Spreen, Riestra y ese odio eterno al fútbol moderno

El “debut” de un streamer encuadró un estado de situación no sólo de Argentina, sino de la industria global. La hipocresía precedió a la farsa. Cuando se antepone el negocio, pierde por goleada el juego.

Iván Raúl Buhajeruk –tal como indica su ficha en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)– “debutó” a los 24 años el lunes pasado como futbolista. En Villa Soldati “jugó” 78 segundos con la camiseta N° 47 de Deportivo Riestra en el 1–1 por la fecha 22 ante Vélez, líder del “Torneo Betano 2024 | Liga Profesional de Fútbol”. A los dos días, Buhajeruk –el streamer conocido como Spreen– volvió a su habitualidad: jugar al Minecraft para una plataforma de streaming. La Liga 2024 iba a llamarse “César Luis Menotti” tras su muerte. Betano es una casa de apuestas online. Apostar por el “debut” de Spreen, azuzado por periodistas, pagaba 2.5. Sucedió en la Liga “Profesional”, la que entre sus main sponsors tiene a una casa de apuestas (bplay), y cuyos equipos, tres fechas antes, habían posado con un mensaje: “Alejá a los menores de las apuestas”.

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A Buhajeruk y a Cristian Fabbiani, DT de Riestra, los investigan por apuestas ilegales. Y el Tribunal de Ética de la AFA le abrió una investigación a Riestra. Detrás de los derechos de televisación de los partidos, el segundo y el tercer ingreso de la AFA provienen de los “betting rights” (derechos para apostar sobre los torneos) y los “streaming betting rights” (autorización para mostrarlos en las webs de las casas). La hipocresía precedió a la farsa. “Odio eterno al fútbol moderno”.

El SpreenGate, que rebotó en medios de Francia y Alemania, fue orquestado por Riestra, club gerenciado, acaso lo más parecido y burdo a una sociedad anónima deportiva en la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia, que resiste los embates del gobierno por las SAD y que eleva a las asociaciones civiles (en Riestra aún hay elecciones). Pero el abogado Víctor Stinfale es amo y señor del club. También de Speed, la empresa de bebida energizante que comercializa Stinfale. Speed con Spreen.

Si el entrenador Fabbiani había dicho que “Iván (Spreen) vende latitas, y a mí me paga la latita”, Milton Céliz, histórico capitán de Riestra, dijo después del partido con Vélez: “Nosotros no nos hacemos cargo; no es nuestro, es de ellos, del dueño”. Apañado por la AFA, Riestra es “un equipo del poder” que pasa los límites.

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En el fútbol se compran clubes no sólo para vender latitas, para popularizarse y luego saltar a la política nacional, como Sebastián Piñera, dueño de Colo Colo –a pesar de que era hincha de Universidad Católica– antes de que fuera presidente de Chile, o para lavar dinero e imagen –sportswashing–, como Manchester City (Abu Dhabi) y Newcastle (Arabia Saudita), clubes–Estado en la Premier League inglesa. También se adquieren clubes para ganar apuestas: en junio de 2020, el chino Au Yeung Wai Kay, de Next Leader Fund (NLF), compró Wigan de Inglaterra –entonces en segunda división– y, a la semana, el club entró en concurso de acreedores, lo que le valió el descuento de 12 puntos (Wigan estaba a ocho del descenso a tercera). Descendió. Au Yeung le había “comprado” Wigan a Stanley Choi, jugador de póker profesional que administra casinos bajo la firma International Entertainment Corporation (IEC). En un video filtrado por la prensa, escuchamos a Rick Parry, presidente de la English Football League (EFL) –el Ascenso inglés–, hablar de que había “rumores sobre arreglos por apuestas en Filipinas para el descenso de Wigan”. El patrocinador principal del club era KB88, casa de apuestas con sede en Filipinas.

El 16 de mayo pasado, como si fuese un anticipo, Riestra había pasado otro límite con el debut de Mateo Apolonio –14 años y 29 días, un chiquilín de 1,54 m– en la Primera del fútbol argentino, hasta aquel día el más joven. Los títulos inundaron internet: “Quién es Mateo Apolonio, el jugador de 14 años que superó a Agüero y a Maradona”. Marketing y clickbait. Un combo de impacto mediático y de estadística forzada, a costa de exponer al chico al peligro de que lo lastimaran por la diferencia física. Y otro signo de una época en la que lo “viral” trasciende más que el buen trabajo. ¿El SpreenGate –suena ridículo catalogarlo como “debut”– se motorizó, además, para que Buhajeruk sea incluido en el EA Sports FC 25 como el “peor jugador” del videojuego y así actualizar el parche?

En Argentina, el fútbol es un hecho cultural: no es “un deporte más”. Es el deporte que movilizó a las calles a más de cinco millones de personas cuando la selección ganó el Mundial de Catar 2022. No es un juguete y, aún así, cuando niñas y niños juegan, el juego es serio. “Por el bien del fútbol, que no vuelva a suceder”, pidió Lionel Scaloni. ¿Cuántas cosas no dice Scaloni que, “por el bien del fútbol”, estaría bueno que no vuelvan a suceder o que, sin más, no sucedan?

Comer pochoclos en una cancha (la tiktokización); los shows musicales, a lo Super Bowl; los estadios sin identidad, “no lugares”, gris aeropuerto, con naming; las apuestas publicitadas por los propios futbolistas y los arreglos de partidos de los futbolistas que salen a perder; la manipulación del VAR para inclinar resultados y la consagración del VAR semiautomático (que puede “fallar”); los escandalosos arbitrajes que favorecen a los equipos amigos del poder; mirar el celular mientras se juega un partido delante de tus ojos; los jugadores condenados por violencia de género y violación que juegan en Argentina; la falta de futbolistas que sean sinónimo de un club, los one club man; los paracaidistas que nos revelan supuestas verdades iluminadas porque se trata de “atraer nuevas audiencias”; la infantilización discursiva; la reducción de la agenda mediática a Boca y a River (“Bover”); los “periodistas” operadores; los representantes que cooptan clubes; las multipropiedades de clubes; los dirigentes zares; los calendarios saturados de partidos; las reglas que cambian en pleno torneo, como la anulación de los descensos; los constantes cambios de formato de los campeonatos; las finales únicas en cancha “neutral”; las violencias que no son patrimonio de las barras; la ausencia de los visitantes por la imposibilidad de ser con otros en una cancha; y un largo etcétera.

Lo de “odio eterno al fútbol moderno” (“Against modern football”) surgió como un movimiento en Europa a finales de la primera década de los 2000. Y dice más de lo que expresa la frase (y, también, menos). Es una defensa acaso algo nostálgica de los hinchas ante la mercantilización aplastante del viejo the people’s game (“el juego de la gente”), que nos convierte, cada vez más, en “clientes”. Es cierto que el “odio eterno al fútbol moderno” encierra una añoranza de nosotros mismos. Que no todo tiempo pasado fue mejor y que, cada tanto, se anuncia con estridencia “la muerte del fútbol” y, sin embargo, acá estamos. ¿Pero cómo estamos? ¿Qué nos marca el “debut” de un streamer en el fútbol profesional? ¿Vemos hoy “mejor” fútbol en líneas generales que hace diez años? El “odio eterno al fútbol moderno” guarda sentidos. “Estoy en contra de esa expresión. Más bien, habría que decir ‘odio eterno al fútbol negocio’”, propuso el periodista e historiador Toni Padilla. O, de otro modo: primero el juego, después el negocio, porque hoy y siempre se jugará al fútbol.

Pizza post cancha

  • Concurso. Organizado por Cultura Futbolera Bahía Blanca, “El gol de tu vida” recibe relatos y premia al texto ganador transformándolo en un documental. En este link, las bases.
  • Carta. La del brasileño Adriano en The Players’ Tribune. Delantero imperial, fue campeón con Brasil, Inter de Italia, Flamengo y Corinthians. Y hoy vive en una favela de Río de Janeiro. “Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Pero hoy entenderás por qué Vila Cruzeiro es mi lugar especial en el mundo. Nada de folklore ni titulares de diarios mentirosos”. Es literatura pura, ideal para compartir en un taller de lectura.
  • Columna. “La bengala perdida”, por Alejandro Wall en Tiempo Argentino, a propósito de los recibimientos con heridos de River y Racing, y a casi 20 años de Cromañón.
  • Video. ¿Por qué los futbolistas patean los penales tan poco abajo y al medio si la efectividad es la más alta? Lo responde el tecnólogo Santiago Bilinkis, sin ínfulas de que sea “la” verdad.
  • Foto. Se estrenó Gladiador 2, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Paul Mescal. Y Francesco Totti, capitán eterno de la Roma que lleva tatuado un gladiador, lo sabe.
  • Crónicas. Las “Historias Federales” sobre los clubes del Federal A, tercera categoría del fútbol argentino por el interior, de Julián Maciel en La pelota siempre al 10. Este domingo, de Sarmiento de La Banda (Santiago del Estero)–Germinal de Rawson y de Ramón Santamarina de Tandil–Villa Mitre de Bahía Blanca salen los finalistas para el segundo ascenso (el primero fue para Central Norte de Salta).

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.