Una mujer latinoamericana al frente de las Naciones Unidas, ¿es posible?

En 2027 termina el segundo período de António Guterres en la Secretaría General y se abren las posibilidades para que la región vuelva a ser representada con ese cargo.

La Carta de las Naciones Unidas en su versión oficial en español menciona la posición de “Secretario General” en trece oportunidades, y en las trece se refiere al secretario, en masculino. En 1996, un año después de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing y que aprobó una Declaración y una Plataforma de Acción, múltiples organizaciones de mujeres organizaron una campaña internacional bajo el lema “Es tiempo de una mujer” para la Secretaría General de las Naciones Unidas. Sin embargo, ese clamor vigente y universal ha sido persistentemente postergado, cuando no sistemáticamente entorpecido.

El segundo período del portugués António Guterres en la Secretaría General termina el 31 de diciembre de 2026. Su primera elección, en 2017, fue otra vez un proceso opaco, acordado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En aquella oportunidad hubo excelentes candidaturas de mujeres (7 en total) y, según la tradición no escrita de rotación geográfica, le hubiera correspondido a América Latina ya que el último secretario proveniente de la región fue el peruano Javier Pérez de Cuéllar en 1982–1991. Pero, esa vez, de nuevo, Occidente logró posicionar la candidatura de un hombre que, pese a su gris desempeño, fue reelecto. Hoy sabemos que no será recordado por su aporte a la paz y la seguridad internacionales.

Si se trataba de hacer visible y patente la disparidad de género en su dimensión política, las alocuciones durante la 79ava sesión de la Asamblea General, en septiembre de 2024, lo lograron plenamente. De 194 intervenciones, 175 fueron masculinas y 19 femeninas (5 jefas de Estado, 3 jefas de Gobierno y 11 cancilleres). Esto se da en el marco del reciente y contundente retroceso y contraataque a las conquistas de las mujeres a nivel mundial y en múltiples asuntos, incluyendo los reveses e involuciones en las democracias de Occidente. La encuesta “Nosotras las mujeres” de la ONU de este año es elocuente respecto a la extendida percepción de una reacción global anti-mujeres. Allí se destacan los obstáculos para su mejoramiento y empoderamiento: la desigualdad de género, la inseguridad material, los efectos del cambio climático, el acceso a la salud, los conflictos armados y la violencia familiar, entre otros. En términos de recursos, ha sido poco significativo el crecimiento en fondos para ONU Mujeres: en 2021 recibió US$ 556.300.000 y en 2023, US$ 562.870.000. Cabe acotar que, en 2023, la Argentina aportó US$ 618.239. Muy probablemente, dada la decisión del Gobierno del presidente Javier Milei, de impugnar la agenda de género en la ONU y otros foros, el país deje de contribuir a los fondos de esa entidad de “las Naciones Unidas que desarrolla programas, políticas y normas con el fin de defender los derechos humanos de las mujeres y garantizar que todas las mujeres y las niñas alcancen su pleno potencial”.

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2025 será, sin duda, un año crucial para la elección de la Secretaría General de la ONU y vale la pena subrayar los esfuerzos realizados para que una mujer llegue a encabezar las Naciones Unidas a partir de 2027. Distintas campañas que mancomunan ONGs, movimientos, think-tanks, personalidades, procuran alcanzar ese objetivo: 1 for 8 Billion, Article 19, Global Women Leaders Voices, Women SG, entre otras, están activamente comprometidas para lograrlo. Cabe mencionar que las fundadoras de GWL Voices son Susana Malcorra, excanciller de la Argentina; Helen Clark, exprimera ministra de Nueva Zelanda e Irina Bokova, exdirectora general de UNESCO.

Las distintas organizaciones de la sociedad civil internacional movilizadas en favor de que una mujer llegue a la Secretaría General vienen procurando mayor precisión y transparencia en las reglas y el proceso de nominación y designación, además del reforzamiento de la Asamblea General, para que la próxima elección no resulte monopolizada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. De igual manera, promueven la colaboración con gobiernos comprometidos con la postulación de mujeres buscando evitar un debilitamiento aún mayor de la Secretaría General y subrayando la relevancia de un temario de prioridades sensible a las enormes transformaciones globales de los últimos tiempos.

América Latina y el Caribe podría actuar de modo conjunto para que la Secretaría General le corresponda a la región en 2027. Esto sería viable y sencillo si se contara con un conjunto acotado y representativo de gobiernos del área que, evitando las divisivas posturas ideológicas, buscara instalar la idea de que, después de 36 años, es a Latinoamérica a la que le corresponde la Secretaría. Más difícil será tener una única candidatura femenina. Por eso, quizás lo más razonable sería tener tres sólidas candidatas con agendas afines y amplio respaldo latinoamericano y caribeño. En la región hay excelentes candidatas con sólida experiencia en presidencias, cancillerías, ministerios, organismos oficiales, cortes y tribunales internacionales. Las hay con credenciales en las áreas de la ciencia, la investigación, la cultura, la paz, el feminismo y el cambio climático. De hecho PassBlue, un sitio multimedia independiente y liderado por mujeres, realizó una encuesta en marzo de este año y destacó 12 candidatas de América Latina y el Caribe. Solo se requiere que exista el propósito regional de que sea una mujer latinoamericana la primera secretaria general de la ONU.

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