¿Dios, Patria, Familia y Libertad? El futuro de la derecha radical en Brasil

La gran elección de Bolsonaro y de varios de sus ministros. El rol de la Primera Dama y sus vínculos con los evangélicos. Y el peligro de que prolifere la violencia.

Bolsonaro tiene pocos incentivos para adoptar una actitud democrática ante una derrota en segunda vuelta. Él mismo había dicho, reflexionando sobre sus opciones en agosto del 2021: “Estar preso, muerto o la victoria”. A pesar de a veces hacer declaraciones sin llevar a fondo sus proposiciones, el ex capitán del Ejército busca mantener una coherencia en sus perversiones y crueldades.

Su desempeño y el de sus candidatos ha sido bastante mejor que el pronosticado por las más prestigiosas encuestadoras. El bolsonarismo mantiene un gran poder de concentración del polo de la derecha en Brasil, habiendo eclipsado al PSDB, principal opositor al PT entre 2002 y 2014. En este sentido, llama la atención el modo en que la izquierda y el progresismo han subestimado la potencia de este movimiento de la derecha radical organizado desde 2018.

El fascismo contemporáneo se trata de formas de organizar, legitimar y reivindicar el odio y el desprecio por el otro que ya existen en el mundo social. En este aspecto, las redes sociales han desempeñado un papel fundamental para agrupar a estos individuos de extrema derecha que formaban parte del submundo marginal.

Para cerrar su participación en dos de los debates presidenciales, Bolsonaro señaló su propuesta como representativa de “Dios, patria, familia y libertad”. Damares Alves, pastora evangélica y ministra de la Familia con gran desempeño en su candidatura a senadora por Brasilia, había dicho en un audio que los valores del movimiento integralista “Dios, Patria y Familia” -un movimiento filofascista brasileño de la década del ’30 del siglo pasado liderado por el escritor Plínio Salgado- son los mismos que ella defiende. Figuras importantes del núcleo del bolsonarismo han tenido un desempeño significativo en primera vuelta, marcando la fuerza de este grupo en el próximo Congreso: la ex ministra de Agricultura Tereza Cristina; el ex ministro de Justicia Sergio Moro; el ex ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles; la congresista Carla Zambelli y el vicepresidente Hamilton Mourao.

El padre Kelmon, candidato por el partido “cristiano y conservador” PTB de Roberto Jefferson, adhiere a la narrativa anticomunista de Bolsonaro que señala a la izquierda como enemiga de la nación. Este padre de dudosa procedencia que buscó provocar a Lula con éxito en los debates, se encuentra vinculado al fascismo integralista brasileño y cerró su alocución, al igual que el presidente, evocando el lema conservador de “Dios, patria, familia y libertad”. Inevitable recordar que la Marcha por Dios, la Familia y la Libertad en 1964 fue el precedente de movilización de derecha que llevaría al golpe militar contra el gobierno democrático de Joao Goulart.

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Otro apoyo de la derecha radical resulta de la poderosa unión de Bolsonaro con las cúpulas de las iglesias evangélicas. Datafolha ha señalado que 3 de cada 4 defensores del mandatario están de acuerdo con la frase que dice que “la política y los valores religiosos deben caminar siempre juntos para que Brasil pueda prosperar”. A su vez, el 71% de los votantes de Bolsonaro está de acuerdo con que “es más importante para un candidato defender los valores familiares que tener buenas propuestas para la economía”.

Los programas religiosos ocupan 21% de la televisión abierta y se abre una nueva iglesia evangélica en Brasil casi cada una hora. La Iglesia Universal del Reino de Dios había lanzado una campaña que dice que “no se puede ser cristiano y votar a la izquierda”. Silas Malafaia, principal pastor aliado al presidente, concuerda con esa definición.

La primera dama, Michelle Bolsonaro, ha cumplido un papel importante en esta elección. Infunde una estética y mensajes religiosos que refuerzan el estereotipo de mujer al lado del “hombre fuerte” y una defensa del Brasil conservador. La figura de Michelle, quien es evangélica, es clave para llegar al electorado femenino donde existe un rechazo por Bolsonaro. La campaña bolsonarista ha procurado asociar a Janja y Lula con las religiones africanas, una maniobra para distanciar al ex presidente del público evangélico. Otro aspecto de la campaña de Bolsonaro estuvo centrado en la defensa de la seguridad en clave represiva contra Lula, uno de los principales activos del ex capitán en 2018 que le permitió llegar al Palacio del Planalto.

A su vez, se trata de una de las campañas más violentas. Datafolha muestra que 70% de los brasileños tiene miedo de expresarse políticamente por temor a represalias. Distintos acontecimientos han mostrado la violencia de los bolsonaristas contra simpatizantes de Lula y el PT. En los cuatro años de la presidencia de Jair Bolsonaro, hubo un incremento en la posesión de armas del 473%, pasando de 117,4 mil a 673,8 mil. Los dueños de estas armas ya tienen sus permisos para utilizarlas, aunque gane Lula en la segunda vuelta, y la violencia puede aumentar con las movilizaciones callejeras del bolsonarismo.

El candidato a vice de Lula, Geraldo Alckmin, debió retirarse de la campaña en Mato Grosso, estado bolsonarista y agropecuario, por temor a los ataques. El que lo amenazaba se llama Antônio Galvan, dirigente ruralista candidato al Senado, de Aprosoja. Esta entidad rural que representa a los productores de soja financió la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), en la versión llevada a Brasil por Eduardo Bolsonaro.

El apoyo a Bolsonaro es fuerte especialmente entre hombres, empresarios, el Sur-Sudeste y los más ricos, así como entre el electorado evangélico. Por el contrario, Lula es fuerte en el Nordeste, las mujeres y los más pobres.

Sin embargo, los monstruos del machismo, el autoritarismo y la cruzada religiosa que Bolsonaro y sus adherentes sacaron de la caja no van a volver ahí por un largo tiempo. La superficie de la violencia que anidó oculta en la sociedad brasileña detrás de la máscara de la “cordialidad” no tiene vuelta atrás. Los próximos días, con los grupos bolsonaristas en la calle, es posible que sucedan mayores acontecimientos violentos.

La liberación de irracionalidad y agresividad que impulsó el bolsonarismo, este “soltar los lobos a la sociedad” según la expresión de Guillermo O’Donnell o el despertar del “fascismo en acción”, sigue planteando un serio desafío para la democracia en Brasil.

*El autor de la nota escribió los libros libros “La Reconquista Autoritaria. Cómo la derecha global amenaza la democracia en América Latina” (Marea, Octubre 2022) y “Bolsonaro. La democracia de Brasil en peligro” (Marea, 2019).

Profesor-Investigador en Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y CONICET sobre Brasil