Storytelling, rebeldía y facha: ¿volvió la guitarra al mainstream musical? 

Las seis cuerdas hacen su aparición triunfal en la música urbana y en el pop para darle cuerpo a un sonido hecho a medida del show en vivo. ¿Cómo impactará en la música?

Emilia, como una especie de Jem and the Holograms, se colgó una guitarra y hace poco la sumó a una coreografía. Lali, en los Vélez de hace diez días, tuvo varios momentos rockeros, pero ese con sus dos guitarristas espalda con espalda haciendo sus solos de guitar heroines fue para póster. Ayer, C.R.O. tocó en el Movistar Arena con su banda conformada por músicos de rock. Trueno, Wos, Duki tienen la suya con sesionistas de primer nivel, algunos incluso miembros de históricas bandas. Por estos días incluso se lo ve a Yesan, productor y uno de los arquitectos del sonido del trap local, empezando su carrera solista con una Gibson Flying V Custom agarrada como uno se podría aferrar al santo grial del metal o al anillo de Ozzy Osbourne, pero para usarla en una canción urbana. Aparecen las preguntas inevitables: ¿está volviendo la distorsión? ¿Las seis cuerdas recuperaron su protagonismo en el mainstream? ¿El pop y el trap se están alimentando del rock? ¿Es facha, es narrativa o es necesidad? Spoiler: sí a todo.

“No solamente volvió el solo de guitarra, sino toda una banda que por momentos toca arreglos musicales medio picantes, medio rockeros, que no están en los discos, que no están en las canciones originales”. 

Lu Torfano es sesionista. Su trabajo es tocar en los shows en vivo de grandes músicos. Se fogoneó con Marilina Bertoldi en la gira de su disco anterior, Mojigata, y ahora toca con Paulo Londra y con Lali. Lo que dice es central: para tocar en vivo, los artistas de pop, los traperos, los de música urbana, tienen que modificar, adaptar, transformar sus canciones: necesitan humanos tocando instrumentos. Buscan no sólo llenar el escenario, también el espacio (lo que se dice darle cuerpo al sonido). Generar nuevos y más matices sonoros a un tema, porque sostener un show de una hora y media en un estadio no es lo mismo que un track de 2 minutos aislado en una playlist. Una banda es capaz de darle dinamismo, sangre y mística al ritual del recital.

Suscribite para recibir un alerta cada vez que Romina Zanellato publique un nuevo artículo.

Humano vs. pista

La música más popular en la última década, la que lidera los charts, está hecha en general con sonidos digitales, armada en un programa en una computadora, y que se guarda en un archivo, como un wav o mp3. Una pista que se activa con un botón. Si pasa algo inesperado, se te corta la música, como vivió Lali en el Festival Equal en 2023. Pero, más allá de eso, hay una verdad: “La música tocada por seres humanos es distinta a la de una pista –dice Lu Torfano–. Estás interactuando con lo que pasa en el momento, con la energía del público, con la del cantante, con tus compañeros, te estás moviendo, estás sintiendo la música. Hay algo de lo analógico de lo vivo que es irreemplazable”.

Francisco “Franki” Cañardo, como dicen los pibes, tira un facto: “La realidad es que si vas a hacer un show de estadio no podés tener a una persona pasándote la pista y vos ahí con el micrófono tirando face: no hay ningún show de bailarinas que puedas hacer, ningún show de luces, nada, que te llene el lugar ese que vas a tocar, y ahí es donde la banda se vuelve medio crucial también para los escenarios grandes”. 

Lu Torfano y Chipi Rud, espalda con espalda, en el Vélez de Lali. Foto: Dale Play.

La historia de él es ilustrativa de lo que pasa en la escena. Como Lu Torfano, Franki viene del rock y trabaja como sesionista para C.R.O. Además, tiene su propia banda de thrash metal que hace muchos años patea el under, Undermine. “Hubo un cambio de paradigma, antes de la pandemia no había artistas de trap que salgan a tocar con banda en vivo, ni Duki, ni nadie”, dice.

Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.

Sumate

Los antecedentes de mezcla

En una misma semana, Cañardo pasó de tocar en Ciudad de Gatos en el festival Viaje de Agua a subirse al Movistar Arena con el trapero neuquino. ¿Cómo llegó ahí? Cuando C.R.O. estaba grabando uno de sus discos rockeros, Mal de la Cabeza (2021), lo convocaron para que grabe uno de los solos en el álbum, funcionó, pegaron onda y después lo llamaron para el show. “Cuando lo presentamos en La Trastienda vinieron Duki y El Doctor, me acuerdo que flashearon, y que le decían a C.R.O. en el camarín que la banda llevaba el sonido a otro nivel —recuerda Franki—. Creo que los legitima también tocar con músicos de rock de trayectoria, no es lo mismo que con Duki toque cualquier baterista a que toque el de Carajo”, dijo en referencia a Andrés «Andy» Vilanova, histórico músico de metal.

¿Habrá sido esa fecha la que cambió todo? No se sabe porque nadie lleva la cuenta, pero Torfano recuerda a la colombiana Karol G, que durante muchos años tocó con pistas, algunos bailarines y solamente una guitarrista (Sus Vázquez). Ese show llamó mucho la atención por sus arreglos, “la gente quiso ir a ver eso que pasaba en el vivo y no estaba en los discos. Giró mucho tiempo con ese formato hasta que armó su banda. Lo tengo presente porque el director musical de eso es el mismo que el del show de Paulo Londra”.

La adaptación analógica

Transformar un sonido digital –creado por computadora por el productor musical de un disco– en uno analógico con instrumentos tradicionales es el trabajo de los directores musicales. Pedro Pasquale es uno de ellos. “Hay una cuestión de la emoción y de la actitud que tiene el género urbano, el hip hop o el trap, que tiene una impronta cercana a la esencia rockera o del nacimiento del punk. Algo irreverente, de falta de respeto, de suciedad y de que te corra la sangre por las venas. Si vos te subís al escenario con una compu, ponés play y cantás encima de la pista hay algo que no termina de suceder”, dice desde México, donde está de gira con Trueno.

Pasquale es el encargado de dirigir los proyectos de Emilia y de Tiago PZK, y también fue uno de los arregladores del vivo de Nicki Nicole para el Tiny Desk y del show que dio la rosarina en el programa de Jimmy Fallon. “Girar durante un año, en lugares cada vez más grandes, requiere un show sólido. Entonces hay que transformar la música del disco al vivo y hay varias maneras de hacer la adaptación. A veces es tomar algo del disco y recrear los riffs o elementos que funcionen con esos beats”, cuenta.

Es algo muy técnico lo que dice, pero básicamente es buscar sonidos similares a los creados por computadora para que puedan ser tocados por humanos. Y que se escuche parecido. Lo complejo es mantener la métrica y la repetición de un beat por una persona, el color de ciertos sonidos que en lo digital son alterados por efectos y en el show deben empatarse con pedaleras y tecnología nueva y, para la guitarra, crear una secuencia de acordes riffera donde antes había un tono maquinal.

Pedro Pasquale con Trueno

Ivanna “Chipi” Rud, es también la guitarrista de Lali y de Wos, antes lo fue de Marilina Bertoldi. Ella sostiene algo lógico: “Nunca desapareció la guitarra y el solo de guitarra tampoco, lo que sí ocurre en el vivo es que los temas se versionan para que la guitarra ocupe otro lugar. La gente que hace los arreglos, los productores, saben de la emoción que genera e implica tocar un acorde con distorsión en un estadio”.

El solo de guitarra, la cúspide de un show

Ya sabemos que la canción cambia, y que la guitarra es protagonista, ahora ¿cómo se hace? “Todo nace desde un guión, no desde la canción individual”, dice Pedro Pasquale. ¿Qué significa? Que los arreglos no se hacen para mejorar un tema sino en función del impacto que se quiere que genere esa canción en una historia, en un relato, en la obra dramática que es el espectáculo. “Entonces ahí ya te corrés un poco de la literalidad de cómo adaptar un beat, porque en el guión de un show vas a tener momentos en donde querés que el público sienta diferentes cosas. Algunas canciones se derrumban hacia abajo de energía y otras se levantan un montón. Algunas te piden que se ponga re rockero con un riff, pero parten desde el guión del show”. Y no al revés.

En ese relato, obra casi dramatúrgica que es un espectáculo en vivo, la guitarra y sus solos ocupan el rol del éxtasis, es la cumbre del héroe, los fuegos artificiales, la explosión. Para llegar ahí antes hubo que pasar momentos románticos, ver mucho despliegue de bailarinas, cambios de vestuario, juegos de luces, la parte emocional para llorar y el agite para saltar.

“Es como un rayo, el martillo de Thor, es como un superpoder la guitarra –dice Chipi Rud, sesionista de Lali, Wos y Marilina Bertoldi–, sobre todo cuando está tocando alguien que tiene actitudes como de guitar hero, es algo muy poderoso de escuchar, de presenciar, es importante que suceda. Cuando era chiquitita y flasheaba con tocar en estadios lo pensaba así, porque es algo muy magnético y poderoso ver a alguien haciendo un solo con su guitarra”. Para ella, que ya tiene unas cuantas millas acumuladas y sellos en el pasaporte de tanta gira, lo que sí se fue transformando con estos géneros es que, más que una demostración técnica de virtuosismo, la cuestión es la actitud.

El impacto que no pasa de moda

Algo está sucediendo. Mientras Lali le da espacio en “Ahora” a sus dos guitarristas para un solo en el estadio José Amalfitani, un par de kilómetros al norte, en el Monumental, la banda Airbag concentró todo ese imaginario de rock and roll en dos noches agotadas. Los hermanos Sardelli en cuero, los trapos en el público, las vinchas, las rosas, el fuego en el escenario y, por supuesto, las guitarras.

Franki Cañardo, a la izquierda, con C.R.O.

Parece un síntoma de época, mientras en el under hay cada vez más bandas de post rock y punk, algunas llenan sus primeros estadios como Winona Riders en Obras, de alguna manera empujan desde la base un sonido más rabioso, un cambio de ciclo, una nueva sonoridad. Los números lo demuestran: según Spotify, el 60% de los jóvenes menores de 25 años en Argentina escucha rock. Son pibes que durante su adolescencia escuchaban rap y trap, y ahora están investigando en ese sonido nacional que es propio de las generaciones de sus padres y hermanos. Y entre las bandas y artistas más escuchados están Los Redondos, Airbag, Soda Stereo, Intoxicados y, por supuesto, Charly García.

Consultados para esta nota, dos de los productores emblemáticos del rock nacional, como son Tweety González y Mario Breuer, coincidieron en que la guitarra nunca se va a ir, y el uso del instrumento por artistas urbanos es inevitable. “No soy tan ingenuo, queda bueno visualmente en un show, es vistoso”, dice Tweety, también desde México. “Todos los otros estilos tenían guitarra y el trap se puso de moda sin este elemento, quedó afuera de esta escena. Será porque todo movimiento conlleva un contramovimiento, pero creo que el público ya se cansó de la figurita repetida y banal del urbano”.

Por su parte, Breuer cree que la incorporación de la guitarra eléctrica que hacen CA7RIEL y Paco Amoroso, Wos, Duki, Trueno, es porque son el nuevo rock. “Yo creo que hoy por hoy no hay proyecto, excepto tal vez el reggaetón, donde no haya guitarras, porque el rock está metido en muchas músicas”.

El poder de la sangre

Hace poco, la tapa de la revista Rolling Stone que se distribuye en habla hispana tituló con un deseo de CA7RIEL: “Ojalá que los niños de hoy en día quieran tocar la guitarra, porque se viene la amenaza del robot”. Ellos, que son músicos que fueron al conservatorio, que estudiaron instrumentos que después dejaron de lado –por lo menos en la interpretación en vivo– para hacer su deforme y paródico trap, ahora resaltan en el mundo entero por la adaptación que hicieron de su música con una banda virtuosísima. Son como el perro que se muerde su propia cola. De ese ojalá pasa a una certidumbre: “La música hecha con el corazón va a seguir existiendo. Poco a poco nos vamos a ir convirtiendo en robots, y va a brillar el que sepa cantar o tocar un instrumento de forma genuina”, dice CA7RIEL, y los músicos dicen amén.

Volviendo a Frankie, el sesionista de C.R.O., lo que dice resuena con esto: “Hay jóvenes, niños, adolescentes que, capaz, el primer contacto que tienen con un instrumento, con una guitarra eléctrica, es en un show de C.R.O. Y para ese nene o nena mirar al escenario y ver que hay un chabón tatuado, tocando la viola y rompiéndola, o una piba, te miran como diciendo… ‘¿qué está pasando?’ Hay una cuestión trascendental: pasó en los 50, pasó en los 60, en los 70 y va a seguir pasando para siempre, porque es infalible el rock and roll”.

La sonoridad cambió, un solo de guitarra en un show de Paulo Londra, de Lali, de Emilia, de Wos, de Trueno no suena igual a uno de Jimi Hendrix, Divididos o Serú Girán, pero para que suene bien, se sienta la presencia rockera, los artistas urbanos tienen que recurrir a los músicos de trayectoria. Al final, son ellos los que terminan dándole trabajo a una generación que no pudo sostener su rock en el mainstream y, al mismo tiempo, son los urbanos los que recurren a estos guitarristas de rock para que le aporten a su música algo que por sí mismos no pueden (ni saben) llegar. Tal vez no volvió la guitarra: tal vez nunca se fue, solo estaba esperando que el escenario volviera a necesitarla.

Otras lecturas:

Periodista. Neuquina en estado de porteñitud y sala de ensayo. Editora en Cenital. Autora de "Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020" y "Entre dos ríos". Hace Ruido y Sentimiento en YouTube.