Dolarizar es otra cosa: un zoom al anuncio de Caputo

El nuevo paquete económico busca formalizar operaciones y reducir la carga administrativa, pero no altera el fondo del debate monetario.

El jueves había mucha expectativa. Se esperaban medidas que estimulen el uso de dólares en la economía y fomenten la tantas veces anunciada “dolarización endógena”. Lo anunciado fue muy diferente a lo esperado: i) Un nuevo esquema simplificado de presentación de ganancias de personas físicas. Los detalles que se conocen hasta ahora indican que se trata de una modificación en la dirección correcta. El nuevo régimen simplificado permitiría disminuir el abismo que separa a los monotributistas de los autónomos y además permitiría bajar los costos asociados a la presentación de ganancias para personas humanas y ii) el achicamiento del universo de operaciones y sujetos alcanzados por regímenes informativos de ARCA, lo que permitiría una mayor formalización de la economía en negro y que ARCA se concentre en la fiscalización de operaciones y sujetos de montos elevados.

A las interpretaciones posteriores a los anuncios las podemos dividir en dos: a) las que asociaron las medidas con un “blanqueo narco” (SIC) y b) las que entienden que se trata de un “blanqueo de lo barrani” que fomentaría el uso de dólares y estimularía el consumo y la inversión, impulsando la actividad y la “dolarización endógena”.

Sobre la primera mirada, lo anunciado no modifica la ley cambiaria ni penal, ni legaliza el narcotráfico. A partir de las medidas anunciadas, afirmar que el objetivo del gobierno es favorecer a los narcotraficantes es una pavada mayúscula.

Sobre la segunda interpretación, el “blanqueo de lo barrani”, dos cuestiones:

  • Hace menos de seis meses terminó un blanqueo que alcanzó a 265 mil contribuyentes, que declararon bienes por USD 32.151 millones. La mayoría de los contribuyentes realizó depósitos en cuentas CERA y ALYC por USD 22.165 millones. La exteriorización de hasta USD 100.000 dólares era sin costo y, al poco tiempo, podías disponer del dinero. Esta fue una de las razones del éxito de la medida. Se trató de un esquema mucho más simple y seguro desde lo legal que el “blanqueo de lo barrani” anunciado esta semana ¿Hay argentinos con dólares para declarar que prefieran este esquema al que estaba vigente hace seis meses? Suena poco probable.
  • La creación del régimen simplificado de ganancias y la suba en los montos informados a ARCA, en el mejor de los casos, podría contribuir a un mayor uso de pesos por canales formales. Es decir un “blanqueo de los flujos” ¿Esto implica que va a haber un aumento de la actividad? No necesariamente. Si a partir de las medidas, la economía informal utiliza más canales formales para realizar transacciones (con límites por la existencia de ingresos brutos, regímenes de retención, impuesto al cheque, etc.), esto no se traduciría en mayor actividad. Simplemente aumentaría el porcentaje de transacciones pagadas en efectivo y aumentaría las bancarizadas.

Todavía resta que se conozca el proyecto de ley que se enviará al Congreso, pero nada de lo anunciado hasta ahora se vincula con la “dolarización endógena” de la que tanto habla el gobierno. Este fenómeno tiene un problema central que no se resuelve con blanqueos: el peso argentino perdió una de sus funciones principales como moneda, la de ser reserva de valor. Entender esto es clave para comprender que estamos lejos de una “dolarización endógena”.

La dolarización endógena y la Ley de Gresham

Desde hace décadas, el dólar estadounidense coexiste con el peso argentino no solo como moneda de ahorro, sino también como medio de pago en ciertas actividades como la compra y venta de inmuebles. Desde el gobierno, se fomenta la idea de que el proceso económico generará incentivos para que a partir de la libre elección de los agentes económicos y sin una imposición gubernamental (dolarización “exógena” u “oficial”), el dólar terminará por reemplazar al peso en las transacciones diarias. A esta dinámica se la llama “dolarización endógena”. Esta visión choca con un viejo postulado en economía conocido como Ley de Gresham, que establece que “la moneda mala expulsa a la buena”.

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La Ley de Gresham, atribuida a Sir Thomas Gresham (siglo XVI), describe un fenómeno monetario clave: cuando en una economía circulan dos tipos de moneda con curso legal, pero una es percibida como “mala” (menos estable, con menor valor intrínseco o en proceso de depreciación) y otra como “buena” (más estable, con mayor valor intrínseco), la moneda “mala” será utilizada preferentemente para las transacciones cotidianas, mientras que la “buena” será atesorada, retirada de la circulación o destinada a fines específicos (como el comercio exterior o el ahorro). Originalmente, esta ley se observó en sistemas monetarios con monedas de metales preciosos. Las monedas con menor contenido de metal precioso (las “malas”) eran las que circulaban, mientras que las de mayor pureza (las “buenas”) eran fundidas, exportadas o guardadas. En el contexto moderno, la “moneda mala” suele ser aquella que pierde valor adquisitivo rápidamente debido a la inflación o a la inestabilidad macroeconómica. La “moneda buena” es, en cambio, la que mantiene su poder de compra y sirve como reserva de valor.

La “dolarización endógena” se refiere a un proceso en el cual la economía aumenta la cantidad de transacciones realizadas en dólares por decisión de los agentes económicos. Sin embargo, la vigencia de la Ley de Gresham impide que esto ocurra de manera espontánea por una razón central: si tenés pesos, ¿por qué usarías dólares para realizar una transacción? Mientras el peso sea percibido como la “moneda mala”, frente a la decisión de con qué moneda pagar, los agentes económicos van a elegir al peso y no al dólar. Paradójicamente, lo que podría inducir un mayor uso del dólar para transaccionar sería que el peso recupere su función de reserva de valor. Es decir, en palabras del presidente, que deje de ser “excremento” y compita con el dólar de igual a igual.

En este sentido, los “blanqueos” de stocks o flujos, cualquiera sea su característica, no estimulan el uso de dólares para hacer transacciones. El blanqueo del año pasado (blanqueo de stocks) no se tradujo en un mayor uso de dólares en las transacciones de la economía y si estas medidas generan un “blanqueo de flujos”, la situación va a ser la misma. ¿Por qué alguien que blanquea parte de sus flujos tendría incentivos a realizar transacciones con dólares si tiene pesos para realizarlas?

Otra pavada que se repite es que el proceso de “dolarización endógena” ocurriría porque “no hay pesos”. No hay tal fenómeno. Todos los meses, el BCRA publica los datos con la evolución de la cantidad de pesos en la economía y desde hace más de un año esa cantidad aumenta. En particular, en el último informe de política monetaria, el BCRA informó que la cantidad de pesos que circulan en la economía en manos del sector privado en forma de billetes y monedas o que están depositados en cuentas a la vista (caja de ahorro y cuenta corriente) pasó de $30,5 billones en abril del 2024 a $60 billones en abril del 2025. A valores reales el incremento fue del 28,2% interanual. Si sumamos los pesos en plazos fijos, el crecimiento en la cantidad de pesos fue de $52,9 billones a $102,5 billones en un año. Esto es una buena noticia. Durante el último año, en la economía argentina, los pesos y la monetización crecieron por buenas razones: la baja en la inflación, la recuperación de la actividad y el aumento del crédito bancario.

A pesar de los discursos, el gobierno hoy está, afortunadamente, más lejos que hace un año y medio de poder dolarizar la economía. ¿Por qué? Porque hay más pesos y la relación pesos / reservas netas en el BCRA no alcanza para dolarizar y la dinámica es de empeoramiento de esta relación en el corto plazo.

Para que los agentes económicos sean indiferentes a pagar sus transacciones con pesos o dólares, el otro camino sería que el peso recupere su función de reserva de valor y deje de ser la “moneda mala”. Si esto ocurriese, la moneda nacional recuperaría una función indispensable y, paradójicamente, desaparecería todo el debate sobre dolarización y otras alquimias monetarias extrañas.

Lamentablemente, para recuperar la función del peso como reserva de valor falta mucho. Se requiere una macroeconomía estable durante mucho tiempo y que el ahorro en pesos sea preferible al dólar en un período de tiempo prolongado. Un trabajo que excede a un mandato presidencial y posiblemente sea el principal desafío macroeconómico de la dirigencia argentina para la próxima década (sin importar el color político). Algo que no se resuelve con soluciones mágicas, blanqueos o discursos, sino con mucho trabajo, visión de mediano plazo y políticas económicas consistentes que sostengan la estabilidad macro durante muchos años.

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Economista (UBA). Socio y economista jefe de la Consultora Audemus.