Yamal, Bielsa y el ego creativo

“El futbolista tiene que sobreobservarse, quererse más de lo conveniente. Si no, no puede crear, construir jugadas decisivas”, dijo el entrenador. Lamine, sin Balón de Oro, ya actúa como el rey.

El miércoles, 48 horas después de la entrega del Balón de Oro 2025, Marcelo Bielsa –remera y zapatillas deportivas, joggineta gris, puntero en mano– brindó una conferencia en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, en Madrid, en la apertura del curso 2025/26 del Área de Formación de la Federación Española. En las cronometradas dos horas de masterclass, el “profesor” Bielsa, “un admirador de la copia”, porque “mirar lo que está bien hecho y aprender a hacerlo es la base de la cultura”, dijo que Pep Guardiola es “el mejor entrenador del mundo” desde que analiza el fútbol; que “es mucho más lo que no dominamos de un partido, de lo que podemos dominar”; que “la formación silvestre no existe más”; y que “el jugador emocionado multiplica la intensidad de sus recursos”.

Ex entrenador del Espanyol de Barcelona (1998) y del Athletic Bilbao (2011–2013) en España, Bielsa detalló: “El jugador tiene que tener una dosis muy alta de egocentrismo, de vanidad, de sobreobservarse, de quererse más de lo conveniente. ¿Por qué? Porque si no, no puede crear, no tiene esa admiración por sí mismo que le permite construir jugadas decisivas”. El actual DT de la selección de Uruguay, que jugará el Mundial 2026, recordó que Gabriel Batistuta, tras el triunfo 1–3 de la selección argentina con dos goles suyos ante Colombia por Eliminatorias el 29 de junio de 2000, lo llamó aparte en el vestuario. “¿Cómo yo voy a ir a los siete metros? Es una tarea menor, ahí van los inútiles. No puedo ir nunca más. Piénselo, me ofende”. Bielsa le había indicado a Batistuta que se parara en la distancia durante los córners rivales. “¿Cuál es la contracara?”, preguntó Bielsa en el auditorio en Madrid. “Que cuando les daba los roles importantes, se mataba para imponerse”.

Bielsa había defendido a Lamine Yamal ante las críticas de “falta de profesionalismo” y la intromisión en su vida privada por parte de cierta prensa en España. La “estafa” del clickbait. Yamal –desde la actual temporada el N° 10 en la camiseta del Barcelona– festejó goles simulando colocarse una corona, o “la chistera del mago”, como lo interpretó Luis de la Fuente, DT de la selección española, entre los presentes para escuchar a Bielsa el miércoles en Las Rozas. Es la celebración de LeBron James, “The King” de la NBA. Bielsa, en concreto, había destacado la necesidad de que los futbolistas construyan un ego creativo.

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El lunes, en el premio que entrega la revista France Football, Yamal quedó detrás de Ousmane Dembélé, Balón de Oro, 28 años, campeón de la Champions con el París Saint–Germain, un elemento pinzado de una gran victoria colectiva.

Yamal ya se cree el mejor

Si hubiera recibido el Balón de Oro en el Théâtre du Châtelet de París, Yamal –el 13 de julio pasado cumplió 18 años– se hubiera convertido en el ganador más joven de la historia (lo es todavía el brasileño Ronaldo, quien, a los 21 años, lo ganó en 1997). Da igual: Yamal parece destinado a marcar una nueva era en el fútbol. Y el adolescente, además, ya se cree que es el mejor, actúa como rey del mambo adentro –y afuera– de la cancha. No traspola la humildad de Lionel Messi. Tampoco el perfeccionismo de Cristiano Ronaldo.

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Fenómeno social y cultural, emergente y resonancia a la vez de las generaciones Z y Alfa –a las que reconecta con el fútbol a pura inmediatez–, Yamal no oculta la ambición. Visibiliza los destellos de genialidad. Deja rastros de espontaneidad. Alguna vez explicó su juego con sencillez: “Voy improvisando, hago lo que me salga”.

Antes del Balón de Oro que recibió Dembélé, había dicho: “No sueño con un Balón de Oro, sueño con muchos. Si no los consigo, será culpa mía”. En tiempos post Messi de futbolistas “homogéneos”, Yamal condensa un talento sensible, un rush químico, y encarna el individualismo en un fútbol dominado por los sistemas tácticos. “Tener carácter –aceptó– me ayuda a sobrevivir”. El fútbol, sabio, lo “ubicará” en tiempo y forma, no los premios.

“Creerse el mejor, en el mundo que ya hemos dejado atrás, no estaba justificado ni cuando eras el mejor. Pero en el de las redes sociales, donde el relato es el principio sobre el que se construye la nueva realidad, sentirse el número uno es imprescindible para llegar a serlo. O para parecerlo, que es ya casi lo mismo”, escribió Daniel Verdú en El País, y agregó: “El segundo cuarto del siglo XXI se fundamentará en la lucha del ser humano por distinguirse de la Inteligencia Artificial, por demostrar que sigue siendo útil. Y a veces conviene convencerse a uno mismo para lograrlo. ¿Y si lo que parece arrogancia fuera solo la confianza necesaria para hacer cosas imposibles? La duda con Lamine, aunque no haya ganado esta vez, no es si será el mejor, sino cuánto tiempo será capaz de serlo”.

De la NBA al porvenir de los negros 

Hijos de la inmigración africana, ex compañeros en el Barcelona, Dembélé (madre mauritana–senegalesa y padre maliense) y Yamal (madre de Guinea Ecuatorial y padre de Marruecos) nacieron en Europa. Dembélé vivió en uno de los edificios sociales del barrio la Plaine, en Évreux, 100 kilómetros al oeste de París. Yamal creció en Rocafonda, barrio obrero de la catalana Mataró. Fátima, su abuela paterna, presente en la gala parisina, se coló en un micro para cruzar de Marruecos a España. En su casa vio los videos de Neymar en YouTube. Ahora, él pasó sus vacaciones con Neymar en Brasil.

“El modelo a seguir es la NBA. Por eso la cosa más posicional. Mucho de esas tácticas vienen del básquet. Lo bueno que tiene el fútbol es que, a diferencia del básquet, lo físico no tiene una importancia tan tan definitiva. En el fútbol sigue pudiendo jugar cualquiera; en el básquet, no”, me dice Juan Sasturain, mientras charlamos a propósito de la publicación de Gracias por el juego, y suma: “En términos físicos y psicológicos, el porvenir es de los negros. Todos podemos jugar al fútbol, no es una cuestión discriminatoria, ni comentario racista, ni a favor ni en contra. En todas las disciplinas, en la medida que se han conseguido igualdad de oportunidades, se van equiparando y reacomodando las escalas de potencia. Los postergados y esclavizados por el blanco van ocupando sus lugares. Es la gente de origen africano la que va copando los mejores lugares de calidad y excelencia en el juego. Es maravilloso. El fútbol se convirtió en ese espacio de posibilidad”.

Los perros de Lamine

Yamal –ganador sí del Trofeo Kopa al mejor futbolista menor de 21 años– no estará hoy con la selección Sub 20 de España en el debut en el Mundial de la categoría en Chile frente a Marruecos. Tampoco Franco Mastantuono con la selección argentina. El martes, después de que marcara su primer gol como jugador del Real Madrid en el 1–4 ante Levante por LaLiga, Mastantuono tiró: “Lo felicito por el segundo puesto en el Balón de Oro. Trato de no compararme con nadie, sino de jugar para mi equipo, que es lo que lleva a lo individual”. Lejos de una declaración irónica y burlona, Mastantuono se diferenció, aunque poniéndose a la par de Yamal.

Una foto del 2007, campaña de UNICEF donde se ve a un Yamal bebé y a un joven Messi.

Elegido por Messi, Yamal es un futbolista integral que toca la pelota y seduce, que imanta a los rivales y asiste, que ordena desde la pausa como si fuese un adulto. Y que, contó, se entrenaba de chico con perros: “No estaba anotado a fútbol porque mis padres económicamente no podían. Solo jugaba en el parque con niños, y si no contra perros. Cuando jugaba contra ellos, no había normas: era yo contra los perros. Todo lo que encontrabas podías utilizarlo para regatearlos. Cuando me mordían se acababa porque mi padre lo paraba, pero estaba igualado”. Yamal, quien admitió que quiere ganar una Champions o un Mundial antes que un Balón de Oro, juega a lo que le nace en el momento, encara y las piernas se le mueven sin que piense. Son sus actos creativos. Porque el talento, en última instancia, es una cuestión de amor. En árabe, conviene saberlo, “Yamal” significa “bello, belleza”. Así es el juego de Lamine.

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.