¿Quién le gana a Flamengo?

El equipo brasileño es el favorito para ganar la serie contra Vélez y para quedarse con la Copa Libertadores.

Hola, ¿cómo estamos?

El celular en la mano. El DG de Dolce Gabbana clavado en el pecho. Verdadero o trucho. La adicción a los likes y a la reproducción del ego. Si Adidas lo pide, todos al servicio. Historias y publicaciones que se cobran. Si el discurso lo solicita, las plegarias dramáticas de la vida por la camiseta. Por debajo, la respuesta de que mejor no mezclar el fútbol con la política. Como si fuera posible. Como si un contrato o un impuesto o una marca o una foto con un empresario o la elección de tal representante o una imagen en un yate no resultara de una postura ideológica y una determinación política. Consciente o inconscientemente.

Es imposible que no se hayan enterado.

Como sea: los dedos de la mano alcanzan para contar los casos de futbolistas que se expresaron en sus redes sociales sobre el intento de asesinato de la vicepresidenta y el ataque a la democracia de Argentina.

¿Por qué no dicen nada?

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¿Porque los putean?

¿Porque ignoran?

¿Por qué les exigiríamos más que a la sociedad?

¿Les exigimos más que a la sociedad?

¿Por una cuestión de clase?

¿Porque los educaron así?

¿Porque no viven en Argentina?

¿Y los que viven en Argentina?

Si todos los clubes se pronunciaron al respecto ayer, ¿por qué el apoliticismo sobrevive en tantos personajes?

¿Quién le gana a Flamengo?

Dice haber sido el rey de América. Que todos los años es el máximo goleador de Brasil. Es diciembre de 2021 y charla en Podpah, un podcast. Aclara: “Esto mañana saldrá en todos los medios. Las vacaciones son el momento para hacerse mierda. Bebo mi whisky y escucho mi rap”. Su temporada acaba de cerrar con 34 goles en 45 partidos. Un promedio de 0,76. Uno en la final de la Libertadores. Que perdió contra Palmeiras. A Gabigol lo parieron en Sao Bernardo do Campo, en el sur de Sao Paulo. Reside hace cinco años en Río de Janeiro. La vida carioca, ser bandera del PSG de Sudamérica y los 300 mil dólares que cobra por mes colaboraron para atornillarlo a Flamengo. Para que asumiera ser la figura pública del equipo con más hinchas en el mundo. Para aparecer con panza y una birra en la mano en una playa del sur de su nueva ciudad y terminar la frase: “Estoy de vacaciones. En enero, voy a entrenar para ser campeón y volver a ser el máximo goleador”.

El último miércoles, sobre una arena pintada de verde que esta vez caretea ser pasto, Flamengo goleó a Vélez por la semifinal de la Libertadores. Una demostración de fútbol y de capitales. Al mismo tiempo: para los locales ingresó Mateo Seoane, de 18 años, en su tercer partido en Primera, y para los visitantes, Arturo Vidal, 35 años, contratado desde el Inter de Milán. Nueve futbolistas con pasado europeo contra apenas dos -Lucas Pratto y Santiago Cáseres-. Un club de barrio -con orgullo- frente a una multinacional.

Marchaba el segundo tiempo. El partido yacía en un 3–0 que podía ser mucho más. La serie, terminada. Los hinchas de Vélez coreaban el vamos vamos los pibes. El teatro podía cerrarse salvo que el espíritu de los alemanes de 2014 se posara sobre la casaca rubronegra. El asterisco era Gabigol. Recibe una pelota fuera del área, engancha, patea lejos y levanta su dedo índice. Como diciendo déjenme una. Los compañeros lo retan. El centrodelantero se excusa en la estadística: lleva 28 goles, a uno de convertirse en el máximo artillero brasileño en la historia de la Libertadores. Pretende superar a Luizao, campeón de la Copa con Vasco y con Sao Paulo. No lo logra. Le fastidia.

El Flamengo que venció a River en 2019 atesoraba a cuatro fantásticos: Gabigol, Bruno Henrique, Giorgian de Arrascaeta y Everton Ribeiro. Cuando comenzó este 2022, los de Río de Janeiro no fluían. El portugués Paulo Sousa, su entrenador, culminaba renunciando. El público exigía el final de los futbolistas protegidos. El Fla carga y reproduce ese estilo de intranquilidad parecido a Boca y a Peñarol. Se puede estar en el escenario, mas nunca se domina. Dorival Júnior conducía una excelente temporada en el Ceará, eliminando a Independiente en la Sudamericana. Lo convocaron. Aceptó. El mar se abrió.

A veces, ciertas desgracias ordenan los estantes. Algo como le ocurrió a Alejandro Sabella en el Mundial 2014 con el desgarro del Kun Agüero. De un 4–3–3 que no fluía, floreció un 4–4–2 para un subcampeonato. Acá aconteció algo semejante. Bruno Henrique tuvo una lesión multiligamentaria. Un año de recuperación. Dorival debió mutar. A un 4–3–1–2. Con Pedro Guillherme como segunda punta. El crack de 25 años pedía pista hace tiempo. No se le daba. La titularidad lo hizo brillar. Con once tantos, es el goleador de la Copa.

Flamengo tiene ratos en que es tan superior a los rivales que compite contra sí mismo. O entre sí. En el cuarto gol contra Vélez, el tercero de Pedro en el encuentro, Gabigol no fue a abrazar a su compañero. Se quedó en el área con el rostro inundado de fastidio. Desde el fondo, corrió David Luiz, como si fuera un padre consolando un capricho: “Vamos, será en la final, lo importante es la final”. Pero no podía. Aunque apenas hay un año de diferencia, parecen ser el joven y el viejo. La novedad desplazó al ídolo. Tanto que le arrebató lo más preciado.

Porque si algo construyó Gabigol desde 2018 hasta acá fueron razones para ser convocado en la Selección de Brasil que conduce Tite. La jugada más clara de los locales en la final de la Copa América 2021 estuvo en los pies de este punta. Se había adueñado del puesto de suplente de Gabriel Jesús. Hasta que lo perdió. Y no por su rendimiento sino por el florecimiento de su compañero de equipo. Que partido tras partido, gol a gol, le clava una daga que lo aleja de la verdeamarelha.

Desde el juego, el dominio de Flamengo se inicia en lo táctico. Tan impresionante es la jerarquía de sus puntas que sus dos centrodelanteros necesitan ser contenidos por los cuatro defensores rivales. Si a eso se le suma que el arquero del team de Río de Janeiro sale jugando con los pies, en el resto de la cancha son nueve futbolistas (arquero, cuatro defensores, cuatro volantes) contra cinco del rival (todos salvo los marcadores y el arquero). Si a esa ecuación se le incorpora el talento brasileño, se vuelve un trastorno enfrentarlos. En Liniers, había una constante desesperación en las plateas por cómo hacía Rodinei, el lateral derecho, para recibir siempre en soledad. La primera respuesta yace en cómo los atacantes generan superioridad numérica en el resto del campo.

El rubronegro se transformó en el eje de una ciudad. Hay cuatro grandes equipos en Río de Janeiro. El segundo con más hinchas es Vasco de Gama: hoy en la segunda categoría, recientemente transformado en una sociedad anónima, con sed de una inyección de liquidez. Luego, se halla Fluminense, el segundo con mejor rendimiento deportivo, construido desde la mente brillante del técnico Fernando Diniz, sin enormes talentos, aunque esta temporada no logró clasificarse a la Libertadores. Por último, aparece Botafogo, que pudo regresar ahora a la primera división. La pelea de Flamengo es con los gigantes de Sao Paulo. Palmeiras, bicampeón de la Libertadores, el único capaz de frenarlo. Corinthians y Sao Paulo, un paso por detrás.

Desde los números, el gigante de Río de Janeiro podría ganar todo. El fútbol resulta un deporte más que atractivo por su dinámica de lo impensado. La última final, en Montevideo, se le escapó a Flamengo. Cayó frente a Palmeiras. En el suplementario. En una circunstancia imposible. Andreas Pereira había arribado desde el Manchester United. El crack salía jugando desde abajo. Se trastabilló con la pelota, sin presión, sin nada. La redonda se acercó a Deyverson. Un punta de 31 años con poca técnica, recontra suplente, al que se le vencía el contrato y pretendían sacarlo. La recibió, avanzó, definió y se quedó con la gloria. A veces, la mátrix se rompe. Muy pocas veces.

Pizza post cancha:

  • Este 3 de septiembre, el maestro Eduardo Galeano cumpliría 82 años. Vale leerlo, escucharlo, extrañarlo. En clave futbolera, acá está su tributo a Maradona.
  • Alejandro Ansaldi reconstruyó una historia central del deporte argentino en su libro Fútbol ciego (el arte de volar como Los Murciélagos), que publicó Ediciones Al Arco. Hay episodios maravillosos muy bien contados.
  • La serie de notas que Alejandro Fabbri está publicando sobre la historia de los mundiales es un camino fenómeno para entrar en clima y aprender mucho.

Esto fue todo.

Si podés, danos una mano.

Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.