¿Lula? De Corinthians

Verdugo de Boca en la Libertadores, el Timao sueña con el título el mismo año en que podría volver el PT al gobierno de Brasil.

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El juez Sergio Moro, del estado de Paraná, lanzó la condena: nueve años y medio de prisión. Lula esperaba en una sede del Sindicato de metalúrgicos. Dormía en una cama incómoda. Diez mil personas aguantaban los trapos alrededor del edificio. Se negociaba cómo sería su entrega. La derecha brasileña pretendía una escena amarilla de esposas y de humillación. Dos días duró la pulseada, hasta que, el 7 de abril de 2018, el presidente de Brasil entre 2003 y 2011 inició los 19 meses en que estaría recluido. Al día siguiente, estaba estipulado que diera declaraciones a la prensa. Se demoró. No se hizo. Sus razones las explicó en las redes sociales: “Disculpen por no dar la conferencia. Necesitaba ver a Corinthians derrotar a Palmeiras”. El volante Maycon había convertido el último penal de la final del Campeonato Paulista. Su grito demostraba que la sensibilidad de un gol puede superar a un campo de juego y a un Tribunal injusto.

A Lula lo parieron en 1945, en Pernambuco, el noroeste. Siete años más tarde, su familia se mudó a Santos, una ciudad portuaria pegada a San Pablo. En 1954, el Timao conquistaba el Paulista. El fútbol en Brasil se organiza diferente al del resto del mundo: se juegan, por un lado, los campeonatos estaduales y, después, el Brasileirao. Hace apenas dos décadas que el torneo nacional le ganó la pulseada a los internos. Más en la ciudad más poblada del continente, en la que hay proporcional cantidad de personas y de equipos resonantes. Aquel título enamoró al ahora retador de Jair Bolsonaro en los comicios del 2 de octubre. Un amor que jamás logró romperse.

Veintitrés años demoró Corinthians en obtener otro título. Se teorizaron maleficios y conjuros. La principal razón posee fecha: 7 de septiembre de 1956. A los quince años, debutó Edson Arante do Nascimento con la camiseta del Santos. Hasta 1974, permaneció en esa institución. Ganó veinte títulos nacionales, dos Libertadores y dos Intercontinentales. Ni la magia superior a la magia de Pelé, ni los tres Mundiales con la verdeamarela, le torcieron la pasión a Lula. Así lo explicó: “En 1955, Santos se puso de moda. Pero Corinthians es otra cosa. Es cuestión de espíritu porque ser corinthiano es ser la cara de la sociedad brasileña”.

El 10 de febrero de 1980, se fundó el Partido de los Trabajadores en Brasil en el Colegio Sion. Al mismo tiempo, Corinthians poseía la hegemonía del fútbol nacional. Su figura no era casual. Sócrates -llamado así por su padre, un intelectual que a otro de sus hijos lo nombró Sófocles- era un crack con los pies y con la cabeza. Tanto que esperó a recibirse de médico para dedicarse plenamente a su carrera como futbolista. Transcurrían los días finales de la dictadura en Brasil. El talentoso mediocampista -que utilizaba el toque de taco como parte de su léxico cotidiano sobre el césped- quedó en la historia por lograr que su equipo saliera a la cancha con una inscripción en la camiseta: “Eu quero votar para presidente”. Un tsunami de libertad, de arte y de participación política se cargaba sobre la camiseta de un equipo que se volvió un movimiento: la Democracia Corinthiana.

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Con Sócrates, Lula desarrolló una amistad que duró décadas. Cuando el mediocampista falleció a causa de una cirrosis, en diciembre de 2011, declaró con los ojos envueltos en lágrimas: “Se trató de un ejemplo de ciudadanía, de inteligencia y de conciencia política”. En diciembre de 2017, el MST (Movimiento Sin Tierra) inauguró una cancha en Guararema. Le pusieron Doctor Sócrates, como homenaje. Ya se sabía que comenzaba la animosidad judicial por sacarlo de la cancha. Sancionaron un penal y lo pidió el ex presidente. Lo metió, se sacó la camiseta y la tiró a la hinchada. En una aventura performática, el juez lo persiguió. Lo expulsó. Las tribunas gritaron: “Fora Temer”. Entre 2011 y 2015, Michel Temer ocupó el cargo de vicepresidente. Traicionó a Dilma Rousseff, fogoneando el impeachment con contenido de golpe de Estado y se instaló como presidente entre 2016 y 2018, fomentando la detención de Lula.

Nunca abandonó su pertenencia de amores. “Mis asesores son hinchas de Palmeiras. Son buena gente y los quiero, pero cuando jugamos en contra quiero que los aplastemos”, admitió en una entrevista. No fue durante su presidencia que Corinthians tocó el cielo. En 2012, de la mano de Tite, en una final contra Boca, el Timao obtuvo su primera y única Copa Libertadores. Una alegría que le dio vida. Apenas un mes antes, lo habían dado de alta de un cáncer de laringe. El mediocampista Ralf le regalaba el triunfo: “Es un hincha fanático y nada es más justo que dedicarle este triunfo tan importante”. Lula andaba tan emocionado por recuperarse y por campeonar que se impuso ir a ver la final del Mundial de Clubes contra Chelsea: “Si dios quiere, pretendo estar vivo para viajar a Japón”.

Su relación con Tite siempre fue extraña. Al juego de aquel equipo lo caracterizó como “arroz con porotos” por lo básico. El entrenador, sin embargo, junto a una comitiva, le llevó la Copa Libertadores. Con el tiempo, se desgastaron. Los separaba una visión de los hechos: el director técnico admitió que celebró el voto de la Corte Suprema que condenó a Lula a prisión. El actual conductor de la Selección de Brasil, sin embargo, aprendió de lo sucedido. Antes de la Copa América de 2021, recibió una invitación de Jair Bolsonaro para conversar. Se negó. Incluso, en una conferencia de prensa, planteó que no estaba de acuerdo con efectuar el campeonato en medio de la pandemia. Los seguidores virtuales del presidente le armaron una campaña en las redes sociales: #ForaTite #TiteComunista.

En sus días como jefe de Estado, mantuvo una especial cercanía con Carlos Tevez. En 2005, a cambio de 19 millones de dólares, Corinthians compró al crack de Boca. El iraní Kia Joorabchian se iniciaba como agente e intermediario -el último año se dedicó a tratar de cerrar el traspaso de Kylian Mbappé al Real Madrid-. Lo convenció al Apache de que experimentara un paso por Brasil antes de emigrar a Europa. Lo acompañaron en la travesía Javier Mascherano y Sebastián Domínguez. Ganaron el Brasileirao. Tan famoso se volvió Carlitos que Lula lo convocó al Palacio de Gobierno. Intercambiaron una 10 del Corinthians, abrazos y un pedido del presidente: “Muchas gracias por el título, pero en el Mundial de Alemania te pido que no juegues tan bien”.

No fue la única vez que un título de Corinthians se celebró con el presidente. En 2009, el Timao se dio el gusto de contratar a Ronaldo. El Fenómeno ya andaba de vuelta. Sus problemas de tiroides lo complicaban con un exceso de peso. Sin embargo, le alcanzó para enchufarse y vencer al Inter de Andrés D’Alessandro en la final de la Copa de Brasil. En el Palacio de Alvorada, residencia oficial, le organizaron a los campeones un banquete. Lula, radiante, se manijeó con las declaraciones: “El que no es corinthiano que se muera de envidia”.

Hubo un sueño que le quedó trunco. Durante una charla en 2003, en el Tango 01, Néstor Kirchner le hizo una propuesta. Proyectar un gran partido entre Corinthians y Racing, el día en que ambos equipos salieran campeones. Una forma de fraternidad entre vecinos. El mandatario argentino realizó el comentario, a propósito, delante del periodista Daniel Miguez. Que no pudo aguantarse la burla: “¿Cuántos mandatos piensan tener? ¿Se van a eternizar en el poder?”. Lula oyó con desconfianza el comentario hasta que el académico aclaró: “Olvidate, es hincha de Independiente”.

Si el fútbol es una manera de relacionarse, también es una construcción de amistad. En diciembre de 2021, Lula visitó Argentina. En un acto, recibió una camiseta de Racing con el 15 de Lisandro López y posó para la foto. También el año pasado se retrató con una casaca de Boca que le habían obsequiado. Un sentimiento que le quedó olvidado esta semana, cuando festejó la victoria por penales de Corinthians frente a los azules y oros por los octavos de final de la Copa Libertadores.

¿Quién dice que este año no vuelva a ser el de sus sueños políticos y futboleros?

Pizza post cancha:

  • El lunes, a las 19, en la Biblioteca Nacional, se presenta Soci∞s Eternos de Julián Scher, un libro que recopila 46 historias de hinchas de Racing, detenidos y desaparecidos en la última dictadura militar. No sólo no deben faltar porque lo escribió mi hermano sino porque existe el mito a comprobar de que en el bar de allí se sirve el mejor gin tirado de la Ciudad de Buenos Aires.
  • El miércoles, a las 19:30, en La cultura del barrio, presenta su libro el mítico Agustín Lucas, un exjugador uruguayo devenido en poeta. La dirección es Murillo 957 y el personaje es inconmensurable.
  • Este será el primer Mundial que se jugará en noviembre. Suelen ser entre junio y julio, por eso tanto aniversario por estos días. Junto a Nicolás Zuberman y Matías Petrone, hicimos para FIFA+ el archivo y los guiones de este documental de la participación de Messi en los mundiales. Les aclaro: les va a dejar una manija increíble. Lo encuentran acá.

Esto fue todo.

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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.