10 voces para pensar los 10 años de Ni Una Menos
El 3 de junio de 2015 una multitud de mujeres salió a la calle para reclamar el fin de la violencia machista después de varios casos de femicidio. Una década después, las cifras siguen siendo escalofriantes: en 2024 hubo 1 muerte cada 39 horas.

El segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner se estaba terminando cuando ocurrió uno de los acontecimientos políticos más importantes de la historia argentina. El invierno era inminente. Gorritos de lana, bufanda, camperas. Un millón de personas en la Ciudad de Buenos Aires, otro tanto en las ciudades del país, salió a la calle a reclamar por el fin de la violencia machista, porque se terminen los femicidios brutales que cada día aparecían en las noticias, cada vez más macabros, cada vez más cercanos. Todas esas mujeres en la calle bajo una misma consigna, que ningún partido impulsó, que fue producto una organización feminista: Ni Una Menos.
A partir de ese 3 de junio de 2015, la agenda de género se instaló en la discusión pública de manera inevitable, impuesta con el peso del grito de las masas, le gustara a quien le gustara. A partir de ahí, la organización popular logró la Ley Micaela, la Ley de Paridad, la marea verde que logró la Ley de Aborto Legal y Seguro, el cupo laboral trans, creció la participación en los Encuentro Nacional de Mujeres, se ganó equidad en el fútbol, en los medios, se modificaron las conversaciones, los pactos, los vínculos.
Y también hubo represalias. En 2024 se registraron 247 víctimas de violencia de género en Argentina, es 1 muerte cada 39 horas. Es menos que en 2023, cuando fueron 250 femicidios anuales, pero ese año fue el que interrumpió una tendencia que descendía desde los 260 casos de 2019. Pero, en definitiva, desde 2017 se mantiene en promedios históricos similares.
Suscribite para recibir un alerta cada vez que Romina Zanellato publique un nuevo artículo.
El lugar más peligroso para una mujer sigue siendo la familia: en el 86% de los casos, la víctima tenía algún vínculo previo con el femicida: 54% eran parejas o exparejas, 16% eran familiares, y 16% tenían otro tipo de relación, como amigos o vecinos. Sólo el 9% de los agresores eran desconocidos.
Javier Milei quiere eliminar la figura del femicidio del Código Penal, mientras desfinancia o cierra muchos de los programas claves como el Acompañar o la Línea 144. Además, el Estado dejó de proveer a las provincias los insumos para garantizar la interrupción voluntaria del embarazo.
En ese marco, hablamos con integrantes históricas del colectivo Ni Una Menos, con jóvenes que empezaron a militar en el feminismo o sus espacios a raíz de esa movilización, con intelectuales, artistas, socorristas y funcionarias. Luces y sombras de un acontecimiento que nos sigue cuestionando, interpelando, inquietando, de cara a la marcha del miércoles 4 de junio, esta vez en unión con el reclamo de los jubilados, de los trabajadores del Garrahan, de los científicos. Nadie se salva solo.
Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
Sumate1. Milagros Acosta
Profesora de nivel inicial, estudiante y militante de Católicas por el Derecho Decidir.
Recuerdo patente una noticia de 2011 sobre el femicidio de Candela Rodríguez, una chica de mi misma edad. Mi mamá me decía que era una adolescente como yo, que debía cuidarme. Esa situación me marcó, me hizo tomar conciencia de la realidad que viven las niñas y mujeres en nuestro país.
En el primer Ni Una Menos, en 2015, con el caso de Chiara Páez, tenía 15 años. Recuerdo haber compartido en redes lo que sentía. Fue la primera vez que pensé que las voces de las mujeres, hartas de la violencia, estaban siendo escuchadas. Había un debate público y yo, a esa edad, sentí que no estaba sola. Entendí que el acoso callejero no era algo que debía aguantar, que no había secretos que tenía que guardar. Empecé a levantar la voz, a darme cuenta del machismo naturalizado en todos los ámbitos sociales, y se empezó a hablar del tema en las escuelas. También los mensajes preguntándonos “¿Amiga, llegaste bien?”, como un acto de autocuidado entre nosotrxs.
Me parece que la movilización del 1 de febrero fue clave en el contexto actual. Muchísima gente autoconvocada salió a las calles bajo una consigna clara: “antifascista”. Tuve la oportunidad de estar en esa marcha en Buenos Aires, pero también se dio a nivel federal, y eso hay que reconocerlo: las provincias también se movilizaron. Este año, que el #3J se haya trasladado al 4 de junio para acompañar la lucha de los jubilados es una muestra de que hoy estamos todes juntes, porque nadie se salva solx.
El feminismo sigue siendo una gran fuerza, no solo en materia de género, sino también en lo económico, lo social, territorial. Estamos organizadas en todos lados, en todas partes. Muchas mujeres católicas empezamos a darnos cuenta de las violencias dentro de nuestras propias instituciones. Se comenzó a denunciar, a hablar, a cuestionar los mandatos opresores que nos imponían desde las iglesias y a reflexionar sobre nuestro rol como mujeres creyentes.
También se instaló una pregunta muy importante: ¿qué hacemos como comunidad con las víctimas de violencia de género? Se empezó a pensar en cómo generar canales de ayuda reales, donde el Estado se haga responsable. Porque no alcanza con ofrecer alimentos o un hospedaje temporal si luego esas mujeres tienen que volver con quien las golpea.
Hoy pareciera que tenemos que volver a discutir todo lo que ya se había ganado. Vuelve un machismo legitimado, los discursos de odio, el acoso. Se vuelve muy difícil garantizar el acceso a una salud sexual y reproductiva responsable cuando el Estado está ausente o desfinanciado, eliminando políticas de género.
También se pone en juego el proyecto de vida: hay un futuro incierto, económico, académico, social y cultural. Incluso los vínculos se ven afectados. Nuestra salud mental está en riesgo en este contexto que nos exige ser productivas todo el tiempo, en un sistema consumista y exigente donde los sueldos son más bajos que la canasta básica.
2. María Pía López
Es socióloga, ensayista, investigadora y docente. Profesora en la UNGS y en la UBA. Fue parte del colectivo Ni Una Menos desde su creación hasta 2019.
Entre 2015 y 2018 se produce un ascenso de fenómenos de masas de los feminismos que cambió todo: la forma de relacionarse, los modos de concebir el trabajo, las identificaciones de género. Porque fue una politización entera de la vida. Ni Una Menos abrió el campo de una experiencia feminista formidable, no tantas veces somos contemporáneas de un acontecimiento de esa índole, de la falla de la Matrix.
¿Se puede generar ahora una movilización como la de 2015? No sé, dudo, creo que la del primero de febrero sí fue de esa índole en término de magnitud y de autoorganización, de capacidad de respuesta rápida, pero no sé si tiene la capacidad de producir esas olas expansivas que tuvo Ni Una Menos, de perseverar, de insistir con un movimiento. Ahora muchos sectores estamos tratando de encontrar ese núcleo, esa palabra fundamental que pueda articular todos esos conflictos parciales en una salida masiva.
Estamos en un momento social hipercomplejo. El proceso de transformación económica y social que encara el mileísmo está produciendo algo que algunos autores llaman implosión. Es decir, no la lógica del estallido, de salir a la pelea callejera destituyente, sino una lógica más compleja que es la de interiorizar la violencia, de producir situaciones de conflicto en los barrios, en la calle, en los espacios de trabajo, en las casas. Tengo la sensación que entre esta lógica de la implosión y la habilitación retórica que hace el presidente de que se puede decir cualquier cosa, la amenaza de la violencia por razones de género aumenta.
Y entonces ahí todos los procesos de concientización en realidad están en una fuerte reversibilidad. Si ves redes sociales, todo el tiempo hay una apelación a un modelo muy tradicional de relaciones entre las personas, de modelos familiares conservadores y de apelaciones a un trato respecto de los cuerpos de las mujeres, los cuerpos feminizados, que está puesto bajo la lógica de la propiedad. Creo que en este año el proceso de reversión de nuestros esfuerzos de modificación está siendo llevado a cabo con una velocidad enorme.
3. Dolores Reyes
Es escritora y docente. En 2019 publicó la celebrada novela Cometierra y en 2023 Miseria.
Desde el gobierno de Javier Milei se niega la existencia de la figura de feminicidio, que es clave para nosotras y es parte de nuestro código penal desde el año 2012. Es algo hacia lo que avanzan, pero como encuentran muchísimo rechazo, resistencia y fuerza de nuestro lado reculan enseguida. Pero creo que está peligrando, y que si bien no pueden sacar la figura todavía, avanzan en políticas públicas de género que hasta ahora estaban cubiertas por el Estado.
Ya no existe más un programa concreto que era el de apoyo urgente, el programa de asistencia integral inmediata en casos de violencias extremas por motivos de género. No existe más. y tampoco los que cubrían las asistencias económicas, legales o apoyos psicológicos a familiares víctimas de feminicidios. Tampoco está la línea telefónica de violencia de género que hacía toda una campaña preventiva y de acompañamiento, asesoramiento y de sostén psicológico, material, legal a las víctimas. Todo fue desmantelado y es una gran pérdida. Nos queda un largo camino para reconstruir, pero justamente me parece que la reconstrucción tiene que ser colectiva.
En 2015 salimos a la calle todas juntas, intervenimos como un colectivo multitudinario con mareas reales, reclamando por cada una de las mujeres que nos faltaban y lo pusimos en la agenda política con una fuerza inédita en nuestro país. Y eso se coló en la agenda política más allá del feminismo: era algo a lo que había que atender porque era el pedido de todas las mujeres de Argentina. Ahora yo siento que en ese sentido cambió muchísimo que el Gobierno está todo el tiempo tratando de avanzar sobre nuestros logros, hacia nuestras conquistas.
Algo que habíamos hecho era ganar las calles, ganar los centros de poder, ganar la plaza del Congreso, ganar Plaza de Mayo, ganar el espacio público de todo el país con manifestaciones masivas, descomunales, de las mujeres. Bueno, tenemos que volver a ganar la calle de manera colectiva.
4. Florencia Alcaraz
Periodista y licenciada en Comunicación Social por la UNLaM, especializada en derechos humanos y género. Durante 7 años co-dirigió LatFem y fue parte del colectivo Ni Una Menos.
Ni Una Menos provocó una transformación que es cultural, que tiene que ver con algo más capilar e imperceptible a las imágenes de la masividad, lo multitudinario, el acontecimiento callejero que es totalmente desbordante. Hay algo más silencioso, más subterfugio que cambió, se transformó, se puso en valor, que tiene que ver con las redes feministas, o las redes de mujeres simplemente, y el acompañamiento.
El mensaje más poderoso que nos dejó Ni Una Menos fue que no estábamos solas – no estamos solas– y creo que eso es parte de una ética y una política de construcción cotidiana que hace justamente a la política feminista. Eso es difícil de medir, de contar, de narrar, porque no es lo más chispeante, no es lo más estridente, pero sucede, está, y todas lo sabemos.
Esa transformación cultural creo que se sostiene, se mantiene y que no está en riesgo. Que es algo que cambió para siempre y lo vamos a seguir poniendo en valor, lo vamos a seguir empujando. Sí está en riesgo lo más institucional, lo más simbólico. Hay derechos conquistados que están en peligro o en disputa.
Sin embargo, por la marcha antifascista hubo un reconocimiento por parte del Gobierno de que meterse con la potencia del colectivo de la diversidad, de los feminismos y el antifascismo iba a tener un costo para ellos. También ahí hay algo que hay que evaluar: a veces subestimamos la propia potencia y el poder de nuestro movimiento.
En estos 10 años, también nos pasó una pandemia que generó una atomización, una fragmentación, un aislamiento muy grande en nuestra forma de habitar y ocupar este mundo, y también hubo una aceleración de lo que tiene que ver con la digitalización, la vida a través de las pantallas, la plataformización de nuestra vida, que hace que sea más difícil ocupar la calle o que esa disputa de sentidos hoy también esté en la calle online o el espacio digital. Creo que para poder salir primero hay que reconstruir también lo colectivo y la importancia de eso para disputar derechos de manera masiva. O quizás haya que pensar otras formas, hoy el país, el mundo, cambió, y hay que desafiar a la imaginación política para encontrar otras alternativas de protesta que también nos protejan, porque sabemos que la calle es una coreografía de represión total, lo vemos todos los miércoles, entonces, ¿qué sentido tiene salir de manera masiva si vamos a ser reprimidas? El feminismo también es una ética del cuidado.
5. Estela Díaz
Es una militante social, sindical y feminista argentina. Es ministra de Mujeres y Diversidad de la provincia de Buenos Aires desde 2019.
Ni Una Menos produjo una transformación social en términos del reconocimiento de las violencias de género y las desigualdades que transformó las vidas de las personas, incluso las instituciones, de una manera notable. Posibilitó que viéramos y reconociéramos a la violencia de género y la violencia machista en todos los planos de la vida, desde la discusión de la más extrema de ellas, el femicidio, a notarla en los campos de lo deportivo, el trabajo, los sindicatos, la política, la academia, en todos. Nos interpeló como sociedad en su conjunto.
La transformación, el cambio institucional, fue claro: a partir de allí se profundizaron las herramientas y los instrumentos para el abordaje de las violencias, pero también para garantizar que la perspectiva de la desigualdad de género esté presente en otras políticas de gobierno. Tuvo como su punto de crecimiento la creación del Ministerio Nacional, el de la provincia de Buenos Aires, en 5 o 6 provincias más. Fue en la creación del registro de femicidio, la discusión de los planes de igualdad, el planteo de cómo se generaban políticas de acceso al trabajo en la salida de las violencias, en la agenda del cuidado, el trabajo no remunerado de las mujeres, la desigualdad económica.
Y esto ha impactado de una manera que el Estado Nacional se retira, abandona, arrasa, violenta, niega que estos temas existan. Sin embargo, en la provincia de Buenos Aires seguimos construyendo ministerio y profundizando ese camino, pero también articulando con otras provincias del país. Nosotras articulamos con todas las provincias del país y dialogamos para ayudarnos, para colaborar allá donde está ausente la Nación, y peor que ausente: el Gobierno nacional está trabajando en contra de lo que hacemos.
Hay un camino que se inició de reconocimiento de la igualdad, esto de las pibas que nacen feministas, que no lo van a cambiar, porque eso es un cambio cultural que impactó en las subjetividades y en las cuestiones más concretas de la vida cotidiana. Por lo tanto, de eso se trata lo que quieren arrasar y no lo están pudiendo hacer por eso no nos movilizamos el 3, nos movilizamos el 4 con jubiladas, Garrahan, personas con discapacidad, las mayorías afectadas por este modelo.
6. Luci Cavallero
Socióloga e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Es parte del Colectivo Ni Una Menos.
Una de las herramientas más importantes que desarrolló el feminismo, con todos sus problemas y sus dificultades, han sido las asambleas, que hasta el día de hoy siguen siendo el espacio donde se organizan las medidas de fuerza que toma el movimiento feminista. Creo que se logró un proceso de sensibilización en la sociedad que cambió los umbrales de tolerancia a la violencia y eso es lo que se trata de atacar ahora, además de atacar obviamente una serie de logros institucionales que cambiaron normas, resoluciones, que lograron programas concretos, leyes como el aborto, programas como el acompañar, la creación de los ministerios, un Estado que empezaba a reconocer la violencia de género como problema estructural, aunque con respuestas insuficientes y parciales frente a lo que se fue complejizando como la agenda feminista, que también exigía por reconocimiento del trabajo comunitario, por acceso a la vivienda.
Hoy hay muchos factores que atentan contra las movilizaciones. En primer lugar, la crisis económica que está sacando de la participación política a muchas mujeres de las barriadas, incluso de la propia Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Muchas compañeras nos dicen que no pueden llegar a las asambleas porque hoy el transporte está carísimo, pero además porque un Estado que aplica la motosierra, es un Estado que hace subir el trabajo no remunerado y eso también nos aleja de la participación política. Muchas estamos con trabajos precarios, con dos o tres o cuatro trabajos al mismo tiempo y hoy militar es hacerse un tiempo que ya casi no existe.
Después está toda la pedagogía de la represión y de la crueldad que hizo el Gobierno, de alguna manera también atenta contra la posibilidad de hacer movilizaciones masivas. Creo que ya hubo una marchamasiva parecida a la del 2015, la marcha antifascista del primero de febrero, que fue también un acontecimiento político. Y ahora nosotras salimos con la consigna “contra el ajuste y la crueldad”, porque es hora de unir las luchas: elegimos marchar el día que marchan los jubilados, los trabajadores del Hospital Garrahan, del Conicet, por la ley en emergencia en discapacidad, universidades, y contra el esquema represivo del Gobierno que nos viene mostrando por televisión que puede reprimir a los jubilados sin que pase nada.
7. Chocolate Remix
Es un proyecto argentino de reguetón queer transfeminista y antifascista, liderado por la cantante, compositora y productora Romina Bernardo.
La fuerza colectiva que generamos demostró que los cambios profundos son posibles y que es necesario cuestionarlo todo. También entendimos que cada avance genera resistencia. Hoy vemos cómo se reorganizan las fuerzas más reaccionarias, pero aunque se resistan, tarde o temprano, los dinosaurios van a desaparecer. Me resulta urgente una movilización masiva de nuevo. Creo que el 1F fue una demostración de ello, es necesario poder sostenerlo a lo largo del tiempo. Una consigna que creo hoy resuena y aglutina las luchas es antifascista.
En lo artístico siempre entendí el arte como una herramienta para cambiar el mundo y poder imaginar nuevos horizontes, el feminismo que se organizó alrededor de Ni Una Menos y todo lo que vino después fue una constatación de que esto era posible. Hacer esas canciones que están tan atravesadas por lo colectivo es una experiencia casi espiritual, siempre digo a esas canciones no son mis canciones sino nuestras canciones, yo solamente me encargo de escribir y ponerle el sonido a lo que ya está en el aire.
8. Ruth Zurbriggen
Es activista histórica de Las Revueltas y parte de las Socorristas en Red.
Ni Una Menos es una bisagra. Una abertura inmensa. Un modo de expresar la rabia y el hartazgo con las violencias machistas. Un límite político intergeneracional. La primera expresión de masividad callejera ante una convocatoria de los feminismos y transfeminismos. Es revitalización y potencia colectiva. Es la posibilidad cuestionar y poner en entredicho la subjetividad patriarcal. Ni Una Menos no es en el vacío, se engarza en experiencias y prácticas de largo alcance que posibilitan ese acontecimiento.
Las derechas neoliberales saben que con Ni Una Menos empujamos y alcanzamos capilaridad, y que provocamos revoluciones cotidianas por doquier. Contra eso también se organizan, expresan a cada rato sus pasiones restauradoras y autoritarias.
Durante estos años, el activismo socorrista tuvo diferentes momentos si pensamos en términos cronológicos. El año 2015 significó, por ejemplo, la extensión de la red a nivel territorial, es que el tiempo abierto con Ni Una Menos trajo, entre muchas otras cosas, el deseo de activar y organizarse con los feminismos. En 2018 crecimos de forma vertiginosa de manera directamente proporcional a la indignación que significó el rechazo a la ley por el derecho al aborto en el Senado de la Nación. Y en 2020, con la sanción de la Ley 27160, se ensancharon las posibilidades para quienes necesitan abortar y para nuestros acompañamientos.
Hubo y hay de manera persistente en la Red un interés por reflexionar y volver a pensar una y otra vez sobre qué es acompañar, qué hacemos cuando acompañamos, cómo es que al acompañar nos acompañamos las existencias, qué pedagogías vitales creamos al acompañar, cómo en ese hacer reconfiguramos nuestras relaciones y producimos comunidades, qué trabajo de memoria corporal hacemos al acompañar. Es apasionante hacer ciencia desde estas experiencias, es apasionante darte cuenta día a día que nunca se acaba la posibilidad de volver escuchar de nuevo lo escuchado.
9. Georgina Orellano
Es trabajadora sexual y desde 2014 es secretaria general de AMMAR.
Para nosotras hubo una transformación durante esta década que fue poner en agenda feminista las demandas de las trabajadoras sexuales. Fue poder levantar por primera vez en una marcha feminista y masiva, como la que fue en el 2015, la fotografía de nuestras compañeras asesinadas a mano de la policía, la foto de Sandra Cabrera, por ejemplo. También fue poder hablar de los femicidios hacia las trabajadoras sexuales que en el 90% de los casos quedan impunes, hablar del estigma social y la criminalización de nuestro trabajo.
Creo que lo que se logró fue tener conciencia social de que la violencia de género existe, que no es un crimen de odio, que son femicidios, que si te violentan eso no es amor, que el Estado tiene que intervenir, que tienen que existir políticas públicas para acompañar y asistir a las compañeras que atraviesan situaciones de violencia. Y eso es lo que está en riesgo, el rol del Estado.
Que muchas compañeras, con el retiro de las políticas públicas, hayan tenido que regresar a contextos de mucha violencia desde donde habían escapado. La violencia económica también es un factor estructural que hace que muchas compañeras, por no poder pagar o sostener sus alquileres o no poder seguir sosteniendo su autonomía económica, tienen que volver nuevamente a lugares donde hay hostilidad y situaciones de violencia.
Y sí creo que es posible una movilización en el 2025. Si tratamos de unificar todas las demandas y entender que el feminismo tiene que ser transversal, con conciencia de clase, que tiene que ser popular, con una agenda que atraviese todas las demandas y pueda unificar toda la lucha de todos los sectores, se puede lograr una movilización como la que se logró hace 10 años atrás. Creo que la consigna principal tiene que ser el hambre, la precariedad de la vida, lo que cuesta vivir. Es algo que nos atraviesa tanto a las compañeras de clase media como a las de los sectores populares, a las que tienen trabajo registrado y las que tenemos trabajo informal.
Para nosotras, la irrupción del Ni Una Menos no solamente generó conciencia social con respecto a la violencia de género, sino que también permitió que sujetos que históricamente hemos sido silenciadas pudiéramos tener la posibilidad de enunciar nuestras demandas, de hablar en primera persona, de poner en agenda nuestras principales reivindicaciones.
10. Sabrina Cartabia
Abogada feminista, diploma de honor UBA. Parte del colectivo Ni Una Menos.
La marea feminista que desbordó las calles, las instituciones y los recorridos vitales sigue siendo un hito de organización social y política argentina. La consigna, que nació desde el hartazgo como un límite a la violencia extrema representada en el femicidio, logró instalar en la agenda pública y estatal la urgencia de pensar la vida de las mujeres como un tema de derechos humanos. En esta década se conquistaron avances claves: leyes de protección, la legalización del aborto, institucionalización de áreas de género en el Estado y otros espacios como sindicatos. Sin embargo, muchas de esas conquistas están hoy en riesgo, amenazadas por discursos negacionistas y recortes que desfinancian políticas públicas fundamentales.
¿Es posible una nueva movilización así en 2025? Sin dudas. Porque el hartazgo persiste, pero también la fuerza colectiva. Tal vez hoy la consigna sea más amplia: vivir con dignidad. Porque no alcanza con estar vivas. Las madres y mujeres siguen sosteniendo economías familiares con ingresos precarios, endeudadas, enfrentando una justicia lenta y patriarcal. La falta de cumplimiento generalizado de la cuota alimentaria no solo precariza la crianza, sino que perpetúa la desigualdad estructural. Hace falta avanzar en el reconocimiento jurídico de las tareas de cuidado, en mecanismos efectivos de cobro de obligaciones alimentarias y en una justicia con perspectiva de género real. A diez años, Ni Una Menos no es solo memoria: es un llamado urgente a no retroceder y seguir avanzando.