Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario

La renuncia de Roberto Feletti sorprendió a los empresarios, pero también a Martín Guzmán y Matías Kulfas. Los motivos del alejamiento y las características de su reemplazante. Los desafíos políticos de la economía argentina.

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En la tarde de ayer, la noticia que sacudió una jornada atravesada todavía por las declaraciones de Alberto Fernández fue la renuncia del hasta entonces secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti. A la sorpresa -y cierta satisfacción- de los hombres de negocios se le sumó la de sus propios compañeros de gabinete. El jueves, cuando se materializó el traslado de la Secretaría a la órbita del Ministerio de Economía, Feletti “estaba entusiasmado” según los testimonios que dos funcionarios que conversaron con él le brindaron a #OffTheRecord. El viernes, con el mismo espíritu, mantuvo una conversación telefónica con Martín Guzmán. Ayer por la mañana, en un encuentro que compartieron ambos, Feletti lo primereó: “No voy a poder seguir”. ¿Qué pasó durante el fin de semana? Es una incógnita. Aunque hay una certeza: ningún funcionario que responde a Cristina Kirchner toma una decisión de esta naturaleza de manera inconsulta. Es probable que la vicepresidenta advierta que la economía corre un riesgo hoy (muy) lejano, pero no imposible: una inflación de tres cifras. Ese ya es otro animal. Eso trae, consigo, otra certeza a la que el kirchnerismo llegó tarde: la Secretaría de Comercio, sin una macro ordenada y reservas en el BCRA, es absolutamente anecdótica. La comande Guillermo Moreno, Roberto Feletti, Augusto Costa o John Kenneth Galbraith.

En Economía sostienen que Guzmán quería que Feletti continuara en su cargo y que tenían una visión compartida sobre la política de precios. Es más: señalan que la gestión de Guillermo Hang no va a variar mucho de la de su antecesor. A Hang lo va a reemplazar Agustín D’Attellis, que está fuera del país y ayer conversó con el ministro. El cambio de órbita de Comercio Interior, el sustituto de Feletti y su reemplazo en el BCRA, todas decisiones que tomó Guzmán, que lo fortalecen en el gabinete y que a la vez ponen en sus espaldas la administración de una tarea inflacionaria que, en el mejor de los mundos, será nominalmente muy mala. De orígenes comunes en la UNLP, a Guzmán y Hang los une una amistad de años y un respeto mutuo. El nuevo secretario recorrió en diferentes roles casi todo el Ministerio de Economía hasta la llegada de Mauricio Macri y tuvo un paso poco conocido como funcionario técnico de la secretaría que ahora le toca conducir. Hijo del primo segundo de su homónimo director General de Techint, en su entorno sostienen que al Hang funcionario lo definen tanto las formas como un carácter muy determinado. Otros, en cambio, creen lo contrario: “No tiene perfil para ese lugar”.

En el entorno de Feletti validan la versión de Economía con reparos. Aseguran que no veían la decisión del equipo económico de friccionar con el sector privado y exigir a las empresas, entre otras cosas, mayor volumen y abastecimiento. Es relativo: las herramientas regulatorias que le servían al gobierno hasta antes de la guerra luego se diluyeron con la distorsión global. Las declaraciones de la última semana no dejaron en claro si el gobierno no sube las retenciones porque no tiene el número en el Congreso o si, aun consiguiéndolo, tampoco lo haría. A Feletti y Guzmán los une una coincidencia: ambos creen que hay que hacerlo. Kulfas también. Es más: después del estallido de la guerra, el ministro de Desarrollo Productivo había instruido a su área legal y técnica a redactar un decreto para la suba de retenciones con consultas previas en los más altos estamentos judiciales. Julián Domínguez sostuvo lo contrario. El Presidente le había dicho a su ministro de Economía que iba a avanzar y mantuvo la posición inversa frente al de Agricultura en continuas reuniones privadas. En un aspecto le asiste la razón a Fernández: el oficialismo y aliados no tienen número en el Congreso para empezar a competir. Generar las condiciones, movilizaciones similares a los tractorazos, pero con gente pidiendo por el precio de los alimentos es una de las propuestas que acercaron funcionarios políticos del gobierno. Hasta ahora ninguna prosperó. “Puede ser que no tengamos los votos, pero esto es como si querés adelgazar y no estás dispuesto a comer verduras: aunque sea para disimular algún día comete una ensaladita”, comentó resignado ante #OffTheRecord uno de los emisores de las iniciativas descartadas. 

La discusión sobre una eventual suba de retenciones al trigo puso de vuelta sobre la mesa un debate en relación a las transformaciones del contexto internacional a causa de la guerra de Ucrania y de las herramientas para recuperar el poder adquisitivo. En abstracto, las retenciones distan de ser el mejor impuesto posible. La sustracción del precio pagado al productor -en vez de la imposición sobre su ganancia- impide el desarrollo de las tierras menos productivas o que requieren mayor inversión y tecnología para ser sembradas, generando así una menor producción. Ahora bien, el planteo en abstracto esconde algunas cuestiones. La primera, el agro argentino es enormemente eficiente, uno de los más desarrollados e innovadores del mundo y no se han verificado movimientos tan relevantes en relación a las variaciones del ciclo de retenciones, a excepción de las que corresponden a arbitrajes entre distintos cultivos. A diferencia de Ganancias, las retenciones son un impuesto difícil de evadir y sencillo de cobrar a pesar de algunas fantasías tan repetidas como falsas sobre los niveles de contrabando de granos. Argentina, no olvidemos, debe cumplir metas de déficit fiscal. Si el Estado pudiera recuperar vía retenciones parte del aumento de precios internacionales causado por la guerra, cumplir la meta sería más sencillo en términos del esfuerzo exigido a la mayoría, y los productores todavía estarían sustancialmente mejor de lo que esperaban en enero. Ninguna de estas consideraciones es, sin embargo, la más importante. En el marco de la situación económica causada por la guerra, las presiones inflacionarias a nivel global son un determinante relevante, aunque no el principal, de la alta inflación que sufre nuestro país. En ese marco, las mayores presiones aparecen sobre energía y alimentos. Argentina es un importador neto de energía y, particularmente, de gas en el invierno. Poco puede hacer en ese rubro. En alimentos, en cambio, incrementar los derechos de exportación permitiría atenuar el efecto de los precios sobre los alimentos que se consumen. Las consideraciones económicas, seguramente, no pueden prescindir de las políticas, pero lo cierto es que la discusión de la medida debería ser acompañada por la base de votantes duros del Frente de Todos y, de aprobarse, debería beneficiar a sus votantes blandos, aquellos que, en 2019, esperaban de Alberto y Cristina Fernández una mejora del poder adquisitivo de sus ingresos. 

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“Tal vez las retenciones no sean la mejor herramienta para esta coyuntura y lo mejor sea pensar en cupos. El aumento de precios es demasiado grande para que se pueda contrarrestar con retenciones”, le dice Emmanuel Álvarez Agis a #OffTheRecord. 

OTR: Algunos sostienen que habría que apostar al aumento de la producción. 

EAA: Y mientras el sector siembra, espera que llueva y luego cosecha, ¿la gente qué hace? ¿No come?

La última tapa de The Economist advierte sobre las posibilidades de un ciclo de escasez alimentaria que repercuta en malestar social, movilizaciones, cambios de gobierno y catástrofes humanitarias. La provisión adecuada de alimentos es un bien global esencial en riesgo y países importantes, como India e Indonesia, se han sumado a los directamente impactados por la guerra en afectar la oferta alimentaria global, con prohibiciones de exportar trigo y aceite de palma, respectivamente. Las medidas tendientes a asegurar el abastecimiento interno parecen un déjà vu del inicio de la pandemia y los insumos sanitarios o, hace un año, la provisión de vacunas. Sálvese quien pueda. El contexto seguramente haga crecer las presiones sobre la Argentina, que deberá conciliar los precios internos con un mercado internacional convulsionado en el que será seguramente convocada a contribuir a apagar el fuego. Donde las medidas impositivas son aceptables, muy difícilmente lo sean otras que el gobierno exploró en la carne, como lo es la prohibición de exportaciones, en un país cuya producción de alimentos excede, en mucho, su propia necesidad de consumo.

Esta discusión se podría resumir en la doctrina cordobesista de Juan Schiaretti en el encuentro Democracia y Desarrollo que organizó Clarín en el MALBA: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. En el encuentro, del que participaron en su carácter de expositores e invitados dirigentes como Horacio Rosatti, Horacio Rodríguez Larreta, Rodolfo D’Onofrio, Hernán Lacunza, Juan Manzur et al, se destacaron el titular de la Corte Suprema y el gobernador de Córdoba. El tono del encuentro parecía hecho a imagen y semejanza del jefe de Gobierno porteño. “No hay halcones, de acá podría salir perfectamente el gabinete de Rodríguez Larreta”, bromeó uno de los asistentes mientras terminaba la exposición de Rosatti, hoy apuntado por un kirchnerismo que articula políticamente al autor intelectual de la doctrina Irurzun. Curiosidades.

Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para mí no tiene precio.

Iván

Soy director de un medio que pensé para leer a los periodistas que escriben en él. Mis momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no me gustan los tatuajes. Me hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que soy un conservador popular.