Estadios, club, premio: la leyenda viva de Ferenc Puskás
Fue declarado “traidor a la patria” en Hungría y la FIFA lo suspendió durante 18 meses. “Goleador del siglo” –806 goles en 793 partidos–, la próxima final de la Champions se jugará en “su” cancha.

La final de la Champions, cuya fase de liga empezó esta semana, se jugará el 30 de mayo de 2026 en el Estadio Ferenc Puskás de Budapest, en el que Lionel Messi jugó 41 segundos en su debut en la selección con expulsión. El Puskás Akadémia Football Club, fundado en 2005, participó esta temporada por quinta vez consecutiva de una copa de clubes europeos. Eliminado en segunda ronda de la Conference, el Puskás juega de local en el Pancho Arena de Felcsút. Al húngaro Ferenc (Francisco) Puskás lo apodó “Pancho” el argentino Alfredo Di Stéfano, compañero en el ataque del Real Madrid campeón de la Copa de Europa en 1959 y en 1960.
En 2026, Puskás será el primer futbolista en la historia de la Champions en convertir en una final (cuatro goles, aún récord, en el 7–3 frente al Eintracht Fráncfort en el Hampden Park en 1960, ante 127.000 personas, quinta y última del Madrid de Di Stéfano) y en “albergarla” en modo nombre de estadio. En 2024, Alejandro Garnacho, con su gol de chilena para el Manchester United ante el Everton por la Premier, ganó el último Premio Puskás, que la FIFA entrega desde 2009 al mejor gol de la temporada. “Puskás” –se lee en la web de la FIFA, que lo nombró “goleador del siglo” en 2004–, “por sus habituales golazos”. Según la Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation (RSSSF), anotó 806 goles en 793 partidos oficiales.
Pero Puskás fue mucho más que goles. Y es más que estadios, club, premio, novela, serie infantil, bar, calle, estatua, murales y hasta musical en Budapest. Nacido en 1927 como “Purczeld” –su padre, de ascendencia alemana, hungarizó el apellido en 1937 tras el asentamiento nazi–, Puskás, “escopeta”, es leyenda viva en el fútbol.
El Comandante Galopante y el “equipo de oro” de Hungría
Puskás debutó a los 16 años en el Kispest, con su padre, exfutbolista, como entrenador. “Le voy a estar eternamente agradecido a mi padre –dijo una vez– por los consejos que nunca me dio en fútbol”. Combinó su zurda potente y precisa con técnica y habilidad. En 1945, luego de la toma del control de la Unión Soviética en Hungría tras la Segunda Guerra Mundial, el Kispest pasó a llamarse Budapest Honvéd, que significa “soldado de la patria”. El Honvéd se reforzó con los mejores húngaros. Cinco títulos de liga entre 1949 y 1955. Puskás, capitán y goleador, fue nombrado “mayor” del ejército. Era “el Comandante Galopante”.
Con la selección de Hungría, en la década del 50, cinceló el aranycsapat, el “equipo de oro”. Puskás, Zoltán Czibor, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti, Ferenc Szusza, József Bozsik y Gyula Grosics. Medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. El 3–6 en Wembley a Inglaterra en 1953, primera derrota en casa ante un país no británico. El 7–1 de la revancha en Budapest en 1954. Para el mundo, gracias a la prensa anglosajona, pasaron a ser los “magiares mágicos”. Gusztáv Sebes, DT comunista, desarrolló un 4–2–4 inspirado en el fútbol inglés, italiano y austríaco. Mezcló el juego colectivo, “socialista”, como lo llamaba, con la libertad individual. Ataque y defensa, pero juntos. Puskás reconoció que fueron “los precursores del fútbol total” de la Holanda de los 70.
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SumateEl exilio del “traidor a la patria”
En Suiza 1954, Hungría marcó 27 goles en cinco partidos –récord de una selección en un Mundial–, pero no salió campeona. Llegó invicta en cuatro años (31 partidos). 9–0 a Corea del Sur en el debut en el grupo. Luego, 8–3 a Alemania. Y sendos 4–2 en cuartos y semis, a Brasil y a Uruguay, finalistas del Mundial anterior. A los ocho minutos de la final, Hungría le gana 2–0 a Alemania. Goles de Puskás y de Czibor. Pero Alemania iguala al minuto 18. Y Puskás, quien había sido masacrado por un alemán en el partido del grupo –no jugó ni ante Brasil ni ante Uruguay–, renguea. Tras el 3–2 alemán a seis minutos del cierre, el árbitro inglés le anula un gol por un offside inexistente. En Alemania lo llaman “el milagro de Berna”.
Fallos arbitrales, mala suerte, un supuesto doping alemán, futbolistas húngaros presuntamente sobornados para ir a menos con 50 autos Mercedes Benz y la lesión de Puskás intentaron explicar una derrota inexplicable. “De repente nos dormimos, y cuando despertamos, estábamos perdiendo por 3–2”, reconoció años más tarde Puskás. Pero tras el Mundial, en Budapest, hay revueltas. El entrenador Sebes y Puskás son los blancos de la ira popular. Queman pósters de la selección, pero también del gobierno prosoviético. La policía reprime. En octubre de 1956 estalla la revolución. Entran los tanques estalinistas. Es el final del equipo de oro húngaro y el exilio de Puskás, declarado “traidor a la patria”.

Desde entonces, la selección de Hungría parece anclada en aquella final de 1954. No juega un Mundial desde México 1986. Ahora empató y perdió en los partidos del grupo F por la clasificación a Estados Unidos, Canadá y México 2026. Le restan cuatro partidos.
Cañoncito Pum en el Real Madrid
La FIFA –la misma que entrega el Premio Puskás– lo suspendió durante 18 meses a pedido de la Federación Húngara. Entre 1957 y 1958, exiliado en Viena, deprimido, Puskás aumentó de peso. Hasta que le sonó el teléfono y escuchó a Santiago Bernabéu, entonces presidente del Real Madrid –así se llama hoy su estadio–. Emil Oestreicher, quien trabajaba en el Madrid, viejo entrenador de Puskás en el Kispest, le había insistido en contratarlo a Bernabéu. Se reunieron. “Peso 18 kilos de más”, le dijo Puskás. Bernabéu le dio 5.000 dólares, miró su panza y le contestó: “Ese es su problema”.
Puskás debutó con la camiseta del Real Madrid el 15 de agosto de 1958 en el triunfo 1–0 ante River en el Monumental (en el segundo partido de la gira, 3–2 frente a San Lorenzo, anotó su primer gol). Se había unido a un Madrid ya rey de Europa. Fue otro crack en la delantera. Paco Gento, Di Stéfano, Héctor Rial y Raymond Kopa. Pentacampeones de Europa. “El equipo del siglo”, según la FIFA.
“Le gustaba más hacer goles que comer”, lo describió José Santamaría, compañero en el Real Madrid, a Puskás. Allí jugó hasta 1966: 242 goles en 262 partidos oficiales, tres Copa de Europa, cinco ligas de España y un nuevo apodo, “Cañoncito Pum”. Recién en 1981, después de 25 años y tras cierta reapertura democrática, Puskás volvió a Hungría. Tenía entonces 54 años. Aclamado por 75 mil personas en el estadio que hoy lleva su nombre, metió un par de goles. Cuando terminó el partido, cerró los ojos y levantó las manos.
El fútbol, la vida, la locura
Ya afuera de las canchas, Puskás perdió un bazar en Budapest por regalar más ollas de las que vendía y fundió una fábrica de salchichas en Madrid porque nadie le pagaba. En Puskás Hungary (2009), documental de Tamás Almási, él dice que que era “un poco tonto” (hasta le prestó dinero a un espía que le había puesto el gobierno húngaro durante su exilio). Los ayudados, sin embargo, expresan que “su corazón era tan grande como su barriga”.
Trotamundos urgido como DT, entre 1966 y 1992 dirigió en ocho países de cuatro continentes. En Sudamérica, al Colo Colo de Chile en 1977, en el primer experimento privatizador de un club en el país, bajo la dictadura de Augusto Pinochet. También entrenó a Sol de América y a Cerro Porteño, en Paraguay. En 1971 había alcanzado, con el Panathinaikos de Grecia, la final de la Copa de Europa, como la que se jugará en “su” estadio. En Wembley, cayó 2–0 ante el Ajax de Rinus Michels, en el que brillaba Johan Cruyff.
Fue recién en 2002 que el gobierno húngaro renombró al Budapest Nepstadion, “estadio del pueblo”, como “Puskás”. Él ya se encontraba hospitalizado. Hacía dos años le habían detectado el mal de Alzheimer. Pasó los últimos seis internado. Un año antes de su muerte, el 17 de noviembre de 2006 a los 79 años, el Real Madrid jugó un amistoso en Budapest con el fin de recaudar fondos para su tratamiento. Cuentan quienes lo visitaron que la televisión siempre sintonizaba Real Madrid TV y que volvía una y otra vez a la infancia: que comía golosinas y que sonreía sin saber por qué cuando lo visitaban sus antiguos compañeros, a los que ya no reconocía, como Di Stéfano. “Me están esperando los muchachos. Hoy tenemos un partido muy importante”, les decía, todos los días, a los enfermeros.
En la serie pionera El partido del siglo, de 1999 (22 capítulos entre 11 futbolistas de Europa y 11 de Sudamérica, seleccionados por el periodista español Santiago Segurola y el argentino Jorge Valdano), Puskás, emocionado mientras ve imágenes proyectadas de sus tiempos de oro como goleador, en su propio Cinema Paradiso, dice.
–A mí, el fútbol me gusta, quizá, más que la vida. Es una locura.