¿Qué puede hacer Buenos Aires para revertir la caída en la natalidad?
La Ciudad de Buenos Aires encaró una campaña que denuncia los bajos niveles de nacimientos, ¿pero existen políticas urbanas concretas que apunten a revertir esta situación?
En Palermo, los porteños tienen perros y los rusos tienen hijos. La observación es fácilmente constatable: alcanza con pasar, un sábado a media mañana, por los bares del corredor norte o, ahí nomás, por la feria rusa de Colegiales. El fenómeno es tal que los tres candidatos principales a jefe de Gobierno incluyeron en sus plataformas programas de “bienestar animal” y el ganador de las elecciones, Jorge Macri, recuerda de tanto en tanto que la Ciudad de Buenos Aires tiene más perros que niños menores de 10 años.
Lo cierto es que, por diferentes motivos, los porteños están teniendo cada vez menos hijos y la vicejefa de Gobierno porteño Clara Muzzio decidió iniciar este año una campaña discursiva contra la caída en la tasa de natalidad.
“Sin nacimientos no hay futuro”, tuiteó en septiembre, afligida porque se está perdiendo “el deseo de ser parte de una generación que crea a otra”. En octubre, compartió un artículo de The Atlantic de hace cuatro años. En noviembre, citó un artículo del New York Times y se lamentó de que “por la caída de la natalidad, cada vez más personas mayores deben asumir que sus hijos no tendrán hijos y que ellos no serán abuelos”. Luego amplió sus preocupaciones en una columna en Infobae.
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¿El modelo a seguir?
El binomio que gobierna la Ciudad Autónoma toma como modelo explícito a la ciudad de Madrid, de hecho así lo expresó Macri (p) en diversas entrevistas. El mes pasado, en un reportaje con El Observador de Uruguay, la llamó “una ciudad modélica”. Se me ocurrió, entonces, ver si en Madrid existía también esta preocupación por el bajo número de nacimientos y, en ese caso, qué abordaje proponían sus gobernantes.
La ciudad que desde 2019 gobierna Isabel Díaz Ayuso (del Partido Popular español, de lazos históricos con el PRO) cuenta, en efecto, con un Plan de Fomento de la Natalidad. No parece una mera declaración de intenciones. Con un presupuesto de 675 millones de euros, consta de cincuenta medidas, entre las que se destacan:
- Ayudas directas a familias: bajo la idea de que “iniciar un proyecto familiar es un reto económico”, el ayuntamiento propone conceder un apoyo económico de 500 euros por el primer hijo, 750 por el segundo y 1.000 por el tercero y siguientes, además de ayudas desde el quinto mes de embarazo hasta que el niño cumpla 2 años.
- Ampliación de la Red Municipal de Escuelas Infantiles: Madrid incrementará sus plazas de jardines maternales y de infantes para asegurar “que los menores de 0 a 3 años puedan acceder a una educación temprana de calidad”.
- Beca infantil: destinada a familias de alumnos de 0 a 3 años matriculados en escuelas infantiles privadas, para ayudarlas con el pago de la matrícula, la cuota y los gastos de comedor.
- Apoyo a la conciliación familiar y laboral: se ofrece una rebaja de impuestos a las empresas que ofrezcan a sus empleados un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida familiar.
- Políticas de vivienda: la mitad de las 12.000 viviendas que la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS Madrid) piensa promover durante el actual mandato “se destinarán a jóvenes y familias jóvenes”.
Le pregunté a Muzzio cuáles de estas medidas está tomando o tiene pensado tomar la Ciudad de Buenos Aires. La respuesta de su área de prensa fue que “no hay medidas particulares como las que mencionás” y en cambio me ofrecieron “algunos comentarios y notas de opinión que ha hecho Clara al respecto”, como la citada columna de Infobae. “En general todo lo que piensa sobre esta problemática está en sus redes”.
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SumateAcusando recibo de esta consulta, alertada por la confección de una nota periodística con este enfoque, o acaso por mera casualidad, tres días después Muzzio publicó un nuevo mensaje en la red X.
Madrid lanzó una campaña publicitaria para comunicar sus planes de incentivos para que las parejas tengan hijos. Es la respuesta a la caída sostenida de la natalidad en esa capital.
— Clara Muzzio (@claramuzzio) December 15, 2024
El año pasado, Madrid alcanzó la cifra más baja de nacimientos desde 1941. Las medidas que forman… pic.twitter.com/V2PoyMPFI7
“El año pasado, Madrid alcanzó la cifra más baja de nacimientos desde 1941. Las medidas que forman parte del plan se parecen a las que antes tomaron, con pocos resultados, Rusia, Italia, Taiwán, Singapur y Grecia: dinero, créditos, licencias, beneficios”, tuiteó la vicejefa de Gobierno. “No es de esperar que Madrid obtenga mejores resultados que los demás.”
El discurso sugiere que toda política pública en la materia está destinada al fracaso (el tuit, lo pueden leer, no parece admitir otra conclusión). Sin embargo, los contraejemplos existen, como lo prueban los casos de éxito de Bolzano, en Italia, y de Nagareyama, en Japón, que la funcionaria omite. Allí, políticas como las pausas laborales para amamantar, la extensión de las licencias por paternidad y el establecimiento de nuevos sitios de cuidado contribuyeron a revertir –o al menos detener– la tan temida caída en la tasa de natalidad, como explicamos en julio en este espacio.
Tal vez el Gobierno porteño tiene razón en creer que no puede solucionar, por sí mismo, un problema global que enfrentan varios países. Que las ayudas directas a familias no resuelven la dura situación económica de quienes sí desean tener hijos. Que favorecer el balance entre la vida y el trabajo en los lugares de empleo (como esta propuesta concreta para modificar el régimen de licencias de maternidad y paternidad) es meterse con la “libertad” de las empresas privadas. Que el Gobierno de la Ciudad no puede ofrecer parte del parque de viviendas municipal a familias jóvenes porque, en realidad, no cuenta con un parque de viviendas municipal.
Pero incluso si así fuera, asumiendo esta lógica poco ambiciosa para la capital de un país del G-20, aún quedan cosas por hacer.

La ciudad de los niños
“Los ciudadanos sufren los males de la ciudad, pero parece que no quieren, por lo menos de manera explícita, que la ciudad cambie. Piensan que no es posible lograrlo ya, pues están resignados. Saben que los niños son los que más sufren la situación, pero no saben cómo ayudarlos y, entonces, cada vez más a menudo, deciden tener menos niños o no tenerlos más”, dice Francesco Tonucci y la cita proviene de su libro más famoso, La ciudad de los niños.
El argumento de Tonucci, sociólogo y psicólogo italiano, es sencillo: cuando una ciudad esté más adaptada a los niños, será también más apropiada para todos. Se trata de una propuesta concreta, que nació a partir de una experiencia iniciada en 1991 en Fano, Italia, y que fueron copiando muchas ciudades alrededor del mundo.
Su diagnóstico es incontrovertible. “En la ciudad de hoy, un recorrido a pie es una aventura: veredas ocupadas por autos estacionados o por establecimientos comerciales, tránsito caótico, falta de respeto por la prioridad de los transeúntes en sendas peatonales”, dice el autor, y agrega: “Si para todos es difícil, lo es todavía más para los ciudadanos más débiles, como los ancianos, los discapacitados”. En estas condiciones, el uso del auto es “casi un acto de auto-defensa”, con las consecuencias que todos conocemos: congestión vehicular, transformación del suelo público en espacio privado, contaminación acústica y ambiental.
Es sencillamente imposible que esto no impacte en aquellas parejas que esperan tener hijos en la ciudad. Ayudaría a explicar, por ejemplo, por qué cada vez más familias con cierta capacidad económica se mudan a barrios cerrados del Gran Buenos Aires, donde crían a sus hijos en condiciones en las que sienten que sí pueden dejarlos jugar en un entorno de velocidades máximas fiscalizadas.
“El miedo al mundo real y la motorización de la crianza postergan cada vez más la autonomía de los niños en la Ciudad de Buenos Aires”, comentó Karina Niebla en una columna reciente en elDiarioAr, donde compartió los resultados de un relevamiento del Instituto de Desafíos Urbanos Futuros (IDUF) según el cual cuatro de cada diez adultos creen que la capital argentina no está preparada para que los chicos aprendan a manejarse solos.
Por eso mismo, Tonucci advierte sobre los planes de transporte cuyo objetivo declarado sea la “fluidez” y el aumento de la velocidad, con sus instrumentos habituales (ampliación de calles, instalación de semáforos inteligentes, adopción de sentidos únicos). Planes que, por otra parte, siempre fracasan.
Por qué fracasan es algo que discutimos a menudo en este espacio, pero el autor italiano lo resume de la siguiente manera. En nuestras ciudades circulan, en promedio, menos de la mitad de los autos en manos de los ciudadanos: el resto permanece en los garajes porque no vale la pena moverlos a causa del tránsito demasiado lento, la falta de estacionamientos o el miedo a las multas. “Existe entonces en la ciudad un ejército de reserva que espera condiciones más favorables para ponerse en movimiento”, explica el autor. “Si entonces se actúa volviendo más fluido el movimiento de los autos y más fácil el estacionamiento, el ejército de reserva se moverá. Después de las modificaciones se tendrán algunos días de mejora del tránsito hasta que el aumento en la cantidad de autos en movimiento disipará los beneficios. Y de nuevo tendremos un colapso de la circulación, pero con un porcentaje de autos mayor, y las soluciones se volverán más difíciles.”
Un entorno hostil
Pero a un año de iniciado su Gobierno, la política de transporte de Jorge Macri –con su foco precisamente en la fluidez del tránsito, la falta de avances en torno a la tarifa integrada entre modos, y los aumentos en el boleto de subte por encima del incremento de los peajes en las autopistas porteñas– ha dado señales en sentido contrario a las recomendaciones de los especialistas en movilidad.
Un párrafo especial para la falta de estaciones de subte accesibles en una red que el año pasado cumplió 110 años. Para muestra un botón: según un relevamiento reciente, 11 de las 18 estaciones de la Comuna 3 no cuentan con ascensor. Si se suma las que están fuera de servicio, las estaciones de subte sin accesibilidad ascienden al 83%.
Buenos Aires es, como muchas otras, una ciudad hostil con los peatones. No ayuda que no haya un control efectivo por parte de los autos mal estacionados que invaden las aceras e impiden el paso de cochecitos y sillas de ruedas. Aún está pendiente la adjudicación de un nuevo contrato para los acarreos, que prácticamente se redujeron a cero durante los últimos meses de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta en el marco del escándalo por el bajo canon que pagaba la concesionaria anterior. En medio de esto, una empresa regentea una aplicación que permite que los frentistas le “alquilen” a otros privados la vereda frente a la salida del garaje, es decir, un espacio público.

En este contexto emerge un elemento que sí me permito destacar cada vez que puedo, y es que la ciudad tiene una política de primer nivel sobre juegos infantiles en plazas. Pero es muy poquito, casi nada, frente a la escala del desafío. Para Tonucci, podría hacerse mucho más: disminuir las velocidades en las zonas residenciales, volver competitivos los medios públicos de transporte, y privilegiar los recorridos peatonales (como el programa “A la escuela vamos solos”, que se implementó con éxito en la ciudad de Roma).
Sin una política de vivienda, de transporte y de espacio público adecuada, no es que los porteños no tengan hijos: es que cuando los tienen se mudan a provincia.
Alguien puede pensar en los niños
Son muchos los motivos por los cuales las parejas no tienen hijos, o tienen menos. Algunos tienen que ver con elecciones personales, las cuales se discuten en profundidad en Alguien puede pensar en los niños, el dossier de Cenital sobre el tema.
La campaña de la vicejefa de Gobierno consiste en cuestionar estas decisiones desde una campaña de tinte moral, algo que queda fuera del radio de alcance (o de interés) de este newsletter.
Pero hay otros motivos, vinculados con limitantes económicos y un entorno urbano probadamente percibido como poco amigable con las infancias, frente a los cuales la política pública sí tiene algo para aportar.