Bicampeón de América: la selección argentina es patrimonio nacional

“Son las ganas de jugar por el amigo de al lado. Juntos somos mejores”, dijo Scaloni tras la coronación. Superó a Colombia, al tobillo de Messi y al desastre de la Conmebol. Gana hasta el Super Bowl.

Leandro Paredes traza el pase hacia adentro. Ocho segundos antes extirpó la pelota barriendo. Giovani Lo Celso toca de primera. Y Lautaro Martínez pica al vacío, apunta y ejecuta al arquero de Colombia. Es el minuto 111 de la final de la Copa América Estados Unidos 2024. Los tres habían entrado al 96, durante el primer tiempo extra. Lo que puede ser una aleatoriedad expone mucho más, lo que es esta selección argentina, que nació en la Copa América Brasil 2019: un patrimonio nacional, un equipo que no es sólo de un cuerpo técnico y de un grupo de futbolistas. Argentina, el campeón del mundo en Catar 2022 –y el de la Finalissima–, es ahora el bicampeón y el más campeón de América: superó, con 16, a Uruguay. Y, con 23 títulos, es la selección más exitosa en el fútbol.

A los 35 minutos de la final en el Hard Rock, después del ingreso en el que familiares quedaron separados por una reja, en el que hubo niños golpeados, desmayos, detenciones, caos y cierre de puertas, todo mientras Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, tiraba peluches de la mascota de la Copa América a las tribunas con una música ensordecedora de fondo, el estadio hizo silencio: Lionel Messi se había doblado el tobillo derecho. Si algo le faltaba al torneo era que Messi terminase afuera de la cancha, llorando en el banco como si fuese el nene que empezó a jugar en el club Abanderado Grandoli de Rosario, al que lo llevaba su abuela Celia. Y pasó. En el país en el que le “cortaron las piernas” a Diego Maradona hace 30 años, Messi vio la definición en ojotas, con el tobillo hecho una bola, como el de Maradona en Italia 90. Pero la selección argentina es más que Messi: es un equipo con jugadores que delimitan la cancha como si fuesen agrimensores y que, luego, la trabajan como peones.

La selección argentina sabe tomarse su tiempo. Cada futbolista interpreta cuándo es el momento de entrar en acción. Dibu Martínez la mantiene con vida ante la mínima demanda. Cuti Romero y Lisandro Martínez, quienes estrenaron “The Centrales” en Estados Unidos 2024, anticipan, roban, dan salida limpia desde abajo y, en dupla o por separado, tapan remates. Rodrigo de Paul, el alma, el motorcito, enseña el camino, infatigable y valiente, como un jugador de selección que, a diferencia de otros, no ganó títulos en clubes. Ángel Di María se despidió con la Copa en los brazos. Leyenda. Lautaro Martínez fue el goleador del torneo, con cinco. Paredes, además de pasar la pelota con temple y determinación, lucha en la mitad. Si Lisandro se metió entre los titulares en el lugar de Nicolás Otamendi, Lautaro apareció con sus zarpazos y embestidas cuando salió Julián Álvarez. No juegan once. Sale a la cancha un colectivo que respeta la cultura–fútbol de Argentina. “La nuestra”. Que se contagia y se brinda por el todo, que es más que la suma de las partes. Y que le carga combustible por el que se va (Di María), o por los próximos que se irán, sí, por Otamendi y Messi.

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“Todos somos uno”, resumió Cuti Romero en la trasnoche de Miami. Si en Catar 2022 traccionaron la mitad de la cancha De Paul, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister, en la final ante Colombia terminaron De Paul, Paredes y Lo Celso, el mediocampo que había sido titular en la Copa América 2021 en el Maracaná, aquel después de 28 años, el que “rompió la pared”, como graficó Di María. Dibu, Cuti, De Paul, Di María y Messi fueron los únicos titulares en las cuatro finales del ciclo Scaloni. “Son las ganas de jugar por el amigo de al lado. Al final, es un deporte de equipo y cuanto mejor te lleves con el de al lado, mejor va ir. Juntos somos mejores”, señaló Scaloni en la conferencia de prensa. Más allá de las superioridades en cuanto a las calidades de los jugadores, la selección saca ventajas a partir de las relaciones socioafectivas. Scaloni volvió a abrazarlo y a levantarlo a Messi luego de la final. Y el plantel subió en andas con la Copa a Mario De Stéfano, el utilero.

En 2025, la selección argentina jugará su quinta final en cuatro años, ante España, en el cruce entre el campeón de América y el de Europa. No es “normal” jugar finales y, mucho menos, ganarlas todas, como esta selección. Algún día va a perder, pero de momento gana hasta las que se parecen a un Super Bowl, con canchas en mal estado y entretiempo XL para el show business. “Imagino, para empezar, que las canchas van a ser reglamentarias, más grandes. Y entiendo que el Mundial 2026 se va a jugar en canchas de fútbol y no de fútbol americano. Y en otras sedes –dijo Scaloni–. Eso es lo que todos esperamos. Lo importante es que nos sobrepusimos a todos estos inconvenientes”. Nunca una selección había ganado Copa América–Mundial–Copa América. Sólo España logró entre 2008 y 2012 dos Euro y un Mundial. “Si no hubiésemos ganado –agregó Scaloni–, tendríamos que haber seguido. La vida es esto”. Tenía puesta una camiseta azul con la N° 13, como con la que jugó el Mundial Alemania 2006, eliminación en cuartos de final. Scaloni siguió para darle algo más hondo que una selección a la Argentina.

El metaverso del fulbo

España venció 2–1 a Inglaterra y se coronó como nuevo campeón de la Eurocopa, el primero en ganar los siete partidos en la historia del torneo. La síntesis del título se posó en el gol de Nico Williams después de que Lamine Yamal imantara a tres ingleses y lo asistiera. El vasco Nico (22 años) y el catalán Lamine (17), talentos complementarios, pequeña gran sociedad, dibujaron y colorearon: refrescaron a su selección luego de que se perdiera en la repetición de pases laterales en el Mundial Catar 2022. Y España sumó su cuarta Euro (1964, 2008, 2012 y 2024). Nico fue elegido el mejor jugador de la final por la UEFA. Lamine, el mejor joven; y Rodri, capitán y pilar de su selección, el mejor de la Euro. La madre y el padre de Nico nacieron en Ghana. Cruzaron el desierto del Sáhara, saltaron la valla de Melilla, los detuvieron y temieron ser deportados. El padre de Lamine, de Marruecos, fue condenado por atacar un puesto del ultraderechista y racista Vox. “Somos como hermanos, lo quiero un montón”, dijo Nico. Ganó el fútbol de la España globalizada y se escuchó “Mi gran noche”, de Raphael, en el Olímpico de Berlín: “Olvidaré la tristeza y el mal / y las penas del mundo / y escucharé los violines cantar / en la noche sin rumbo”.

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Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.