Un equipo que hizo política: la democracia corinthiana
La final entre Corinthians y San Pablo el 12 de diciembre de 1982 definió algo más que el Torneo Paulista.
El 12 de diciembre de 1982, Corinthians le ganó la final del Campeonato Brasileirao al San Pablo por 3 a 1. Se había jugado en ese partido algo más que un campeonato. Era un sistema, una forma de jugar y de vivir que tenía un nombre: la democracia corinthiana.
Nos vamos un tiempo atrás. Corinthians estuvo gobernado casi diez años por Vicente Matheus, un dirigente con mano de hierro y espíritu paternalista, que llegó a decir que Corinthians era “una dictadura blanda”. Algo similar a lo que la dictadura brasileña –que gobernaba el país desde 1964, cuando derrocó a Joao Goulart– decía de sí misma. Un proceso de leve apertura se vivía en ambos lugares. Algo en Brasil, y en Corinthians, estaba por cambiar.
El histórico presidente Matheus lo sabía y por eso eligió a quien había sido su vice para sucederlo, ya que él no podía por estatuto. Waldemar Pires fue electo presidente, con el propio Matheus como vice. Tanto se esperaba que siguiera controlando los destinos del club que el presidente del Consejo Deliberativo, Mario Campos, dio el resultado así: “Invito a los señores Matheus y Pires a recibir el pronunciamiento de la fórmula ganadora”. Había nombrado, por costumbre, primero a Matheus. Pero Pires tenía otros planes.
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Era abril de 1981 y el Corinthians sufría una crisis futbolística profunda. Había terminado en el puesto 26° del Brasileirao, la peor marca en la historia del club, y quedó octavo en el torneo Paulista, lo que lo obligó a jugar la Copa de Plata en 1982. No eran solo los malos resultados. El plantel estaba desmotivado y en conflicto permanente con la férrea dirección, hasta entonces, de Matheus. El nombre de esa disidencia era largo: Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. El mundo lo conocería por Sócrates.

Había empezado su carrera en el Botafogo y su pase había tenido que esperar. Sócrates quería, antes que nada, recibirse de médico. Y lo consiguió. Luego fueron los méritos de Matheus los que hicieron que la estrella llegara al Corinthians en vez de a San Pablo, que también lo quería. Pero la relación entre el jugador y el presidente no iba a ser sencilla. Tal es así que, para el momento en el que estamos, Sócrates no está jugando para Corinthians, concentrado en la preparación de la selección brasileña para el Mundial de 1982 y en pleno conflicto salarial con el club. Cansado del estilo centralizador de Matheus, Sócrates inició una pequeña rebelión junto a otro de los líderes del equipo, Wladimir Rodrigues dos Santos.
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SumateLos problemas fuera de la cancha se traducían dentro. Con los malos resultados, el técnico Oswaldo Brandao perdió el apoyo de los dirigentes y los jugadores, a quienes responsabilizaba públicamente por las derrotas. En julio de ese año fue despedido por el presidente Pires y, en su lugar, llegó el técnico Mario Travaglini.
No fue el único cambio que impulsó Pires. Contrario al estilo centralizador de su antecesor, delegó muchas de las funciones en los directores y vicepresidentes del club. La designación de Adilson Monteiro Alves en el cargo de director de Fútbol fue el ingrediente que faltaba para que comenzara, ahora sí, la democracia corinthiana. Alves, sociólogo de formación, se dirigió a los jugadores para decirles que no tenía ningún conocimiento sobre cómo debía funcionar un equipo de fútbol. No pudo caer en mejor momento: Sócrates y Wladimir tenían una propuesta revolucionaria.
Al principio no fue fácil, cuenta el propio Sócrates en el libro Democracia corintiana. La utopía en juego. Los jugadores, acostumbrados al paternalismo del ambiente del fútbol, tenían miedo de participar. Y la nueva filosofía del club consistía en darle voz y voto a los jugadores. Especialmente, voto. El Departamento de Fútbol informaba al plantel sobre cada medida que iba a tomar. Cualquier jugador podía presentar un tema para llevar a votación. Se votaba sobre la contratación de un jugador nuevo o el despido de uno. Se votaba qué día viajar a los partidos y dónde concentrarse. Se votó (a favor) que los jugadores casados no tuvieran que concentrar. Se votó, también a favor, la participación proporcional de los jugadores en la recaudación por la venta de entradas.
Todo se debatía y no pasó mucho tiempo hasta que el debate trascendió el fútbol y llegó a la política. Algunos jugadores terminaron afiliados a partidos políticos en el incipiente proceso de apertura democrática, como Wladimir, Luis Fernando y Casagrande en el PT o Ze María en el PMDB (por el que después fue concejal). A cambio de semejante participación en las decisiones, a los jugadores se les exigía dedicación y profesionalismo. Libertad con responsabilidad, resumían sus dirigentes al acuerdo básico de la democracia corinthiana.
Ahora, el sistema tenía que ofrecer algo fundamental si quería perdurar: resultados.
La llegada de Travaglini se vivió como una salvación. El técnico entendió rápidamente que el equipo pasaba por un período de baja autoestima. Hizo algo que hubiera estado prohibido en la gestión anterior: contrató un psicólogo. Se enfrentaba a un plantel desmotivado, excedido en cantidad de jugadores, que tenía por delante algunos desafíos. Aunque no consiguió pasar a la siguiente ronda del torneo, Corinthians jugó cinco partidos y no perdió ninguno. Eliminado del torneo Paulista, el equipo inició una gira por Centroamérica que terminó de consolidar un equipo, un plantel y una idea. Colectivamente, decidieron qué jugadores continuarían y cuáles no. Los que no habían comprendido la idea –como el arquero Rafael o Paulo César Caju– fueron transferidos a otros equipos. Corinthians terminó el fatídico 1981 con un técnico que no había perdido un solo partido y un plantel renovado que incorporaba juveniles. El presidente del club consolidaba su poder interno frente a Matheus. Por delante quedaba la parte más difícil: consolidar la democracia corinthiana.
El año clave es 1982. Con Sócrates, Zico y Falcao como emblemas, Brasil llega como favorito al Mundial que se juega en España pero queda eliminado contra Italia. En el viaje de regreso, Sócrates promete que va a ganar el Campeonato Paulista con el Corinthians. Arrancó con el pie derecho pero en la primera vuelta tuvo una seguidilla de empates y derrotas que los enemigos de la democracia corinthiana estaban esperando. Entre ellos, nada menos que el vicepresidente Matheus. Un miércoles por la noche, mientras Corinthians vencía 2 a 0 al Juventus de San Pablo, en las oficinas del club se urdía una trama que intentó destituir a Pires. Encabezada por Mario Santos, una reunión (poco legal) del Consejo Deliberativo votó la destitución del presidente. La novedad llegó a oídos de los jugadores antes de empezar el partido. En señal de protesta, no festejaron los dos goles que hicieron esa noche, una forma de protesta contra los métodos antidemocráticos de Matheus y su grupo. El saldo para estos no fue bueno. La reunión fue declarada ilegal y Pires no sólo mantuvo su cargo sino que salió fortalecido. Tenía el respaldo de la democracia corinthiana y sus protagonistas.
El Corinthians de Sócrates recuperaba su autoestima y lo traducía en el juego. Adilson contactó al publicista Washington Olivetto por una situación particular. Una medida reciente de la asociación del fútbol brasileño había permitido usar la camiseta como espacio publicitario. Olivetto aceptó la invitación pero sólo a condición de trabajar gratis para el club. No quería pasar como alguien que se aprovechaba de la situación. En seguida comprendió que su tarea era hacer algo más que el marketing del club. Era comunicar los valores de un movimiento en plena gestación. “Pensaba que todos aquellos cambios que estaban ocurriendo en el club necesitaban gestos dramáticos. Hacer que las personas percibieran aquello como algo importante”, dice Olivetto en el libro. Y su primera acción de marketing fue hacer lo mismo que había hecho el presidente Pires y el director de Fútbol: pedir ayuda.

“Mándele una idea a Washington que la anda necesitando”, decía el primer aviso de una campaña que convocó a los hinchas a enviar sus ideas para poner en práctica, lo que generó una simpatía inmediata hacia la causa corinthiana. Olivetto creó además una suerte de Consejo del Director de Marketing en el que convocó a hinchas famosos del Corinthians como Boni, Glorinha Kalil o la propia Rita Lee.
Se le atribuye a Olivetto el nombre Democracia Corinthiana, aunque el publicista dice que no lo creó sino que lo escuchó y lo adoptó. Junto a Adilson y Sócrates, participaban de una charla en el Teatro PUC de la Universidad Católica de San Pablo, que recientemente se había incendiado. Los tres contaron los valores que guiaban el proceso que estaban implementando en Corinthians y el moderador quiso resumirlo: “Esto que ustedes están haciendo, en el fondo, es una democracia corinthiana”. Olivetto anotó la expresión en un papel y la transformó en el nombre.
Por entonces, el Torneo Paulista se jugaba en dos rondas. Cada una de ellas declara un campeón y, si los campeones son dos equipos distintos, juegan una final a fin de año entre sí para definir el campeón. Corinthians gana la primera ronda. Es el primer triunfo de la Democracia Corinthiana como tal. Pero Sócrates ha prometido el torneo anual. Para evitar una final contra otro equipo, Corinthians debe ganar la segunda ronda también.
Sin embargo, en octubre de 1982 los resultados para el equipo son adversos y pierde terreno frente a San Pablo. En noviembre, Corinthians recupera terreno ganando todos los partidos que juega y queda a dos puntos del líder. Le quedan dos partidos por delante: el Marília y el propio San Pablo. El 2 de diciembre, sorpresivamente, pierde contra el Marilia lo que lo obliga a ganarle a San Pablo para evitar una final. Tres días después, San Pablo y Corinthians se enfrentan en el último partido. Si gana Corinthians, es el campeón del Torneo Paulista. Cualquier otro resultado fuerza una final entre los mismos equipos.
A los 25 minutos del primer tiempo, Wladimir hace el gol para Corinthians que le da el Torneo. Pero dura dos minutos, cuando San Pablo empata y luego se pone 2-1 arriba. Sin embargo, a los 22 minutos del segundo tiempo, Corinthians empata. No le alcanza todavía para evitar la final pero va a buscar el tercero. Queda descuidado en el fondo y el San Pablo hace el tercero. El partido termina 3-2 para San Pablo, que es el campeón de la segunda ronda. Entonces la Copa Paulista deberá definirse por una final, ida y vuelta, entre Corinthians y San Pablo.
Si bien Corinthians perdió la oportunidad de salir campeón ese día, la realización de dos partidos más tampoco era una mala noticia, especialmente en términos económicos. Para ese momento, el ingreso por la venta de entradas era muy superior incluso a los derechos de transmisión por televisión de los partidos. Entre los tres partidos, que superaron los 200.000 espectadores, la recaudación superó los 125 millones de cruzeiros, una fortuna para la época.
Se enfrentaban entonces los dos mejores equipos para decidir el campeón del Torneo Paulista. El 8 de diciembre se jugó el partido de ida. Corinthians salió a la cancha, como ya lo había hecho en partidos anteriores, con una bandera que decía: “Ganar o perder. Pero siempre con democracia”. La Democracia Corinthiana había nacido imbuida del espíritu del movimiento Diretas-Já, que reclamaba elecciones abiertas y democráticas para elegir al presidente de la Nación, después de años de dictadura.

El equipo salió a buscar el partido pero el gol no llegó hasta los catorce minutos del segundo, de la mano de Sócrates. Fue el resultado final del partido de ida, 1 a 0 para Corinthians. El 12 de diciembre, en el partido que definía la serie, a Corinthians le alcanzaba con el empate. Y así se mantuvo el partido hasta el minuto 26 del segundo tiempo, cuando Biro-Biro abrió el marcador para la Democracia Corinthiana. San Pablo tenía que empatarlo y pasar a ganar para forzar una definición por penales. Por eso, a los 32 minutos del segundo tiempo, la ilusión corinthiana se detuvo cuando Darío Pereyra empató para San Pablo. Otra vez los recuerdos del partido anterior. Pero duró poco: cinco minutos después, Biro-Biro volvió a hacer un gol y, a los 41 del segundo tiempo, Casagrande puso el 3-1 final.
La Democracia Corinthiana había vencido. Sócrates cumplió su promesa individual de salir campeón pero, aún mucho más importante, el sistema democrático había cumplido su propia promesa. No sólo se podía votar, participar colectivamente, y ganar. Se ganaba porque se administraba así. Sócrates dice, en el libro, que fue el clima creado por la Democracia Corinthiana el que contribuyó a la conquista de los títulos. “El fútbol es un deporte colectivo. Cuanta más fuerza colectiva exista, cuanto mayores la amistad, la complicidad y el compromiso colectivo, mayores son las posibilidades de vencer”.
Clubes como el Palmeiras o el propio San Pablo aprendieron del modelo administrativo corinthiano. Contrario a los prejuicios de la prensa conservadora, el Corinthians era un club sumamente organizado. Y también comenzó a irradiar hacia afuera del deporte. El asunto de la publicidad en las camisetas, para el cual había sido elegido publicista Olivetto, sirvió para que Corinthians fuera el primer club que se atreviera a poner mensajes políticos en los lugares donde solo iba publicidad comercial. Para las primeras elecciones a gobernador, el equipo llamó a votar. Salieron a la cancha con una inscripción en la remera: “Día 15 Vote”.
Con el paso del tiempo, los jugadores comenzaron a discutir el porcentaje de recaudación que deberían llevarse por lo que generaban para el club. Era una forma, dice Sócrates, de compartir los riesgos y asumir la responsabilidad de jugar bien, para atraer más público a los partidos. Pero Sócrates también conocía las limitaciones. “Era un movimiento revolucionario, aislado, en un medio totalmente reaccionario llamado fútbol. Es obvio que, tarde o temprano, iba a terminar”.
La historia de cómo, cuándo y por qué terminó hoy no nos importa tanto. Corinthians volvió a salir campeón al año siguiente. La llegada de nuevos jugadores, algunos no tan afectos a la idea democrática, como el arquero Leao, provocaron las primeras rispideces. Sócrates fue vendido a Italia. El jugador de fútbol, escribe Sócrates (que además se llamaba Sócrates) tiene en sus manos un poder económico y político que todo el mundo sueña con tener. “Pero no sabe usarlo, porque no tiene información. Vive en guetos. Gana 100.000 reales por mes, tiene un enorme poder político, tiene popularidad. Debería ser un agente de la sociedad, debería crear”.
Nadie dijo que sería fácil. Nadie dice que construir una democracia realmente participativa lo sea. La Democracia Corinthiana demostró que el poder del fútbol está en su grupo de jugadores. Aunque transformar la sociedad desde el fútbol pueda parecer una utopía, Sócrates decía que, por el contrario, el fútbol es el único medio que puede acelerar esa transformación. “Porque es nuestra identidad cultural. Todos entienden de fútbol. De política, nada”, explicaba. Se podía imaginar una sociedad mejor de la que tenemos a partir del fútbol.