Vida, memoria y una serie: Sócrates Brasileiro aún está aquí

Mediocampista exquisito, adelantó la uniformización del fútbol. Vio al juego como arte. En 2026 tendrá su docuserie, dirigida por Walter Salles, ganador del Oscar.

“Se acabó el cuco”, escribe Sócrates en su columna del 2 de julio de 2003 en el semanario CartaCapital. Se refiere a la selección brasileña. Faltan todavía 11 años para el 1-7 ante Alemania en el Mundial de Brasil 2014. Ya el 16 de marzo de 2005, apunta: “Progresivamente vamos quitándoles las características más expresivas a nuestros jóvenes. La alegría, la belleza, la libertad y la creatividad van quedando relegadas, lo que castra lo mejor que tenemos. Todo sucede por estar sometidos a una postura ideológica que no respeta nuestras esencias más enraizadas. Cuando vamos en contra de nuestra cultura, estamos destinados al fracaso y la vergüenza”. La columna se titula “Talentofobia”. Parece escrita hoy.

En sus textos, Sócrates mezcla el fútbol con la política, la sociedad y la humanidad. Es ingenioso y transgresor, valiente y libre. En “Sexo en la concentración”, llama a un DT “represor comandante”. “Insisten en mantener e impulsar la idea de que los jugadores son ignorantes e incultos, quitándoles la conciencia y responsabilidad sobre sus propios actos”. En 2001, le dice a Pelé, entonces ministro del presidente Fernando Henrique Cardoso: “Es una lástima que te sientes a la misma mesa con personas tan pequeñas. Tú estás preocupado de ser la voz de los niños de nuestro país. Lástima que nadie, ni siquiera desde dentro del gobierno del que participás, hizo algo por ellos. Ni siquiera tú. ¡Qué tristeza! Tampoco puedo creer tu ambición desmedida por el dinero”.

En 2004, tras la muerte de Serginho por un paro cardíaco en pleno campo de juego, denuncia “el abuso de estimulantes, las exageradas cargas de trabajo y la falta de control de las condiciones de salud”. Si en 2000 celebra a su amigo Luiz Inácio Lula da Silva, ambos fundadores del Partido de los Trabajadores (“nuestra mayor esperanza de un Brasil justo”), en 2005 no escatima la crítica luego de que no se priorice una política en favor del deporte social: “Es frustrante ver que un gobierno, del que se esperaba que transformara el deporte, no haya hecho nada”.

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El 26 de mayo de 2010, en “Una transformación que desanima”, Sócrates marca: “Un gol en el fútbol actual es semejante a la caída de un trapecista en el circo. Todos los movimientos son entrenados hasta el hartazgo, de modo de alcanzar un punto en que los errores (la creatividad, en nuestro caso) son raros, pero cuando suceden provocan la caída del artista. La uniformización del fútbol se ve más acentuada con el intercambio cada vez mayor entre escuelas y culturas futbolísticas”. Esto es, apenas, un muestreo de Sócrates futbolista. Las crónicas del doctor, que recopila sus escritos en CartaCapital de 2001 a 2011 (hasta su muerte, a los 57 años, por una cirrosis producto del alcoholismo). Pero Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira es memoria. Ahora y siempre.

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Las diferentes vidas de Sócrates

Durante el primer semestre de 2026, se estrenará Sócrates Brasileiro, serie de cuatro capítulos para Globoplay a cargo de Walter Salles, director de la primera película brasileña ganadora del Oscar con Aún estoy aquí, la historia de la desaparición del exdiputado Rubens Paiva en 1971 a manos de la dictadura brasileña y la posterior búsqueda de justicia de Eunice, su esposa. Filmada antes que Aún estoy aquí, la serie sobre Sócrates es, según Salles, “una odisea por sus diferentes vidas, un viaje interior en el tiempo”.

Porque Sócrates fue médico recibido en la Universidad de São Paulo, fumador empedernido, socialista que militó en el Partido de los Trabajadores (PT), protagonista de la Democracia Corinthiana, orador en las manifestaciones por el reclamo de elecciones inmediatas tras dos décadas (“Diretas Já!”), mundialista en España 1982 y México 1986, residente en un hospital público de Río de Janeiro, músico con discos (colaboró con Toquinho en Aquarela), secretario de deportes de Ribeirão Preto, entrevistador y comentarista de TV, devoto del Che Guevara y John Lennon, actor, entrenador, gestor del Cineclube Cauim, jurado de escolas de samba en el Carnaval de Río (aceptó con la condición de que pudiera transitar libremente por el sambódromo), productor de obras de teatro y, aún así, más que descubriremos en la serie de Salles.

El director de cine no conoció en persona a Sócrates. Sí a su hermano Raí, campeón del mundo con Brasil en el Mundial de Estados Unidos 1994. Raí iba a llamarse Jenofonte, pero Giomar, su madre, evitó otro filósofo en la familia (dos de los hermanos de Sócrates se llaman Sófocles y Sóstenes). La serie documental nació cuando Raí le pidió a Salles que le sugiera un director (y él se eligió a sí mismo).

Hijo de padre funcionario público lector de filosofía griega y madre maestra de escuela, autodidactas, Sócrates –nacido en Belém, norte de Brasil, pero emigrado de niño a Ribeirão Preto, interior de São Paulo– “nunca dejó de dar opiniones políticas incluso cuando se le pedía que no lo hiciera, y nunca dejó de pensar en el mundo en el que vivía”, destaca Salles. Y agrega: “Sócrates es el único hombre en el fútbol brasileño que entendió que el deporte podía fusionarse con la política para redefinir nuestra identidad”.

Mediocampista exquisito de festejos con puño en alto

Sócrates festejó goles con el puño en alto (“soy socialista, en la vida y en el campo, en el sentido más amplio de la palabra: comunista”). El Corinthians bicampeón del Campeonato Paulista 1982-83, el de la Democracia Corinthiana (“una sociedad en donde el trabajador más simple tenía el mismo peso que su patrón en las votaciones colectivas”), fue el primero en inscribir en la camiseta el “Vote” en dictadura (1964–85). En su último #UnDíaEnLaVida, Tomás Aguerre contó la historia de aquel equipo que hizo política.

Magrão, apodado así por su desgarbado cuerpo, lució vinchas –contención para sus endemoniados rulos– con la inscripción “Reagan es un asesino” y “No a la violencia” en pleno Mundial de México 86. Pero además fue un mediocampista exquisito, de tranco atildado, inventiva y habilitaciones de taco, su jugada predilecta (a los 50 años, después de beber dos botellas de cerveza y fumar tres cigarrillos, volvió al fútbol, pero solo unos minutos, en el Garforth Town, club de barrio minero de Inglaterra).

“Es fácil: no entreno ni estudio”, le contestaba a sus compañeros cuando le preguntaban cómo compaginaba el fútbol y la medicina. “¿Estás ganando mucho”, le preguntó una vez un periodista. “Estoy ganando demasiado –le devolvió Sócrates–, una cantidad absurda comparada con la realidad del pueblo brasileño”.

Sócrates habló de los sin tierra y de la desnutrición en su país ante un millón de personas en un acto y prometió no irse al fútbol italiano si en Brasil se autorizaba el sufragio popular. La enmienda constitucional por las elecciones fue rechazada en 1984 en el Congreso. Al poco tiempo, Sócrates se incorporó a la Fiorentina, y dejó de escucharse en el vestuario del Corinthians antes de cada partido Andar com fé, de Gilberto Gil.

Mientras esperaba para que le hicieran la revisión médica en la Fiorentina, se prendió un cigarrillo. El médico le preguntó por qué fumaba antes del control de la respiración. “Doctor –le dijo–, estoy calentando mis pulmones para el examen”.

Corinthians como voz de los más débiles

A Sócrates –quien contaba que la Democracia Corinthiana había tenido su embrión en una gira por Centroamérica en la que un grupo de jugadores consiguió porotos para una feijoada y en la que, de regreso, pasaron más de un día juntos varados en el aeropuerto de Caracas– lo invitaban a casamientos, bautismos, fiestas de graduación, almuerzos de domingo y hasta velorios de hinchas de Corinthians. Elegido por todos los votantes en “el equipo de todos los tiempos” en una encuesta de la revista Placar, Sócrates –172 goles en 298 partidos– definió así a su club: “Corinthians es una religión, una fuerza, una forma de expresión en un país donde los más débiles, social, política y económicamente, nunca tienen voz”.

Este domingo, Corinthians, campeón paulista 2025, puede volver a consagrarse en la Copa de Brasil si vence en la final de vuelta a Vasco da Gama en Río. El argentino Rodrigo Garro lleva la camiseta número 8, la emblemática de Sócrates, y es el capitán. En enero, cuando la recibió de manos de un hijo de Sócrates, se paró en el centro del Arena Corinthians y levantó el puño. Garro admiraba a Sócrates desde antes de que llegara a Corinthians.

En noviembre, Gaviões da Fiel, la hinchada organizada, recaudó 41,1 millones de reales (7,5 millones de dólares) para saldar parte de una deuda que el club había contraído en la construcción del estadio. Gaviões da Fiel participó en las protestas contra Jair Bolsonaro. Corinthians es el equipo de Lula. Sócrates y Lula jugaron picaditos juntos. En 2017, con la presencia de Lula y Chico Buarque, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) inauguró el campo de deportes “Doctor Sócrates” en el interior del estado de São Paulo.

En 1983, tras su último título en el Campeonato Paulista, Sócrates había dicho durante una entrevista: “Quiero morir un domingo, con el Corinthians campeón”. En la madrugada del domingo 4 de diciembre de 2011, Sócrates murió. Por la tarde, tras el empate sin goles ante Palmeiras en el Pacaembú, Corinthians ganó su quinto Brasileirão. Campeón.

Durante el minuto de silencio, los jugadores del Timão lo habían homenajeado elevando el puño derecho cerrado. “Fue el día más triste y feliz en la historia de Corinthians, o el día más feliz y triste en la historia de Corinthians”, lo definió el célebre publicista Washington Olivetto, corinthiano. Desde 2022, junto al Balón de Oro, la revista France Football entrega el “Premio Sócrates” a ciertos futbolistas comprometidos en causas sociales.

Futebol, arte y educación

En 2008, mientras cursaba el segundo año de periodismo en DeporTEA, Ariel Scher, profesor-tallerista, nos consignó escribir un perfil. Elegí a Sócrates. En la devolución me marcó: “¿Aún milita en el PT?”. No lo sabía. Me impulsó. Un mes después, mientras hacía mi pasantía en El Gráfico, entrevisté a Sócrates. “El fútbol está muy feo en el mundo entero: falta alegría, creatividad y libertad”, me decía, y que seguía militando en el PT: “Sigo siendo miembro. Lo que pasa es que hay muy poca preocupación por el deporte, que podría ser importantísimo para las políticas públicas de educación”.

En el documental Futebol arte sobre el talentoso Brasil que no fue campeón en el Mundial de España 82 –Falcão, Toninho Cerezo, Sócrates y Zico en la mitad de la cancha, pero flojo en el centro del ataque y en el arco–, el propio Sócrates dice: “Veo el fútbol como arte. La mayoría de la gente hoy lo ve como una competencia. Si ponés a varios pintores en el mismo estudio intentando hacer lo mismo, algunos destacan por cierto tipo de talento y otros por otro. Al final, es puro arte. El fútbol atrae al público fundamentalmente por este arte. No es la victoria, el éxito, lo que importa. Lo que importa es el contenido, el contexto que se inserta en este arte. La verdad es que quienes buscan la victoria buscan la unanimidad”.

Otras lecturas:

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.