Navidad inminente: ¿qué significa la apertura comercial?
El ministro Caputo dijo que se va a poder ingresar productos desde el exterior. Cómo es la aplicación de esta medida y qué impacto puede tener en la producción nacional.

Argentina es un país relativamente cerrado a las importaciones de productos finales. No porque no se pueda –aunque hubo momentos en los que sí existieron trabas, como el año pasado con el control de importaciones–, sino por el componente impositivo que las encarece en general y en particular de determinados productos.
¿Por ejemplo cuáles? Leonardo Park, economista e investigador en Fundar, me ayudó a dilucidar un poco este tema. Argentina, al estar incorporado dentro del Mercosur, puede fijar un arancel máximo según tipo de producto para la producción de los países que no integran el bloque –eso se llama Arancel Externo Común (AEC)–. Sin embargo, no está obligado a establecer ese valor necesariamente, ya que existen listas de excepción que permiten a los países del bloque situarse por encima o por debajo de los acuerdos establecidos.
En nuestro caso, productos como los juguetes o las prendas de vestir, por ejemplo, rondan el 35% de aranceles, situándose por encima del AEC. En otros casos, como los celulares, contamos con un arancel 16% que se suma a impuestos internos de 9,5% para los productos nacionales y 19% para los importados. Finalmente, en el caso de las notebooks, que es otro de los productos tabú, al comparar con el extranjero tenemos un arancel de 16% desde la gestión de Alberto Fernandez (Macri lo había bajado a 0%).
En suma, la complicada trama comercial que nos regula sitúa a Argentina como un país con elevados aranceles promedio, tal como muestran los datos relevados por Fundar en un estudio sobre el Mercosur, próximo a ver la luz. Pero, detrás de los promedios se esconden los desvíos: por ejemplo, los celulares y computadoras se encuentran dentro del sector de Maquinaria y los juguetes en Otros productos industriales.
Gráfico. Arancel promedio de Argentina y el mundo por sector. Año 2023
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SumateLa racionalidad política detrás de los aranceles a la importación puede vincularse a tres aspectos: la protección de la industria nacional, para evitar que productos fabricados localmente enfrenten competencia extranjera a precios más bajos, ya sean iguales o similares; un objetivo de recaudación; o, como un mecanismo para gestionar los dólares escasos que el país posee.
¿Qué tiene que ver eso conmigo? Bueno, en la medida en que los aranceles son más caros, los consumidores van a pagar un precio mayor por estos bienes. Quizás te suene familiar haber escuchado que un celular en Argentina cuesta tantas veces más que un celular en Chile, Estados Unidos o España. Lo mismo aplica a tantísimos otros bienes: ropa, electrodomésticos pequeños, computadoras, etc.
Y ¿por qué se centra sobre esos bienes el debate? Porque son aquellos que pueden traerse sin muchas complicaciones si alguien viaja al exterior. No ocupan mucho volumen, son livianos y el diferencial de precios es considerable como para obviar la posibilidad de traerlos en la valija.
¿De cuánta diferencia hablamos? Según la Fundación Ecosur, a través de un relevamiento de precios de 24 productos en Amazon y MercadoLibre encontraron que es posible adquirirlos 40% más baratos en el exterior que en el mercado local. En algunos casos, es incluso más alta esta diferencia.
En este contexto se enmarca el anuncio del ministro de Economía, Luis Caputo.
Qué puedo importar
A partir de diciembre las compras de productos en el exterior por medio del mecanismo de courier van a pasar a tener un límite de 3.000 dólares, y las compras menores a 400 dólares no van a pagar aranceles, por lo que estarían alcanzados únicamente por el IVA.
Mediante este sistema es posible hacer hasta 5 envíos anuales y por cada uno rigen los límites que te comentaba –tanto el total como para el mínimo no imponible de tasas y aranceles–. Además, como la finalidad es para consumo personal solamente es posible comprar hasta tres artículos iguales, más de tres se considera con fin comercial y tiene otros canales.
La lógica detrás del anuncio radica en que “todos los argentinos puedan acceder a precios más competitivos, no solo los que tienen la oportunidad de viajar”, según tuiteó el ministro Caputo. Si bien es posible matizar esta declaración (en tanto y en cuanto quienes pueden acceder al sistema son clientes bancarizados, con tarjetas de crédito para hacer pagos internacionales y con ciertas posibilidades de acceso a las plataformas), efectivamente habilita un canal de comercialización a un menor precio que los existentes.
Pese a que aún no se conoce la letra chica, como el tratamiento de los artículos electrónicos que tienen un impuesto interno del 19% si son importados, es posible identificar algunos productos en los que esta modalidad tendrá un mayor impacto: ropa, celulares, notebooks, tablets, juguetes o pequeños electrodomésticos -sí, quizás puedas sumarte a la secta de las airfryer-. (Si querés repasar punto por punto la medida podés hacerlo acá).
Con todo esto ¿podemos decir que es una apertura comercial? Bueno, no. Su alcance es más bien limitado, no sólo por los montos autorizados, también por la incidencia que pueda tener en el consumo masivo. Sin embargo, sí es una señal de la intención de avanzar hacia un mayor nivel de apertura. Algo que está acompañado por otras medidas que pasan más desapercibidas, como la derogación o simplificación de reglamentos técnicos que facilitan el ingreso de otros productos como heladeras, aires acondicionados y similares, si es que están aprobados en otros países.
La reacción industrial
En economía, las señales importan. No es extraño entonces que la Unión Industrial Argentina haya salido con los tapones de punta luego del anuncio del ministro. De hecho, el malestar continuó esta misma semana cuando, al realizarse la Conferencia Anual de la UIA, tanto el presidente Javier Milei como Luis Caputo no participaron, vaciando la actividad de cargos jerárquicos del Gobierno. Los únicos que asistieron fueron el secretario coordinador de Producción, Juan Pazo y el secretario de Industria y Comercio, Pablo Lavigne.
Ahora bien, dejando el malestar empresario de lado, ¿cuáles son las explicaciones que se suelen dar desde ese sector sobre los altos precios de algunos productos? El primer aspecto que se suele destacar es el alto costo impositivo que tienen las operaciones. No solo los aranceles son altos, también hay impuestos como Ingresos Brutos, un tributo provincial que genera controversia debido a que las autoridades encargadas de su aplicación tienen incentivos para cobrarlo en sus respectivas jurisdicciones y no reintegran lo recaudado, a diferencia del IVA, que sí se devuelve cuando el producto se exporta. Además, el IVA adicional sobre las importaciones también termina aumentando el costo de los productos, en algunos casos, dado que no es posible agregar suficiente valor como para absorber el monto del IVA pagado. Acá, Dante Choi, dueño de Peabody, lo explica muy bien.
Aclaración: el IVA para quienes no son consumidores finales es un crédito fiscal que se descuenta al realizar la venta al siguiente paso productivo. Sin embargo, si de la importación a la venta no se agrega suficiente valor al producto, la única forma de descontarlo es poniendo un precio que permita recuperar dicho monto. Es medio un lío y yo no soy contador, así que lo dejamos acá. Lo importante es que encarece el producto, por lo menos aquellos que no pueden de ninguna manera agregar más valor o para las marcas que no los pueden compensar con otros productos locales.
A la cuestión impositiva se suman otros factores, como el alto costo del transporte, debido a la dependencia del camión tras la destrucción de los ferrocarriles durante la época neoliberal; los elevados costos aduaneros, causados por la cantidad de días necesarios para salir de los puertos y los trámites asociados; el costo de la energía eléctrica (o la falta de ella); la falta de crédito interno y la posterior necesidad de financiar ampliaciones con capital propio, lo que también puede incidir en los precios. Todo esto, junto con otros factores, fue comparado por el Centro de Estudios de la UIA en su informe sobre el costo argentino, en el que se analizan estos aspectos en relación con otros países.
Por el contrario, donde somos muy competitivos es en generar excelentes medios de comunicación como Cenital, que gracias a la colaboración de sus Mejores amigos puede no solo sostenerse, sino también sumar cada vez más contenidos como el canal de YouTube, C+, y los columnistas incorporados este año, como la flamante Claudia Piñeiro.
Pero eso no es todo. A las cuestiones más estructurales se suma el factor de la incertidumbre. Las devaluaciones recurrentes del peso, la volatilidad de la inflación y las trabas a las importaciones del año pasado, junto con el consecuente aumento de la deuda comercial, generan un incentivo (o una necesidad, según cómo se vea) para fijar precios por encima de los costos, con el fin de protegerse ante eventuales cambios. Tal vez, en promedio, la tasa de ganancia de la actividad sea la misma, pero es mucho más errática que en una economía estable.
Dicho todo esto, los motivos mencionados no quitan que el hecho de mantener mecanismos que dificultan el ingreso de productos importados a menor precio habilite la práctica de fijar precios más altos de lo que deberían ser.
Por estos motivos, lo que plantean los industriales ante estas señales de apertura importadora es la necesidad de equilibrar la cancha como paso previo a continuar abriendo la economía. El argumento no resulta para nada extraño, si al mejorar las condiciones internas se puede competir mejor, el potencial cierre de la producción de algún producto no sería responsabilidad de la economía argentina, sino de la incapacidad de competir con productos importados. El problema es que no parece haber una política industrial dirigida a mejorar estos inconvenientes, más allá de la significativa normalización de la economía –principalmente vía disminución de la inflación y liberalización de las trabas a la importación de insumos–.
Finalmente, y ya con esto cerramos, nos tenemos que preguntar, como Thalia, a quién le importa todo esto. Lejos de los asientos de la UIA, los perjudicados en esta disputa por la apertura comercial sin igualación de la cancha son los trabajadores industriales, que rondan los 1.200.000 empleos registrados. Dentro de ellos, el 17% aproximadamente se encuentra en los sectores que mencionamos en esta entrega como afectados por el avance de las importaciones vía courier, pero son más aún si se amplían los mecanismos de apertura. Es decir, hay un conflicto explícito entre una medida que puede beneficiar a los consumidores a través de una baja en los precios y afectar a los trabajadores que se insertan en esas actividades.
Bonus Track
Me despido con cuatro recomendaciones breves. La primera es este hilo de Juan Carlos Hallak que está muy encuadrado en lo que charlamos hoy, pero más orientado a las exportaciones. El segundo, es el documental Comprá Ahora que sacó Netflix hace poco que, dejando de lado lo paradójico de una multinacional que hace productos berretas haciendo campaña contra el consumo, está bastante bueno. El podcast El Fondo del Pozo donde entrevistan referentes de la industria energética, con foco en Vaca Muerta, pero también en otros rubros. Finalmente, ya se puede ver en casa Smile 2, de las mejores películas de terror de los últimos años y, en mi opinión, mejor que la primera porque no abusa del susto repentino.