Nicolás Maduro frente al contexto internacional: ¿y si la maniobra le sale bien?

Aún con el riesgo de perder contacto político con quienes lo apoyaron hasta el momento, el presidente venezolano cuenta con el reconocimiento de actores de peso. El rol de Rusia y China en la reconfiguración global puede convertir este en un momento ideal para aplicar su táctica.

Nicolás Maduro y su par de China, Xi Jinping.

Comencemos con algunas obviedades: Nicolás Maduro sacó, en las elecciones del domingo, menos votos que Edmundo González Urrutia. El Consejo Nacional Electoral (CNE), en lugar de reconocerlo, publicó resultados insostenibles que podían verificarse falsos con apenas un chequeo matemático sencillo. Una semana después de la elección, el órgano electoral sigue sin publicar un solo resultado desagregado por estado. Se trata de un fraude electoral que, por la grosería de su ejecución, no tiene precedentes en las últimas cinco décadas de  historia sudamericana.  Sin embargo Maduro, Diosdado Cabello y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, posiblemente estén hoy en buena posición para consumar un fraude de estas características. 

Es cierto que Venezuela, quizás como nunca antes, enfrenta el riesgo de perder el contacto político hasta con quienes sostuvieron el apoyo a su gobierno o enfrentaron las sanciones en los países más importantes alrededor de sus fronteras, como Colombia y como Brasil, donde Lula da Silva deberá decidir si cargar el estigma de Maduro a la importante elección local de octubre. Pero también es cierto que en esos países -y en otros como Chile, Perú y varias islas del Caribe- la migración venezolana se ha convertido en un problema político de importancia, e incluso en los Estados Unidos es escaso el apetito por un aumento del flujo migratorio venezolano en tiempos en que el asilo y la frontera son tema de campaña.

La salida de venezolanos del país se calcula en casi 8 millones de personas. Muchas de ellas son las más activas en el cuestionamiento del régimen pero, antes que nada, una proporción mayoritaria de las clases medias y profesionales del país. Son, también, los sectores de mayor conexión con la vecindad inmediata, así como con Europa y con Estados Unidos. Su ausencia seguramente sea un obstáculo insalvable para que Venezuela pueda recuperarse económicamente a niveles previos a la crisis autoinfligida. Pero, en lo inmediato, esta situación reduce la demanda de contacto con el exterior. 

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Venezuela conserva, además, la carta de generar una pesadilla para la paz regional, como esbozó cuando amenazó con intentar resolver por la fuerza el conflicto con la vecina Guyana por la región del Esequibo. Ante estas circunstancias, el antecedente del pésimo abordaje diplomático durante los años de ProSur y del reconocimiento de parte de la comunidad internacional a Juan Guaidó como presidente encargado venezolano -aunque no tuviera absolutamente ninguna influencia sobre el terreno- no es tentador para ningún gobierno.

Pero, más allá de estos factores, y aún en la hipótesis de mayor aislamiento, el gobierno de Nicolás Maduro encontrará un mundo muchísimo más sembrado de alternativas que el que enfrentó, por ejemplo, la Cuba posterior a la caída de la Unión Soviética. La reconfiguración del poder global a partir del ascenso de China y la degradación de cualquier atisbo de institucionalidad internacional que inició EE. UU. en Irak y culminó Rusia en Ucrania, otorgan márgenes para la diversificación geopolítica. Perdido el favor de algunos grandes y medianos actores, permite apelar a otros, limitando las consecuencias que se enfrentan por elegir un camino determinado. El antecedente de Arabia Saudita, que casi no pagó consecuencias por el asesinato del periodista Jamal Khashogi en territorio turco, es ilustrativo.

Los aliados de Nicolás Maduro

Los reconocimientos de la elección por parte de China, Rusia e Irán y, a nivel continental, de Bolivia, Cuba y Nicaragua, dan cuenta de un alineamiento profundo que se expresa en las votaciones en Naciones Unidas sobre cuestiones como Ucrania, pero también en flujos de inversión y lazos de cooperación, particularmente en áreas como defensa e inteligencia. Sin embargo, estos países no son los únicos. Lejos de la rigidez de la Guerra Fría, la configuración del sistema es pródiga en flexibilidades que permiten que tomar una posición en un tema no encadene, necesariamente, con las posiciones adoptadas en otros asuntos o, incluso, con alianzas establecidas durante décadas. Si Cuba, Rusia y China han sido -en orden decreciente de importancia- los principales sostenes del gobierno venezolano durante los años de crisis económica, otros actores como Qatar, los Emiratos Árabes, y especialmente Turquía, fueron clave para facilitar la pequeña recuperación de la economía venezolana a partir de los flujos de oro provenientes de la Amazonía. Turquía integra la OTAN y Qatar tiene en su territorio la base militar occidental más grande de Medio Oriente. Ambos -al igual que otros países de relaciones intensas con EEUU o la UE como Vietnam y Azerbaiyán- integran el listado de países que reconocieron y felicitaron la elección venezolana. 

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A esta lista hay que sumar a países que no se pronunciaron, pero que muy difícilmente vayan a romper sus relaciones con el gobierno de Maduro. El más importante en este grupo es India, que aprovechó la guerra en Ucrania para aumentar sus compras de petróleo ruso a precio de descuento y cuya relación con Venezuela ha estado marcada históricamente por el comercio petrolero. Por lo tanto, probablemente esté más que interesado en absorber mayores saldos de una eventual recuperación de la producción venezolana.

A nivel internacional, Venezuela cuenta con opciones para enfrentar incluso un eventual intento de aislamiento duro, que incluya no sólo a los Estados Unidos y la Unión Europea, sino también a Brasil, Colombia y la mayor parte de América del Sur. Difícilmente haya acuerdos que puedan reemplazar las inversiones petroleras estadounidenses que permitirían una recuperación económica más nítida y robusta. Y las malas experiencias sufridas por las empresas chinas en años anteriores difícilmente generen apetito inmediato para aprovechar la conversión del socialismo al capitalismo salvaje enchufado que caracterizó la estabilización económica de los últimos años. Pero Maduro no corre riesgos de que la producción venezolana no encuentre mercados en el exterior. En este marco, la propia estabilización económica probablemente permita que, en ausencia de una revuelta o una guerra interna, el crecimiento económico desigual de los últimos años se sostenga, haciendo improbable un regreso de los años de hiperinflación y ahogo del mercado. La cuenta del grupo que gobierna Venezuela, que optó por el fraude antes que aceptar una transición democrática, tiene -al menos en cuanto a su posición internacional- mucho más sentido probabilístico que los resultados que presentó el Consejo Nacional Electoral cuando proclamó a Nicolás Maduro.


Esta nota es parte de un especial de Cenital que se llama Mano, ya no tengo fe. Podés leer todos los artículos acá.

Es abogado, especializado en relaciones internacionales. Hasta 2023, fue subsecretario de Asuntos Internacionales de la Secretaria de Asuntos Estratégicos de la Nación. Antes fue asesor en asuntos internacionales del Ministerio de Desarrollo Productivo. Escribió sobre diversas cuestiones relativas a la coyuntura internacional y las transformaciones del sistema productivo en medios masivos y publicaciones especializadas. Columnista en Un Mundo de Sensaciones, en Futurock.