Trump y Putin en Anchorage: alta política en versión low cost
La cumbre en Alaska parece haber beneficiado al ruso. Hoy, el presidente ucraniano se reúne con el estadounidense en busca de un "acuerdo de paz".
Un ególatra y un paranoico entran a un bar. No es un chiste, sino la imagen de Donald Trump y Vladimir Putin discutiendo sobre Ucrania en Anchorage, Alaska, el viernes pasado. Dos hombres unidos no por principios, ni siquiera por intereses, sino por la necesidad compartida de impugnar un orden que los limita y, a su modo, los humilla.
Trump, con el histrionismo de siempre, le ofreció a Putin la alfombra roja; lo hizo subir a the beast, como si bastara un gesto ceremonial para borrar la evidencia de que estaba rehabilitando a un jefe de Estado con orden de arresto de la Corte Penal Internacional. El mensaje era claro: nada personal, todo transacción.
El encuentro debía durar 40 minutos y se estiró hasta casi tres horas, dejando un filet mignon enfriándose en la cocina y ocho páginas de protocolo olvidadas en la impresora de un hotel de Anchorage (que podés leer acá). Lo que Trump soñaba como su Yalta personal terminó en una sesión frustrada, sin paz ni reparto de esferas de influencia. El ultimátum de “graves consecuencias” sonó hueco ante un Putin que olfatea la debilidad ajena como pocos.
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Y, sin embargo, al día siguiente se dio a conocer un principio de negociación: Trump dejó de hablar de “cese al fuego” y comenzó a hablar de “acuerdo de paz”. El precio es familiar. Ucrania debería entregar Donetsk y Lugansk, a cambio de que Moscú congele el frente en Jersón y Zaporiyia y prometa, con la ligereza de quien firma una servilleta, no lanzar nuevas ofensivas.
El nudo, por supuesto, está en otra parte. Putin insiste en que el conflicto tendrá fin sólo cuando se resuelva la cuestión existencial: la soberanía de Ucrania y la expansión de la OTAN. Volodímir Zelenski, que se verá hoy con Trump, difícilmente acepte un arreglo que implique desmembrar su país con el beneplácito de Washington. Pero Trump, ávido de proclamarse pacificador, probablemente le diga que es la mejor opción disponible. Este es, probablemente, el principal resultado de la reunión en Alaska: que Trump quedó más cerca de las preferencias de Putin.
Por suerte, Zelenski no estará solo. Al menos hasta ayer domingo, Ursula von der Leyen (UE), Friedrich Merz (Alemania), Keir Starmer (Reino Unido), Emmanuel Macron (Francia), Giorgia Meloni (Italia), Alexander Stubb (Finlandia) y Mark Rutte (OTAN) confirmaron su presencia en la Casa Blanca para apoyar al ucraniano.
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Mientras tanto, Putin ya obtuvo lo que quería: tiempo. Tiempo para seguir avanzando en el frente, tiempo sin sanciones adicionales, tiempo para desgastar. Es la diferencia entre el político que juega un juego largo, con más de un millón de bajas en el frente, y el que juega a titulares, entre quien busca el rediseño del mapa europeo y quien aspira a la foto con el Nobel.