vale la pena pero, claro, en todos los países no se puede hacer y cada uno avanza por donde puede. 

Vos recomendarías legalizar los tres a la vez. 

En política de drogas aprendimos hace mucho tiempo que cada traje es a medida. Esta pretensión de las convenciones internacionales de poner una misma concepción de control de drogas para todo el mundo sin tener en cuenta las peculiaridades es una burrada brutal. 

Esta estrategia que usó Uruguay para el cannabis, ¿puede servir para otras sustancias? 

A mi cuando me consultan suelo decir que no recomiendo las mismas reglas para todos. Ahora estoy colaborando con el gobierno de Petro en Colombia porque tienen la intención de resolver el problema de la hoja de coca y de la cocaína que me parece muy importante. Ahora, ellos han utilizado una cosa que se llama el empalme, que es una consulta con las comunidades indígenas y campesinas, con los usuarios, que a mi me parece fabuloso. Entonces, Colombia buscará un mecanismo especial y particular para ver cómo regular el mercado de la hoja de coca. Y después tendrá que desarrollar una consulta internacional, un acuerdo global para ver cómo regulan la cocaína. Lo que digo es que hay una tendencia general a regular las sustancias de otra manera distinta al esquema prohibicionista cuya expresión más brutal en América Latina ha sido la guerra contra las drogas. Eso está terminado. EE.UU. acaba de aprobar en varias ciudades y en el estado de Oregon la legalización de los psicodélicos. Con una regulación que asegure el cuidado de la salud, el derecho al placer y que no invada el derecho de las terceras personas yo creo que es un camino inteligente. Porque lo otro es seguir alimentando agencias represivas que retroalimentan a las organizaciones criminales. Aunque no haya connivencia (que la hay) regulemos con el Estado y que haya participación de la sociedad civil. Bajo esos principios generales, cada sociedad decidirá. 

¿Y Uruguay qué decidió?

Uruguay tenía una tradición, repito, muy liberal. Nunca estuvo penalizada la tenencia para uso personal de ninguna droga, no solamente de cannabis. Te podían encontrar con heroína y si era para uso personal no hay penas. Uruguay hace mucho tiempo legalizó la prostitución, hay un registro en el Ministerio de Salud Pública, que es una discusión al interior del feminismo. Se legalizó el juego. Estatizamos el alcohol en un momento, después vino el liberalismo y lo liberó. Entonces, en base a esas tradiciones, tenemos una tradición muy estatista en Uruguay. El problema que tienen los neoliberales en Uruguay es que implantar la libertad total del mercado les cuesta porque la gente sigue siendo cliente de la telefónica estatal. Quieren meter a Claro y a Movistar pero Antel sigue siendo importante. 

¿Y eso cómo se explica?

Porque la gente confía en el Estado, en que no es tan ineficiente como dicen por allí. Las empresas públicas siguen siendo estatales y la gente lo vive como propio. Esas son las características uruguayas. Creo que sobre eso caminó la regulación y la legalización. Y también sobre la movilización y participación de la sociedad civil. Esto no se hace solamente con los políticos en el Parlamento. Se hace también con sociedad civil, con organizaciones de Derechos Humanos. Yo se los dije en Washington cuando fui embajador: las organizaciones de Derechos Humanos deberían estar más involucradas en este tema porque si hay un tema en el que se violan los derechos humanos es en la guerra contra las drogas. Tendrían que ser parte de la movilización a favor de la regulación de este mercado. 

Soy politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Soy co editor del sitio Artepolítica. Nací en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vi muchas veces Gladiador.

Neuquina por nacimiento y amor eterno. Periodista de las de escribir: en diario, revistas y web. Editora en Cenital. Autora de "Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino" y de "Entre dos ríos". Tiene tatuada la lengua de los Rolling Stones.

Estudié sociología en la UBA y ahora estoy trabajando con datos. Soy parte del Centro de Estudios de Cultura Cannábica (CECCa) y dirigí la Primera Encuesta de Personas que Usan Cannabis en Argentina.