Entre jubilados y Bahía Blanca: hinchas de todos los clubes del fútbol argentino, uníos

La sociedad civil tamiza a través de sus camisetas y clubes valores como la solidaridad, que el gobierno de Milei pretende desterrar con la represión de Bullrich. De Pablo Grillo, hincha de Independiente, a Diego Maradona, aún vivo entre nosotros.

Pablo Grillo permanece tirado sobre el asfalto. Jogging negro con el escudo rojo de Independiente. La cámara colgada en el cuello. Un disparo de una cápsula de gas lacrimógeno le impactó en la cabeza: fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica. Fabián Grillo, su padre, dice el miércoles por la noche, en la puerta del Hospital Ramos Mejía, donde Pablo lucha por su vida: “Mandan a matar, mi hijo está corriendo peligro”. Fabián lleva puesta una campera de Independiente.

Militante popular, 34 años, socio del Rojo (de los de la bandera “Los pibes del sur”), fotógrafo y documentalista, Pablo Grillo plantó un árbol en homenaje a Diego Maradona en Villa Obrera, Lanús Este, en 2020. Trabaja como jardinero en el Hospital Evita de Lanús, en el que nació Diego (esta foto la hizo él). En 2025, Maradona hubiera cumplido 65 años, la edad jubilatoria. “Tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados -dijo Diego en medio de una marcha en 1992-. A muerte estoy con los jubilados. Lo que les hacen es una vergüenza”. En una de las fotos de Pablo Grillo viralizadas tras la brutal represión del miércoles en el Congreso, lo vemos con una camiseta del Napoli, con la cara de Maradona en el frente.

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Patricia Bullrich, ministra de Seguridad de la Nación, también es hincha de Independiente. Un cartel-propaganda con su cara fue pegado dentro del predio de Villa Domínico en enero de 2023, después de que Fabián Doman fuera elegido presidente (el periodista renunció a los seis meses para cederle el lugar a Néstor Grindetti, línea dura del macrismo). Un año más tarde, en enero de 2024, ya ministra, Bullrich -responsable de la represión que dejó al menos 672 heridos, según la Comisión Provincial por la Memoria– expresó: “El Chel-se-a dijo que quería comprar seis clubes”. Ni el Chelsea ni el empresario estadounidense Foster Gillett -traído por el gobierno de Javier Milei en su afán de imponer las sociedades anónimas- compraron un club argentino. En enero pasado, Bullrich aventuró, en relación al Sudamericano Sub 20 de Venezuela: “Argentina no va a mandar chicos que nos puedan secuestrar, tendrán que cambiar de sede”. La selección Sub 20, subcampeona en el Sudamericnao de Venezuela, se clasificó al Mundial de Chile 2025. El último devaneo de Bullrich -con el machete en la mano, la chapa en el corazón- fue tildar a la marcha como la de los “barrabravas”. Y el apriete: “Vamos a pedirles a los clubes cuyas hinchadas participaron una declaración de repudio y que expulsen a todos los asociados que participaron de la marcha”. Capitalismo y esquizofrenia al palo.

El relato de Bullrich –sostenido por medios y periodistas y hasta por un video fake difundido por un funcionario de Seguridad– apuntó a la presencia de barrabravas en la marcha. Transformó a cualquier jubilado, a cualquier hincha de fútbol con su camiseta, en un barra. Y a cualquiera agrupación o coordinadora, en una barra brava. No hubo ninguna “barra brava” movilizada, con sus líderes y adláteres. Hubo -si los cinco señalados por el Ministerio de Seguridad, en efecto, estuvieron el miércoles-, tres barras de Deportivo Español, aunque no hay imágenes en las que generen incidentes ni tampoco fueron detenidos, según detalló Gustavo Grabia, uno de los periodistas que más sabe del tema. Fueron, en consecuencia, miles y miles de personas en “el ejercicio del derecho a la protesta en democracia”, como marcó la jueza Karina Andrade al ordenar la liberación de los 114 detenidos, convocadas “desde los sectores más vulnerables como son los adultos mayores”. Ante la posible presencia de barras bravas, una fuente me había dicho antes de la marcha, en tono irónico para descartarla: “Si van, ayudan a la Policía a pegarle a los viejos. Mirá si van a ir, si no van gratis a la cancha a alentar a sus equipos”. En efecto, Juan Ignacio Lenczicki (“Juani”, líder de “Los dueños de Avellaneda”, una de las barras de Independiente) le dijo al periodista Pablo Carrozza, en relación a la dirigencia: “Entramos a la cancha hace mucho. ¿Si me dan los carnés? Sí”. Es el club del PRO, de Grindetti y de Bullrich.

La sociedad civil tamiza a través del fútbol valores que el gobierno y el zeitgeist -el espíritu de la época, de esta época- pretenden desterrar: la unión y la solidaridad. Y los celebra con los multicolores de las camisetas, y los activa con las colectas y las donaciones de los clubes para los damnificados por las inundaciones en Bahía Blanca, porque el fútbol es, en esencia, una pasión nacional y popular, intraclases (River jugará un amistoso solidario con Olimpo para recaudar fondos). Frente a la destrucción del Estado nacional, los clubes, como asociaciones civiles, funcionan como lugares de encuentro y comunidad ante la crisis de representatividad. El fútbol argentino como vanguardia, contra la insensibilidad y la inhumanidad del gobierno, en acaso el peor momento en calidad democrática desde la década de 1980.

El miércoles, la Policía de la Ciudad, la Federal, la Aeroportuaria, la Gendarmería, la Prefectura y la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) fueron las “barras” de Milei. En el Congreso se abrazaron hinchas clásicos, como los de Independiente y los de Racing, clubes que enviaron en conjunto un camión con ayuda para Bahía Blanca, y que jugarán hoy desde las 16 en el Libertadores de América-Bochini por el Apertura. Un amigo de Grillo, de “Los pibes del sur”, promete exhibir una bandera que pida justicia.

“¡El que no salta/ votó a Milei!”. “¡Olééé, olé, olé, olé, Dieeego, Dieeego!”. “¡Ay ay ay ay/ qué risa que me da/ ay ay ay ay/ qué risa que me da/ si los tocan a los viejos/ qué quilombo se va a armar!”. “¡Ohhh/ que se vayan todos/ que no quede/ ni uno solo!”. “¡Hinchadas, unidas, jamás serán vencidas!”. “¡Quééé vergüenza/ quééé vergüenza/ pegarle a un jubilado/ por dos pesos con cincuenta!”. Esos fueron algunos de los cantitos que entonaron el miércoles los hinchas, siempre con la inventiva como recurso de vida, como la de los jubilados que cobran la mínima con el bono, $349.121,71, el valor de una platea San Martín y Belgrano Alta en el Monumental para el próximo Argentina-Brasil por Eliminatorias. “¡Vengan, zurdos!”, escupió la Policía de la Ciudad desde un camión hidrante durante la represión. ¿Los “barrabravas”, los jubilados y los hinchas son hoy los “subversivos”? ¿Que las hinchadas de Argentina banquen a los jubilados y los clubes se solidaricen con Bahía Blanca no es una prueba de que Maradona sigue vivo, entre nosotros, justo en la semana del inicio del juicio por su muerte?

En 1971, Roberto Jorge Santoro publicó Literatura de la pelota, libro pionero en la narrativa futbolera argentina, una antología en la que rescata frases, crónicas, fragmentos, poemas y, en el capítulo final, cantos de las hinchadas. Poeta, trabajador de prensa, pintor, hincha de Racing, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Santoro fue secuestrado por un grupo de tareas de la última dictadura el 1 de junio de 1977, mientras trabajaba como preceptor en la Escuela Técnica Nº 25, del barrio de Balvanera. Continúa desaparecido. Este es “Verbo irregular”, poema de Santoro: “Yo amo/ tú escribes/ él sueña/ nosotros vivimos/ vosotros cantáis/ ellos matan”.

Foto de portada: @laugimeneznoble

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Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.