Popstars porno: el potencial artístico del sexo, ¿mercado o rebeldía?
Desde Emilia y Tini hasta las más under como Six Sex, Fiah Miau o Taichu, la hipersexualización explotó en el pop como un chicle que todas quieren probar. Desde de Madonna a Charli XCX, ¿cuál es el valor del erotismo?
Un video. Las popstars Emilia Mernes, Tini y Nicki Nicole están en una lavandería, parece que hace calor, entra un tipo y una mina, ellas bailan, se agarran la entrepierna y cantan: “Quiere mojarse /Con mis labios sabor a caramelo”. Ese baile será una coreografía en TikTok para que su público replique. Lo hacen, es tendencia. Otro video: Six Sex y Fiah Miau, con mallas enterizas cantan: “X-O-B-X-O / Fantasía y sexo duro, sexo duro, sexo duro”, son como gimnastas francesas sados, en las redes casi no aparecen, tienen que tener cuidado, les cierran las cuentas sociales. ¿Qué hay en el medio? Ellas –y su música, el mensaje– están hipersexualizadas. ¿Cuál es la diferencia? Las primeras, las popstars mainstream, tienen de público niñas, adolescentes y adultas, son la imagen y semejanza de lo que es la belleza en 2025, el aspiracional femenino. Y las otras son un boom under que llenan de fantasía la maricoteca, son mothers para una comunidad queer, sus shows sólo son para mayores de edad y tienen un concepto border, friki, explícito: hacen fiestas de perreo-rave. ¿Lo que las une? El sexo y el pop. Pero es más complejo que eso.
Llama la atención. En 2025 se creería que la sexualidad ya no es más tabú, no escandaliza, no tiene una potencia creativa revolucionaria, pero todo eso se destruye cuando las noticias aparecen a la velocidad del scrolleo. La generación Z, la de jóvenes de 20 a 25 años, es la que menos sexo tiene en los últimos 40 años, muestra profundas dificultades para vincularse sexoafectivamente y es incluso a la que más le molesta o incomoda que haya escenas íntimas en las películas, series o que se hable de eso en libros o música. ¿Cómo se explica entonces que haya una nueva generación de estrellas pop en la escena porteña que centren su propuesta en el sexo?
Chita lo tiene pensado. “Después del encierro la gente tenía muchas ganas de salir, de conectar, de bailar, de sudar, de drogarse y de joder. No me parece casual que el disco Brat de Charli XCX, que es súper clubero, esté en auge. Creo que un poco la gente nos consume desde ese lugar”. Ella misma, de hecho, hizo ese viraje, de ser una voz del neo soul se fue moviendo, con su sensualidad característica, a sonidos más pop.
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“Todo está oscuro, todo está mojado, completamente locos, nos vamos a derretir, siento cómo baja lento”, canta Chita en una canción de Fiah Miau. Se llama “Wet”, y está mitad en inglés. Es un pop descarriado, distorsionado, electrónico. No es difícil imaginarse la rave, los cuerpos. Se siente la fiesta, el chape, el after sudado en la canción. Fiah Miau, en el video, todavía no tiene la máscara ni las orejas de gatita con la que salió en su disco Pussy in boots. Para hablar con Cenital un día de abril por la mañana ya está montada como para su videoclip. Sonríe, amable, y reafirma: es la rebeldía. “En la música te dicen cómo actuar, que no muestres esto, no digas aquello, te están controlando todo el tiempo y lo que yo hago, este proyecto más sexual, no es 100% vendible, o sea, yo voy a hacer un show y no van a venir nenas de 14 años como a otras popstars. Es rebelde y es liberador”. De hecho, sólo con subir las fotos promocionales de su nuevo disco le borraron la cuenta de Instagram, su medio principal de difusión y comunicación con sus fans.
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SumateUna comunidad bailable
Tanto Fiah Miau y Chita son parte de un grupo más grande de amigas que está revolucionando las fiestas y la noche porteña, se llaman SAMA, como una gang de raperos, pero de popstars con botas de 7 cms y bikini. Six Sex es tal vez la más conocida, y en su último show en el Complejo C Art Media, las tres junto con Vera Frod y Juana Rozas cantaron el himno argentino frente a una comunidad que festejaba su propio mundial, lleno de banderas LGTB+ multicolor. Se viralizó más que cuando Six Sex se subió a una bici fija por primera vez en Niceto Club para cantar “4 novios” o sacó su instructivo de sentadillas para hacer crecer un buen culo. La imagen traspasó a su público y llegó a ojos de otras audiencias, que las criticaron fuerte, denunciaron sus cuentas e intentaron censurarlas. Pero ahí están ellas, entonando el Oíd mortales.
“Para la comunidad o las personas que crecimos en ella es más natural, pero para los heterosexuales que están investigando me parece buenísimo que haya un personaje como Six Sex mostrándoles una sexualidad superabierta, en la que se puede calzar un dildo y ponérselo a un trolo en la boca, que se puede chapar con una mina y después con cuatro chongos”, le dice Vera Frod a Cenital, otra de las referenta de la noche, mostra, bailarina y cantante multifacética, “es lo que ven en una porno, pero siempre queda reprimido a la intimidad, si lo ven afuera está mal”. Para ella, la potencia de la sexualidad en el escenario es esa, la representación de lo diferente y la posibilidad de una experiencia liberadora en un espacio de cuidado.
La cultura queer es la clave de esta escena fan de las popstars. Fiah Miau lo afirma: “Te subís al escenario y te sentís poderosa. Nuestro público –los putos, las travestis o las lesbianas–, lo dan todo, desde lo estético hasta lo performático, todo el lenguaje que tienen, son muy completos”. Es como una estética alternativa de una popstar, están las chicas prolijas, clean, controladas del mainstream y están ellas, que son una versión sonora retorcida, lujuriosa y distorsionada de la que se escucha en la radio.

Algo más que sexo
La trama no es tan superficial. En Argentina los crímenes de odio a la comunidad LGBT+ aumentan año tras año. Y el tema tampoco está alejado de la política, porque las mujeres y los varones heterosexuales cada vez piensan más distinto, ellas son más progresistas y ellos más conservadores, sobre todo entre los jóvenes, y es esa generación la que fue clave para la victoria de Javier Milei como presidente. Los pibes parece que quieren una única cosa: plata fácil al ritmo del trap. Y eso se nota, en sus shows casi no hay pibes heterosexuales –aunque ellas querrían–, sí algunas chicas que se animan a la experiencia.
Es una tendencia mundial al punto de que en Corea del Sur las heterosexuales ya no le dan bola a los hombres, y en Estados Unidos los alpha male se enorgullecen de no tener sexo casual y las chicas se visten de color beige, no comen azúcar, se operan la boca y quieren dedicarse a ser amas de casa. Y las redes sociales ayudan a esa división. En los últimos cinco años se transformaron de un lugar para explorar la deformidad propia, la identidad género-afectiva y un lenguaje alternativo a un espacio de publicidad conservadora: “Para el 2023, mi TikTok estaba repleto de videos de ‘cómo convertirse en una chica de alto valor’, dice Elías Hoyo en Mucha Data en una crónica que da en el clavo: “Uno de los consejos recurrentes era no tener múltiples parejas sexuales porque eso ‘dañaría nuestro templo’”.
Fue ahí cuando Taichu, en bikini, se subió a unos tacos monstruosos, con una remera blanca pegada a las tetas que decía “hotcore” y con sus garras de plástico gruñó: “I’m a hot girl, I do hot shit”, en su deforme disco Rawr de 2023, que abrió la puerta al universo deberlinesco en las fiestas de Buenos Aires. ¿Qué es una rave? Como dice la escritora y crítica cultural McKenzie Wark en Raving, “es un taladro en un sauna”. Es una fiesta donde la música es techno con beats repetitivos, pero en Argentina a eso se le suma una cruza deforme con una especie de perreo que pudo heredar del trap o del reggaetón. Frases cortas, muchas en inglés porque son monosilábicas, repetidas y repetitivas. Una rave en Berlín, Nueva York o en una fiesta de estas sex pop-stars es un ritual performático hasta el agotamiento. Pide sustancias. “Todo el mundo tiene algo para dar. Están quienes vienen a mostrarse, y quienes vienen a dejar su sudor en la pista de baile”, dice la escritora australiana.
“Arriba y abajo del escenario es todo 100% performático”, suma Fiah Mau, pero eso no significa que sea falso. “Yo hablo de experiencias personales. El sexo se hace así, como decimos en las canciones, yo me lo tomo así, me gusta el morbo, soy promiscua, porque me gusta experimentar. También suceden momentos de celibato, pero cuando se hace es así, soy una artista fiel a lo que escribo”. La bisexualidad manifiesta, las relaciones abiertas, la violencia machista vivida y la represión adolescente es un punto en común en la historia de todas. Parecen armar un personaje de músicas como actrices porno, basado en ciertas formas estéticas o de comunicación de su sexualidad, pero sin recibir el rechazo político de una trabajadora sexual. Hay una mimetización con la puta, hay de hecho una exaltación de la palabra en sus canciones, pero como un juego, sin el ejercicio del oficio. Sin el peso de la persecución, y al mismo tiempo pensándolo como una posibilidad emancipadora.
Popstars políticas
Cada vez tocan en lugares más grandes, la fiesta se vuelve más populosa. De hecho, Six Sex salió en el especial de Future of Music de la revista Rolling Stone, donde sitúa la fantasía que representa en sus peligros de la Argentina de hoy: “Quizás tenga que ver con el empoderamiento o con reafirmar este presente utópico, o distópico, en el que yo salgo como quiera y en mi fantasía no me violan. Al escenario puedo salir en culo y puedo hablar de eso, porque me muevo en un ambiente que me lo permite”. La hipersexualización está, la quiera o no la quiera, y decide usarla a su favor, divertirse con eso. Todas mencionan el humor y el empoderamiento como el motor para hacer estas canciones, una idea de reapropiarse de una situación inevitable y jugar con ella.
El pop logró, dinámico y fluido como el sexo, adaptarse a las necesidades más underground de esa generación que se descubrió a sí misma y su potencia en 2018 con la cuarta marea feminista y ahora se siente perseguida, reprimida y encorsetada. En el sonido también. “Hubo una época en que el trap fue pop, después el reggaetón fue súper pop y ahora estamos en un momento de pop electrónico, ya mutando a la electrónica rave”, lo describe Chita, que se desliza con naturalidad por todas sus partes, en su disco Atelier o en sus colaboraciones.
Pero la rebeldía y la perfo no salió de un repollo. Hace 51 años una de las primeras vedettes de argentina, Jorgelina Aranda, grabó un disco que se llamó Erótica, bajo producción musical de Billy Bond. Ahí susurraba y contaba historias de softporn en un disco experimental rarísimo de encontrar, que los coleccionistas atesoran. Treinta años atrás, Madonna sacó su disco Erotica, en 1992, que salió junto a su libro Sex, y convulsionó al mundo porque ya era la artista pop internacional más importante. Michael Dango, en la colección de libros de crítica 33 ⅓ dice que Madonna en realidad lo que hizo fue darle un mensaje político y sentimental a su comunidad, que venía triste y diezmada por el HIV, y que logró volverlos a llevar a la pista de baile, de manera celebratoria y política.
Vera Frod coincide y Six Sex también la toma como referente, porque es obvio e ineludible, pero también porque después de ella nadie se puede escandalizar. “Lo que no me sorprende –dice Vera– es que las popstar tengamos que volver a traer la misma conversación, las mismas charlas con distinta temática, porque antes era el HIV, ahora es ‘che, mirá qué podemos coger y hablar de que cogemos tranquilamente’. Teniendo el presidente que tenemos, no me sorprende que tengamos que tener estas discusiones de vuelta”. En un punto, la fiesta que proponen es como la de Madonna: un refugio, una huida, una posibilidad de escape a una noche de fantasía para una comunidad que se siente amenazada.
Foto de portada: Ezequiel Dagnino/Complejo C Art Media.