¿Qué será del Luna Park?
La Comisión Nacional de Monumentos aprobó un proyecto privado que busca demoler parcialmente el estadio para ampliar su capacidad. El rol de Jorge Macri y el papa Francisco.
La Comisión Nacional de Monumentos dio el visto bueno a un proyecto que intenta modificar el Luna Park para ampliar la capacidad del estadio, hoy propiedad de la Iglesia católica.
De aprobarse, el proyecto buscará aumentar el aforo del mítico estadio en el que se conocieron Perón y Evita y por el que pasaron figuras del boxeo como Carlos Monzón, Nicolino Locche y Ringo Bonavena, el adiós a Sui Generis, el Circo de Moscú, Holiday on Ice, Oasis, The White Stripes y el primer recital de Pixies en Argentina. Hoy entran 8.400 espectadores, y la idea de DF Entertainment, la empresa del productor Diego Finkelstein, es llevarlo a 13 mil.
Si te gusta Una calle me separa podés suscribirte y recibirlo en tu casilla los viernes.
“Esta Comisión aprueba el inicio de las obras a condición de constituir una mesa de trabajo entre la empresa, la Iglesia de Buenos Aires y este organismo tutelar”, dice el acta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, a la que tuve acceso.
¿Pero esto significa que se va a demoler el estadio, como sugirieron diversos medios durante estos días? No es tan así, pero para entender mejor de qué se trata todo esto tenemos que bucear un poco en la historia. Una historia fascinante, porque incluye a empresarios norteamericanos, a Jorge Macri y al papa Francisco en un debate que divide a los especialistas en patrimonio. Veamos.
Breve desvío histórico
El Luna Park nació en la década de 1930 por iniciativa de José “Pepe” Lectoure e Ismael Pace, dos visionarios del mundo del boxeo que vieron la oportunidad de construir un estadio cubierto en un terreno cercano al puerto. A lo largo de las décadas, la propuesta inicial de ser la catedral del boxeo se amplió para incluir espectáculos como lucha libre, básquet y exhibiciones de automovilismo indoor.
Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
Sumate
Tras la muerte de Pace, en 1947, y de Lectoure, en 1977, el manejo del Luna Park quedó en manos del sobrino de este último, Juan Carlos “Tito” Lectoure, que abrió sus puertas a la música internacional y lo consolidó como ícono cultural de la Ciudad. Al morir Tito y su tía, Ernestina Devecchi de Lectoure, el estadio pasó a ser propiedad de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco y Cáritas Argentina.
A todo esto, en 2007, el Luna Park fue declarado Monumento Histórico Nacional, por lo que cualquier intervención que se quiera hacer sobre el edificio pasó a requerir la autorización de la Comisión Nacional de Monumentos.
A pesar de esta protección patrimonial, en la última década hubo varios intentos por transformar el complejo ubicado en la esquina de Bouchard y Corrientes. En 2015, el productor Adrián Suar llevó al Vaticano las maquetas que sintetizaban su idea para el lugar: hacer un centro ecuménico multirreligioso. El proyecto quedó en la nada. Cuatro años más tarde, la Iglesia buscó desprenderse del estadio por 40 millones de dólares para que en su lugar se hiciera una torre de oficinas y el entonces jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta le ordenó al subsecretario de Registros de la Ciudad que analizara la situación. Un cuento de Soriano con Paseo del Bajo y recitales de Luciano Pereyra.
Lo cierto es que los dueños dicen que el Luna Park pierde plata. De allí el origen de este último intento por ampliar la capacidad del estadio de la mano de DF Entertainment, el único oferente en pie de una concesión para explotar el predio por 30 años, y reposicionarlo como centro de recitales.
DF es de Live Nation, un gigante del entretenimiento (hace un tiempo absorbió a Ticketmaster) que a nivel local produce el Lollapalooza y gestiona las visitas de estrellas como Coldplay, Taylor Swift, Roger Waters y Paul McCartney. En 2018 compró el 51% de la empresa de Finkelstein.
“Uno de los más modernos competidores es el Movistar Arena, que prácticamente lo duplica en tamaño. De ahí que el masterplan para el futuro proyecto del Luna incluya un incremento en su capacidad de aforo además de la modernización de su propuesta de retail”, explicó Alfredo Sainz, periodista especializado en economía y consumo.
La paja del trigo
Conocido el dictamen de la Comisión de Monumentos, algunos titulares alertaron sobre la inminente “demolición” del Luna Park.
“Es absolutamente falso que se vaya a demoler el estadio, tal como ha circulado en algunos medios; la historia del Luna Park es una historia de transformaciones, remodelaciones y reciclaje, y esta no es más que otra etapa en este proceso de renovación continua”, dijo la empresa Luna Park S.A. en un comunicado.
“No fue una discusión express, como se dijo por ahí. Llevó dos meses”, agrega en estricto off the record una de las personas que integran la Comisión Nacional de Monumentos.
Los fundamentos del dictamen favorable, agrega la fuente, pueden resumirse en las condiciones impuestas para el visto bueno del inicio de obras: conservar el uso (para espectáculos y deportes), la recova, la fachada, el color rojo del logo, y los cuatro bajorrelieves con los patinadores y los boxeadores. Hay, obviamente, una intervención en el interior (que se advierte en los planos), pero no deberá notarse desde la calle.
Reaparece aquí un debate de larga data entre patrimonialistas: conservar todo siempre así como está o admitir renovaciones que conserven el espíritu original y que le vayan dando nueva vida a los lugares con algún valor histórico o arquitectónico.
“En el caso del Luna Park, el interior está obsoleto y, además, no es el original”, dice la fuente. “No estamos hablando del Cabildo donde tenés que preservar la Sala de Representantes. Ya el estadio actual tiene miles de adaptaciones. Si vas a los baños vas a ver unos inodoros horribles de la década del setenta”. Hoy el estadio arrastra, además, problemas de seguridad y de accesibilidad para personas con movilidad reducida.
En síntesis, lo que se habilita es a iniciar modificaciones estructurales en el interior (de allí la demolición parcial de la estructura). Bajo ningún concepto se podrán hacer “volúmenes observables desde la calle”.
“Esto no es un punto de llegada, es un punto de partida. El dictamen establece que el proyecto no está mal, pero hay que conformar una mesa para decidir, en cada momento a partir de ahora, el curso de acción”, concluye.
Consulté a la arquitecta especialista en normativa Magdalena Eggers, que me remitió a los grados de intervención permitidos para los edificios históricos con protección estructural como el Luna Park. Cualquier adaptación, advierte Eggers, deberá evitar vulnerar las reglas que impiden “modificaciones en el volumen de la edificación”.
Un dato que me llamó la atención de la propuesta de DF Entertainment fue la idea de construir un doble estacionamiento subterráneo en una de las zonas mejor conectadas de toda la ciudad de Buenos Aires. A metros del estadio ya pasan dos líneas de subte (la estación Alem de la línea B y Correo Central, de la E) y 38 líneas de colectivos. ¿Qué sentido tiene llegar con el auto propio a un estadio de 13 mil espectadores que obligue a todos a salir del espectáculo a la misma hora, generando bocinazos, mal humor y un atasco monumental?

“No suena razonable ampliar la capacidad sin evaluar el impacto que generará en pleno centro, sobre todo a nivel vehicular ya que están agregando niveles de estacionamientos que en el microcentro están prohibidos, justamente en consonancia con la política de peatonalizar los centros históricos”, dice Eggers.
Los especialistas con los que hablé dicen que nada en esta parte del proyecto está completamente asegurado. Puede ser que a esa altura aparezca un caño maestro (hubo casos recientes) o un viejo cementerio con bienes arqueológicos, y que los operadores tengan que desechar la idea de la segunda cochera. Habrá que ver.
¿Cómo sigue esto? Ahora que la Comisión, encargada de la tutela patrimonial, ya emitió su dictamen, el próximo paso recae bajo jurisdicción porteña. La pregunta es si le toca mover al Ejecutivo local o a la Legislatura. “Hasta el momento no se presentó ningún proyecto y no hay ningún expediente abierto”, me indicaron desde la secretaría de Desarrollo Urbano, que sigue acéfala después de que Jorge Macri le aceptara la renuncia a Álvaro García Resta. “Todo lo que sabemos hasta ahora lo sabemos por lo que ha estado trascendiendo estas semanas en los medios”.
Es importante recordar lo que dice Magdalena Eggers sobre posibles intervenciones que vayan más allá del nivel actual de protección patrimonial del estadio, que a nivel porteño tiene fuerza de ley. Si ese fuera el caso, la Legislatura deberá cambiar el estatus de protección hacia uno más laxo que habilite otro tipo de intervenciones arquitectónicas. ¿Quién aportará los votos en este tema tan sensible?
Y todavía resta el visto bueno del papa Francisco. Desde el Arzobispado porteño informaron a Letra P que la oficialización de DF Entertainment como única empresa concesionaria «se retrasó por las malas condiciones de salud que atraviesa Francisco».
Jorge Bergoglio, internado hace tres semanas en el hospital Gemelli de Roma, de momento tiene cosas más importantes que hacer.