Bolivia: el evismo vota nulo y la derecha proyecta volver al gobierno
Los seguidores de Evo Morales no se pliegan a la campaña de Andrónico Rodríguez. La influencia de Milei en la derecha boliviana.
El retorno del MAS al gobierno boliviano en las elecciones de octubre de 2020, con un contundente 55% de los votos apenas un año después del golpe a Evo Morales, podía hacer prever un nuevo “ciclo largo” del masismo. Eso no ocurrió por varios factores: hubo un temprano divorcio político entre Luis Arce y su antecesor, Morales, en torno a la jefatura del proceso político en curso. Durante su juramentación Arce no mencionó a Morales, que había regresado triunfal a un evento de masas en el aeropuerto de Chimoré (desde donde un año antes había volado primero a México y luego a Argentina en condición de refugiado).
En 2023 Morales afirmó públicamente que Arce había sido “el cajero” de sus administraciones y no el ideólogo del modelo económico. También cruzaron acusaciones sobre sus hijos; golpes bajo el cinturón, en términos boxísticos. Dos hechos del 2024 marcaron el no retorno entre ambas facciones: el alzamiento armado del destituido jefe militar Juan José Zúñiga contra el Gobierno, que el evismo caracterizó como un “autogolpe”, en junio; y el ataque a balazos contra el auto de Morales, que el arcísmo calificó como un “autoatentado”, en octubre.
Además se sumaron problemas económicos evidentes, como la escasez de dólares, la caída en las exportaciones de gas, el desabastecimiento de combustible y un aumento en los precios de los alimentos. Tras romper con Arce, Morales hizo lo propio con el presidente del Senado y vicepresidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, el joven politólogo Andrónico Rodríguez, que intenta en esta elección presidencial dar el sorpasso, aún sin el apoyo de su histórico padrino.
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“Andrónico es candidato de Lucho Arce, de Marcelo Claure, y del imperio. ¿Creen que la gente va a votar por Lucho? Votar por Andrónico es votar por Lucho. Pierden su tiempo llamándome, tengo dignidad y no vamos a prestarnos a esa clase de maniobras”, anunció Morales a principios de julio desde su programa de radio dominical en Radio Kawchasun Coca, la emisora cocalera que transmite desde Chapare. Fue en esos mismos estudios donde en abril de 2023 calificó de “nuevo enemigo” a su histórico vicepresidente –leal hasta en la hora del exilio– Álvaro García Linera.
Fuego, fuego, fuego
“Solamente hay un objetivo: hacer a nuestro hermano presidente el único candidato. Pelear hasta las últimas consecuencias. Y si no se puede, debemos organizar células para que no salgan las mesas del Tribunal Electoral. Y si debemos quemar esas ánforas (urnas), como esta derecha fascista lo ha hecho en nuestra elección, procurar también quemar estas ánforas para que no haya esta elección. Sin Evo Morales no hay elecciones”, dijo el dirigente evista Henry Ceballos en el Trópico de Cochabamba, el bastión de Morales.
Aún más explícita fue Ruth Nina, dirigenta de Pan-Bol, personería por la cual el evismo intentó la candidatura del expresidente. “Preferimos dar nuestras vidas antes de permitir que vengan a obligarnos a elegir a sus candidatos de la derecha. Y ese día, el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y el Gobierno, en vez de contar votos, van a contar muertos”, dijo Nina. Días más tarde, ratificó sus dichos, “en defensa de un pueblo que ha sido excluido”, argumentó sobre la no habilitación de Morales y la imposibilidad de elegirlo.
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SumateEn ese marco, la Fiscalía abrió un proceso en su contra por la presunta comisión de los delitos de instigación pública a delinquir, amenazas y obstaculización del proceso electoral. “Es un honor entrar a la cárcel por nuestro pueblo”, afirmó Nina a fines de julio, a su ingreso del penal San Sebastián Mujeres de Cochabamba, donde cumple prisión preventiva.
El que posa de outsider pero siempre fue candidato
En la pole position de las encuestas destacan tres figuras relevantes de la política boliviana contemporánea. Primero aparece el empresario cementero devenido en gastronómico, Samuel Doria Medina, dueño de la franquicia boliviana de la cadena de hamburguesas Burguer King y de un lujoso hotel en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Durante el primer debate presidencial, en julio, Doria Medina se las ingenió para posar de outsider tras competir tres veces como candidato al Palacio Quemado. El público se renueva, diría la conductora de los almuerzos.
“Esta noche los políticos han tratado de aturdirse con sus ataques. No nos distraigamos: esta elección se trata de saber quién tiene el plan y la capacidad para salir de esta crisis económica. Soy un empresario que tiene resultados. Hechos, no palabras. Tengo experiencia en el manejo económico. Y un plan para bajar la inflación, que vuelvan los dólares y que haya gasolina y diesel para todos los bolivianos. Esta es la elección más importante de nuestras vidas. No podemos mirarla de palco”, dijo en su minuto final, disimulando ser un político profesional.
Doria Medina presentó el plan “100 días, carajo”, que en su título parece homenajear, sin disimulos, al presidente argentino Javier Milei. También propuso un primer decreto bajo el eslogan “se acabó la fiesta”. “Los primeros que van a pagar ese costo serán los políticos. Se acabará la fiesta. Para eso no necesitamos 100 días: lo vamos a hacer en las primeras 100 horas de gobierno. No iremos al Estado con la lógica de que es una fiesta, y que hay millones para celebraciones, celulares, vehículos nuevos, nuevas oficinas, publicidad”, dijo el empresario durante la presentación del mismo. Algunos medios bolivianos recordaron que “Se acabó la fiesta” es un concepto copiado del partido de ultraderecha española, cuyo titular es el europarlamentario Alvise Pérez.
Claure, Tuto y Manfred
Doria Medina viene de sumar un importante apoyo: el del multimillonario Marcelo Claure, quien coqueteó desde Estados Unidos con un desembarco en la política boliviana cuando Elon Musk se llevaba el mundo por delante en la Casa Blanca. “Dejar atrás el despilfarro y empezar a construir, paso a paso, una Bolivia competitiva, que mire al futuro”, posteó Claure en sus redes sociales junto a un video en el que mostraba su apoyo a Doria Medina. No es menor: cuenta con una fortuna estimada en 2 mil millones de dólares y es presidente del club de fútbol Bolívar.
Segundo en las encuestas se ubica Jorge “Tuto” Quiroga, quien completó el mandato de Hugo Banzer entre mediados de 2001 y 2002. Durante un foro organizado por la Cámara Agropecuaria del Oriente, en junio pasado, Quiroga apuntó a la privatización de las empresas estatales. “Las empresas públicas que se han construido en estos años no buscaban producir, buscaban robar. Todo ha sido hecho con sobreprecio. Todas las empresas se cierran, se concesionan o se privatizan. Ninguna va a quedar en manos del Estado”, dijo Quiroga, en lo que significaría un cambio de paradigma en el país tras décadas de marcada presencia estatal en diversos sectores de la economía.
Tercero aparece Manfred Reyes Villa, con un perfil más moderado en el tema: propone alianzas público-privadas, cooperativas o modelos mixtos. “Tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible”, suele repetir el alcalde de Cochabamba para mostrarse como intento de síntesis.
El cálculo de Evo
“Evo cree que ante el ajuste vendrá indefectiblemente la protesta. Y él podría volver pronto en andas”, le dice a Cenital en off una fuente que conoce el pasilleo de la política boliviana y los cálculos a futuro de los diferentes dirigentes. Reynaldo Ezequiel, dirigente de Evo Pueblo, la actual herramienta política de Morales, se lo dijo con palabras similares al periodista Junior Arias: “¿Por qué vamos a votar nulo? Porque esos candidatos que están en la boleta no nos representan. Son todos aliados de Lucho Arce. No van a tener legitimidad. No van a aguantar en el gobierno más de un año”, sintetizó, pronosticando caos futuro.
El caso boliviano no encuentra antecedentes recientes en la región desde el marco progresista. Rafael Correa, inhabilitado en Ecuador, llamó a votar desde Bélgica por Andrés Arauz y Luisa González (esta última en dos oportunidades consecutivas, con sendas derrotas a manos de Daniel Noboa). Cuando estuvo preso en Curitiba e imposibilitado de concurrir electoralmente, Lula da Silva se inclinó por Fernando Haddad en las presidenciales de Brasil 2018 que le dieron la victoria a Jair Messias Bolsonaro, hoy con prisión domiciliaria por la intentona golpista de enero de 2023. Evo Morales muestra en Bolivia una posición diferente, la búsqueda de otro camino: la del voto nulo, que busque condicionar al gobierno entrante desde el minuto cero. Parafraseando a Milei y su tropa, Morales parece confiar en Las Fuerzas de La Calle tras su inhabilitación por parte del Tribunal Constitucional Plurinacional.
¿Nueva era o convulsión?
Andrónico Rodríguez, en tanto, transita horas amargas: las principales encuestas lo muestran relegado de la definición electoral. Por ello, a pesar de no haber asistido a los primeros debates televisados, fue al realizado por el Tribunal Supremo Electoral, la Confederación de Empresarios Privados y la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia. Allí intentó seducir a los votantes de Eduardo del Castillo, el candidato oficial del MAS de Arce, que no llega al 2% en los diversos sondeos conocidos (mostrando los motivos por los cuales el presidente declinó en su intento de reelección).
Aún menos que eso tiene Eva Copa, la alcaldesa de El Alto, que coquetea con declinar la candidatura presidencial que emprendió junto al ex vocero de Arce, Jorge Richter. Como se ve, a lo que fuera el masismo y sus derivados electorales parece haberle llegado la factura del (mal) gobierno actual y sus internas a cielo abierto.
Como las elecciones del 17 de agosto son generales, y si las proyecciones actuales son ciertas –advertencia: en 2020 no lo fueron– la derecha boliviana controlará además el parlamento del país, marcando una nueva era tras décadas de una hegemonía masista solo interrumpida por el golpe de 2019. ¿Habrá nuevo ciclo político estable o la profundización de la convulsión social? La historia está escribiéndose.