Venezuela y la contabilidad del miedo
Nicolás Maduro enfrenta una presión inédita de parte de Estados Unidos. ¿Qué puede pasar? Trump no para de tensionar.

Pocas veces Venezuela pareció estar tan cerca y tan lejos del desenlace del conflicto. En las últimas semanas, la tensión con Estados Unidos volvió a niveles inéditos desde la Guerra Fría. Washington desplegó en el Caribe la mayor concentración de buques y aviones militares en tres décadas y atacó embarcaciones venezolanas acusadas de traficar drogas.
La Casa Blanca insiste, por un lado, en que se trata de una operación antinarcóticos; pero, por otro, ensaya un lenguaje, un tono y unos movimientos que sugieren otra cosa: una ofensiva para forzar la salida de Nicolás Maduro y su círculo más estrecho.
Es un momento en donde las señales y el ruido se mezclan y no es fácil distinguir unas de las otras. Para algunos, Trump señaliza sin la menor intención de escalar. Para otros, la acumulación de tropas y sistemas de armas es menos de lo que se necesita para una invasión, pero más de lo necesario para simplemente señalizar.
Si te gusta Mundo Propio podés suscribirte y recibirlo en tu casilla los lunes.
En Caracas, mientras tanto, el clima es de paranoia y resistencia. Los ministros cambian de teléfono a diario, los generales rotan de residencia y el aparato de seguridad rastrea posibles traiciones. La cúpula chavista se siente bajo asedio, no sólo por las sanciones o los drones norteamericanos, sino por el temor de que alguien dentro del régimen decida que ha llegado el momento de saltar del barco.
En esa tensión entre la amenaza externa y la lealtad interna se juega el futuro político de Venezuela. Y una forma útil de pensar ese dilema es a través de una herramienta de ciencia política tan útil como incómoda: la “teoría del selectorado”, desarrollada por Bruce Bueno de Mesquita y sus colegas.
La lógica del poder
Según Bruce Bueno de Mesquita, la teoría parte de una idea tan sencilla como fundamental: los líderes no se mantienen en el poder porque gobiernen bien, sino porque mantienen felices a quienes pueden derrocarlos. Puesto de manera sencilla, todo sistema político, sea democrático o autoritario, está compuesto por tres grupos:
Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
Sumate- La población (N): todos los ciudadanos.
- El selectorado (S): quienes tienen derecho a participar en la selección del líder (votantes en una democracia, élites partidarias o militares en un régimen cerrado).
- La coalición ganadora (W): el subconjunto de S cuyo apoyo es indispensable para conservar el poder.
El tamaño de W cambia todo.
- En una democracia, W es grande: millones de votantes. La teoría infiere que el líder debe invertir en bienes públicos (crecimiento, educación, seguridad) que beneficien a muchos.
- En una autocracia, W es pequeña: unos pocos generales, burócratas, servicios de inteligencia, intelectuales orgánicos y empresarios clave. Allí el líder sobrevive repartiendo bienes privados bajo la forma de contratos, rentas, privilegios o impunidad que benefician sólo a los leales.
Para la teoría del selectorado, el secreto de la estabilidad no está en las convicciones ideológicas de la coalición sino en los incentivos materiales y políticos para ser leales al líder. En otras palabras, mientras el líder pueda pagar la lealtad de su coalición ganadora, se mantiene.
Cuando los recursos escasean o la amenaza aumenta, los miembros de esa coalición comienzan a hacer cálculos: ¿Es más seguro quedarse o desertar? ¿Qué certeza tengo de que desertando estaré en mejores condiciones que siendo leal? Los regímenes no caen cuando el pueblo se rebela, sino cuando los que tienen poder para sostenerlo deciden que ya no les conviene hacerlo.
Venezuela: una coalición sitiada
Desde este prisma, Venezuela aparece como un caso de manual. La coalición ganadora de Nicolás Maduro es pequeña, jerárquica y rentista. Incluye tres grupos fundamentales:
- Los altos mandos militares, que controlan ministerios, empresas estatales y zonas económicas vinculadas al oro, el petróleo y al crimen organizado.
- Los servicios de inteligencia (DGCIM, SEBIN), que proveen represión y vigilancia.
- Empresarios y operadores afines, integrados en redes de importación, minería y narcotráfico.
Durante años, esa red funcionó con las rentas petroleras de PDVSA: dólares, contratos, subsidios. Pero las sanciones de Estados Unidos, la caída de la producción y la crisis interna colapsaron la fuente principal de recursos. El régimen respondió transformándose: reemplazó la renta legal por la renta ilegal. Hoy su supervivencia depende del oro del Arco Minero, el contrabando de combustible, drogas y los circuitos financieros opacos que lubrican la lealtad de los suyos, entre otros. En este equilibrio, el conflicto con Estados Unidos es letal y funcional al mismo tiempo.
Presión militar y cálculo de élites
Los medios documentan que la administración Trump desplegó en el Caribe una fuerza sin precedentes: buques de guerra, submarinos, bombarderos B-52 y unidades de operaciones especiales. Los ataques contra lanchas venezolanas marcan una nueva fase: el mensaje ya no es disuasorio, sino existencial. Washington parece buscar convencer a las élites chavistas de que el costo de seguir con Maduro supera al de abandonarlo. Desde la teoría del selectorado, la jugada apunta a modificar los incentivos de la coalición ganadora:
- Reducir los beneficios: al interrumpir las rutas del narcotráfico y las operaciones marítimas, se erosionan las fuentes de renta que sostienen la lealtad.
- Aumentar los costos de la lealtad: con aviones sobrevolando Caracas y un discurso de “captura o muerte”, permanecer cerca del poder se vuelve más peligroso.
- Ofrecer una alternativa implícita: rendirse o cooperar puede ser la única forma de sobrevivir.
Sin embargo, nada es lineal en política. La presión también puede tener el efecto contrario. Cuando la amenaza externa es creíble, la coalición tiende a cerrarse. Los generales y ministros entienden que la caída del régimen podría significar su propia desaparición. Así, la ofensiva militar puede tanto debilitar como consolidar al régimen, dependiendo de cómo se perciba el equilibrio entre miedo y beneficio. No se descarta, entonces, que distintos actores de la coalición perciban la situación de distinto modo.
Tres escenarios posibles
- Supervivencia por cerco. El régimen sobrevive reforzando su narrativa antiimperialista. La lealtad se mantiene por miedo, no por fe. La economía se informaliza aún más y la política se militariza por completo. En este escenario, el costo a pagar por parte de Maduro será cada vez mayor.
- Erosión interna. Si los recursos para sostener a la élite se agotan y las señales de Washington son claras y creíbles, podrían emerger fracturas discretas dentro del círculo de poder: deserciones, filtraciones, traiciones.
- Ruptura inducida. Si Estados Unidos logra ofrecer garantías creíbles de seguridad o amnistía, la coalición ganadora puede dividirse. El colapso no llegaría desde la calle, sino desde el Palacio de Miraflores. Días atrás se dio a conocer que el gobierno de Maduro ofreció a Washington una transición negociada: él dejaría el poder y Delcy Rodríguez, su vicepresidenta y figura de máxima confianza, asumiría interinamente para asegurar continuidad y protección a la élite chavista. Trump, por su parte, respondió con desdén: “He has offered everything… because he doesn’t want to fuck around with the United States” (Lo ha ofrecido todo… porque no quiere joder con Estados Unidos).
La oferta de transición muestra que el régimen ya percibe que su estructura de incentivos está tensionada al máximo. Si Maduro propone irse, pero dejar a Delcy Rodríguez, no es sólo una señal de debilidad: es la admisión de que el sistema no puede sostenerse sin algún tipo de reacomodo interno. Es el equivalente a lo que en la teoría del selectorado se llama equilibrio de concesión parcial: una cesión controlada para evitar una ruptura total.
El poder como economía moral
El destino del régimen venezolano no depende ya del fervor ideológico ni de la voluntad popular, sino del cálculo de unos pocos hombres armados y sus redes económicas. Mientras Maduro pueda pagar (en oro, en miedo o en silencio) a su coalición ganadora, seguirá en pie. Pero si el costo de la lealtad supera la recompensa, el edificio puede desmoronarse en poco tiempo.
La teoría del selectorado no explica los ideales, pero sí explica las supervivencias. Y en Venezuela, la política hace tiempo que dejó de ser un campo de ideales: es una contabilidad del miedo.