Guía rápida para entender las elecciones europeas

Hoy comienza el proceso electoral de la UE para elegir 720 parlamentarios. ¿Quiénes compiten y para qué sirven? ¿Avanza la extrema derecha?

El 6 de junio comienza un proceso electoral que durará 3 días, que abarca a 27 países, en el que podrán participar casi 360 millones de electores de una población de unos 450 millones y donde elegirán a 720 parlamentarios. Hoy arrancan las elecciones de la Unión Europea (UE) y acá te cuento las principales claves para que tengas presente qué se vota, cómo se eligen, quiénes compiten y por qué importan.

¿Qué se vota y qué se elige esta semana en Europa?

Las elecciones europeas son comicios que se organizan cada 5 años para elegir a los miembros del Parlamento Europeo (MEP, por su siglas en inglés) que representan a los ciudadanos y ciudadanas que habitan la UE. Esto es, el bloque regional que integra a 27 países del continente y que nació en 1951 bajo el nombre de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. En 1993 adquirió el nombre con el que la conocemos todos luego de la firma del Tratado de Maastricht.

Para entender este proceso es necesario comprender la estructura institucional de la UE. El diseño actual contempla un poder legislativo representado en el Parlamento Europeo y un poder ejecutivo radicado en la Comisión Europea. Entre medio de ellos dos se cuela el Consejo Europeo, que está integrado por los 27 jefes de Estado de los países integrantes y que se encarga de dar las orientaciones políticas generales para las decisiones que se adopten en el seno de la Unión Europea. Las elecciones, entonces, tienen un impacto directo en el Parlamento e indirecto en la Comisión.

¿Por qué? Porque los parlamentarios europeos electos son los encargados de conformar las mayorías legislativas que darán forma a una comisión, con integrantes que serán los “comisarios” con una cartera a cargo y que serán los responsables de tomar decisiones, proponer legislación e implementar las medidas consensuadas. En este sentido, la UE funciona como un parlamentarismo más, pero usa otros nombres. 

¿Cuántos cargos se eligen?

Justo acá es donde entra la magia del diseño institucional. Cada uno de los 27 países que integran la UE funcionan como si fueran provincias, departamentos o estados de un país cualquiera, sobre cuya base territorial se elige a los diputados que integran el cuerpo legislativo. Cada uno de ellos, al mismo tiempo, tiene una cantidad de bancas asignada en virtud de su población (la magnitud de distrito). En Alemania, por ejemplo se eligen 96 MEP’s mientras que a Malta le tocan 6.

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El punto no es menor porque, de alguna manera, el entramado institucional reconoce el peso de los países al interior de la UE. Los más grandes y populosos reciben una mayor cantidad de bancas, mientras que los más pequeños menos. Así, se respeta el criterio proporcional de asignación que guía a la mayoría de las democracias consensuales del mundo.

Lo cual ha llevado a que el tamaño del Parlamento Europeo cambie en el tiempo, adaptándose a los ingreso y a la salida de sus miembros. Por ejemplo, la primera elección directa celebrada en 1979 (hasta ese entonces los MEP’s eran designados por los parlamentos de cada país) repartió 410 asientos legislativos, cuando solo 9 países participaban del bloque (Francia, Italia, Alemania Occidental, Reino Unido, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Irlanda y Luxemburgo). El Brexit también tuvo su impacto. En enero de 2020 se repartieron 27 bancas de las 73 que le correspondían a Reino Unido entres varios países. España y Francia fueron las más beneficiadas con 5 adicionales para cada uno. Las 46 restantes se eliminaron y el recinto quedó con 705.

Para estas elecciones, y luego de sucesivos debates que transcurrieron durante todo el 2023, se definió ampliar el Parlamento Europeo a 720 bancas. Las 15 adicionales se repartieron de esta manera, otra vez beneficiando a España y a Francia.

¿Quiénes y cómo votan?

La estimación más reciente habla de alrededor de 358.861.608 votantes habilitados para ejercer el sufragio. Las europeas son, con estos valores, las segundas elecciones más grandes del mundo en una democracia (el primer lugar se lo lleva la India). Volviendo a los mismos ejemplos, la porción más grande del electorado se ubica en Alemania (64,9 millones), mientras que la más pequeña está en Malta (369.363 votantes).

En esta línea, la UE, como todo federalismo de bien, no escapa a la autonomía de las cosas. Aunque hubo intentos en el pasado para homogeneizar y unificar las reglas electorales entre todos los integrantes del bloque para este tipo de elecciones, hoy cada uno de los Estados miembros define las suyas propias. Lo cual no impide que haya prácticas generales y homogéneas en la mayoría de ellos. En lo que respecta al ejercicio del derecho al voto, casi todos los países lo habilitan a partir de los 18 años. Solamente Bélgica, Austria, Alemania y Malta permiten hacerlo desde los 16, mientras que Grecia lo hace desde los 17. La norma general también es la del voto optativo, salvo los casos de Bélgica, Grecia, Bulgaria, Chipre y Luxemburgo, donde es obligatorio.

La política de distritado también está bastante estandarizada. Salvo unos pocos países, en la totalidad del territorio se eligen a distrito único. Esto quiere decir que cada país funciona como una provincia donde la misma boleta de candidatos por cada partido se presenta en todo el territorio. Acá aplica el principio de representación nacional: cada MEP es la voz de los ciudadanos de un país entero. Hay pocas excepciones. Polonia, por ejemplo, reparte su territorio en 13 distritos. Italia lo hace en 5, mientras que Bélgica e Irlanda se parten en 3.

Finalmente, también hay bastante homogeneidad en la fórmula de asignación de bancas. La mayoría de los países aplica métodos proporcionales, siendo el D’Hondt el más utilizado. Esto, sin dudas, beneficia a los partidos más grandes, con mayor conocimiento y con mayor posibilidad de llevarse el grueso de las bancas. Sin embargo, dado que en casi todos los países el distrito es nacional único y las magnitudes son grandes, siempre hay partidos chicos que pueden colar a sus candidatos. En las últimas elecciones celebradas en 2019 en la mayoría de los países entraron más de 4 partidos al recinto. Esto muestra la pluralidad de voces que tiene el Parlamento Europeo en la actualidad.

¿Quiénes compiten?

Es más complejo. No por capricho de politólogo, sino porque la rosca europea es clara consecuencia de lo que te explicaba en el apartado anterior. Hay un doble mecanismo de representación política. Es nacional dado que los parlamentarios son electos en los territorios de los países donde hacen política. Pero también es partidario porque existen agrupamientos políticos entre actores que comparten principios, valores e ideas.

Son los partidos políticos europeos, organizaciones con autoridades, reglas y roles propios, pero que al mismo tiempo agrupan a partidos políticos nacionales que compiten en elecciones en sus respectivos países. Los une la ideología. Estos partidos tienen, en paralelo, bloques parlamentarios que se forman en el recinto para coordinar acciones, impulsar agendas, promover legislación y levantar la mano (o dejarla abajo) cuando toca. 

En la actualidad hay 7. Los 3 más viejos y conocidos son el Partido Popular Europeo (la derecha conservadora tradicional), el Partido de los Socialistas Europeos (el progresismo socialdemócrata y laborista) y el Partido de los Liberales y Demócratas (social-liberales y liberales de centro que funcionan en tándem con el Partido Demócrata Europeo). Estos tres actores han dominado, con pesos internos variados, la política de la Unión Europea desde la primera comisión que se formó en 1967. Desde entonces, cada Poder Ejecutivo conformado en el seno de la UE tuvo “comisarios” designados por estos tres espacios políticos.

Hay otros 4 grupos que se han ido formando al calor de las discusiones políticas en el continente. Los más famosos recientes son los llamados “soberanistas”: en esta familia política se ubican todos los partidos políticos nacionales que defienden la soberanía en sus países en detrimento de la conquistada por Bruselas a raíz de la expansión del bloque regional. Son, también, los espacios de derecha más extrema o radical. Se caracterizan por alguna que otra interna feroz entre ellos, por cierta debilidad para coordinar agendas compartidas y por serias dificultades para unirse en un bloque legislativo común. Uno es Identidad y Democracia, mientras que el otro se llama Conservadores y Reformistas Europeos. En el primero abonan Agrupación Nacional de Marine Le Pen y La Lega de Matteo Salvini, por ejemplo, mientras que en el segundo figuran Vox y Santiago Abascal, Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni y los Demócratas Suecos, entre otros. A estas dificultades también se les suma que los dos espacios no lograron nombrar un leading candidate (“candidato líder”) que oficie de cara política en todo el continente y que les permitiera participar de los debates que se celebraron. De hecho, los dos estuvieron ausentes en el último de los tres celebrados.

Para completar todo el espectro, también hay izquierda y verdes. Está el Partido de la Izquierda Europea (The Left), que agrupa a excomunistas, socialistas más duros y demás espacios que están más corridos de la socialdemocracia tradicional. El Partido Verde Europeo (European Greens) promueve una agenda ambiental, ecologista y de defensa de los intereses regionales. A ellos suelen pegarse la Alianza Libre Europea y los distintos Partidos Pirata que se armaron hace poco. Nuevos progresismos.

¿Qué dicen las encuestas?

Que habrá pocos cambios. Existe un vox populi de que la derecha extrema puede crecer porque así viene sucediendo en las últimas elecciones nacionales en varios países, como ocurrió en las últimas de Francia e Italia. Sin embargo, hay que matizar bastante el temor de que una ola de derecha más extrema inunde el parlamento que quieren eliminar.

Las últimas encuestas muestran que los principales partidos políticos sobre los que se apoya la institucionalidad europea están sólidos. En lugar de tomar datos de voto, en el gráfico a continuación sinteticé la proyección de bancas de distintos estudios que se realizaron en el último mes. Salvo pequeños cambios que reportó una de las encuestas publicada el 24 de mayo, en las demás tanto el Partido Popular Europeo (PPE) como el Partido Socialista Europeo (PSE) van a la cabeza del reparto. El tercer lugar es una pelea entre los liberales y los dos grupos más radicales (ECR e ID).

Esta idea se refuerza al agrupar las bancas que pueden ganar cada espacio. La tríada de gobernabilidad de la UE (PPE + PSE + liberales) parece bastante estable en relación a sus más fieles detractores de la derecha extrema. Quienes vienen dominando la Comisión Europea tienen hoy 421 bancas. El resultado estimado y agregado por las encuestas los dejaría bastante cerca: por encima de 400 y por debajo de 410, cuando se necesitan 361 para lograr una mayoría que forme un gobierno europeo. Sonrisas circle red.

¿Cómo es el comportamiento electoral europeo?

Bastante estable, la verdad. Lo cual refuerza el punto anterior. Desde 1979 hasta la puesta en vigor del Tratado de Maastricht, los socialistas europeos del PES ganaron siempre la primera minoría en bancas y fueron la fuerza más votada en todo el continente. En esas cuatro primeras elecciones lograron un promedio por encima del 30% de los votos, y entre 113 y 198 bancas. Esto no les permitió gobernar solos porque necesitaron formar mayoría, la que armaron con el PPE y los liberales. Status quo regional.

Sin embargo, a partir de las elecciones de 1999 se alteró ese primer lugar y pasaron a ganar la derecha europea tradicional. Desde entonces son el partido más votado, superando el 35% de los votos y rondando las 250 bancas. Esto vino de la mano con un retroceso de toda la socialdemocracia europea en numerosos países, con el avance de una agenda más conservadora y con un cambio de ciclo político en la región. En este contexto, el centro liberal siempre corrió de atrás, rozando o superando el 10% de los votos, y alcanzando entre 50 y 100 bancas.

La participación electoral, en cambio, cuenta otra historia: es el indicador que más ha cambiado en este tiempo. En la década del ’70 y ’80 votaba alrededor del 60% del electorado. Con el correr de los años la tendencia fue descendente, hasta tocar un magro 42,61% en el 2014. En las últimas, las de 2019, rebotó y subió hasta el 50,9%. Son números esperables y saludables, teniendo en cuenta que la casi totalidad de los países tienen voto voluntario y siendo un bloque que ha crecido hasta llegar a los 27 países, todos con realidades muy diferentes en términos de asistencia a las urnas. Por ejemplo, en las de hace 5 años, en Bélgico votó el 89% del padrón, mientras que en Eslovaquia lo hizo el 22,74%. Una brecha. En cambio, en Alemania (61,50%), Francia (50,97%), España (64,32%) e Italia (56,09%), los cuatro más grandes, votó una proporción mayor que en toda la región.

¿Es verdad que no importan tanto?

Yo creo que sí importan, pero abro el último interrogante de esta guía por la poca importancia que se le asigna a estas elecciones en el continente. La academia especializada las ha llamado elecciones de segundo orden por la poca atracción que genera en la ciudadanía, el bajo interés que despierta en los partidos políticos y la poca intensidad que tienen las campañas. Para ellos, unas más del montón.

Algo que no necesariamente es tan así. En primer lugar, por la participación electoral. Aunque los números muestren que hay una baja significativa, las últimas elecciones del 2019 tuvieron una afluencia de la mitad del electorado, y la media mundial anda en esos números. En segundo lugar, la Unión Europea se construyó a partir de un proceso de delegación de competencias de los Estados nacionales en favor de una autoridad regional. Ellos mismos la armaron, cediendo poder. Hoy, el bloque legisla sobre variados temas económicos, ambientales, educativos y de seguridad. Entre muchísimos ejemplos, resaltan las decisiones sobre el Espacio Schengen (que permite la libre circulación de personas), sobre política agraria y pesticidas, y sobre grandes empresas tecnológicas. Y a no olvidar el programa Erasmus de becas universitarias.

Son, al fin de cuenta, elecciones que inciden en la vida cotidiana de ciudadanos y ciudadanas pero que, como consecuencia de la disputa política actual, prevalece una agenda donde se discute la construcción de una maquinaria burocrática pesada que hace perder poder de decisión a los países en lugar de los resultados de sus políticas públicas. Discusión bizantina cuando se habla de integración regional. 

Son justamente estos procesos electorales los que ponen en funcionamiento la tríada que representa la UE en el continente. Europa es una idea, la de la unión de una serie de países con ciertas características comunes y la capacidad de trabajar en conjunto. Europa es también una comunidad, porque sus propios habitantes forman parte de un espacio físico que los acerca, compartiendo valores, votando y participando. Son ciudadanos dobles, de sus países y de la región que los agrupa. Y Europa es, sobre todo, una entidad, porque cuenta con un entramado institucional que permite dar forma a las decisiones tomadas apoyándose en el vínculo representativo construido durante décadas.

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy lo encuentran dando clases en UBA y UTDT. Le encantan las elecciones y le sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tiene es aprender la historia de los partidos políticos. Cree que la política marida muy bien con un tinto.