La primera línea de fuego: así trabaja el personal de la salud durante la pandemia

Más horas de trabajo, en peores condiciones y expuestos tanto al virus como a los prejuicios. Una radiografía de todo lo que sucede detrás de los aplausos de las nueve.

“Fiebre, arriba de 38.5. Tos. No podía creer la tos que tenía. Empecé a sentirme re mal. Creí que era una película de terror”. Lorena Benítez identifica con claridad cómo fue que se contagió de coronavirus en el sanatorio Chaco, en Resistencia, uno de los más grandes de esa provincia, el centro médico donde trabaja desde 2011. Lorena es separada, tiene 41 años, un hijo de 18 y una madre de 65, ambos a su cuidado. Quedó aislada más de un mes y todavía siente malestar. 

Las cifras de la primera semana de mayo indican que Chaco es la tercera provincia argentina con mayor cantidad de enfermos por COVID-19, después de Ciudad y Provincia de Buenos Aires, y más de la mitad es personal de la salud. En el país, esos trabajadores con coronavirus representan el 16,7% de los contagios totales, una alarma global para la Organización Mundial de la Salud (OMS)  

“Era fines de marzo –recuerda Lorena–. Hacía poco que sabíamos de la pandemia. Estábamos con cuidados livianitos. El barbijo, sólo cuando se creía que era muy necesario. Las autoridades del sanatorio nos decían que los usáramos poco porque casi no había. No me voy a olvidar nunca: ingresó un paciente y lo aislaron en la cama 17, una que habían separado para personas con posibilidad de coronavirus. Me mandaron a limpiar. Entré y vi al paciente con el barbijo mal puesto. Después lo vi que tosía y apenas respiraba. Y hablaba por teléfono con un familiar. Yo tenía barbijo pero limpié y salí rápido porque me recontra asusté. Al rato la enfermera lo trató como si nada y pensé ´Capaz soy una paranoica y está todo bien´”. 

El paciente murió al día siguiente. Fue una compañera de limpieza la que le avisó a Lorena que el hombre había fallecido por coronavirus. Volvió la paranoia. Decidió aislarse de su familia por precaución. Enseguida empezaron los síntomas y, una semana más tarde, la confirmación del contagio. Nunca nadie del sanatorio le advirtió el riesgo. Cuando llamó para reclamar y pedir ayuda, la mandaron a hablar con Salud Pública. Fue imposible comunicarse. 

¿Cúal es la situación del personal de salud?

La Argentina tiene cerca de 700 mil trabajadores de la salud. Hasta que comenzó mayo, los fallecidos por coronavirus que trabajaban en ese área eran 9, la mayoría con factores de riesgo previos. Sin antecedentes de viaje, los trabajadores contagiados eran 841. Si se suma los que habían viajado, el total da 863. El número de habitantes del país contagiados a esa fecha, 5020. 

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La repetición constante desde el Poder Ejecutivo nacional sobre la importancia de “achatar la curva de contagios” obedece a una necesidad de que la población se cuide lo suficiente como para no colapsar los centros de salud. Quienes trabajan en esos lugares están en la línea de fuego, todo el tiempo expuestos. Si se contagian, deben quedar aislados dos semanas, como cualquier ciudadano, y recién después vuelven a trabajar, pero, en el medio, se ausentan recursos humanos en el tratamiento de pacientes. 

“Fuimos convocados por el Ministerio de Salud de la Nación por su preocupación por la tasa de contagios en el personal. Muchas veces hay contagio por descuidos. Los médicos tenemos la tendencia de ir a trabajar enfermos y casi todo el personal de salud tiene pluriempleo. Si no, no llega a fin de mes. Eso aumenta los riesgos de llevar el virus de un lado a otro”, analiza Antonio Di Nanno, secretario general de la Asociación de Médicos de la Actividad Privada (AMAP). 

La cartera sanitaria nacional hace un seguimiento del contagio dentro del personal de sanatorios y hospitales. Si bien se difundió que la tasa de contagios en el personal era alta en comparación con otros lugares del mundo, no hay manera de respaldar tal afirmación. El secretario de Calidad en Salud del ministerio, Arnaldo Medina, da detalles: “El total es alto. Pero somos de los pocos países que, en el registro epidemiológico, notificamos los contagios de los trabajadores de la salud. Las cifras que hay a nivel mundial son de algunas muestran que toman. En algunas regiones de Italia están en torno al 10%. Hay regiones que están por encima, más cerca del 20, y en Estados Unidos están debajo del 10. Nosotros estamos más o menos en 16%, que es un dato que obviamente queremos mejorar”. 

El funcionario asegura que “son sobre todo contagios horizontales, es decir, entre trabajadores, por compartir ámbitos laborales o sociales; ha habido contagios en reuniones de trabajo habituales”, pero no lo atribuye a descuidos: “No hay que cargar las tintas sobre los trabajadores sino ver qué medidas se están tomando para evitar esta exposición”. 

La intención de disminuir la tasa de contagio puertas adentro de los edificios sanitarios llevó a intentar perfeccionar los controles a los trabajadores, médicos y no médicos, al ingresar a sus puestos. Entre las recomendaciones que el Ministerio de Salud de la Nación envió a todo el país, se propone que entren por una sola puerta, donde se les controle la temperatura corporal y se los interrogue sobre posibles síntomas, además de mantener distancia en áreas como el comedor, sumado a la importancia de que se utilice barbijo en todos los sectores del hospital. “Lo estamos planteando de manera unilateral para todo el país”, informa Medina.

¿Cómo prevenir mejor cuando existe el pluriempleo? Desde el ministerio intentan hacer acuerdos entre el sector público y privado para que el personal de la salud trabaje en un solo lugar y en un solo turno en este período pandémico.       

Jorge Gilardi, presidente de la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires (AMM), asegura que el personal está preparado: “Es un equipo de salud firme, concientizado, también con dudas, como está toda la población. Espera que llegue el pico, estirando esta meseta para que no nos avasalle la enfermedad en la salud pública, que es el gran miedo”. Pero advierte: “Una preocupación grande es si, en el momento justo, tendré el insumo justo”. 

La falta de insumos

No sólo en Chaco faltan insumos, como le pasó a Lorena, a quien la única mano se la dio la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA), el sindicato que la contiene. “Cuando todo esto empezó, pedimos a los sanatorios y clínicas que tomen todos los recaudos y cuiden a su personal y lamentablemente algunos hicieron caso omiso”, repasa Adrián Bellomi, secretario general de ATSA Chaco.

Desde que comenzó la pandemia, personal médico y no médico de centros de salud porteños protestó por la irregularidad en la provisión de Elementos de Protección Personal (EPP), que, según Gilardi, tras varias reuniones, parece empezar a acomodarse. El ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, responde: “Tenemos insumos suficientes. Los vamos distribuyendo hospital por hospital. Puede ser que algún día falte algo pero no es la regla”. El porcentaje de contagios del personal de la salud de la Ciudad es del 19%: el 30 de abril había un registro de 238 trabajadores infectados del total de 1.236 casos de COVID positivos. 

A los reclamos de insumos en ese territorio, se agregó la renuncia de dos funcionarios del gobierno porteño después de que se conociera, a través de la revista Noticias, la compra directa de quince mil barbijos a tres mil pesos cada uno a la compañía Green Salud, cuyo dueño, el empresario Ignacio José María Sáenz Valiente, mantiene negocios con Rodrigo Miguel, hermano del jefe de Gabinete de la Ciudad.

“Hay lo que hay. Yo creo que es bastante la cantidad, pero no suficiente. Es un problema mundial. En el sector privado es donde más problemas hay, aunque depende de la institución”, cuenta Di Nanno, de AMAP. “Tenemos las deficiencias de un sistema de salud fragmentado entre seguridad social, el sector público y el sector privado, cada uno con sus intereses. A la larga, el rol de rectoría lo debe ejercer el Ministerio de Salud, aunque los privados se nieguen por razones económicas. Si en algún momento el Estado necesita la cama de Swiss Medical, la tiene que poder usar. Después que se la pague a su dueño, Claudio Belocopitt, que fue el que encabezó la rebelión cuando el ministro nacional planteaba esto”, dice el secretario gremial de los médicos privados en referencia a la declaración de Ginés González García de comienzos de abril sobre la intención de decretar que fueran de interés público todos los recursos sanitarios de la Argentina. 

Las medidas más extremas que tomó el gobierno, como el aislamiento social obligatorio, apoyado por el Consejo Federal de Salud -que da voz a las provincias-, ayudó a ganar tiempo para preparar el sistema sanitario. Hoy el país está en mejor situación que hace algunas semanas en relación a las medidas de protección. Desde el ministerio nacional aseguran que creció la producción nacional de algunos insumos y se producen otros que antes se compraban afuera, como camisolines especiales o barbijos N95. “Hoy están los depósitos llenos y antes no”, confirma Medina. También fue importante que se abriera la ruta con China, que la aprovechan con vuelos sanitarios de Aerolíneas Argentinas el gobierno nacional y varias provincias, como Córdoba y Buenos Aires.  

¿Qué pasa en Provincia de Buenos Aires?

El mate no es el único hábito que los trabajadores de la salud debieron dejar de compartir con las nuevas medidas de prevención de contagios. También empezaron a saludarse de lejos y los momentos de descanso se volvieron un poco tensos. Así lo cuenta Miguel Camarano, 55 años, médico pediatra, empleado hace catorce años en una empresa de ambulancias de la zona sur de la Provincia de Buenos Aires. “Llevar tanta protección personal te impide una mejor relación con los pacientes. Casi no te ven, metido entre barbijos, guantes y camisolín. La relación se ha vuelto más distante y fría. No es bueno pero es lo que tenemos en este momento”, se lamenta.  

El porcentaje de contagios en el personal de salud de la Provincia es del 20,2%, por encima del promedio nacional, parecido a la Ciudad, Chaco y Río Negro. Juan Riera, director provincial de hospitales del Ministerio de Salud bonaerense encuentra una explicación multicausal: “La Argentina es uno de los países de más alta tasa de pluriempleo médico y de trabajadores de la salud. En Provincia y Ciudad de Buenos Aires se concentra el mayor porcentaje. Como la Argentina inició una cuarentena muy temprana y los médicos siguieron con libre circulación, el virus empezó a circular fundamentalmente en personal de la salud. Si la mayor cantidad de casos de coronavirus se concentran en la Ciudad y el conurbano bonaerense, se explica que los dos distritos tengan la tasa más alta de trabajadores de la salud contagiados respecto de las otras provincias”.

A través de un comunicado, Cicop (Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires) indica que las cifras bonaerenses son “alarmantes”. Reconocen que, “a fuerza de muchos reclamos”, lograron mejorar la provisión de insumos, pero aseguran que quedan lugares por abastecer.

La fábula de los espías cubanos y otros prejuicios

Un debate se abrió casi al comienzo de la pandemia, cuando se difundió que cerca de doscientos médicos cubanos llegarían a la Provincia de Buenos Aires para colaborar con la atención a pacientes. Entidades como la Confederación Médica de la República Argentina expresó su rechazo bajo el argumento de que no se les estaba solicitando a los profesionales extranjeros los mismos requisitos que a los locales para practicar su tarea. “Esto nace porque es conocida la capacidad que tiene Cuba de asistir, tiene un sistema de salud reconocido mundialmente, también de desarrollo de medicamentos”, se limitó a decir el gobernador Axel Kicillof en radio La Red.

«¿Por qué primero no repatriamos a los médicos y personal de salud argentinos que siguen varados afuera?», se preguntó en Twitter Patricia Bullrich, ex ministra de Seguridad y actual titular del PRO. Fernando Iglesias, legislador de Juntos por el Cambio, le pidió en redes al canciller Felipe Solá que trajera “a los médicos argentinos varados en el exterior y no a los espías cubanos”. 

Por si no alcanzaran las dificultades con que se encuentran los trabajadores de la salud a la hora de exponerse cada día a un riesgo físico, en el área metropolitana se difundieron en las últimas semanas decenas de casos de discriminación que padecieron en los edificios que habitan, donde algunos vecinos les pedían que no transitaran por áreas comunes, no usaran los ascensores, y hasta que se fueran a vivir a otro lado. 

¡NO APLAUDAN MÁS!

El fin de semana largo del 1 de mayo, profesionales de la salud privada protestaron en las redes por el recorte que estaban sufriendo de hasta el 40% de sus honorarios y salarios, además de demoras en algunos pagos. “Cuando lleguen las 21, no aplaudan más. No hay nada que aplaudir, nada que festejar, nada por qué brindar, nada por qué chiflar, ningún himno por homenajear. La salud está más de luto que nunca”, twitteó el médico Alejandro Risso Vázquez.  

Instituciones como el Sanatorio Otamendi y Miroli, el Hospital Italiano y la Fundación Favaloro les anunciaron la decisión a sus trabajadores por correo electrónico, sin mediar consulta ni negociación. “El día 30 de abril el sanatorio abonará aproximadamente el 50% de su sueldo (…). La Anses abonará la parte restante”, decía el comunicado del Otamendi, que derivó en una protesta de empleados en la puerta del edificio. El pago por parte de Anses obedece al Programa de Asistencia de Emergencia Laboral y de Producción, por el cual el Estado paga hasta la mitad de cada sueldo en aquellas empresas privadas que demuestren en papeles la dificultad de abonarlos. En el ámbito público, Cicop Tigre denuncia despidos de 14 trabajadoras del hospital municipal.

“La quita es muy significativa para el que gana menos. Algunos lo preveían, otros preveían más, y otros están enojados”, analiza una fuente médica del Italiano, donde la rebaja fue del 12% para autónomos y monotributistas. Las autoridades de la institución aseguran que, a partir de la pandemia, facturan un 60% menos. Desde la Asociación de Médicos de la Actividad Privada dicen que en el plantel de ese hospital privado hay cerca de dos mil médicos no registrados. 

En el caso de la Favaloro, médicos denuncian recortes de cerca del 25% y fuentes del Consejo Federal de Entidades Médicas Colegiadas (Confemeco) dicen que las quitas llegan hasta el 40%. El grupo Médicos Autoconvocados Argentina, sin afiliación gremial, le pide al Presidente un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para que no haya ni despidos ni reducción de salarios durante la pandemia.

Un par de semanas después de comenzada la cuarentena, el gobierno nacional decretó un plus salarial para los “profesionales, técnicos y técnicas, auxiliares y ayudantes en relación de dependencia que presten servicios, en forma presencial y efectiva, relacionados con la salud, en instituciones asistenciales del sistema público, privado y de la seguridad social, abocados y abocadas al manejo de casos relacionados con la pandemia de COVID-19”. Es de cinco mil pesos por mes para abril, mayo, junio y julio. 

Optimismo de la voluntad

El ministro González García buscó transmitir tranquilidad, en una entrevista a Crónica TV: “Hoy tenemos los servicios mejor preparados. Tenemos más ropa para protección de los trabajadores. Y un programa para ayudar a las provincias de una manera tal de ir adecuándonos a esta nueva realidad. Estamos mucho mejor preparados para enfrentarlo que hace 40 días. Hay una capacidad ociosa en la estructura sanitaria. Tenemos más del 60% de las camas críticas disponibles».

Al gobierno le preocupa el número de personal de la salud contagiado pero cree que se puede controlar. Los ojos están puestos en que la curva siga sin pronunciarse demasiado, a pesar del aumento de casos en el área metropolitana, y en que el invierno no haga desbordar el sistema, ahora mejor dispuesto que en marzo. 

Me siento periodista desde antes de terminar la escuela, cuando colaboraba en programas de Rock & Pop y Supernova. Trabajo en Información General; salud y educación son mis temas preferidos. Hice tele de chica y madrugué siete años para el aire de Metro. Hoy soy conductora de Ahora Dicen en Futurock. Trato de no ser tan porteñocéntrica.