La gente no es tan tonta como para ignorar que lo es

La brecha entre lo que sabemos y lo que creemos que sabemos es más corta de lo que parecía, un debate sobre la violación del anonimato en las donaciones de material genético y algunos apuntes sobre la alianza espacial entre China y Rusia.

Holis, ¿cómo andás? Yo acá, tratando de escribir algo que quieras leer sin caer en ese lugar común tan burdo que sostiene que los contenidos de la comunicación pública son la respuesta a una demanda preestablecida. En concreto, te quiero escribir sin asumir que lo que ya está en los medios es “lo que la gente quiere saber” y que estás esperando una carta sobre el rol de la ciencia en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Hay mil cosas para decir sobre la innovación científica en el desarrollo militar, investigaciones sobre estrés postraumático en soldados, historias de científicos exiliados y desplazados durante distintos conflictos bélicos. No estaría mal hacer ese newsletter. Seguro capturaría tu atención y te daría algún tipo de perspectiva novedosa respecto del conflicto actual. El problema es que podría haber escrito esa carta en cualquier momento de estos dos años, porque siempre hubo alguna guerra. Y eso implica traspasar la superficialidad para caer en la frivolidad. 

En estos días se supone que no hablar del tema es ser superficial, ¿no? Pero yo creo que hablar superficialmente del tema es ser frívolo y que, en todo caso, superficial sos si no te preocupa o no te conmueve. 

*El meme dice: concursantes, tienen 30 segundos, 280 caracteres y un tema que no manejan, ¿pueden encontrar la forma de que todo gire en torno a ustedes?

Y temés por enloquecer

Así que acá estoy, tratando de esquivar los lugares comunes para encontrar un punto en común. ¿Y qué cosa más común a todos que la ignorancia? De Rusia y Ucrania no sé nada y de otro montón de cosas tampoco. La diferencia es que nunca pensé en lo que ignoro sobre la guerra hasta que me tocó escribir una pieza informativa mientras un conflicto bélico captura toda la agenda mediática. Pero sí pensé en la ignorancia como fenómeno, como construcción. Y mucho. Así que hoy, en vez de hablarte de lo que se supone que te tendría que hablar aunque no sepa, te voy a hablar de cosas que se supone que no tendríamos que saber cómo decir.

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Hoy tú sientes que estás mal

Uno de los conceptos más famosos sobre las formas que toma la ignorancia es el denominado efecto Dunning-Kruger. ¿Te suena? Es algo así como “yo no sé que no sé nada”, o un paper de 1999 en el que se hizo una serie de pruebas en las que personas con distintos grados de conocimiento sobre un tema o una actividad tenían que estimar cuánto sabían sobre eso. Los resultados mostraron que quienes menos sabían eran quienes más sobreestimaban sus capacidades. En el imaginario popular, esto tomó la forma de “la gente tonta no sabe que es tonta”.

*El meme dice: ¡Pongámonos simpáticos! Cuando sabés más que los doctores que pasaron toda su carrera estudiando enfermedades infecciosas, es momento para Dunning Kruger.

Hace poco, una amiga me mandó esta nota en la que el autor cuenta que iba a armar un artículo del tipo “qué es y cómo funciona el efecto Dunning-Kruger” y se dio cuenta de que lo que creía que sabía no es lo que se sabe. Acá te resumo los puntos principales de la publicación:

Para empezar. “El efecto es acerca de nosotros, no de ellos. La moraleja es que tenemos que ser cautos y humildes”, dijo el Dr. Dunning en una carta al autor del artículo. ¿Qué quiso decir con esto? Que lo que se demostró no es algo que aplica a ciertas personas, sino un comportamiento general de la humanidad al enfrentarse con cosas sobre las que sabe poco.

En los experimentos originales había tests de gramática, sentido del humor y razonamiento lógico. A cada persona se le pedía que dijera cómo creía que le había ido al terminar y eso se comparaba con una calificación objetiva (ya sabés que no me gusta la palabra objetiva, pero bueno, quiero decir no aleatoria). ¿Qué pasó? Bueno, lo que te dije antes, la mayor diferencia se observó entre los puntajes “objetivos” más bajos y la percepción de esas personas acerca de cómo les había ido (pensaban que mucho mejor de lo que les fue). En el otro extremo, quienes obtuvieron mayores puntajes “objetivos” tendían a subestimar un poco su performance, pero la diferencia entre valores no era tan grande como en el caso anterior.

El Dr. dice que cree que el efecto tiene más que ver con “estar mal informado que desinformado”. Por ejemplo, si alguien me preguntara cómo se dice “biblioteca” en chino yo tendría muy claro que no lo sé, pero si alguien me preguntara cuál es la capital de Santa Fe yo podría decir Rosario cuando es Santa Fe (esto último es una historia real). Tengo clarísimo que no sé nada de chino, pero conozco los nombres de algunas ciudades en Santa Fe, lo que me puede llevar a pensar erróneamente que sé cuál es la capital. En ese caso, no tendría que ver con ser tonta (que igual soy), sino con que existe un mecanismo común que hace que sobreestimemos cuánto sabemos cuando sabemos un poco de algo.

Para seguir. Hubo experimentos posteriores que, utilizando datos aleatorios generados computacionalmente, replicaron los resultados del estudio y, por lo tanto, refutaron su hipótesis. ¿Cómo es esto? Un programa asignó aleatoriamente valores para las dos categorías, puntaje “objetivo” y puntaje estimado, y se obtuvieron resultados muy similares a los del paper de Dunning y Kruger. Si hubiera un sesgo cognitivo, esto no podría suceder. ¿Más fácil? Ponele que yo quisiera verificar un experimento en el que infirieron que elegir más seguido cara que ceca cuando se tira una moneda tiene que ver con que el cerebro procesa más rápido los rostros que otras formas. Bueno, en ese caso, si una computadora hiciera estimaciones aleatorias sobre de qué lado va a caer la moneda, no debería elegir tantas veces cara como lo harían los humanos porque, si esto ocurriera, no podría afirmarse que nuestra tendencia a elegir cara esté asociada al procesamiento de rostros. En el caso del Dunning Kruger, entonces, si tendiéramos a sobreestimar nuestro conocimiento cuando sabemos menos, los dos valores generados por computadora sin pruebas ni autoevaluaciones no deberían distribuirse de la misma forma que en el experimento porque no hay cerebros interviniendo y causando el efecto.

¿Qué pudo haber pasado? Para empezar, la percepción es difícil de medir, inclusive respecto a las propias habilidades. Tal vez si me preguntan cómo me fue en un examen un día que estoy re bajón diga que pésimo y si me lo preguntan en un buen día de pelo diga que bárbaro aunque en ambas ocasiones me hubiera sacado la misma nota. La falta de fiabilidad de una medición implica que los efectos psicológicos reales que se midan con esta técnica van a parecer menos significativos en el contexto de un experimento. Se llama atenuación por falta de fiabilidad y es un efecto bastante conocido. En el caso del Dunning Kruger, pasa lo contrario. A medida que se aumenta el rango de error de la medición, el efecto se hace más notorio. O sea que el hallazgo mejora cuando empeora la precisión de la medición, lo que lo invalida.

Para terminar. La pregnancia en la cultura popular de la existencia del Dunning Kruger se verifica en lo que los medios replican. Una googleada rápida y encontrás artículos de todos los diarios del mundo describiéndolo. De los papers que lo refutaron ni noticias.

El artículo termina con este párrafo: “¿Hay personas tontas que no se dan cuenta de que lo son? Claro. ¿Hay personas muy seguras de sí mismas y arrogantes en su ignorancia? Por supuesto. Pero esto no es explicado por el efecto Dunning Kruger. Hay otros efectos conocidos por los psicólogos, como el sesgo de exceso de confianza y el sesgo de ser mejor que el resto (por ejemplo, la mayoría de la gente cree que maneja mucho mejor que el promedio, lo que no tiene ningún sentido matemático). Así que aun si se demuestra de forma convincente que el efecto Dunning-Kruger no existe, no significa que el cerebro humano sea impecable. Y, si los investigadores siguen creyendo en el efecto aunque haya muchas críticas de peso, no se trata de un ejemplo paradójico del efecto Dunning-Kruger. En los experimentos clásicos originales, los estudiantes no recibían ninguna retroalimentación cuando hacían su autoevaluación. Es justo decir que los investigadores están ahora en una posición diferente”.

La ignorancia, en este caso, no es la de personas que saben poco cuando creen que saben mucho, sino de malas interpretaciones de papers y de quienes dan por sentado conocimiento científico sin buscar si hay críticas publicadas.

Y tus oídos siguen escuchando

La ignorancia tiene mala prensa. La palabra nos suena peyorativa. Sin embargo, estamos bastante de acuerdo en que hay ocasiones en las que es una bendición, que preferiríamos no saber algo, que lo de que nunca es triste la verdad es alto verso.

La posibilidad de no querer saber es parte de un debate intenso cuando se aplica a cuáles deberían ser los protocolos respecto a las personas que donaron muestras de ADN para investigación. ¿Hay obligación de decirles si se encuentra algo que podría afectar su salud? ¿Pueden negarse a recibir información?

Esta nota resume bien los puntos centrales de la discusión, pero, como el tiempo es tirano, yo los voy a resumir más y peor, porque después de todo esta carta es sobre ignorancia y qué mejor que fomentarla para comprenderla, ¿no?

1- Los biobancos son entidades que funcionan como repositorios de historias médicas, muestras de tejido y secuenciación genética que están disponibles para investigadores que quieran estudiar la relación entre genes, sus variantes y la salud. Estas muestras son provistas de forma anónima, pero en algunos formularios de consentimiento dice que, si el biobanco observa algo que pudiera ser de relevancia médica en tu muestra, van a tratar de contactarte. 

La justificación es que, si se está observando claramente, por ejemplo, una relación entre la presencia de un gen y el cáncer de colon, hacer colonoscopías con mayor frecuencia o desde una edad más temprana podría ayudar a prevenirlo. Según algunos doctores, sería anti ético no hacerlo, ya que se le estaría negando información vital a las personas. 

2- Al ser contactadas por los biobancos, muchas personas dicen que no quieren saber qué encontraron y señalan que se está violando la cláusula de anonimato, que debería prevalecer sobre la otra. Para ellos, no solo es un problema tener información que no estaban buscando, sino también que otros la tengan. Muchos profesionales de la salud adhieren a la idea de que no es obligación de los biobancos contactar a los participantes.

Esta mirada basa su argumentación en que hay una profunda diferencia entre la práctica médica y la investigación médica. La primera está basada en la búsqueda mutua de la mejor opción para garantizar el bienestar del paciente. La segunda, en cambio, busca mejorar el conocimiento disponible. En esta línea, los resultados de un test genético no son información valiosa para acciones que preserven la salud si no se ponen en contexto. 

3- ¿Qué diferencia la información genética de otro tipo de hallazgos preocupantes que puedan surgir de la investigación médica? Está clarísimo que, si alguien se anota como voluntario para una investigación sobre pie de atleta, y mientras le están llenando la ficha le toman la presión y la tiene por las nubes, lo van a mandar a la guardia. 

Sin embargo, no es lo mismo decirle a alguien “tenés tal variante de tal gen” que “tenés la presión por las nubes”. En el segundo caso, se sabe con bastante certeza que es peligroso. En el primero, podría no tener efectos ni en el caso particular ni en el general porque justamente para eso se hace la investigación. Es delicado establecer cuándo la relación entre genes y enfermedades pasa de ser una hipótesis preliminar a un hecho estadísticamente relevante. 

Por otro lado, ¿dónde se traza la línea que establece qué información es significativa? ¿El potencial aumento de la probabilidad de muerte? ¿De padecer una enfermedad grave? ¿De hospitalización?

4- Algunos biobancos directamente eliminan la posibilidad de volver a contactarse con quienes proveen las muestras. No guardan datos personales y en los formularios dan otras garantías que impiden que se encuentre a los voluntarios.

Por mi parte, si antes de leer la nota ignoraba la problemática, ahora ignoro qué se debería hacer. 

Y de claras estrellas, de una blanca luna

Entre las grandes incógnitas que se pusieron en agenda a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania, una de las más inquietantes a nivel geopolítico es, sin dudas, cómo va a desarrollarse la relación entre el país gobernado por Putin y China. 

Como te dije antes, no me voy a meter con los posibles escenarios y sus implicaciones, porque además de no ignorar lo ignorante que soy al respecto, tampoco ignoro lo capos que son mis compañeros y lo buenas que están todas las notas sobre el tema que estuvieron armando para Cenital. Así que si te interesa leer sobre las posibles formas de coalición y enfrentamiento entre ambos Estados en torno al conflicto bélico actual, te recomiendo entrar a la página y hacerte una panzada. 

Mi intención en este apartado es poner la mirada más allá. Y cuando digo más allá no hablo de algo que exceda en importancia lo que está pasando. Digo más allá literal, hacia el infinito (y más allá). Porque, no sé si sabías, pero Rusia y China tienen planificadas algunas misiones conjuntas en el espacio (disclaimer: estoy haciendo de cuenta que lo que pactaron durante el año pasado va a seguir en pie, pero dados los últimos acontecimientos permitime ser lo suficientemente no ignorante como para, al menos, dudar).

Lo de cómo llegamos hasta acá ya lo sabés. La Unión Soviética fue la primera nación en lanzar un satélite y una nave tripulada. Estados Unidos fue el primer país en concretar un alunizaje. Como resultado de la guerra fría, ambas naciones son potencias en lo que a tecnología aeroespacial respecta. De hecho, desde hace dos décadas, Rusia y Estados Unidos gestionan de forma conjunta la Estación Espacial Internacional. 

Los envidiosos dirán que no me voy a hacer la Juan Elman porque me falta un poco de producción de colágeno, pero en realidad es porque acá no hace falta un talento analítico: la idea de una alianza espacial Chino-Rusa tiene como objetivo generarle competencia directa a Estados Unidos y, si Stephen Hawking quiere, que los nerds tengamos otra era de cohetes y astronautas (lo de las emisiones que esto podría generar lo dejamos para otra nueva edición de “Agostina siendo infeliz con lo que la hace feliz y haciendo infelices a todos los demás”).

Hasta ahora, se asociaron para una misión robótica a un asteroide y una serie de misiones con la intención de instalar una base de investigaciones permanente en la Luna. En su momento, cuando se dieron a conocer estos acuerdos, algunos funcionarios rusos dijeron que podrían retirarse de la Estación Espacial cuando finalice el convenio actual con Estados Unidos en 2024. Además, el lanzamiento de la cápsula SpaceX en 2020 cambió bastante la relación espacial entre ambos países, ya que terminó con la exclusividad rusa para poner en órbita a los astronautas estadounidenses.

La asociación entre los gigantes rojos parece lógica. Rusia tiene mucha experiencia, pero su programa espacial tiene baches de obsolescencia tecnológica y requiere presupuesto del que no dispone (ahora menos). China, en cambio, tiene poca experiencia pero mucha inversión. Y la está rompiendo. De hecho, el año pasado logró algo que ni la URSS ni Rusia pudieron conseguir: hacer aterrizar un robot en Marte.

Por otro lado, China, que envió sus primeros astronautas al espacio en 2003, nunca fue invitada a formar parte de la Estación Espacial Internacional. En 2011, mediante legislación aprobada por el Congreso, se le prohibió a la NASA prácticamente cualquier cooperación con la administración espacial china o con cualquier empresa relacionada, alegando riesgo de espionaje.

En este contexto, China compró equipos a los rusos para ayudar a construir dos estaciones espaciales temporales en 2011 y 2016. Su tercera, llamada Tiangong, o «Palacio Celestial», está diseñada para ser completada después de 11 lanzamientos y orbitar la Tierra durante al menos una década después. Si la Estación Internacional quedara vacante cuando se venza el acuerdo en 2024, China se quedaría con el único lugar habitado en la órbita terrestre.

Claramente, el acuerdo no es simétrico y China le está dando la posibilidad a Rusia de seguir jugando en la carrera espacial. Habrá que ver si la guerra cambia el balance de fuerzas de forma que no les convenga sostenerlo.

Si, como dicen, lo que es abajo es arriba, lo que ignoramos sobre lo que ocurrirá entre estos países acá en tierra firme será también lo que ignoremos sobre sus encuentros estelares.

Y aquí estás, perdido en el camino

A veces, no saber algo implica hacerse el boludo. Otras, hacerse cargo de la boludez. Algunas veces es la rendija por la que se cuela la posibilidad de la alegría. Sin dudas puede ser la asfixia de una situación involuntaria y a veces es la simple manifestación de la imposibilidad de saberlo todo.

En ciencia, la ignorancia no es un espacio vacío entre cosas que sabemos, sino un lugar lleno de modos para elegir cómo desconocer.  Yo, como siempre, espero que nos sigamos encontrando donde todavía hay algo.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las refes de este news son de este recordatorio sobre nuestros compatriotas enviados a morir en soledad.

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.