Se escucha cada vez menos: cómo descubrir música nueva más allá del algoritmo 

En la sobreabundancia no está el gusto. La industria cambió, se enfocó en los catálogos y los artistas consagrados, mientras hay miles de novedades por día que no llegan a los oyentes.

El amor te toma por sorpresa, es inesperado porque no cumple fórmulas, no completa requisitos, sólo aparece, irrumpe. Así pasa con la música. A veces te gusta lo obvio, pero a veces te enamorás de un artista, de una banda, de un disco, de una canción con la que jamás imaginaste que te podía pasar algo. Pero ahí está, te pasa. Una melodía que te habla a vos, en una frecuencia que te conmueve, te salva la vida, te dan ganas de salir a bailar, a prender fuego todo, a luchar, a abrazar a desconocidos, tomar una birra con tus amigos de la adolescencia, incluso a cagarte a trompadas. Y, como en el amor, el algoritmo no tiene nada que hacer ahí.

El algoritmo te distrae, te ofrece mediante cálculos de datos canciones que podrían ser de tu agrado (que incluso lo son). Pero el problema es que son amables, confortables, iguales a las mismas de siempre. Y ahí aparece la pregunta: ¿dónde está esa persona nueva? ¿dónde se puede, de verdad, descubrir música?

Parece una contradicción. La música está viva, vigorosa, bien crujiente en el centro de la vida cultural argentina, sin embargo permanece oculta la renovación, esquiva de las audiencias. No está en la tele, muy poco en los programas de streaming y cada vez menos en los diarios y revistas. O está por cuestiones ajenas a la música, como los chimentos o los ataques del presidente a artistas. Pero en la noche sí que está. En la calle, con la ciudad empapelada de afiches, en remeras que pasan, en auriculares, en parlantes que suenan. Y las bandas no paran de venir. La sensación es que hay mil shows por semana, que hay festivales para todos los colores. Sin embargo, el agobio persiste. 

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¿Qué escuchan los que quieren oír algo nuevo y no saben dónde buscarlo? ¿Cómo llegan a enamorarse de una banda joven en ascenso? ¿Dónde se enteran si el disco nuevo del artista ese que te solía gustar vale la pena una escucha?

Ante la inmensidad de las plataformas (se estima que por día se suben más de 100.000 canciones a Spotify y, según el relevamiento del periodista Luis Paz, ya se publicaron más de 300 discos y EPs argentinos de rock under en lo que va del año) la mayoría de la gente elige escuchar siempre lo mismo. Un hit es un hit, no falla. O lo que las plataformas disponen: los mix diarios que hace Spotify de acuerdo a lo que ya le diste play y lo mezcla con algunas que podrían gustarte. También están las playlist curatoriales: por sensaciones, por estados de ánimo, por géneros. Y luego están las redes, lo que aparece repetido como trend, un fragmento de algo en loop hasta el infinito.

“Estos algoritmos no tienen gusto en el sentido que podría tenerlo un humano, por eso resulta problemático llamarlo ‘recomendación’ –dice el periodista especializado en música y tecnología José Heinz en su libro La gentrificación digital–. Son fórmulas matemáticas programadas para detectar patrones en el consumo humano colectivo y posteriormente vincularlos con un consumo individual”.

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Porque ya está estudiado: hay intención de conocer a las nuevas bandas, pero la gente –lxs jóvenes sobre todo– no sabe ni por dónde empezar a buscar. Porque eso que “recomienda” el algoritmo, tan similar a lo que ya se viene escuchando, tan predecible, sin información ni contexto, no tiene eso que hace el amor: sorprender, irrumpir, incomodar. 

Ahora, los factos: una canción muy escuchada en TikTok o una compartida en Instagram dispara hasta la estratosfera las views de ese tema, pero no activa la curiosidad por descubrir más del artista. Un posteo, un video, una viralización tampoco parecen ayudar, son una bombita que explota en un mar de contenido.

Las redes, tu enemigo

Según el informe del primer semestre de 2025 de Luminate, la plataforma de datos de la industria, la escucha de música nueva (que tiene menos de 18 meses de publicada) bajó un 3,3% comparada con la primera mitad del año pasado. Y esta tendencia se profundiza desde 2020. En el cuadro debajo se ve cuánto aumentó la escucha de catálogo, es decir, la que tiene más de un año y medio de vida. La industria ya dice que lo viejo está matando a la música nueva.

En negro, los discos de catálogo consumidos por año y, en verde, la música publicada en los últimos 18 meses. El año pasado siguió creciendo, pero no había cuadrito. Es lindo ver el cuadrito. Fuente: Statista con datos de Luminate y Billboard.

El mercado de la nostalgia es muy rentable para las grandes corporaciones que tienen los derechos de los catálogos de artistas vivos y aún en actividad y, como ya está recontra analizado por el crítico Simon Reynolds, también los artistas impulsan el porsiemprismo de su obra, festejan aniversarios de discos (todo lo que sus viejos fans quieren) porque eso es más rentable que salir de gira con material nuevo (más discutidos por los fans, sin el consenso que da el tiempo). Para la industria es más incierto apostar por un mercado diverso y fresco. Mejor es ir por lo seguro, concentrarse en las grandes figuras que tienen legiones de fans para garantizarse sus beneficios millonarios. 

Pero, ¿no se supone que a través de las redes y el algoritmo nos vamos a enterar de las novedades? MIDIA publicó un informe hace poco, donde demuestra que «el 18% de los consumidores no quiere abandonar sus redes sociales cuando escucha música nueva, y para cuando lo hace, el 33% olvidó de qué canción se trata o ni siquiera vio el nombre». Las plataformas hacen todo lo posible para evitar que los usuarios se vayan y «controlar el comportamiento con sus algoritmos. Fomentan la pasividad. Todo esto es intencional». El informe cierra con un dato tremendo: el 55% de los jóvenes quiere descubrir novedades en esas plataformas pero no sabe cómo.

Hay un camino que se rompe entre la novedad-la escucha. Lo que se dinamitó son ciertos mecanismos para llegar al descubrimiento, para generar curiosidad, para obtener información que no sea complaciente para el oído, digitada por intereses.

Cómo descubrir 

En los 90, mirabas un video en MTV infinidad de veces, hasta que leías una nota de esa banda en alguna de las revistas de música (Rolling Stone, Los Inrockuptibles, 13/20, Madhouse, los suplementos de los diarios, los fanzines en las fechas punks), y recién ahí te comprabas el CD. La información era poca, costaba conseguirla y valía mucho tenerla. 

En los 2000, la web era un sinfín de posibilidades. «Navegar internet era realmente una aventura», dice Violeta Fischerman, codirectora de Geiser, un sello discográfico de curaduría electropop.  «Hoy lo que las plataformas te proponen no es tan aleatorio, y el descubrimiento tiene que ver con cuestiones más decididas por curadurías hechas por personas, pautas o cálculos algorítmicos», suma. Ahora, el mainstream, el mercado, les exige a los artistas ser más creadores de contenidos que músicos. De hecho, así lo considera el CEO de Spotify. Son una cuenta más luchando por la atención digital de usuarios entre influencers, marcas y artistas de toda disciplina.

Para un sello como Geiser, que tiene músicxs que son reconocidos en un circuito indie, pero no son mainstream, como Viva Elástico, Mi amigo invencible, Chechi De Marcos o Juan Ingaramo, la forma de darlos a conocer es clave.  «Tenemos que ser muy cuidadosos con los medios por los que queremos que nuestra música llegue a la gente». Porque en esas estrategias de comunicación se ponen en juego la identidad de un proyecto y su credibilidad. Violeta relata que ante cada campaña de difusión piensan cuáles son los lugares a los que acudir y qué instancias de redes sociales sirven y cuáles no, y por qué no quieren ceder ante algunas tendencias: «Porque quizás se puede hacer viral un video tipo cuestionario ping-pong con algún artista, pero después no pasa nada con la música. Hay algo de la búsqueda de la viralización que es un falso objetivo».

Violeta, que lleva varios años en la industria, dice que para esa música que habita en Geiser son clave los medios alternativos, a los que considera aliados, “porque la gente, el nicho, el pequeño mundo que consume esos medios son personas interesadas, entonces esa curaduría ya la tienen esos medios».

Camionero, la última sensación del rock. Foto gentileza: Diego Homez.

IndieHoy sobrevive estoico y vibrante ante los velocísimos cambios de los últimos años. Cuando ya (casi) nadie teclea una url de una página web para ver qué hay en la portada hay que modificar la forma de encontrar al lector. Rodrigo Piedra, su codirector, cuenta que después de 17 años llegaron a un formato que les funciona: todas las semanas hacen notas del tipo “Los 10 lanzamientos”, “Los 10 discos nuevos” o “10 bandas de la escena hardcore marplatense”. “Creo que responde a una necesidad de la gente de ver o tener la información ordenada, organizada, clasificada, y a nosotros nos funciona mejor esa agrupación, y creo que es uno de los roles del periodismo musical ahora: ordenar la marea de lanzamientos que hay”. Rodrigo admite que eso es lo que busca él también cuando visita otros portales extranjeros, la jerarquización de la información.

Así como hay gente que shazamea canciones en las películas y así descubre artistas nuevos, o se pone a investigar los artistas de una playlist curada por alguien reconocido, hay otros como Rodrigo que siguen leyendo medios de trayectoria. “Pitchfork o NME retratan lo más mainstream del indie, o sea dentro de los alternativos sigue siendo mainstream, y hay otras maneras de conocer música. Para mí lo más increíble es el universo de Bandcamp, bucear en las etiquetas porque ahí encontrás cosas realmente nuevas y diversas”. También sirve para eso el viejo y querido SoundCloud.

Bandcamp, además de ser una de las plataformas alternativas más copadas para los músicos porque les permite recibir dinero de sus fans en mucha mayor proporción que otros y de manera directa, hace un buen uso de los hashtags y una fina selección en su blog. Para Rodrigo, además, son importantes los sellos porque esa curaduría también te acerca música nueva. Ya hablamos de Geiser pero aplica para Inerme, Casa del Puente o Anomalía. “Tienen un rol fundamental cuando hay afinidad estética”.

La mirada curatorial

Son pocos los espacios tradicionales que quedan, aunque siguen siendo relevantes tanto para los artistas como para los espectadores. Quedarán pocos medios musicales en pie, pero las firmas y las personas siguen siendo relevantes para pensar y contextualizar una obra.

“Soy bastante anti algoritmo, prefiero una curaduría orientada”, dice Martín Rodríguez, sociólogo, selector de vinilos en After Forever, y bajista en Poseidótica y Sangre de Barro. Aunque reconoce que es difícil que el tránsito entre uno de estos nuevos contenidos en redes se traduzcan en un interés real de una persona, en un nuevo oyente, existe la posibilidad de que sean una puerta de entrada para que las personas sigan investigando sobre un artista después de ver alguno de los videos de un minuto, pero es más probable que pase como algo más del sinfín de cosas que se ofrecen. 

“En este reinado de las redes hay mucho sometimiento a los likes, a los comentarios, a los influencers –dice Marto– y también sucede que hay mucha cosa comprada, números que no son reales como las reproducciones en plataformas o las estadísticas de un posteo, eso después no se condice con la realidad, con la gente que va a un show, que compra un ticket, ya sea en Mendoza, en Buenos Aires o en México. Entonces ahí también hay algo como para juzgar cuál es la realidad”.

Y al músico qué le pasa

Hay bandas o artistas que buscan una presencia viral para aprovechar esa plataforma de difusión, otras que van construyendo de a poco un universo propio a base de sumar de a un fan en cada noche que toquen, y en el medio un sinfín de posibilidades. Pero todas, lo que quieren, es que su música sea escuchada, que encuentre a su oyente.

Cata Carpena, hermana menor de una familia de rock imaginaria con Marilina Bertoldi y Barbi Recanati a la cabeza.

“Si sos bueno, tenés ese algo que te hace diferente, gustás y trabajas muy duro, llegás”, dice Paula Alberti, histórica trabajadora de prensa del rock, que hace varios años acompaña el camino de Camionero, una banda y un proyecto que, a fuerza de tocar y tocar, está dando unos pasos que parecen conducirlo del under al mainstream. La clave de ellos fue una propuesta estética única, tan sólo bajo y guitarra, y mucho laburo en comunidad y comunicación. Paula suma: “El problema que veo ahora es la falta de música en algunos medios. En un momento se corrió la bola de que los reportajes a músicos bajaban el porcentaje de audiencia, y es lamentable, porque somos arte y cultura, y hay un caudal enorme de nuevos artistas que tienen mucho para decir”.

En ese crear comunidad es clave también el apoyo de los músicos entre sí, para dar a conocer a bandas nuevas –eso se genera con los featuring o colaboraciones, en invitaciones para tocar o cantar alguna canción en un show o la curaduría de los proyectos teloneros de una gran fecha–. Cata Carpena, con veintipocos años, sacó un disco en 2024, Los viejos con guita, que le mandó por DM a Marilina Bertoldi. No habían hablado antes, pero ella se considera de la misma familia rockera, y se lo mandó antes de entrar a laburar por mensaje privado de Instagram con el deseo de que lo escuchara, cuando salió tenía un montón de mensajes de ella que le preguntaba de dónde había salido, quién era, que le había encantado lo que escuchó.

Marilina se lo pasó a Barbi Recanati, ambas lo mencionaron y lo recomendaron en algunos medios, en notas, de golpe Cata era reconocida por sus ídolas. “Fue demencial y fue 100% orgánico, fue simplemente mandárselo”, cuenta. Su disco fue uno de los más celebrados el año pasado. De golpe, una artista jovencísima, fue puesta en el radar.

El fuego del éxito

“Si la música está buena y tiene su peso, su contenido y su historia por detrás y su contexto, me parece que no hay que forzar tanto todo lo otro. Por ahí sea un camino más tranquilo, más lento, si se quiere, o no tan plagado de éxitos, pero tal vez eso es lo que logró que podamos perdurar con Poseidótica por 25 años”, reflexiona Marto, que sabe lo difícil que es seguir generando atracción con una nueva producción -un nuevo disco, un show o un festival- frente a proyectos más jóvenes. “Tal vez otras bandas ardieron y se fumaron más velozmente porque es difícil también llegar a lo más alto y después mantenerse. Y si la bajada es muy abrupta, no es fácil de sobrellevar a veces, ¿no? Me parece que va un poco por ahí”.

Los caminos no se agotan, ni para los artistas ni para las personas que buscan música nueva, pero requieren de un compromiso del espectador para poder salir de ese consumismo pasivo que le propone el mercado a través de las redes y el algoritmo (que no es más que el uso de tus datos). 

Esta semana se volvió a editar el libro 100 ideas de Brian Eno. La 40 dice así: “Los algoritmos no son transparentes, no son destornilladores o algo así. Tienen una personalidad, tienen una dirección y en ellos está codificada una cosmovisión. Y si la cosmovisión codificada en ellos es una especie de visión del mundo individualista, capitalista libertaria, ahí es donde terminaremos. Y no estoy siendo dramático, hemos visto que esto es lo que sucedió con las redes sociales, podrían haber funcionado con diferentes algoritmos, podrían haber sido un mundo diferente”.

Hay formas de escapar: investigar los nombres que aparecen chiquitos en los carteles de los festivales, ir temprano a los shows internacionales para ver las bandas soportes, seguir a críticos/periodistas/fans que hagan una curaduría en su difusión, buscar newsletters/podcast temáticos, investigar en los sets de lxs selector, prestar atención a las influencias o gustos que los músicos que seguís mencionan, entre muchas otras estrategias. 

La música está ahí, alguna vendrá por vos, pero la mayoría vas a tener que salir a buscarla porque, como el amor, va a estar ahí siempre lista para el encuentro.

Otras lecturas:

Foto de portada: Poseidótica por Mariano Rodríguez Álvarez.

Periodista. Neuquina en estado de porteñitud y sala de ensayo. Editora en Cenital. Autora de "Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020" y "Entre dos ríos". Hace Ruido y Sentimiento en YouTube.