Herzog y Sarlo: memorias de una vida, a los 80 años
Un circuito cultural mensual por algunos libros de no ficción, el documental de Alanis Morissette, recomendados para el Lollapalooza, las exposiciones de Guillermo Kuitca, Celina Eceiza y Gyula Kosice, ferias y más.
A priori parecen no tener mucho que ver, pero leí al hilo estos dos libros y encontré varios puntos de contacto. Por ejemplo, que los dos nacieron en 1942, y lanzaron con pocos meses de diferencia sus memorias. ¿Qué tienen para decirnos de sus vidas y subjetividades estas personas octogenarias, y por qué sintieron la necesidad de hacerlo? Clausurar una vida de obra y reflexión con un libro en el que el yo se ponga en primer plano para dar su versión de los hechos, ajustar cuentas, señalar aquellas cosas por las que cada quien elige ser recordado es un gesto muy loable.

#1 Dos libros de memorias: Werner Herzog y Beatriz Sarlo
Cada uno por su lado y Dios contra todos de Werner Herzog (publicado en España por Blackie Books) es un libro nada convencional en el que la vida y la obra del cineasta y actor alemán se imbrican de tal manera que quedamos hipnotizadas ante todo lo que cuenta. Para hablar de su infancia, su juventud, el descubrimiento del cine o la realización de alguna de sus películas o investigaciones no elige la precisión cronológica ni tampoco se pierde en descripciones o detalles. Lo que más lo inquieta es transmitirnos una serie de experiencias: hechos que le dejaron tal marca que ganaron por sí mismos el derecho a ser narrados. Organizado en capítulos, Herzog nos lleva de la mano a pasear por su curiosidad salvaje, por sus intuiciones más genuinas, que siempre tienen a la naturaleza y la cultura como polos que se atraen y se potencian. Hay anécdotas increíbles (como las del rodaje de Aguirre, o las de la cueva de pinturas rupestres de Chauvet, o su primer viaje a África, pero también ligadas a criaturas curiosísimas que conoce de casualidad, como dos gemelas misteriosas que hablan al unísono). Hay accidentes y un montón de situaciones en las que estuvo al borde de la muerte y se salvó (de hecho, sigue vivo, ojalá por muchos años más). Hay reverencia y agradecimiento a personas que lo ayudaron en momentos clave, o que simplemente le compartieron algún saber, y otros pasajes en los que confiesa tener pocos amigos y ser más bien un lobo solitario (también confiesa dormir hasta tarde y no tener sueños). Si vieron algunas de sus películas documentales donde narra con su propia voz lo que nos quiere transmitir, este libro les resultará familiar, porque escucharán mientras avanzan esa misma voz, pausada, precisa, contundente.
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Los capítulos finales son más meditativos y aparece ahí una intriga muy impresionante sobre la posteridad, por cómo funcionará la imaginación (“siempre me ha inquietado pensar cómo se van a formar las imágenes del futuro (…) ¿cómo podemos inventar señales de advertencia de radioactividad universalmente comprensibles, incluso para las culturas humanas del futuro?”) y también por el estatuto de “verdad” de ciertos recuerdos (“Yo siempre veo la verdad como una actividad, una búsqueda, un intento de aproximación, no como una estrella fija en el horizonte”). El hecho de leer de primera mano estas impresiones profundas después de haber atravesado muchas páginas en las que se nos habla de su arriesgada épica artística es una especie de bálsamo. Herzog es sabio pero por suerte no tiene todas las respuestas, ni quiere que nosotras las tengamos.
Por su parte, una de las mejores cosas que tiene el libro póstumo de Beatriz Sarlo es su título: No entender. Memorias de una intelectual. Con esa elección ya nos sitúa en sus dos coordenadas de lectura principales. Por un lado, la idea de generar su propia comprensión reconociendo que primero hay que suspender el entendimiento y fascinarse:
“No entender fue mi experiencia primera y definitiva. Comencé no entendiendo y, casi enseguida, acepté que ese era el punto de pasaje a todo lo que valía la pena. Convencida de que entender era un trabajo, me acostumbré a que ese trabajo fuera un placer. (…) No sé cómo se percibe un friso o un vitral en una iglesia gótica. En ese no saber radica parte de la fascinación que me produce. Algo debo hacer para poder ver cuando miro. Ese algo es la victoria sobre lo desconocido.”
Esto lo dice en el capítulo 3 (el más “didáctico” del libro) y se detiene en el esfuerzo que requiere la decodificación de las prácticas artísticas y estéticas, y en cómo ella fue logrando que se vuelva un esfuerzo placentero y productivo al que le dedicó la vida. Y la otra clave está en la palabra “intelectual”. Porque estas no son unas memorias cualquiera, sino las de una mujer que siempre se había resistido a la primera persona autobiográfica justamente por su rol de intelectual. “Hay que ganarse el derecho a la primera persona”, dice también. Así que debe haber sido raro para ella abrir públicamente su arcón de recuerdos infantiles para contarnos de su devoción por el padre (un antiperonista recalcitrante, que se entregó al alcohol), de la pésima relación con su madre, de la importancia de sus tías y tíos, de la educación que recibió en una escuela bilingüe de señoritas en Belgrano.
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SumateSi bien por momentos pareciera tener un hilo dado por los hechos de la vida, no hay una cronología muy explícita, ni demasiados detalles sobre su vida afectiva (tampoco demasiados chismes), sino meollos de sentido a los que Beatriz vuelve. Uno de ellos son sus amistades (el amor con el que habla de Juana Bignozzi, o sus recuerdos de David Viñas, por ejemplo), y el otro son sus rechazos y complicidades políticas. Otro podría ser la música, a la que descubrió en profundidad gracias a los años que pasó en pareja con Rafael Filippelli (el capítulo en el que habla con precisión quirúrgica de los clubes de jazz de Nueva York demuestra que sabía perfectamente lo que decía). Lo que queda muy claro al terminar No entender, porque ella se encarga de subrayarlo varias veces, es que siempre eligió vivir en Buenos Aires (aunque pasó temporadas afuera y pudo haberse radicado en Estados Unidos, “a ella le gustaba acá”, como diría Peralta Ramos). Y que siempre tuvo una autodeterminación muy marcada, que a veces se transformaba en esnobismo, soberbia o pedantería ante otros (“la soberbia fue el fundamento de mi relación con la cultura”, dice también). Sarlo fue una mujer que en la mitad del siglo XX se propuso no seguir ningún mandato familiar, sostener su independencia económica a rajatabla y no tener hijos. Gracias a su fuerza de voluntad, a su tozudez y su lucidez, fue aprendiendo a no entender con mayor precisión. Nos dejó un montón de ensayos con lecturas incisivas (de otros libros, pero también de la realidad). Y ahora cierra su trayectoria dejando listas para imprenta estas memorias antes de morir. Un gesto de grandeza y elegancia por el que siempre la recordaremos.

#2 Arte inmersivo: Celina Eceiza en el Moderno y Gyula Kosice en el Planetario
Pasemos a dos propuestas artísticas, que pueden incluso visitarse en una misma tarde en la ciudad de Buenos Aires. Ambas implican cierta inmersión como espectadoras y son muy aptas para hacer con niños.
- Ofrenda, de la artista argentina Celina Eceiza, es una instalación que ocupa un gran espacio de exhibición en el segundo piso del Museo Moderno, en el barrio de San Telmo. Allí nos encontramos como espectadores con un panorama llamativo: del piso al techo cuelgan telas coloridas con figuras, hay objetos dispersos en el piso, almohadones gigantes para recostarse ahí. El lugar está transformado y la percepción pasa por la vista y se ayuda con el tacto. De repente, ya no parece que estemos en un edificio de líneas rectas y ascensores, sino en un espacio ritual y un poco hippie en el que el vaivén de las telas y los colores hablan su propio lenguaje. Para armar esta instalación, Eceiza se valió de materiales diversos y de procesos de la producción textil: hay patchwork, batik, figuras de yeso, y un trabajo de meses de ensamblaje, costura, disposición, en el que participaron muchas de las personas que trabajan en el museo. Vale la pena meterse un rato en este mundo. Lo que sí, cierra el 30 de marzo (la entrada sale $2500 y los miércoles es gratis).
- Por su parte, Travesía intergaláctica es un proyecto que cruza ciencia y arte a través de funciones en el domo del Planetario. El espectáculo tiene dos partes: primero un recorrido más tradicional por las estrellas y constelaciones visibles desde la ciudad, con sus explicaciones astronómicas, por supuesto, y después la exploración artística. Es que Gyula Kosice imaginó la curiosa Ciudad Hidroespacial (su proyecto más ambicioso): una obra a la que le dedicó muchas maquetas, esculturas lumínicas, dibujos y fotomontajes en la que crea una ciudad utópica suspendida en el espacio. Llegó incluso a presentar su proyecto en la NASA, donde no le dieron mucha cabida. En esta función/proyección, una voz nos cuenta en qué consistía su invención, mientras nos muestra imágenes posibles de su realización. Enmarcado en la celebración de los 100 años de Kosice que se cumplieron el año pasado, este espectáculo fue armado en colaboración entre el Planetario, el Museo Malba (donde tuvo lugar su última muestra: Gyula Kosice: Intergaláctico), el laboratorio UXArtLab y la Fundación Kosice. Hay funciones los miércoles, sábados y domingos, dura 45 minutos, y las entradas salen $3000. Se consiguen aquí.
#3 Cosmonautas y millonarios en el espacio: dos libros de no ficción
Y hablando del espacio exterior y de las cosmovisiones terrícolas sobre lo que sucede allá afuera, me puse a leer con atención dos libros que me parecieron especialmente reveladores. El primero se llama Regreso a la Tierra y parte de una idea genial de los editores mexicanos del sello Gris Tormenta: hacer un volumen con los relatos de los cosmonautas y astronautas hablando de qué les pasó cuando volvieron al planeta. No tanto su experiencia en el cohete o el espacio, sino en ese momento en el cual tienen que readaptarse y asimilar de nuevo nuestra gravedad. Son nueve astronautas los que prestan sus testimonios (entre ellos Yuri Gagarin y Neil Armstrong, por supuesto). Uno de los mejores textos es el diario del último mes en el espacio escrito desde la nave espacial por el ruso Valentín Lébedeb (quien pasó nada menos que 211 días en órbita) y que ya está bastante harto de todo. El volumen cierra con una conversación con Elon Musk que mantuvo el jefe de la revista The Atlantic, porque Musk, además de ser un villano tremendo, es quien más dinero está poniendo para terraformar Marte. Me enteré de este último dato leyendo Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, un volumen breve y de tapas cromadas en el que el escritor argentino Michel Nieva disecciona las estrechas relaciones entre los libros de este género y las perversas y alocadas ideas de los multimillonarios para conquistar el espacio, como si fuera más fácil eso que resolver la cada vez más preocupante crisis climática. ¿Hacia dónde nos llevará el tecnocapitalismo? ¿Al infinito y más allá? Nieva plantea algunos matices, reivindica el rol de la ficción para pensar lo novedoso y critica la estetización tecnológica. Pueden empezar a leer el libro acá. O pueden consultar también uno de los nuevos newsletters de Cenital, #RecetaParaElDesastre, escrito nada menos que por Valentín Muro, porque la primera entrega está dedicada a eso: a la posibilidad que tenemos de colonizar Marte y a cómo puede convertirse en una pesadilla.

#4 Vuelven los 90 (musicales)
Ahora pasemos al plano musical. Entre el copioso y ecléctico line-up del próximo Lollapalooza (¡el décimo ya!) hay una artista que llama la atención de la generación que sobrepasa los 40 años. Me refiero a Alanis Morissette, una de las figuras de la primera noche del festival. Si bien ya había venido dos veces al país (en 1999 y en 2009, ambas al Luna Park), esta visita coincide con el aniversario número 30 de su disco más famoso y coreado: Jagged Little Pill (1995), con el que la canadiense se convirtió en artista global y en una ídola para muchas adolescentes. Si van a ir a verla, pueden ponerse en tema dándole play al prolijo y revelador documental llamado simplemente Jagged (disponible en Max) en el que se repasa la génesis del álbum que vendió 33 millones de copias y su larguísima gira de promoción. Pero lo mejor del documental es la presencia en cámara de la Alanis actual, convertida en una señora muy copada que reflexiona sobre su juventud y cuenta que nunca se dejó “crear” por ninguna discográfica. No manipularon su imagen: usaba su propia ropa y despeinaba su larguísimo pelo sacudiéndose en cada show. Me enteré de muchas cosas que no sabía viéndolo, como que tiene un hermano gemelo y que Radiohead fue la banda telonera de parte de su gira. Otra opción más vernácula para ir aclimatándose es poner en YouTube su show en Buenos Aires en 1999 registrado completo en el canal Volver (y escuchar cómo cantaba los temas su público local).
Otros que tienen un disco de 1995 y vienen a Buenos Aires –por primera vez– son los Tinderstick, la banda de indie rock británica, con su atmósfera climática y sus melodías intimistas. Tienen un repertorio larguísimo, porque su primer disco es de 1993 y el último, Soft Tissue, del año pasado (catorce discos en treinta y dos años de carrera, excelente promedio). Mi preferido es este, ojalá toquen alguna de sus canciones. También son los elegidos para las bandas sonoras de la directora francesa Claire Denis. Se presentarán en el Teatro Ópera el 12 de abril, antes de viajar a Santiago de Chile y San Pablo. Hay entradas entre $35.000 y $80.000 (si alguien quiere regalarme una, ¡la acepto!).
Parece que me agarró el viejazo, pero ¿saben qué otro disco está cumpliendo también 30 años? Post, de Björk. Fue su segundo álbum, el que la ubicó definitivamente en el radar de la música contemporánea por su estilo promiscuo, que no le temía a la música electrónica ni industrial, el trip hop noventoso, el jazz y el pop electrónico. No era solamente un álbum ecléctico, era un compendio de canciones desafiantes. Si lo vuelven a escuchar después de mucho tiempo, sentirán lo bien que envejeció. Y basta de nostalgia por un rato.
BREVES
Anticipos de cosas que sucederán en marzo para estar al tanto:
#Tamara Tenenbaum vuelve al ensayo
Después de probarse en la narrativa breve, en la dramaturgia de varias piezas teatrales y como guionista de proyectos audiovisuales, Tamara Tenenbaum vuelve a las bases y publica un ensayo de crítica cultural que puede leerse en tándem con El fin del amor. El nuevo libro se llama Un millón de cuartos propios. Ensayo para un tiempo ajeno, y llega con un galardón bajo el brazo, porque fue elegido por el jurado del Premio Paidós 2025 en España. La premisa es buenísima: a partir del encargo de la traducción de Un cuarto propio de Virginia Woolf, Tamara se pone a examinar cuánto de ese libro de 1929 sigue resonando en el presente y en qué aspectos las mujeres nos alejamos del tiempo de Virginia. Con referencias a la filosofía, el cine y la cultura pop (de Jane Auster a Radu June, de Mark Fisher a Nora Ephron), la autora profundiza distintos temas como el dinero, la comida, el trabajo, la nostalgia y el resentimiento (uno de los mejores capítulos, sin dudas) y propone algunas originales líneas de análisis que supongo que abrirán nuevas discusiones. Ya está llegando a librerías, pero por acá pueden ir leyendo un fragmento.

#Guillermo Kuitca inaugura en Malba
Una de las muestras más esperadas del año se inaugura el jueves 13 y podrá visitarse hasta mediados de junio. Se trata del regreso de Guillermo Kuitca a las salas del Malba en el marco del 50° aniversario de su primera exposición (en 1974, a sus ¡13! años en extinta la galería Lirolay), y a 22 de que su obra se presente por primera vez en el museo. Con curaduría de Sonia Becce y Nancy Rojas, se llamará Kuitca 86. De Nadie olvida nada hasta Siete Últimas Canciones y promete recuperar la dimensión más experimental de su obra temprana y reunir también algunas pinturas y series inéditas. Imperdible.
#Albertina Carri estrena su nueva película con gira federal
¡Caigan las rosas blancas! (así, con signos de exclamación) se llama el nuevo largometraje de la cineasta y escritora argentina Albertina Carri. Especie de continuación libre de Las hijas del fuego, esta es también una road-movie feminista y en ella un grupo de actrices de cine porno abandona su propio rodaje robándose la cámara para partir en una combi escolar hacia la aventura. Con las actuaciones de Carolina Alamino, Rocío Zuviría, Maru Marcet, Mijal Katzowickz, Luisa Gasava, Renata Carvalho y las Piel de Lava Valeria Correa y Laura Paredes, la película tuvo su estreno mundial en el Festival de Rotterdam y ahora llega a salas argentinas en una interesante gira federa con lanzamiento simultáneo en la Ciudad de Buenos Aires, en Oberá, San Martín de los Andes, Tandil y Cipolletti, entre otras localidades. Acá está el trailer y acá las fechas de las funciones y sus salas.
#Feria de Libros de Filosofía en Buenos Aires
La cuarta edición de esta feria dedicada al pensamiento filosófico tendrá lugar el fin de semana del 15 y 16 en el JJ Circuito Cultural y contará con la presencia de los sellos argentinos que suelen dedicarse a estos temas. Además, habrá algunas charlas entre las que se destaca “¿Qué hacer ante el colapso ecológico? Filosofías para otros futuros posibles” con Maristella Svampa y Flavia Broffoni como disertantes. En Jean Jaures 347, CABA, con entrada libre y gratuita. Toda la información, aquí.