Por qué Argentina llegó a 100 mil muertes por COVID

A 500 días del primer caso confirmado en el país, Cenital consultó a Vizzotti, Quirós y a especialistas en la materia sobre la influencia de las medidas de gobierno, la distribución geográfica y la edad de la población. La variable del subregistro de datos y la advertencia de que el número de fallecidos por la pandemia en el mundo puede ser al menos 1,6 veces mayor que las muertes confirmadas.

Argentina superó el total de 100 mil muertos por la pandemia 498 días después de que se confirmara el primer caso de COVID-19 en su territorio. Por estos días, todos los rankings mundiales muestran al país entre los primeros 12 con más muertos por coronavirus por millón de habitantes, y lo ubican en el cuarto lugar de la región, detrás de Perú, Brasil y Colombia.

Según los especialistas consultados por Cenital, estos números se pueden analizar de dos maneras: tomando los datos actuales como palabra santa o poniendo un asterisco en las cifras de cada país. En cualquier caso, el número de muertos alcanzado en el tiempo que lleva el coronavirus en la Argentina es altísimo e impactante, teniendo en cuenta que representa un cuarto del total de muertos que tiene el país cada año por cualquier causa y que hay sólo diez naciones en el mundo que alcanzaron antes el centenar de miles (Estados Unidos, Brasil, India, México, Rusia, Gran Bretaña, Italia, Francia, Perú y Colombia).

Al observar los números oficiales que hoy ofrecen los Estados, Argentina busca explicar(se) el porqué de un número tan abultado de muertos en su territorio. Uno de los factores a considerar podría ser que el virus afecta más a las personas mayores de 65 años y que el país está entre los más envejecidos de América Latina, junto a Cuba, Chile y Uruguay, según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, pero eso podría haber ubicado también a los otros tres en los de mayor tasa de mortalidad y eso no ocurrió. Hay quienes asocian ese argumento con otros dos del universo argentino: que hay muchos aglomerados urbanos –localidades que atraviesan los límites de provincias, departamentos o partidos- y la necesidad de salir a trabajar de gran parte de la población que no tenía recursos para quedarse confinada en su domicilio, algo que lo diferencia, por ejemplo, de países europeos.

Para Carla Vizzotti, ministra de Salud de la Nación, “los factores son todos esos: los aglomerados urbanos, como el Área Metropolitana de Buenos Aires, que es uno de los más importantes del mundo y uno de los cinco más grandes de Latinoamérica; las vulnerabilidades sociales y económicas, que no le permiten a mucha gente realizar las medidas de prevención en forma óptima; y el cansancio y la necesidad económica, que dificultaron el cumplimiento de las recomendaciones”.

Su par en Ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, refuerza esa mirada y señala que “el impacto ha sido mayor en las poblaciones de América Latina dado el marco de vulnerabilidad que generan las condiciones de inequidad preexistentes. Tanto el hacinamiento domiciliario como la urgencia por salir a trabajar formal e informalmente hicieron mucho más dificultosa la contención que pudiera realizar cada nación. Y desde allí debe partir el análisis sobre la Argentina”.

De las 24 jurisdicciones, la Ciudad es la que más muertos tiene por millón de habitantes (3415), seguida de Neuquén (2797) y Provincia de Buenos Aires (2766). Al final de la lista, Corrientes (693) y Misiones (359). El ministro Quirós encuentra una explicación sobre el panorama de su distrito: “Si queremos comparar cómo impactó el virus en las diferentes poblaciones, debemos considerar la pirámide poblacional, en particular la proporción de mayores de 60 años de cada región. En las ciudades con promedio de edad más elevado, como la Ciudad de Buenos Aires, la tasa de mortalidad aumenta, debido a que la edad es el principal determinante de riesgo para fallecer”.

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Como Vizzotti, la directora de Epidemiología e Información Estratégica del Ministerio de Salud de la Nación, Analía Rearte, cree que los centros urbanos del país influyeron, aunque no tanto en la mortalidad (muertos por cantidad de población) como en la magnitud de la circulación viral. “Lo que vemos es que la mortalidad estuvo acorde a la alta circulación viral que tuvimos. Mantuvimos siempre una letalidad baja (muertos por cantidad de enfermos), pero nos da una idea de que el sistema de salud pudo dar respuesta y que no colapsó. Muchos casos van de la mano de mucha mortalidad porque es una enfermedad que hoy no tiene tratamiento. Un porcentaje muy importante de quienes entran a terapia intensiva, acá y en el mundo, fallece. Por eso, como Estado nacional, siempre intentamos medidas para disminuir la circulación viral y complementar la vacunación”.

Javier Farina, médico de la Sociedad Argentina de Infectología y miembro del comité asesor del gobierno en esta pandemia, aporta que “Argentina tomó una muy buena decisión inicial de hacer una cuarentena estricta en un momento en el que se desconocían muchas cosas del virus y que el sistema de salud del país era muy endeble y había que fortalecerlo, pero les costó mucho a los dirigentes decidir qué actividades abrir, cómo y cuándo. Los casos se incrementaron de forma masiva luego del verano, salvo esos 9 días de junio con restricciones; la gente se manejó como en una vida prepandemia y los casos continuaron con un colchón muy elevado de contagios y de fallecidos”. Concluye el especialista: “Acá hubo una combinación de dificultades al momento de abrir y cerrar actividades, por la presión de los medios, por la presión de los grupos opositores y, obviamente, por una situación económica en la que cualquiera que tuviera su actividad cerrada iba a tener un impacto. Yo considero que ese impacto es de la pandemia y no de la cuarentena”.

El asterisco: los subregistros

Varios son los funcionarios y especialistas que consideran difícil la comparación entre países por el modo que cada uno tiene para contabilizar casos y fallecimientos. En mayo pasado, por citar un caso emblemático, Perú se convirtió en el país con la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo durante la pandemia porque, a partir de su cálculo de exceso de muertes, concluyó que la cantidad de fallecidos por coronavirus casi triplicaba la que había contabilizado hasta ese momento por los canales habituales de registro.

“Uno de los principales problemas que hubo en esta pandemia en todo el mundo, principalmente en la región, fue el subregistro”, advierte Rearte desde el ministerio nacional. Un informe reciente de la cartera sanitaria indica que, ante esta pandemia, Argentina determinó que el cálculo de mortalidad debía incluir el efecto directo del COVID en una persona que fallece por esa razón, pero también su efecto indirecto sobre aquellas muertes causadas por otras enfermedades en personas que además transitaron el COVID.

El análisis que hizo el gobierno se basó en la vigilancia del exceso de mortalidad por encima del número de muertes esperadas en condiciones habituales, es decir, en comparación con los últimos años. Este método fue adoptado por varios países a raíz de las demoras que había para procesar certificados de defunción y, además, se trata de la metodología recomendada para América por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). “Se han realizado numerosos estudios de este tipo en América Latina y en el resto del mundo. En un estudio comparativo internacional del exceso de muertes en relación a la pandemia de COVID-19, donde se analizó la mortalidad para el año 2020 en 29 países de altos ingresos, se observó que todos tuvieron un exceso de muertes, excepto Nueva Zelanda, Noruega y Dinamarca. El mayor exceso de muertes en números absolutos se registró en Estados Unidos (458.000), Italia (89.100), Inglaterra y Gales (85.400), España (84.100) y Polonia (60.100), y se estimó que en los 29 países analizados hubo un exceso de muertes de alrededor de un millón de personas. En muchos, se observó que el número estimado de muertes en exceso superó sustancialmente el número de muertes reportadas por COVID-19 (diferencia de 118.986 muertes en EE.UU., 34.276 en España, 32.982 en Polonia, 23.540 en Reino Unido, 17.175 en Italia), lo que indica que la determinación del impacto total de la pandemia en la mortalidad requiere de la evaluación del exceso de muertes”, dice el informe. Es decir, hay países que reportan un número determinado de muertos por COVID pero que además tienen un número muy alto de exceso de fallecimientos que no se registraron por COVID a pesar de que podrían asociarse a la pandemia.

Detalla Rearte: “Nosotros tenemos un registro muy robusto de mortalidad. Es un desafío que Argentina enfrentó muy bien. El sistema nacional de vigilancia hoy no supera el 10% de subregistro, gracias al esfuerzo enorme de todas las jurisdicciones, que revisan los registros civiles, hacen convenios con las empresas funerarias, llevan registros hospitalarios y completan el esquema nacional. Es difícil comparar con otros países porque los estudios de exceso se hacen con distintas metodologías, en distintos periodos, pero Perú, Ecuador y Bolivia tienen un porcentaje de exceso de muertes no explicadas por COVID y eso sería un subregistro de arriba del 60%. Cuando, dentro de un par de años, nos comparemos todos con las tasas reales, el panorama va a cambiar”.

Dice el informe del ministerio nacional: “Según datos oficiales publicados en México, el exceso de mortalidad -de ese país- reportado a nivel nacional fue de 58,4%. Las muertes por COVID-19 registradas correspondieron a un 39% del exceso de mortalidad por todas las causas y se sugiere en este estudio que la diferencia restante podría estar directa o indirectamente relacionada con la pandemia. Un estudio realizado en Brasil, registró que entre febrero y junio de 2020 hubo un exceso de mortalidad del 46% en 4 ciudades de este país y el exceso de muertes no explicadas por COVID-19 fue elevado. El informe del Consejo Nacional de Secretarios de Salud de Brasil reportó un exceso de muertes a nivel nacional de 22% para 2020, alcanzando un 42% en región norte. (…) De los países analizados, se hallaron los mayores valores de exceso de mortalidad por 100.000 habitantes en Perú, Bolivia, Bulgaria, Ecuador, Lituania y México. Además, el estudio sugiere que el número de fallecidos por COVID-19 en el mundo puede ser al menos 1,6 veces mayor que el número de muertes confirmadas”.

Todavía no hay cifras de 2021. En 2020, Argentina notificó 1.613.928 de casos confirmados y 45.568 fallecidos por COVID-19. Si se observan las muertes de los últimos años en el país, se esperaban para 2020 poco más de 330 mil muertes pero hubo 378.647. “El exceso de mortalidad observado fue de 10,6% por encima del umbral establecido, lo que corresponde a 36.306 muertes en exceso”, indica el informe ministerial.

Después de esta segunda ola, ¿qué?

Angela Gentile, jefa del departamento de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y asesora del gobierno nacional en esta crisis sanitaria, considera que el desafío ahora, en vistas de un tercer brote, se concentra en tres ejes: “El cuidado de la comunidad; las tareas de vigilancia con manejo de casos y contactos; y el programa de vacunación con dos dosis, habida cuenta de las variantes que están circulando, que tienen mucha más transmisibilidad”. La especialista entiende que “hay que trabajar más con la identificación de casos y contactos. Aislarlos, buscar a los contactos estrechos, y optimizar los análisis de laboratorio, porque, aun en vacunados, el virus se transmite, y porque al aire libre el riesgo no es igual a cero”. Avisa Gentile: “Hasta que lleguemos a la protección de rebaño, es importante bajar la transmisión, hacérsela más difícil al virus”.

Farina apoya esta idea, sostiene que el país “está en un colchón muy alto de nuevos casos y de fallecidos, que hubiese sido bueno bajar con otras medidas restrictivas intermitentes, con fecha de inicio y de fin”, pero advierte que “todo va a depender de cómo se disperse la variante Delta en los próximos meses”. Con optimismo, el infectólogo lanza: “Yo creo que nos queda un nuevo pico de contagios por delante y esperemos que los casos graves sean muchos menos, con una perspectiva de un diciembre mucho más similar a la habitualidad prepandemia que lo que estamos viviendo hoy”.

Me siento periodista desde antes de terminar la escuela, cuando colaboraba en programas de Rock & Pop y Supernova. Trabajo en Información General; salud y educación son mis temas preferidos. Hice tele de chica y madrugué siete años para el aire de Metro. Hoy soy conductora de Ahora Dicen en Futurock. Trato de no ser tan porteñocéntrica.