Dos redes por el Cuti

Perfil de Romero, el defensor fetiche de Scaloni.

Hola, ¿cómo estamos?

No tan tarde. Cosa de que la digestión no afane algún bostezo en el primer tiempo. Cerca de las 14 ya hay que estar comiendo. El asado -cualquier corte, cualquier verdura- exige su lugar de previa a Argentina vs Brasil.

Mañana es día de gala.

Como siempre, te alentaremos de corazón.

Dos redes por el Cuti

(Producto del fanatismo del protagonista por la banda cuartetera Q’ Lokura te propongo que la sintonices y arranques el sábado muy arriba)

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El dato lo hizo correr un vecino. En la prenovena de Talleres había un pibito que quería jugar en Belgrano. Se dice el pecado, no el pecador. Federico Bessone, ahora coordinador de las inferiores piratas, le puso el pecho a un sol homicida. Fue un enero a ver la Córdoba Cup. Se denomina biotipo a la talla esperada para un futbolista según el puesto. Era flaco y fuerte. Exhibía estilo para ir lejos a marcar. Buenos cruces. Gran cabezazo. “Pero a mí me llamó la atención la personalidad”, recuerda el especialista.

–¿A qué te referís con personalidad en un chico de 13 años jugando al fútbol?
–A veces, una virtud puede ser un defecto. El Cuti Romero tiró un sombrerito en su área chica. Eso es tener personalidad.

El bardo era sacarlo del enemigo. Desde el cielo, aterrizó otro milagro: estaba a préstamo en la T. El pase pertenecía a San Lorenzo de Las Flores. Cuna de los míticos Sebastián Viberti, Llamil Simes y del Hacha Ludueña. Bessone galopó hasta la escribanía de Enrique Nicolás, presidente de Los Turcos, como le dicen a los blaugranas de Córdoba. La respuesta fue tentadora. A cambio de dos redes y un porcentaje del pase, el Cuti firmó con el club de sus amores. O, como lo denominó en su presentación como refuerzo del Tottenham de Londres: “Desde que nací, soy hincha de Belgrano, donde me formé, así que agradecido al más grande de Córdoba”.

A Rosa González esa Córdoba Cup también le estremece la memoria. En el cruce entre Talleres y Belgrano sintió algo distinto: “Él decía desde niño que iba a jugar en Europa, pero esa vez me di cuenta de que era verdad. Tenía una templanza diferente”. Podría descartarse el argumento porque la que opina es su mamá. Su ojo se había curtido en mil potreros con Franco, el hermano mayor de Cuti.

Los fines de semana de los Romero eran una travesía para que sus hijos jugaran. Nómades a bordo del transporte público cordobés. Hasta que Víctor, el papá, juntó unos pesos y adquirió una moto. No alcanzaba. Operaba como un aventón para hacer posta, acercarse a lo de algún otro papá y así llegar. Desde la zona sur de Córdoba capital hasta Carlos Paz había montones de razones para claudicar. Es primavera: no se pueden detener las semillas.

El barrio Villa Rivadavia anexo puede tener destinos duros. Sus mapadres lo planificaron: “No queríamos que tuviera tiempo ni espacio para desembocar en la calle”. San Lorenzo de Las Flores fue el lugar perfecto. “Este es un club de contención social”, detalla el secretario general de la institución. Arribar al profesionalismo es un azar. La contención es una posibilidad. El fútbol muchas veces obra como una manera de cuidarse. Víctor le obsequió a Cuti una pelota de goma con el escudo de Boca cuando tenía tres años. Un tesoro.

Los clubes de las provincias argentinas poseen dos torneos: la liga de AFA y la -en este caso- cordobesa. En la categoría 98 de Belgrano, Cuti no salía nunca del campeonato nacional. Una fecha lo expulsaron. Por suspensión, le tocó la otra. “No lo podían parar. El arquero le daba la pelota en su área, se gambeteaba a todos y hacía el gol. Creo que metió tres ese día. Fue una locura”, responde Bessone ante la pregunta de cuándo sintió que podía ser de elite. 

Lucas Aveldaño viste la casaca del Tudelano de Mallorca y es empresario gastronómico. Fue su compañero de zaga el 28 de agosto de 2016, por la Sudamericana, contra Independiente: “Mostraba cosas distintas. Jugaba de defensor, pero hacía cosas que podía hacer un mediocampista. No sólo es que tenía técnica. Era muy valiente. Salía jugando como si no fuera su primer partido”. La cancha se vino abajo cuando por décima vez se anticipó a Germán Denis. Estaba claro que había un pibe distinto. Cayeron 1-0. Cuti había dejado todo. Tanto que faltando unos minutos tuvo que pedir que lo sustituyeran: “Estaba todo acalambrado de los gemelos, no daba más”.

Belgrano no fue sólo significativo para conseguir su pase. La psicóloga del club se comunicó preocupada con Rosa porque Cuti estaba por dejar el secundario. A la mamá, el panorama no le convencía. Todos los años le pasaba lo mismo: se quedaba libre por ausentarse a educación física. Es que el contraturno se torna imposible para un deportista de alta competencia. La directora de la escuela Jerónimo Luis de Cabrera lo citó a una conversación de esas de una en un millón: 


–¿Qué vas a hacer: vas a jugar al fútbol o a prepararte para la vida? 
–Yo quiero jugar al fútbol. 
–¿Pero vos creés que te va a dar algo el fútbol?
–Yo voy a llegar.

Lo dejaron libre. Belgrano apretaba para que continuara estudiando. Rosa se presentó en el Ministerio de Educación de Córdoba. Quería saber si había un plan para deportistas. Imposible. Perduró como una promesa. Lo repitió al asomarse a Tottenham: “Mi mamá y la psicóloga se enojaron porque lo dejé. Pero yo quería llegar a esto”. 

La carrera de Romero no fue sólo en orden ascendente. Ni Diego Maradona pudo gambetear los valles. En 2016, disputó cuatro partidos. En 2017, sumó doce. Una tarde, el Gallego Méndez, su entrenador, lo mandó a jugar a la Reserva. Agarró la pelota en mitad de cancha, tiró una pared, condujo, avanzó, metió un gol y corrió hacia un costado haciendo el Topo Yiyo. Juan Román Riquelme modeló en aquel festejo de 2001 contra Mauricio Macri un método de protesta. “Nunca le gustó perder a nada, una vez en inferiores hasta decidió ser arquero porque faltaban jugadores y había que ganar”, recuerda su mamá.

El torneo de Viareggio se escenificó por primera vez en 1949. La geografía es la Toscana. Comenzó funcionando como un prestigioso campeonato sub-21. Ahora, constituye un festival de scouts que pispean talentos. A Belgrano, lo invitaron a intervenir en 2016. El otro argentino fue Camioneros. A los cordobeses les correspondió un grupo con Fiorentina, con Virtus Entella y con Abuja (de Nigeria). No pudieron superar la primera fase. A Cuti le cambió la vida. Lo pusieron en el once ideal del campeonato. Genoa culminó comprándolo en 2018 por 1,7 millones de dólares. Una cifra que permanecerá para siempre: con esa plata edificaron una de las tribunas del estadio de barrio Alberdi.

Claudio Úbeda condujo en 2017 al sub-20 en el Campeonato Sudamericano de Ecuador. La figura era Lautaro Martínez y la Selección concluyó cuarta. Le alcanzó para clasificarse al Mundial de Corea del Sur. Cuti oficiaba como capitán. Una huella que sirve para los que parpadearon y se lo encontraron siendo el central campeón de la Copa América 2021. Por su compromiso con la Selección, porque no convencía a los entrenadores y porque peleaba el descenso y no querían exponerlo, emigró de Belgrano con poca participación. Se marchó bajoneado. 

La adaptación a Genoa podía ser compleja. Comenzó la Serie A y lo castigó una pubalgia. El panorama se diseñaba duro. Se recuperó. En la misma semana en que asumió en el cargo Iván Juric. Les tocaba la Juventus. Caminaba por el estadio de Turín casi como un turista. Diez metros antes de pisar el césped para el reconocimiento, el croata le tocó el hombro y le notificó: “Romero, vas a jugar de entrada”. Admite que le corrió una gota de sudor por la espalda. Debutar en Italia contra Cristiano Ronaldo era una locura. Sobrevivió. Hizo un buen partido. Al finalizar, Paulo Dybala, su rival, le dio un abrazo. Córdoba mandaba en el Calcio.

Tras dos excelentes temporadas, Juventus -que hacía años lo estudiaba- invirtió 26 millones en su ficha. Lo prestó a Atalanta. Simbólicamente, el gigante de Turín significaba muchísimo. Tanto que en el partido posterior, Cuti salía caminando, cuando se le paró el corazón. Giorgio Chiellini, uno de sus referentes, estaba firmando autógrafos. Lo había utilizado mil veces en la Play Station. Era su momento para manguearle una foto. El histórico defensor de la Selección de Italia lo saludó y le anunció: “Hacé las cosas bien y te esperamos acá”. Como si fuera un nene, se dio vuelta y le escribió a su novia para relatar el flash.

“Creo que es el equipo ideal por el técnico”. Gian Piero Gasperini es un entrenador distinto. Antes de pelearse con él y marcharse a Sevilla, Papu Gómez describía su filosofía de juego así: “Arriesgamos el contragolpe del rival. Por eso marcamos tantos goles. Podés defender con diez atrás. Pero sin capacidad de contraste, sin morder ni presionar, el día que te agarra un equipo con cuatro jugadores de calidad te entran por todos lados”. Al mando del Atalanta desde 2016, propone un estilo de marca que se denomina persecución individual: cada futbolista posee un rival asignado y lo corre por donde sea. Lo ejercita, por ejemplo, con un seven: 7vs7, toda la cancha, cada equipo tiene 30 segundos para hacer el gol. A Romero le modificó la cabeza.

Cuti admite que las dos presas más jodidas que se le atravesaron fueron Karim Benzema del Real Madrid y Romelu Lukaku del Inter (ahora, Chelsea). Al francés se lo cruzó en los octavos de final de la Champions League. Atalanta tropezó contra los merengues. El defensor mostró un nivel impresionante. Al belga lo vio en la liga italiana. Atalanta culminó tercero. El argentino fue elegido el mejor defensor del Calcio. ¿Qué aprendió? “Con Gasperini, cualquiera debe poder hacer más cosas. Un defensor no solo debe defender porque con él cualquiera debe contribuir a la maniobra ofensiva. A la hora de defender, los jugadores ofensivos también están llamados a contribuir”.  

Su esqueleto lo trajo hasta aquí. Pero el cuerpo se le llenó de bronca. Lo acompañaba Lisandro Martínez. Era una práctica de la Selección. Se le trabó la rodilla. Maldecir fue light. Toda una vida para que lo cacheteara esa mierda. Le dolía. No podía andar. En el medio de la Copa América, el mejor heredero de la generación Messi no podía seguir. Germán Pezzella -una pieza más fundamental de lo que se cree, capaz de empujar entrenamientos y de ocupar desde la palabra un rol interno que quedó vacío tras el adiós de Javier Mascherano- lo reemplazó muy bien. Hacía falta algo más.

Los días previos a la final con Brasil notaba que la rodilla mejoraba. La inflamación bajaba. Hay futbolistas que, por su despliegue, necesitan estar especialmente bien. Le pidió charlar a Lionel Scaloni. Le agradeció por oírlo. Era un partido que no sabía cuántas veces más le iba a ocurrir. Para adelante: esté como esté. 

Cerca del minuto 70. Argentina vence. Ejerce el arte de respirar bajo el agua. Se suceden piernas para bajar a Neymar. Tantas veces en estos años le pasaron a los brasileños lo mismo que a los argentinos. Las papas fríen y sólo comprenden que un 10 mágico los puede salvar. Cuti no está acá para fumarse la historia. Sino para construir una nueva. Personalidad: la agarra, trota con los hombros levantados, se le plantan dos y acelera, hunde a los rivales, conduce y la Selección arma una situación de gol cuando no sobra imaginación. Por razones como esas, el Tottenham paga 50 millones de euros por su ficha post Copa América. El defensor más caro de la historia argentina. 

Nunca se olviden: personalidad es tirar un sombrerito.

Pizza post cancha

  • Ya que parlamos de cordobeses ilustres: salió el libro Huellas. Relatos desde el Cerro Pistarini. Marcos Villalobos, el escritor, me parece de las mejores plumas que narran deporte en Argentina. 
  • Hay cosas piolas que están sucediendo en Twitch. El canal de /sebavdr reconstruye algunas historias con mucha solvencia. Denle bola.
  • La Selección de Francia además de haber ganado dos mundiales en veinte años tiene un contexto antropológico impresionante. La Banlieue, el corazón marginal de París es un texto bellísimo del Beto Parrottino.
  • Mañana se cumple un nuevo aniversario de la Masacre de Munich en los Juegos Olímpicos de 1972. La película Munich no falla.

Esto fue todo.

Cenital siempre te necesita.

Abrazo grande,

Zequi 

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.