Cinco gráficos que explican la victoria total de Trump
El triunfo del republicano fue por una diferencia mucho más amplia de lo previsto. Cómo se modificaron las tendencias en la participación, el Colegio Electoral y las cámaras.
Al final fue todo más rápido de lo que pensaba. El mismo martes a la noche, a eso de las 22:48 le escribí a dos amigos: “partido liquidado”. La simulación del New York Times le permitió confirmar en este tuit que el Colegio Electoral iba a ser mayoritario para Donald Trump. La ventaja estimada era, en ese momento, de poco más de 10 votos. El desarrollo de la noche mostró que fue mucho más amplia.
Esto rompe los pronósticos que teníamos. No sobre que el candidato republicano pudiera volver a la presidencia, porque era una realidad palpable, sino por todo lo que lo rodeó. Pensamos (pensé) que íbamos a estar varios días sin conocer al ganador. Pensamos (pensé) que iba a haber mucho cuestionamiento sobre el proceso electoral. Pensamos (pensé) que la diferencia iba a ser de menos de 10 electores, la más chica de la historia. Nada de eso ocurrió.
¿Y qué sí ocurrió? Lo que aparece en los cinco gráficos que preparé para esta entrega. Cinco gráficos de Trump presidente.
El voto popular
Uno de los puntos centrales para hacer foco en el análisis de la jornada del martes pasado es el voto popular. La tensión en la política norteamericana ya es vox populi para vos que venís leyendo sobre el tema: no siempre una mayor cantidad de votos obtenidos por los candidatos los convierte automáticamente en presidentes, porque eso le corresponde al Colegio Electoral. Esta institución convierte a la elección presidencial norteamericana en 51 distintas, tal como te conté en esta entrega.
Esto, de alguna manera, le quita algo de protagonismo a la cantidad total de votos que sacan el candidato demócrata y el candidato republicano en cada contienda. Lo sorprendente es que, en esta en particular, la de 2024, sí se volvió una noticia. Mirá.

Desde 1964 (momento en el que se consolidan los dos partidos políticos tradicionales de EE.UU.) hasta la fecha se celebraron 41 elecciones presidenciales. En 20 de ellas los republicanos fueron los más votados, mientras que en las 21 restantes esa estrella se la llevaron los demócratas. Cancha pareja.
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SumatePero que, como bien apuntó Juanma Karg en un chat ultrasecreto, se inclinó desde la caída del Muro de Berlín hasta la actualidad para un lado. Desde 1992 se celebraron nueve elecciones y siete fueron ganadas en el voto por los demócratas. ¿Las otras dos? En 2004 el más votado fue George W. Bush y en 2024, Donald Trump. Sacó 10 millones de votos adicionales a los que conquistó en su victoria de 2016 y apenas 1.2 millones menos que en su derrota de 2020. El nuevo presidente electo se cuelga así un laurel que solo comparte con otro compañero republicano en los últimos 30 años. No es poco, es mucho.
Esto es algo que habla bien del Partido Republicano y mal del Partido Demócrata. Con los actuales niveles de voto popular reportados, Kamala Harris sacó poco más de 1 millón de votos que Barack Obama en 2008, 2 millones y medio más que en su reelección de 2012 y un valor similar que los que alcanzó Hillary Clinton en 2016. Hasta acá dentro de los valores usuales del partido en la última quincena.
Sin embargo, al comparar con la victoria de Joe Biden en 2020 el dato choca: casi 13 millones menos de votos que hace cuatro años. Esto sucedió siendo oficialismo, siendo gobierno, siendo la incumbent. Fueron los demócratas los que perdieron encanto. Se desmovilizaron los propios, sobre todo los extra que conquistaron hace cuatro años para el golpe que significó dejar a Trump fuera de la Casa Blanca. No los perdieron de la noche a la mañana, sino que fue un proceso que se dio en el transcurso del mandato de Biden, tal como te contó Juan Elman en las últimas entregas de #ÚltimoRound. No hearts, no minds.
La participación electoral
Esto da el pie perfecto para ver los niveles de participación electoral en esta contienda de 2024. Según lo que informó el Election Lab de la Universidad de Florida concurrió el 64,52% del padrón electoral, con variaciones entre estados de 12 puntos por encima (Minnesota) y de 11 por debajo (Oklahoma). En términos históricos, la del martes pasado confirmó la tendencia que se venía dando en las últimas dos décadas de concurrencias a las urnas por encima del 60% pero por debajo del 70%. No lo veo como algo negativo teniendo en cuenta que el voto en EE.UU. es optativo.

Sin embargo, ahí ves muy clarito en el gráfico que la curva que venía subiendo no solo se detuvo, sino que ahora es descendente: es la desmovilización de los votantes demócratas. El salto de 6 puntos porcentuales que se vio entre la elección presidencial de 2016 (victoria de Trump sobre Clinton) y la de 2020 (victoria de Biden sobre Trump) se explica por unos 15 millones y medio de votos extras que logró el Partido Demócrata para recuperar la Casa Blanca. Kamala Harris casi que perdió la misma cantidad el martes pasado.
Por eso también coincido con lo dicho por Esteban Actis: hay desencanto, apatía y falta de liderazgo para el voto progresista y de centro. Se trata de un golpe directo al partido azul que tendrá que digerir, recalibrar y, sobre todo, renovar y repensar a quién le habla. Tienen info para hacerlo con las exit polls que salieron el miércoles pasado.
El Colegio Electoral
En este contexto de un Trump consolidando sus niveles de apoyo popular logrados en 2020 y un Partido Demócrata con votantes desmovilizados, el Colegio Electoral terminó jugando fuerte para confirmar el retorno y de pintar a un Washington DC de rojo por otro cuatrienio. Tomando en cuenta los datos reportados por DDHQ, que ya asignó todos los electores para ambos competidores, el Partido Republicano alcanzó los 312 votos en la institución que hace presidentes a los candidatos norteamericanos. Son ocho más que los que ganaron en 2016, 41 más que en 2000 (G. W. Bush I) y 26 más que en 2004 (G. W. Bush II). Mirá.

Además del dato que dice mucho de estas elecciones, quiero que veas otra cosa. Los comicios del 2024 confirman una tendencia que se venía dando en los últimos 30 años de elecciones presidenciales, pero sobre todo en las de los últimos 20. Los que llegan a la Casa Blanca lo hacen con ventajas cada vez más estrechas sobre sus competidores. Si prestás atención a las líneas de tendencia roja y azul, vas a ver que las distancias entre los extremos son cada vez más cortas. De 1988 para atrás los ganadores se quedaban con, al menos, el 70% del colegio electoral (salvo algunas elecciones del Siglo XIX, la de 1916 y la de 1976). Hoy el presidente electo lo hace con menos del 60%. Eso habla de un Colegio partido en dos mitades muy parecidas. The crack.
Las elecciones norteamericanas son cada vez más reñidas, incluso aplicando las reglas del Colegio Electoral. Todo depende cada vez más de un grupo de estados pendulares que convierten en presidentes a quienes logran conquistar las mayorías en esos distritos singulares. Algo que apuntó Juano la semana pasada sobre esta campaña 2024 es bastante simbólico al respecto. Los siete estados que definieron la elección del martes pasado concentraron el 93% de los actos de campaña, pero en ellos solo habita el 18% de la población de todo el país. En todos terminó ganando Trump.
¿Qué nos dice esto sobre las campañas norteamericanas, en particular, y sobre la política gringa, en general? Que la matemática electoral cada vez importa más. Cada estado está pintado de un color y es difícil que más de la mitad de los electores cambien de percepción, idea y valoración. Por eso importa mucho afinar bien un discurso que logre hablarle a los que pueden inclinar la balanza en lugares muy concretos, específicos y singulares. Calibrar y hacerlo bien.
Trump lo hizo.
Las dos cámaras
Para ir cerrando, al momento de escribir estas líneas la data reportada sobre las dos cámaras que integran el Congreso de los Estados Unidos es transitoria. Así que la lectura será sobre estimaciones y datos provisorios. Trump no solo ganó el voto popular, sino que además va a recuperar el control del Senate y posiblemente gane también la House. Así quedarían ambos recintos.

El Senate muestra alternancia de mayorías cada 3 o 4 elecciones (6 y 8 años respectivamente). Lo que Trump tendrá es lo que no pudo lograr Biden en sus cuatro años como presidente: tener más de 50 senadores a su favor. Hasta hoy, los Demócratas venían gobernando en un empate en 49 con los Republicanos, apoyándose en los dos independientes que los acompañaban cada tanto. Y, si no lo hacían, Harris desempataba. Ahora, el mandatario electo no deberá pensar en ninguno de estos dos factores porque ya cuenta con los 52 necesarios para aprobar legislación. Incluso puede quedarse con una de las dos bancas que faltan repartir y llegar a 53 en total, lo que lo acercaría a lo que logró Ronald Regan en la elección intermedia de 1982. Este Senado, además, se parecerá más los que le tocaron a Barack Obama en el final de su segundo mandato y a Bill Clinton durante todo su segundo, numéricamente hablando. La diferencia es que ahora serán bancas oficialistas.

En el recinto contiguo, la House puede ser el premio consuelo para unos Demócratas que se chocaron con la realidad, pero hoy las estimaciones no lo muestran como una posibilidad certera. En este momento hay alrededor de un 85% de probabilidades de que los Republicanos ganen la cámara, lo que le confirmaría a Trump el gobierno unificado, disciplinado y cohesionado que quiere. Este escenario probable de 221 bancas para el nuevo oficialismo lo dejaría apenas por encima de la mayoría de 218: tres bancas más.
Es un sabor dulce para su regreso, pero con un dejo amargor si se lo compara con su primera victoria en 2016. En ese entonces conquistó 241 bancas (20 más). Los valores actuales asemejan a Trump al Bush de 2000 y 2002, pero lo alejan del control que tenía el partido sobre el recinto durante seis de los ocho años que estuvo Obama en el poder.
Por fuera de ese detalle en clave histórica, el que vuelve al poder es un Donald Trump en quinta a fondo para las reformas que ya tiene en su mente, con alta legitimidad social y con un poder institucional sólido y consolidado. Un gobierno en la relación de fuerzas más parecido al primer mandato de G. W. Bush (2000–2004), pero bastante más fuerte que un Ronald Reagan, un Dwight D. Eisenhower e, incluso, un Richard Nixon.
Esta nota es parte de un especial de Cenital que se llama Knock Out. Podés leer todos los artículos acá.