Estados Unidos se está rompiendo

La muerte de Ruth Bader Ginsburg sacude la campaña electoral.

¡Buen día!

Ah, la primavera. Ese placebo estacional por excelencia que este año la tiene difícil pero que quizás, en una de esas, con el mate listo a las once de la mañana, una hora antes de salir a caminar en remera o vestidito para comprar las cosas para el almuerzo, funciona. No sé. Es como te decía hace un tiempo: las variables que definen el signo de la semana. Pongámosle una ficha mientras le damos una mirada a la coyuntura global. 

LA BATALLA POR LA CORTE SUPREMA SE APODERA DE LA CAMPAÑA

A cosas como esta nos referíamos cuando decíamos hace un tiempo que hasta noviembre hay espacio para sorpresas. La muerte de Ruth Bader Ginsburg, jueza de la Corte Suprema y firme defensora de los derechos de las mujeres, cambió la campaña. A poco más de un mes de los comicios, el foco se trasladó hacia su reemplazo, que Trump anunciará en los próximos días y el Senado, controlado por los Republicanos, muy posiblemente confirmará. La designación de una nueva jueza (el presidente avisó que iba a ser mujer) implicaría una supermayoría conservadora de 6 vs 3 en la Corte. Derechos sexuales y reproductivos como el aborto y derechos de ciudadanía y sufragio podrían estar en riesgo ante una decisión que va a tener efectos para las próximas generaciones. También la Corte puede ser vital ante una posible disputa por el desenlace electoral. 

¿Te acordás de que la semana pasada hablamos de la posibilidad real de que las elecciones en Estados Unidos devengan en una crisis institucional? Bueno, sumale un nuevo cajón de leña. 

Vamos por partes.

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La Jueza

Es posible que recién el finde (murió el viernes a la noche) te hayas enterado de la existencia de Ruth Bader Ginsburg. También es posible que al principio no te haya parecido tan importante pero que luego un par de noticias, tuits o posts de Instagram te hayan empujado a saber más. Y que luego su historia te haya conmovido. Porque siempre se puede tener un poco más de 2020. 

Ginsburg murió de un cáncer de páncreas a los 87 años. En el último tiempo se había transformado en un ícono cultural para el progresismo norteamericano; fue apodada por algunos jóvenes como Notorious R.B.G, una referencia al rapero Notorious B.I.G. Murió como una abanderada de los derechos de las mujeres, una batalla silenciosa que emprendió primero como abogada voluntaria de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), cuando se convirtió en una cara conocida por los jueces de la Corte Suprema: Ginsburg presentó varios casos estratégicos que, amparados en el principio de igualdad de la ley y no discriminación, se cristalizaron en fallos bisagra para la equidad de género. De todos los documentales que están dando vuelta en estos días, yo me ví RBG –disponible en Stremio aunque los subtítulos dejan bastante que desear– y me pareció una buena aproximación a su historia, marcada por los obstáculos en un rubro dominado por hombres. 

Luego de trabajar en el Tribunal de Apelaciones en Washington, fue nominada por Bill Clinton en 1993 para la Corte Suprema y se convirtió en la segunda mujer en ocupar el cargo. Ginsburg fue corriéndose a la izquierda a medida que la Corte se reconfiguró, y terminó siendo una de sus voces más progresistas. Hasta su muerte, el tribunal tenía 5 jueces conservadores y 4 progresistas, una ventaja que sin embargo no alcanzó para revertir fallos como Roe vs Wade –que garantiza el derecho al aborto–porque tuvo, a la hora de la definición, al menos un voto rebelde. El camino ahora quedaría despejado si los Republicanos logran aprobar el reemplazo de Ginsburg.

El impacto en la campaña

Para Trump, la discusión sobre el reemplazo de Ginsburg ofrece, por un lado, la posibilidad de desviar el foco. Lo charlamos hace unas semanas: cuanto menos se hable del coronavirus y sus efectos, mejor para él. Por otro lado, es una abertura para pasar a la ofensiva y hablarle a una porción del electorado conservador, sobre todo mujeres mayores de 40 que viven en los suburbios, un segmento clave. 

Para entender esto tenemos que volver a 2016, cuando, a poco más de 9 meses para la elección, falleció el juez conservador Antonin Scalia. Obama, presidente en ese entonces, nominó como reemplazo a un candidato progresista moderado para que el Senado lo confirme. Este, mediante el líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, se negó siquiera a discutirlo, argumentando que el electorado debía decidir en las urnas a qué presidente le correspondía llenar el vacío en la Corte. Según encuestas postelectorales, el reemplazo de la Corte fue un tema muy importante para los votantes de Trump en 2016, especialmente para republicanos que estaban disconformes con su candidato. 

Hoy, a Mitch McConnell y al resto de los senadores republicanos no parece importarle mucho el argumento con el que bloquearon el reemplazo de Obama. Y son los demócratas quienes dicen que hay que esperar por los resultados de la elección. La estrategia de Trump de utilizar el reemplazo de la Corte para movilizar votos tiene dos obstáculos principales. El primero: es probable que los votantes que se vean más interpelados por la cruzada moral y antiaborto ya hayan decidido votar por Trump. El segundo es que la carta no tiene el mismo origen que en 2016: Trump ahora es presidente y falta poco más de un mes para la elección. Las encuestas de los últimos días no indican una mayoría rotunda pero sí que hay más ciudadanos a favor de esperar que aquellos que quieren el reemplazo en las próximas semanas. Y la ventaja es más abultada en estados pendulares.

Le pregunté a Juan Negri, profesor de Ciencia Política en la Universidad Torcuato di Tella, acerca del impacto electoral. Para él, son los demócratas quienes más tienen para ganar ante la maniobra de Trump. “La base demócrata puede verse energizada ante el hecho de que una serie de derechos civiles, sociales y políticos están en riesgo, y lo veo más que nada para aquellos sectores progresistas jóvenes, que descreen del establishment demócrata. Creo que esto aumenta la percepción de que hay mucho en juego”, me explicó. Para Biden, la hoja de ruta a la victoria se construye sacando a la gente a votar. Centrarse mucho en la cuestión de la Corte, sin embargo, también corre un riesgo concreto: enajenar votantes moderados, moralmente conservadores, principalmente mujeres, que pueden tener pensado votar por Biden a causa de la pandemia y sus efectos económicos pero que pueden darle la espalda si la discusión se convierte en una disputa cultural, con el aborto en primer plano. 

Hay una pregunta muy importante por despejar y es cuándo se va a votar, si antes o después de la elección (incluso si Trump pierde, los republicanos pueden usar el periodo de dos meses entre la elección y la renovación de cargos para votar el reemplazo). Ambos argumentos son fuertes. Dejar el voto para después de la elección podría ser conveniente a efectos de la movilización, apelando a la idea de que el escenario está abierto, una apuesta clave para la renovación de escaños en el Senado, donde son los republicanos quienes tienen más en juego. Un reemplazo previo a los comicios, sin embargo, puede asegurar la supermayoría de cara a una resolución electoral, como sucedió en el 2000 en Florida y como podría suceder en una elección donde el presidente alienta la idea de que el voto por correo conduce al fraude y amenaza con no reconocer resultados (ayer lo volvió a hacer). La Corte, además, enfrenta a mediados de noviembre un fallo sobre el futuro del Obamacare, el plan de salud de la gestión anterior. Trump ya dijo que prefiere votar antes de la elección.

¿Qué hay que seguir?

En los próximos días, posiblemente el sábado, Trump presentará a su candidata para reemplazar a Ginsburg. La discusión sobre cuándo se va a votar va a ganar claridad. Los republicanos, por ahora, tienen los números: luego de que Mitt Romney haya anunciado su voto a favor, solo dos senadoras (Susan Collins y Lisa Murkowski) notificaron su rechazo. Los demócratas necesitan dos más para bloquear el reemplazo. Tan cerca pero tan lejos: todo indica que el Senado va a aprobar la candidata de Trump y la Corte pasará a tener una supermayoría conservadora. El acceso al aborto a nivel federal y los derechos de sufragio y de ciudadanía universal, entre otros, corren un riesgo real de verse revertidos o limitados.

No todo está perdido para los demócratas. Aun si no logran detener su reemplazo ahora, un triunfo en noviembre que incluya el control del Senado abre la posibilidad de cambiar las leyes y ampliar el número de jueces para alterar el equilibrio, una estrategia conocida como Pack the Court. Ojo por ojo. 

Ahí parece estar la clave. “Esto muestra un deterioro de las reglas no escritas de la política estadounidense, donde muchas de sus instituciones son informales. Ahora vemos que los partidos están menos comprometidos con esos ‘pactos de caballeros’ y están más dispuestos a jugar al borde de las reglas”, apunta Negri. 

Son los republicanos quienes parecen estar sacando más provecho de las instituciones de la democracia estadounidense. Negri (le voy a decir así porque el nombre de pila me expone al meme del hombre araña) me compartió una reflexión sobre lo que muestra este caso: Trump, un presidente que perdió el voto popular y fue electo por el colegio electoral, tiene la posibilidad de nominar a un nuevo juez de la Corte Suprema –el tercero desde el inicio de su mandato– cuyo impacto promete ser duradero y donde el Senado, un órgano que sobrerepresenta a los estados rurales, más conservadores, tendrá la última palabra. “El Partido Republicano, que se consolidó como un partido rural, de blancos, saca una ventaja estructural de estas instituciones contramayoritarias”, me apuntó.

La muerte de Ruth Bader Ginsburg y su maniobra para reemplazarla le agregan una capa más de incertidumbre a la elección y suman un nuevo frente de tensión. No solo por la posibilidad de que sea la Corte quien tenga la última palabra sobre el desenlace ante una posible crisis institucional sino por todos los derechos que están en juego. 

“Es una elección clave, la más importante desde la guerra civil”, me señaló Negri. Así aludió, sin querer, a una idea que aparece cada vez más en el debate público estadounidense. Que importa más por lo que dice que por su posibilidad fáctica, real. Y dice que Estados Unidos se está rompiendo.

DIPLOMACIA EN TIEMPOS DE COVID

Esta semana tenemos la asamblea anual de Naciones Unidas, la número 75. Un evento que si hace tiempo venía perdiendo gravitación en la política global, ahora, ante un line-up donde buena parte de los discursos salen grabados y donde la diplomacia bilateral está cancelada, lo es menos. El problema del primer caso es evidente: si te cuesta prestar atención a un webinar de una hora o una clase, imaginate si los líderes, en plena pandemia, van a seguir los discursos de los demás. Lo grave, sin embargo, es la imposibilidad de tener reuniones bilaterales, uno de los principales beneficios que ofrecen estos eventos. 

Como cuenta esta nota, la diplomacia en tiempos de Covid pierde la condición de la confidencialidad, algo que solo puede lograrse en encuentros cara a cara, sin dispositivos tecnológicos de por medio, que pueden dejar registradas las charlas. Eso, sumado a la falta de una atmósfera de cercanía, hace que la diplomacia se quede sin uno de sus ingredientes principales, y por ende se vea más limitada en resultados. Esta será una de las ausencias más notables en un evento donde no se aspira a resolver los grandes temas de la agenda pero sí a cruzar a los líderes para que acerquen posiciones y ganen contexto y previsibilidad de manera bilateral.

La distribución de la vacuna. Si el año pasado el esfuerzo de Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, estaba puesto en el frente contra el cambio climático, hoy está puesto en conseguir fondos (un problema que el organismo arrastra hace años) y adhesiones para la iniciativa COVAX, que busca garantizar el acceso y la distribución de la vacuna para todo el mundo, antes de 2022. El proyecto, con ausencias notables como las de Estados Unidos, China y Rusia, cuenta con apoyo de más de 150 países pero necesita más fondos y atención para cumplir con su objetivo. La nota positiva es que, a diferencia de otras, esta iniciativa es acotada y ante una urgencia concreta. Por eso tampoco puede darse el lujo de fallar. Será un termómetro para el futuro del organismo y la cooperación multilateral. 

QUÉ ESTOY SIGUIENDO

El viernes, la presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Añez, anunció la declinación de su candidatura a menos de un mes para la elección. En su discurso pidió por la conformación de un frente contra el MAS. La decisión llegó luego de la difusión de una encuesta que daba al partido de Evo Morales como ganador en primera vuelta, bien lejos del 10% de Añez. 

El foco ahora está puesto en cómo se dividen sus votos entre las dos fuerzas competitivas de la derecha: la de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, que ha recibido el apoyo de buena parte del frente que comandaba Añez. El MAS necesita un escenario donde ninguna opción llegue al 30% de los votos, dado que para ganar en primera vuelta debe alcanzar el 40% con 10 puntos de ventaja sobre el segundo. Como conversamos hace unas semanas, Mesa y Camacho representan dos sectores sociales y  regiones –el Occidente y el Oriente– diferentes, y la desconfianza entre ambos es alta. Santa Cruz, advierten los analistas, tendrá la llave para los comicios, y es allí donde Camacho concentra su apoyo. Hay que seguir el impacto que pueden tener las encuestas que salgan en estos días. El escenario está abierto.

Ayer, Añez tuvo su última aparición internacional con su discurso ante la Asamblea de la ONU. “Quiero denunciar ante el mundo el acoso sistemático y abusivo que ejerce desde Argentina el gobierno kirchnerista”, dijo. Enojos e ironías aparte, las actitudes del gobierno boliviano hacia Argentina deben ser seguidas de cerca: el voto en el país, donde reside una parte importante de la comunidad boliviana, va a tener peso en el desenlace electoral y las autoridades dicen que todavía no han sido confirmadas. Hace unas semanas, la canciller de Añez alertó sobre una posible manipulación de los resultados en suelo argentino. 

PICADITO

  1. Se anuncia un acuerdo por TikTok pero prima la confusión respecto a sus términos; desde EEUU y China circulan versiones diferentes.
  2. Italia aprueba el referéndum que recorta el Parlamento; las regionales ponen un freno a Salvini.
  3. México investiga esterilizaciones forzadas a migrantes en centros de detención de EEUU.
  4. Crece la intolerancia hacia los inmigrantes en todo el mundo, según una encuesta de Gallup.
  5. Polonia: una ley animalista dinamita la coalición de gobierno.

QUÉ ESTOY LEYENDO

Esta lectura de Oliver Stuenkel (en inglés pero con traductor va joya) sobre el futuro de Bolsonaro si Trump pierde las elecciones me pareció inteligente. Un escenario tal, dice Oliver, debilitaría a Bolsonaro de 3 maneras: le sacaría el activo político de cercanía con la Casa Blanca, vital para su base; haría que la comunidad internacional aumente el escrutinio sobre él; y complicaría sus planes para seguir resistiendo a las presiones de grupos medioambientales. 

LO IMPORTANTE

Hoy nos vamos con tres memes de la bodega sobre la ONU y su incapacidad para hacer cumplir reglas e intervenir en conflictos armados. Nunca pasan de moda. 

Eso fue todo por hoy. Gracias por haber llegado hasta acá.

Aviso parroquial: la semana que viene no vas a recibir Mundo Propio. Nos encontramos en quince días.

Hasta ese entonces. 

Un abrazo,

Juan

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Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.